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domingo, 15 de marzo de 2015

Bienvenidos a Pensamiento


Wilt Chamberlain del equipo Philadelphia Warrios 
anoto 100 puntos en un solo juego de basketball marzo 2, 1962.

La “Cuasi Guerra” (1798-1801)

Tomado de: Panzertruppen
René León

Los Estados Unidos de América llevaba muy poco tiempo de ser libre e independiente. Cuando empezaron sus problemas con los mismos países que lo habían ayudado en su independencia. El nuevo país trataba de iniciar su comercio con otras naciones, en busca de mejorar su economía. Pero encontró en su camino, primero a Inglaterra y luego a Francia. Que no deseaban que el tráfico marítimo de Estados Unidos entorpeciera su economía.

El país no contaba con una flota naval para poder defender sus costas. Sólo bergantines antiguos y poco artillados. En Marzo 27 de 1874, el Congreso de la nación ordenó la construcción de sus primeros buques de la US Navy. Seis fragatas bautizadas con nombres simbólicos: Constitution, Congress, Chesapeake, United States, President, y Constellation.

Encuentro naval entre el Constellation y
la fragata francesa L'Insurgente 
El Constellation, contaba con una batería de 36 cañones y una tripulación de 340 hombres. Fue botado al agua el 7 de septiembre de 1797, en el momento preciso de que Estados Unidos entraba en su primera guerra naval, con Francia. La muy conocida la “Cuasi Guerra” por lo corta que fue. El 9 de febrero de 1799, el Constellation entra en combate y captura la fragata francesa L’Insurgente de 36 cañones, que se consideraba el navío más veloz de la armada francesa. Nuevamente en febrero de 1800 entra en combate contra la fragata francesa La Vengeance de 54 cañones, después de una batalla de cinco horas.

La Constellation se mantuvo en servicio por más de 50 años y fue retirada en 1853. Un año más tarde la balandra Constellation, de 23 cañones y 285 hombres. Su primer orden fue la intercepción del tráfico de barcos negreros en la costa de África.
Tomado de: Panzertruppen

El Relajo: últimos tiempos de la colonia.

 El articulista en esta nueva entrega afirma que « El contumaz relajo -abusos, injusticias, privilegios, explotaciones, abandono de la educación y la cultura, postergación de los hijos del país- que caracterizó el despótico desgobierno de España en Cuba, tuvo que producir fatalmente el descontento, la protesta y la rebeldía de los criollos blancos y también de los negros esclavos y libertos y hasta de algunos españoles liberales y progresistas identificados con la tierra en que vivían y trabajaban».
«Dejo al lector que juzgue si Antonio González Lanuza fue buen o mal pitonizo. Y le advierto que aquellos restos de Colón que estuvieron en La Habana y ahora están en España… no eran de Colón, pues parece que los verdaderos huesos de éste se quedaran en Santo Domingo y allí se encuentran actualmente…Qué gran relajo».
El contumaz relajo -abusos, injusticias, privilegios, explotaciones, abandono de la educación y la cultura, postergación de los hijos del país- que caracterizó el despótico desgobierno de España en Cuba, tuvo que producir fatalmente el descontento, la protesta y la rebeldía de los criollos blancos y también de los negros esclavos y libertos y hasta de algunos españoles liberales y progresistas identificados con la tierra en que vivían y trabajaban.
Y contra el relajo imperante se fueron manifestando los sufridos colonos, ya, primero, como tales colonos, pero aspirando a sentirse garantidos y amparados, debida y justamente, por el gobierno de la metrópoli; ya recabando la implantación de reformas concordantes con las necesidades y el progreso logrado por la Isla; y-, demandando una autonomía política, económica y administrativa que permitiera el libre desenvolvimiento de las actividades criollas en esos órdenes de cosas, sin las cortapisas y explotaciones inherentes al régimen hasta entonces seguido, de manera que, mediante la evolución, Cuba se preparase para el gobierno propio, creyendo que se evitaban así las trastornadoras conmociones de los procedimientos revolucionarios; ya deslumbrados con el espejismo de la libertad y el bienestar conquistados en breve tiempo por las colonias inglesas independizadas, del Continente, pretendieron la incorporación de Cuba como un estado mas de la Unión Norteamericana, forzando en algunos casos las simpatías y aceptación de esa tendencia anexionista, el peso aplastante de una mas rápida eliminación del despotismo metropolitano español, y también ese relajo criollo, manifestado en la época colonial y supervivo en la republicana, que es la flojedad de espíritu, la apatía y la flaqueza cívica.
Pero fue en vano que los cubanos clamaran, por las buenas, contra el relajo de los desgobernantes y mandamases españoles. La torpeza de los políticos de la Península -de todos: conservadores, liberales, socialistas, republicanos-~ en todos los tiempos; y el desbordado e incontenible afán de perpetuar el relajo para mejor colmar la bolsa, hizo que jamás se atendieran las demandas cubanas. La callada por única respuesta, unas veces, promesas incumplidas, otras, fue lo único que lograron los cubanos de la relajona madre España. De nada les valió a los cubanos colonialistas y reformistas sentirse españoles, si nunca llegó el día en que recibieran trato igual a sus hermanos peninsulares.
En cuanto a los autonomistas y anexionistas, aquellos olvidaron, como dice Francisco Figueras en Cuba y su evolución colonial, que «hacer de Cuba un Canadá, implica hacer de España una Inglaterra»; y estos, los que de buena fe, creían que la anexión a los Estados Unidos era beneficiosa a Cuba, tampoco lograron la acogida de los gobernantes norteamericanos.
Y como el relajo seguía, sin posibilidades de término ni de alivia, los cubanos se convencieron, en carne propia, de que sólo había un camino a seguir para acabar con el relajo del régimen español, camino señalado, desde 1824, por aquel filósofo y maestro esclarecido que se llamo Félix Varela: la separación de la metrópoli por la revolución.
Y comenzó la lucha revolucionaria libertadora, con la conspiración de Román de la Luz, Luis F. Basabe, Manuel Ramírez y Joaquín Infante, de 1809-10, seguida de otros numerosos alzamientos, conspiraciones, expediciones, reveladores de la inconformidad cubana con el relajo español, que despertó las simpatías y el apoyo de centro y sudamericanos, que ya habían padecido ese mismo relajo, y de norteamericanos deseosos de que los cubanos gozasen también de las libertades que ellos disfrutaban.
Y cuando va se formó una conciencia revolucionaria independentista, estalló, el 10 de octubre de 1868, la Gran Guerra Libertadora de los Treinta Años.
Durante todo el largo periodo de lucha por la independencia, el cubano conoció a qué limites extremos de crueldad y barbarie podía llegar, como llegó, mil y una veces, el relajo tiránico de la metrópoli, que ya no fue "madre", ni siquiera "madrastra", así como la hija dejo de ser por completo la "siempre fiel isla de Cuba".
El relajo metropolitano, elevado a la estratosfera de lo salvajemente sanguinario, encarnó en aquellos monstruos, baldón de la especie humana; Vives, Tacón, O'Donnell, Concha, Valmaseda, Caballero de Rodas… y Weyler.
Defensa desesperada de sus privilegios y granjerías realizaron entonces los magnates de la colonia, los verdaderos dueños de la Isla, sus efectivos gobernantes, para los cuales, que no para España, se mantuvo, durante cuatro siglos, la soberanía de España en Cuba, disfrutadores de excepcionales inmunidad e impunidad y a cuyos bolsillos, mas que a las arcas reales, iban los dineros sacados, del suelo cubano. Y para conservar sus privilegios y su lucro, que no para provecho de la metrópoli, derramaron entonces su sangre millares de millares de jóvenes quintos de la Península, arrancados a su hogar y a su trabajo por el mentiroso pretexto de salvaguardar la dignidad de una patria que tenía su verdadera y genuina representación en esos empingorotados magnates. Tanto era e1 poder de éstos y tales los privilegios de que estuvieron revestidos, que armaron a su costa los llamados cuerpos de voluntarios, integrados por sus propios empleados y trabajadores, en los que figuraban como oficiales sus compinches de menor cuantía, reservándose ellos el papel preponderante de coroneles de los batallones que a1 efecto se formaron, no por razón del plan bélico oficial del alto mando de las fuerzas realistas, sino acorde con el número de magnates interesados tanto en la defensa de sus intereses y propiedades, como en hacer publica ostentación de su poderío mercantil y político. Ellos mantuvieron la intransigencia contra todo entendimiento o pacto con los cubanos libertadores, no atreviéndose a contradecirlos, los gobernantes y políticos peninsulares, temerosos de perder los beneficios económicos que ese apoyo incondicional les proporcionaba. Y el resultado fue que por ampararlos, España desgobernó en Cuba, y la perdió.
Frente a1 heroísmo, el sacrificio y el martirio de los patriotas revolucionarios libertadores, no faltaron cubanos incorporados al relajo del régimen colonial y al servicio de este, ya porque trataban de defender intereses y privilegios comunes, ya porque su pobreza de espíritu los ataba al carro del despotismo metropolitano.
La escoria de esa fauna estuvo integrada por los guerrilleros, los espías, los chotas, los prácticos de campana, los delatores. Y en e1 propio campo "insurrecto" se conoció el relajo, personalizado en las "majases";y a la hora de la victoria, apareció, en demanda de recompensa por supuestos servicios prestados a la revolución, el tipo ridículamente pintoresco de "el que mandó quinina", y aquel otro que se incorporó al Ejército Liberador después de la participación de los Estados Unidos en la contienda cubana española.
De nada sirvió a España y a su pueblo el sacrificio de éste en la lucha inútil por aplastar la
Revolución cubana. Y el relajo fue el obstáculo imponderable. Los magnates de la colonia y de la metrópoli y los politicastros y desgobernantes de una y de otra, con la patria a la espalda, aunque profanándola y escarneciéndola al invocarla hipócritamente para camuflar sus trapisondearías, no se detuvieron, en su desbordado afán de lucro, ante el dolor de la guerra y el martirologio de aquellos muchachos, que morían de fiebre amarilla y otras enfermedades, y al filo de machete y por el plomo de los mambises, e hicieron negocio con sus pagas y sus alimentos y medicinas; y los jefes militares participaron en ese criminal relajo, atentos sólo a la conquista de "galones" y "laureadas". Y la superior capacidad de aquellos que eran tenidos por príncipes de la milicia española: Calleja, Martínez Campos, Weyler, se convirtió en papeles mojados ante la oportuna y eficacísima estrategia de Gómez, Maceo, García, maestros de la guerra, graduados en la guerra misma, y que contaron para triunfar con las ventajas que les daba el terreno mismo en que peleaban, el clima, y el apoyo desinteresado y valiosísimo de la población identificada plenamente.
Y el relajo se mantuvo, agravándose, durante la etapa hispanocubanoamericana de la guerra, mandándose al matadero, por los politicastros y desgobernantes peninsulares, a una escuadra que se sabía, aunque otra cosa se proclamase patrioteramente, muy inferior a la armada norteamericana, siendo inútiles, para evitar la definitiva catástrofe, las proféticas voces de admonición de Pi y Margall y algunos otros verdaderos patriotas, que dijeron la verdad a su pueblo. Y así lo comprendió, también, el almirante Pascual Cervera, jefe de la escuadra, a la que se obligó, contra su criterio, primero, a embotellarse en la bahía de Santiago, y dar batalla, después, a la de Sampson. Así lo revela elocuentísimamente este enjuiciamiento de Cervera, en carta al capitán de navío Víctor M. Concax y Palau, comandante que fué del crucero acorazado Infanta Maria Teresa, y jefe de Estado Mayor de aquella escuadra, en el combate naval de Santiago de Cuba, reproducida en la obra de este, La escuadra del almirante Cervera: «Me pregunto si me es licito callar y hacerme solidario de aventuras que causaran si ocurren, la total ruina de España; y todo por defender una Isla que fue nuestra; porque aunque no la perdiésemos de derecho con la guerra, la tenemos perdida de hecho, y con ella toda nuestra riqueza y una enorme cifra de hombres jóvenes, víctimas del clima y de las balas, defendiendo un ideal que ya solo es romántico…Yo no sé fijamente cuales son los sentimientos patrios respecto a Cuba; pero me inclino a creer que la inmensa mayoría de los pueblos desea la paz antes que todo: sólo que los que así piensan, sufren y lloran en sus hogares, y no gritan con minoría que vive y medra con la continuación de ese orden de cosas; pero este es asunto que no me incumbe analizar…» (Esto lo escribió Cervera el 26 de febrero de 1898). Y todo ocurrió cual el lo predijo.
Es necesario convenir con Enrique José Varona -según afirma en El fracaso colonial de España que «lo único que se organizó sabiamente en América fue el pillaje, el saqueo metódico y regular del país y sus habitaciones».
Y... al fin ("no hay mal que dure mil años ni cuerpo que lo resista"), termino la dominación española en Cuba (aunque España, al evacuar la Isla, no se llevo todo su relajo…) ; pero de esto ya hablaré en sucesivos artículos.
Si quiero, antes de terminar este, referirme a algo con lo que España cargó como para salarnos por completo, en la nueva vida que íbamos a emprender: los restos del Almirante Cristóbal Colon.
Refresco la memoria del lector diciéndole que en 1795 fueron traídos a La Habana, después de permanecer en Santo Domingo mas de 113 años, y a consecuencia de haber cedido España a Francia, por el artícu1o IX del Tratado de Paz de Basilea, de 22 de julio de aquel año, toda la parte española de dicha Isla, los restos del descubridor del Nuevo Mundo. Se colocaron esos restos en un nicho de vara y media de largo y mas de media de alto que se había abierto en la pared maestra, al lado del Evangelio, frente al costado del altar mayor, de La Catedral, y mas tarde se erigió en la nave central, pomposo monumento funerario, que también se llevaron los españoles al abandonar la Isla de Cuba.
Pobres de los cubanos que se quedaban huérfanos de tan preciadas reliquias.
Pero un agudo maestro de -ironismo - José Antonio González Lanuza - dando muestras de acuciosa comprensión histórica del pasado de España y de profundo conocimiento de la vida y aventuras del nauta famoso, se apresuró a disipar los funestos augurios que con la retirada de esos restos parecían ensombrecer el futuro de los cubanos. Y desde Santa Cruz de1 Sur, donde se encontraba reunida, la Asamblea de Representantes de la Revolución, dirigió, el 4 de octubre de 1898, una interesantísima carta a su amigo Manuel Ros, residente en Nueva York, revelándole el descubrimiento maravilloso que acababa de hacer.
«Los españoles -dice González Lanuza- parecen mas que decididos a llevarse para su casa propia los restos de Colón. Esto indigna a nuestros paisanos, que casi unánimemente declaran que debiera impedírseles a toda costa. Y en medio de esta general indignación, yo me alegro; me alegro sincera y regocijadamente y deploraría mucho que los tales restos quedasen en Cuba».
Inmediatamente explica González Lanuza la razón de su alegría: «Y ¿sabe usted por qué de todo esto me alegro tanto? Aquí de mi descubrimiento. Es que he descubierto que Colón era ñeque, que sus restos son ñeques, que la familia entera fue una familia de ñeqnes, descomunales y extraordinarios».
Y le va enumerando, con ese gracejo singular que poseía González Lanuza, los diversos casos y hechos probatorios del ñequismo del Almirante: su mala fortuna, «que acompañó a los parientes por donde quiera» las fatales consecuencias que para España tuvo la muerte de Colón en Valladolid, ya que la nación «que parecía preparada para un grande e inmenso poder empezó poco después a declinar. De la segunda mitad del reinado de Felipe II a todo el de Carlos el Hechizado, fue aquello una olla de grillos con salmuera. Flandes se perdió. Portugal se perdió. Los moriscos fueron expulsados, floreció la Inquisición, etc. Agrega que cuando los restos de Colón salieron de España y se remitieron a Santo Domingo, "España fue aliviándose un tantico, allá en tiempos de la dinastía de Borbón. En cambio, en Santo Domingo se le armó al cabo el gran lío a España. Guerras separatistas surgieron. Perdiose la posesión antillana una vez, recobróse luego en mala hora, para volverse a perder después».
Y refiriéndose, finalmente, a que «el gran ñeque se retira de América y los españoles (oh, imprudencia) lo instalan en la propia casa», vaticina González Lanuza: «ya se arrepentirán, y pronto. No moriremos, señor de Ros, sin contemplar sus tremendos efectos. Habrá probablemente guerra carlista, alzamiento republicano, bancarrota nacional, anarquía crónica, dinamita incesante, y hasta Guerrita, el gran Guerrita, morirá de una cogida tal vez. Ya verá usted, Ros amigo».
Dejo al lector que juzgue si Antonio González Lanuza fue buen o mal pitonizo. Y le advierto que aquellos restos de Colón que estuvieron en La Habana y ahora están en España… no eran de Colón, pues parece que los verdaderos huesos de éste se quedaran en Santo Domingo y allí se encuentran actualmente…
Qué gran relajo.
Emilio Roig de Leuchsenring
Historiador de la Ciudad desde 1935 hasta su deceso en 1964.

EL HOMBRE EN EL PORCHE *

                                                  
Foto tomado de: NC Homes for sale
         
                                              Cuento decembrino.
                                  Por: Leonora Acuña  de Marmolejo     (Página 1 de 2)
                                                                
     Era una de esos algentes y congelantes días de diciembre en los que a pesar de brillar espléndidamente el sol, los rigores de la estación invernal pueden llegar a ser fatales. Buscando el lado positivo de las situaciones, Laryssa contemplaba con admiración y arrobamiento a través de los ventanales, la imponencia de la Madre Naturaleza, y con visión positiva, optimista y poética el panorama exterior: la nieve impoluta, que cual un manto de armiño parecía cubrir campos y jardines; los árboles que con la nieve congelada y ya cristalizada sobre sus ramas deshojadas, eran un verdadero espectáculo escultural! Y qué decir de la vista que sobre los bordes de los techados y ventanales presentaban las estalactitas como grandes lágrimas que más tarde al llegar un poco de calor, semejarían diamantes derritiéndose lentamente!.
     Pero aquella mañana de álgido frío, un doloroso suceso vino a tornar en tragedia  la visión ensoñadora. Después de la tormenta invernal, al abrir la puerta del porche tras de escuchar un murmullo como de palabras ininteligibles, Laryssa observó un bulto informe en el piso (cubierto a medias por una manta mugrienta); por las extremidades que pudo ver, era un hombre, cuyo rostro irreconocible y macilento, estaba cubierto por una sucia y espesa barba, y quien aterido del frío como era obvio suponer, parecía medio desmayado allí entre ronquidos entrecortados como en un estertor agónico.
     La mujer se encontraba sola pues su esposo había sido designado por la empresa empleadora para cubrir la plaza  subsidiaria en Washington, D.C. Entonces, aprensiva,  empavorecida y llena de mil temores, llamó al Departamento de la Policía regional, que en pocos minutos se hizo presente con varias unidades de auxilio. Inmediatamente trasladaron al hospital más cercano, al desconocido cuyo cuerpo grasiento lucía exánime, desprotegido.
     A pesar del cuidado inmediato y solícito que recibió en el hospital, el hombre murió a los pocos minutos de llegar. Había sufrido hipotermia . Al revisar las mínimas pertenencias de identificación que portaba entre los bolsillos de su  raída ropa, las autoridades encontraron precisamente la dirección de Laryssa. Fue entonces cuando ella recibió el llamado del Departamento de Policía a fin de que se presentara a la morgue para identificar el cadaver.
      Cuál no sería el asombro de ella al poder mirar el rostro y descubrir amargamente, que este hombre de quien supo que había vivido en la indigencia como un desamparado, enfrentando las inclemencias de las gélidas temperatures del invierno, durmiendo bajo los puentes, en los atrios de las iglesias o en las casas abandonadas, y sobreviviendo a las fieras dentelladas del hambre cuando no podía llegar como “freegan” a los restaurants y verdulerías donde ya lo conocían, era nada menos que… ¡SU TÍO! Ese tío querido de quien nunca más había vuelto a saber nada…
     Su nombre era José Manuel. Era tío de Laryssa por línea materna. Había tenido hogar, esposa e hijos; mas por razones económicas, vino a menos ya que habiendo perdido el trabajo y en un prolongado tiempo de desempleo, sus finanzas se habían colapsado.  Erróneamente, empezó a buscar salida en el alcohol; comenzó a frecuentar cada vez más  los bares, y a llegar tarde o a no llegar a su hogar.                                            
     Como es natural, su esposa empezó a reclamarle sobre su conducta errónea, y sobre el abandono físico y espiritual al que la  estaba sometiendo no sólo a ella, sino también a sus pequeños hijos. En un comienzo, él trató de darle explicaciones vagas e indiferentes, mas a medida que el tiempo transcurría, con inusitado desparpajo y ya sin respeto ni consideración, llegó hasta a responderle enfáticamente que esa era su vida y que tomara la decisión que quisiera. Finalmente, cuando la situación se tornó hostil e inaguantable para todos, y no habiendo dinero ni siquiera para cubrir las necesidades más apremiantes, José Manuel abandonó el hogar dejando a su esposa y a sus hijos en el más completo desamparo y a merced de los Servicios Sociales de la ciudad. Nadie supo más de él, pues se apartó de toda su familia como en un doliente ostracismo.  
     Después de aquella insólita y macabra escena en  ese deplorable día invernal, Laryssa pensó amargamente que quizás su tío, al final de esa vida solitaria y errante, y no encontrando otra solución a su crítica situación, había optado por acudir a su misericordia y ayuda (la que nunca antes  imploró, bien fuera por un falso orgullo o por verguenza); e infería que había sido así como finalmente él había decidido buscar su propia sangre al acercarse a su porche.¡Pero cuan tarde! Laryssa reflexionaba dolida que si a buena hora su amado tío José Manuel hubiese acudido a ella, sin lugar a dudas, habría tenido su apoyo y el de su marido, quien precisamente había estado necesitando un ayudante para que lo asesorara en sus labores. Pero nadie sabía de su paradero: por más que trataron de investigar, todo intento fue infructuoso.
     Hurgando en su conciencia como solemos hacer después de un acontecimiento infausto, visualizó escenas tristes pensando con cierto pesar  por ejemplo, cuántas veces se habría cruzado con su tío (sin poder reconocerlo), cuando este deambulaba solitario por alguna calle; y hasta se inquiría también, cuántas veces tal vez habría mirado quizás con indiferencia a algún desamparado (que bien pudiera haber sido él), implorando la caridad pública. Todos estos soliloquios y autojuzgamientos, ensombrecían su presente vida de recién casada, antes feliz y apacible.       
     Ahora sólo le quedaba el amargo pesar de comunicar la dolorosa noticia  a sus primos  (ya adultos, quienes vivían en otro Estado). La madre de estos, la esposa de su tío, había fallecido luego de una vida de penuria, tras de tratar en vano de localizarlo a fin de que pidiera la ayuda y apoyo de ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS y se regenerara incorporándose de nuevo a su familia y círculo social. ¡Pero todo había sido en vano! José Manuel había buscado la solución errónea a sus problemas  ahogándose en el alcohol…..
    Tras de este deplorable y doloroso incidente, Laryssa tuvo que acudir a un delicado tratamiento psiquiátrico y psicológico pues la perseguían los sueños recurrentes del macabro espectáculo de ¡EL  HOMBRE  EN  EL PORCHE…!

* Quiero anotar que este cuento “lo escribí” en un sueño en la madrugada del día 25 de enero del 2.005. Lo único que hice al levantarme, fue pasarlo de mi recuerdo subconsciente, a la computadora.                                                              

La concesión y construcción del Mercado Único de La Habana



Mercado por Cristina
Mercado por Cristina
En septiembre de 1918, Juan Fernández de Castro, había presentando al Ayuntamiento de La Habana, un proyecto para construir, establecer y explotar en la capital un Mercado de Abasto y Consumo, y solicitaba se otorgara una concesión administrativa. El proyecto fue aprobado y la concesión fue sacada a pública subasta el 30 de diciembre de 1918, con arreglo a un pliego de condiciones entre las que se destacan la descripción del tipo de mercancía que podía venderse en el Mercado;  mientras durase la concesión, debía ser el único Mercado de Abasto y Consumo de la Capital, y no podría accederse al establecimiento de casillas de barrio a menos de 700 metros en cualquiera de las direcciones del Mercado, pudiendo establecerse en cualquiera de los lugares fuera de esta zona, de ahí el apelativo de Único; el plazo de la concesión era el de 30 años, cumplido este el Mercado pasaría a manos del Municipio; el que al final resultase concesionario del Mercado objeto de la subasta, quedaba facultado para establecer Mercados de Consumo, hasta el número de tres, en distintos lugares de la ciudad, aún dentro de un radio de 2 500 metros con estricta sujeción a las condiciones impuestas para el otorgamiento de esta concesión, en cuanto a término, zona prohibitiva, tarifas, y previa la autorización de las Autoridades Sanitarias; el terreno debía formar una sola manzana situada en un lugar adecuado y constaría por lo menos de 10 000 m²; el edificio del mercado tenía que construirse de hierro, cemento y piedra, y edificarse dentro de los seis meses siguientes a la fecha en que se otorgara la escritura de concesión y terminase en un plazo que no excediera de dos años.
Mercado Único 1960
Mercado Único 1960
El presupuesto total para realizar el proyecto alcanzó la cifra de 1 400 000 pesos, de los cuales 1 175 000 corresponderían a la construcción del edificio.
En la subasta se adjudicó provisionalmente la concesión al creador del proyecto, Juan Fernández de Castro y Diez Argüelles, y por Decreto No. 59 de 15 de enero de 1919, publicado en la Gaceta Oficial correspondiente al día 18 de enero, Mario García Menocal, Presidente de la República entre 1913 y 1919, resolvió conceder al Municipio de La Habana 500 000 pesos: 350 000 para construir el nuevo Mercado de Abasto y Consumo, y 150 000 para indemnizar a los concesionarios y contratistas del Mercado La Purísima Concepción que debía cerrar al abrirse el nuevo. Finalmente, en cumplimiento de lo acordado por el Ayuntamiento se otorgó a favor del Sr. Juan Fernández de Castro la concesión para construir, establecer y explotar un Mercado General de Abasto y Consumo Único para la Ciudad y Término Municipal de La Habana.
Con la concesión ya otorgada y el terreno comprado, este señor junto a otros capitalistas, fundó una Compañía Mercantil Anónima denominada Mercado de Abasto y Consumo de La Habana S.A., con domicilio en los terrenos del Mercado a que se refiere la concesión, y con un capital de 2 000 000 de pesos moneda oficial.

Mercado por Arroyo
Mercado por Arroyo
En 1920 comenzó a funcionar el Mercado, el cual aparecía descrito en el Registro de la Propiedad, en 1930, de la siguiente manera: “Edificio denominado Mercado Único situado en esta Ciudad en la manzana limitada por las calles Príncipe Alfonso y Matadero, la Calzada de Cristina y el Arroyo de Chávez. Consta de dos plantas y un sótano. El piso principal al nivel de la calle con una altura entre placas de 7 metros, la planta alta con 6 metros y el sótano con 4 metros. La planta baja o planta principal se distribuye como sigue: portal corrido por todo el frente de la Calzada del Monte, una serie de cinco naves paralelas a cada una de las cuatro fachadas determinadas por las paredes en las líneas exteriores y pilares en el centro, con un patio central. En las esquinas del edificio se han construido siete locales para café restaurant y víveres; cuatro escaleras principales y dos grandes elevadores que dan acceso al piso alto y además dos departamentos destinados al servicio sanitario. El piso alto lo constituyen igual número de naves que en la planta baja en las cuales están situadas las casillas para la venta de carne, aves vivas y muertas, huevos, embutidos, conservas, grasas, leche, quesos y otros productos de la leche y el pescado. Además un local dividido entre departamentos destinado a oficinas del establecimiento y dos servicios sanitarios. Ha sido construido este edificio de estructura de hierro cubierto de cemento o sea hormigón armado, en paredes, columnas, arquitrabes, vigas, etc.; pisos o pavimentos de terrazo en el patio central. Las casillas destinadas a pescado, a carnicerías, a la venta de cacería así como los demás locales tienen iguales pavimentos. En el sótano que se compone de un gran compartimiento con su escalera de comunicación y pavimento de cemento se ha instalado un tanque de igual material y una bomba para el servicio del agua. La cubierta de todo el edificio es de armadura de hierro con tejas de hierro galvanizado corrugadas a dos aguas en los cuerpos centrales del edificio y a una en los restantes. (…) Su valor dos millones de pesos”.
Mercado por Cristina
Mercado por Cristina
En noviembre de 1928 la entidad mercantil Mercado de Abasto y Consumo de La Habana, S.A., cedió la concesión, con todos sus bienes, derechos y acciones, así como el terreno y edificio que constituían el mercado, al señor Rogelio Díaz Pardo por el precio de 2 352 000 pesos. En el propio acto de traspaso, la sociedad vendedora dejó constancia de que parte del producto de esta venta sería entregado al don Alfredo Hornedo y Suárez en pago de una gran suma que la sociedad le adeudaba. Aparentemente era una hipoteca que no figuraba hasta entonces o una forma de entregarle a Hornedo dinero que le correspondía por poseer la mayor parte de las acciones en este negocio, en el cual su nombre nunca figuró oficialmente. Sin embargo, ya en aquella época se conocía que las mayores ganancias del “ilustre senador” procedían del llamado Mercado Único.
Hasta 1940, último año en que se asienta el Mercado en el Registro de la Propiedad, se mantienen los mismos propietarios, en tanto las hipotecas se fueron reduciendo por la cancelación de los bonos, y Alfredo Hornedo continuaba siendo uno de los principales acreedores, según contrato hasta 1951.
Con la apertura del Mercado de Carlos III en 1957, el de Cuatro Caminos dejó de ser el único de su tipo, perdiendo protagonismo ante las facilidades que ofrecía el moderno establecimiento ubicado en la manzana formada por las calles Carlos III, Estrella, Árbol Seco y Pajarito. Entre sus novedades contaba con un sistema central de aire acondicionado basado en el almacenamiento de hielo, montado por primera vez en un edificio público.

Mercado Único
Mercado Único

Por la Ley No. 106 de 27 de febrero de 1959, creada por el nuevo gobierno revolucionario, y el Artículo 129 de la Ley Orgánica de los Municipios, la concesión y el edificio del Mercado Único pasaron al patrimonio municipal, pues la concesión de 1919 otorgada por un término de 30 años, ya había vencido desde 1949, sin embargo la Compañía de Mercados Públicos S.A. mantuvo sus derechos, así como la explotación del mercado, diez años más. De ahí que el gobierno municipal declarase que la concesión, el edificio del Mercado y todo lo que fuese de su propiedad pasaría a su dominio sin previa compensación, porque además de tratarse de una obra pública subvencionada, se había infringido lo dispuesto en el referido Artículo 129 de la Ley Orgánica de los Municipios.
Finalmente, por la Resolución No. 13, de 13 de abril de 1959, la construcción, la obra pública, el edificio del Mercado Único, sus anexidades y el servicio público de abasto y consumo que en el mismo se realizaba, pasaron al gobierno del Municipio de La Habana. Se tomaron entonces estrictas medidas de carácter económico y social, y en contraposición al Mercado Único se le denominó Mercado Popular.
Las dificultades para mantener el abasto del Mercado hicieron que, poco tiempo después, pasara a cumplir funciones de almacén hasta 1983, cuando retomó su función original –solamente en planta baja–, para volver a cerrar en 1986. Abrió nuevamente sus puertas al público entre 1992 y 1993, al tomarse otras disposiciones para la reapertura y funciones de los mercados agropecuarios. En esta época se subdividieron sus espacios interiores sin una intervención especializada, lo que afectó la imagen original del edificio, y se extendió el servicio de venta de comida preparada. Presumiblemente en esta época le fueron añadidas las dos escaleras exteriores en los portales por Monte.
Se mantuvo prestando servicios hasta 2014, aunque la planta alta llevaba años clausurada por su mal estado físico constructivo.

oO Leyendas de la región de Galicia Oo

por Zilia L. Laje

      Vilachá es la aldea donde nació mi abuelo paterno Juan Teodoro Lage López y vive mi primo 3ro paterno Celso Míguez Lamelas. Tiene una población de 183 habitantes, en la parroquia de Portocelo, en el término municipal de Xove en la costa norte de la provincia de Lugo en la región de Galicia. La visité en agosto de 2009.

galiciaencantada                
Galicia es un país habitado por hombres y mujeres de carne y hueso, pero también por seres que giran en un mundo fantástico o encantado, tan real como el nuestro.
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La cruz de Vilachá
     La cruz de Vilachá está en la parroquia de Portocelo, concejo de Xove (Lugo), y se colocó allí porque en ese lugar murió un hombre por culpa de un rayo.
     Parece que cuando pasó por allí tronaba y relampagueaba y el hombre tuvo aún la soberbia de decir
     ¡Mal rayo me parta!
     Y lo partió; atinó un rayo y lo dejó seco como un tizón.
          (Traducido del gallego, Galicia Encantada, Enciclopedia de Fantasía Popular de Galicia, Colexio Público de Xove, la fuente de vida larga, concejo de Xove, 1989, pág. 24)

La barca de piedra de San Tirso de Portocelo
      Junto al mar, en frente mismo de la isla de Cal, en el lugar que llaman Súaigrexa (su iglesia), en la parroquia de Portocelo del concejo de Xove están las ruinas de la antigua iglesia parroquial dedicada a San Tirso. Ahora sólo quedan fragmentos, parte de las paredes y dos arcos que en otrora cobijaron a los feligreses. Fue abandonada en 1929, después de la construcción de la actual. Allí, frente al mar, cuando baja la marea, se puede ver una piedra con figura de barca que se conoce como "El arca de San Tirso". Se dice que fue el propio santo el que atracó en su barco, que encalló, se petrificó y ya quedó allí para siempre. Probarían estas andanzas del santo algunas huellas de sus pies grabadas en aquellas rocas.
      Otra versión, en cambio, dice que el barco de piedra no es del santo sino de un marqués que vivía en la vecina isla de Sarón. El marqués era muy devoto de San Tirso y tenía por costumbre ir en su barco hasta los acantilados, atracar y entrar en la iglesia para orar. Una vez que el marqués pasó rezando mas tiempo de lo acostumbrado, la marea subió y el barco se petrificó. Y allí está, como prueba del prodigio.

 












Fotografía: gentileza de la As. Cultural Mariñapatrimonio


Barcos de piedra
      Hasta Galicia por el sur y cara al norte por toda la orilla atlántica europea abundan mucho las referencias a barcos de piedra como el de Santo André de Teixido, el de Santa Comba de Covas, el de la Virgen de la Barca, el del apóstol Santiago...  Según el investigador F. Alfonso Romero, este culto llegó hasta nosotros con los monjes bretones que fundaron iglesias en las proximidades de las costas gallegas.
La fuente de vida larga
     En el año 1989 el concejo de Xove publicó el libro A fonte da vida longa, un trabajo de recompilación de literatura oral hecho por el alumnado del Colexio Público de Xove, coordinado por los profesores Marica Campo y Xosé González, en el que se da cuenta de esta y otras muchas leyendas.
Tirso
     Además de nombre de persona y de lugar (Tirso, Tiso, Santiso), es el del emblema del dios Dionisio que se usaba en las bacanales, y de un mártir partido al medio con una sierra allá por el Siglo III, al que se venera desde hace mucho. Del nombre Tirso se deriva el femenino Teresa.
          (Traducido del gallego, artículo "Diario dun traslido" por Antonio Reigosa, publicado en el jornal El Progreso (09/08/09), Serie: Lugo Encantado)

Veedores y veedoras en Vicedo

     Los veedores y veedoras son personas que poséen el poder de "ver" o de adivinar la presencia de la muerte o de alguna desgracia, triste facultad reservada a aquéllos que fueron bautizados con agua bendita utilizada en un entierro, o porque el cura que les administró el sacramento del bautizo llevaba puesta una estola que utilizara para el mismo fin.
      En el lugar llamado El Concello, O Folgueiro-Suegos, concejo de Vicedo (Lugo), paseaban una mujer y un hombre. De súbito, la mujer, con la reputación de veedora, le dijo al acompañante, "Amaina el paso que ahí viene un entierro". El, irritado, le respondió que se dejara de chachareos, que no creía en esas tonterías. La mujer profetizó, "Va a salir de tu casa". Esa misma noche murió la esposa del incrédulo.
     Cerca de lo anterior, en el lugar de la Encrucelada, una mujer, al percibir una muerte próxima en la parroquia, advirtió a la nuera, que la acompañaba, "Levanta la mano, que ahí viene un entierro".
      Una mujer de Vicedo Vello adivinó con tres meses de antelación que en el Ponte de Barqueiro-O Vicedo iba a correr la sangre. Y así fue, tres meses después estalló la Guerra Civil. La primera acción de guerra fue la colocación de una bomba para impedir el paso a las fuerzas golpistas que culminó con el enfrentamiento entre vecinos y guardas civiles leales al gobierno legítimo de la República y los sublevados. Con el paso del tiempo, ya con el terror implantado en el país, los fascistas asesinaron en el puente a decenas de hombres y mujeres.
      En la Tarroeira, parroquia de San Esteban de Vicedo, había una veedora que, si alguien la miraba por encima de su hombro izquierdo, también podía ver la muerte.
      En el municipio de Vicedo, hay un dicho muy preciso sobre la capacidad adivinatoria de la urraca: "Hacia donde coloca la cola, deja el recado". Cuando caminan juntas y miran hacia un mismo punto, anuncian una muerte; también cuando golpean con el pico contra el cristal de la ventana.
[Información remitida por Xabier Moure Salgado, de Pontide, Suegos, O Vicedo (Lugo), en abril de 2009. Fuente: José Insua (Riobarba), Dolores Fanego, Elena Fanego, Roberto Fanego (Suegos) y Manolo "O Asturiano" (Mosende)]
                (Traducido del gallego, Galicia Encantada, Enciclopedia de Fantasía Popular de Galicia, Colexio Público de Xove, la fuente de vida larga, concejo de Xove, 1989)

Leyendas, mitos y ritos alrededor de las cruces y crucifijos de O Vicedo

     Cuando estábamos al realizar el inventario y catalogación de las cruces y crucifijos del municipio de Vicedo, nos topamos con que alrededor de estas muestras de nuestro arte popular bullía un buen número de leyendas.
     En la mayor parte de las cruces, por encontrarse situadas a la vera de los caminos o en las encrucijadas que comunicaban los núcleos de población, los entierros se detenían para que los acompañantes oraran por el alma del difunto.
     Al pie de otras enterraban angelitos, niños muertos durante el parto o que no hubieran recibido el bautismo, y también adultos.  Algunos crucifijos se nos agazaparon en los lugares más insólitos (cuadras, aleros....) durante la llamada "Revolución", calificativo que muchos viejos todavía le dan al cuarto período de la República, truncado en el 1936 por el sanguinario golpe de estado.  No son pocas las construidas en memoria de personas fallecidas repentinamente o por otras causas en el lugar.
     Los mitos, algunos reales como el narrado en la leyenda de la Cruz del Curro, no son ajenos a esta manifestación artística.
     En la desaparecida cruz en el Cristo de Piñeiro, en San Estevo do Vicedo, acostumbraban depositar ofrendas.  Otras cruces actuaban como protectoras del hogar.
Crucifijo del atrio de la iglesia de San Esteban
     El crucifijo de cantería que se hiergue en el atrio de la iglesia parroquial, colocado en el año 2008, se asentaba en las proximidades de donde se erigió el crucifijo moderno del cementerio.  Fue a mediados de los años treinta del pasado siglo XX cuando sufrió importantes mutilaciones:  la cruz quedó totalmente despedazada, siendo sustituida en aquel entonces por una de cemento.  El fuste también fue partido por la mitad, uniéndose luego con grampas de hierro.



 
 

 
Cruz de granito en la viga cumbrera de una casa situada cerca de la iglesia parroquial de San Estevo
(Las fotos son del autor del inventario)
[Información remitida por Xabier Moure Salgado, de Pontide, Suegos, O Vicedo (Lugo), en mayo de 2009]
               (Traducido del gallego, Galicia Encantada, Enciclopedia de Fantasía Popular de Galicia, y Patrimonio do Concello do Vicedo)

          Su sobrina-nieta mi prima 4ta Isabel Míguez Bermúdez vive en Vicedo en la provincia de Lugo.


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     Recibí esta tarde un mensaje de mi prima 5ta paterna María Isabel Alvarez Míguez, que reside en Cilleiro, Viveiro, en el que me dice:  La construcción de la nueva iglesia fue iniciativa de mi bisabuelo José, el padre de Segundo José mi abuelo. Me enteré de esto el otro día por casualidad hablando con mi tía Lola de unas charlas que se dieron en la antigua escuela de Vilachá sobre la antigua iglesia. Me contó mi tío-abuelo Celso ayer que, cuando se construyó la iglesia nueva, los vecinos colaboraron acarreando en carros de madera algunas piedras de la iglesia antigua, en particular el pórtico, que tiene la iglesia nueva. En ello participó mi tatarabuelo Manuel Lage López, el abuelo de mi abuelo Segundo José y de Celso, y un amigo llamado Pepe, ábade de una casa del pueblo, la Casa de Queitano. Según Celso, la iglesia nueva se fabricó porque el cura alegaba que la vieja quedaba muy lejos del pueblo. Ellos tomaron la iniciativa de construir el primer cementerio, que era de sepultar bajo tierra. Luego con el paso de los años, mi bisabuelo materno José Míguez, el esposo de Benita Lamelas y padre de Segundo José y de Celso, y un amigo apodado "o choio" se comprometieron a construir los primeros nichos de pared, los que existen actualmente, a cambio de que sus panteones estuvieran juntos y situados justo frente a la puerta del cementerio. Y el panteón familiar y el de su amigo efectivamente están situados en ese lugar. Mi bisabuelo José sufrió un accidente cuando estaban fabricando la casa, por el 1937, se fracturó una pierna, se le complicó y murió con 73 años. --

     Su bisabuelo materno, José Míguez, el esposo de mi prima 2da paterna Benita Lamelas Lage, fue padre de su abuelo, Segundo José y mi primo 3ro Celso Míguez Lamelas. En esa casa nació ella, María Isabel.    ‘Choio’ en gallego quiere decir chope, bicoca, trabajo bueno, buen negocio, cosa ventajosa, ganga.


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El Mercado Único de La Habana, hito arquitectónico y cultural


El Mercado Único llegó a ser una de las plazas comerciales más importantes de la ciudad, por su centralidad, su rango de precios asequible a todos los sectores de la población y porque ofertaba los más variados productos que se pudieran necesitar para cualquier momento, desde el día a día, hasta celebraciones especiales, ya fuese la Navidad, el Año Nuevo o las referidas actividades religiosas.
Mercado Único
Mercado Único
¿Quiénes vendían en el Mercado? En la década de 1920, los Directorios Comerciales revelan que había una fuerte presencia china y española, los primeros dominaban el ramo de la venta de frutas y verduras, en tanto los emigrantes peninsulares manejaban los cárnicos y la sedería. En los años cincuenta, algunas casillas también pertenecían a judíos. La población negra se veía representada, por lo general, como carretilleros o vendedores ambulantes en el entorno de esta instalación
También ocupaban espacios en el Mercado determinadas compañías comerciales, como la Asociación Nacional de la Industria y Comercio de la Pesca de Cuba, la Cooperativa de Armadores de Barcos, la norteamericana Chomer Fruit Company, o la propia Compañía de Mercados Públicos, dueña de la concesión del Mercado.

Mercado Único
Mercado Único
No solo se vendían alimentos crudos, también preparados, por eso había una fonda, varios cafés, como El Paradero y El Moderno, y bares que se mantenían abiertos casi todo el día, como el Sucu-Sucu. El Mercado de Cuatro Caminos, como se le llamaba popularmente, era reconocido como una verdadera colmena por su intenso uso comercial y social.
El ambiente que llegó a crearse en el Mercado lo convirtió en uno de los sitios más pintorescos de La Habana, lugares llenos de color y vida, como dijera Alejo Carpentier al referirse a los mercados de abasto habaneros. Sobre este sitio en particular, escribió: “Y en el Mercado Único, este maravilloso contraste: sobre una construcción de rejas, en que se hacinan las aves como los habitantes de un rascacielos neoyorkino, un letrero que sirve de muestra al establecimiento: “El Escorial”. ¿Se habrá elegido este título metafóricamente, pensándose que el monasterio desde el cual rigió Felipe II el más vasto imperio del mundo…ha sido construido en forma de parrilla?…”

Mercado Único
Mercado Único
Otra característica del Mercado ha sido siempre el bullicio, la mezcla de sonidos asociados al acto de compra y venta, al trasiego de mercancías y vehículos, así como la música, inherente a esta actividad en Cuba.
Precisamente, antes de que su música se escuchara en estos predios, fue Benny Moré trabajador del Mercado. A mediados de 1936 vendía frutas y hierbas medicinales, junto a su tío Tomás Armenteros, en los portales de la edificación. También en este lugar laboró como carretillero el líder revolucionario Ñico López, hecho recordado en una tarja ubicada en el interior del inmueble.
El Mercado igualmente ha sido testigo de importantes hechos históricos como  los encuentros de Fidel Castro con los revolucionarios del Movimiento 26 de julio, en la fonda ubicada en la segunda planta. Asimismo visitó la instalación el expresidente norteamericano Jimmy Carter, en dos ocasiones, una de estas antes de asumir la presidencia y la otra en una de sus últimas visitas a Cuba. También Albert Einstein, en diciembre de 1930, en su breve estancia en el país insistió en recorrer los barrios más pobres de la ciudad, después de haber conocido los parques, los clubes y las residencias de la gente acomodada. De esta manera, junto al grupo que le acompañaba, pudo visitar hogares humildes, solares y cuarterías, así como el Mercado Único y las tiendas más modestas de la calle Monte.

Mercado Único
Mercado Único
En los años cincuenta se convirtió en punto de encuentro de la bohemia habanera, que después de cerrados la mayoría de los servicios de la ciudad, acudía a esta plaza para disfrutar los económicos, pero deliciosos platos, que se ofertaban.
En las últimas décadas, aún sin la animación de antaño, la presencia de numerosos establecimientos privados ha contribuido a mantener en diferentes horas el intenso movimiento y la actividad comercial que siempre caracterizó el lugar, amén de que el deterioro de la zona ha secundado la marginalidad.
El patio central era el eje regulador de la actividad del Mercado, pues en él descargaban los camiones que llegaban por las calles Cristina y Arroyo. La venta de productos se hacía en puestos o tarimas llamados casillas, reconocidas por los vendedores actuales como “islas”. Hasta 1960 en las casillas establecidas en la planta baja se despachaban las viandas, hortalizas y frutas; en la planta alta se ubicaban las bodegas, puestos de carne, de pescado y pequeños establecimientos para la venta de productos elaborados.
Además de los productos del agro, el Mercado brindaba otros servicios: gastronómicos, de barbería, venta de ropas y zapatos, tanto en casillas como en los portales. En estos últimos también se arreglaban y limpiaban zapatos. Todas estas actividades extendieron el horario del Mercado, que llegó a mantenerse abierto 24 horas, aunque las de mayor movimiento eran las comprendidas entre las 4:00 am y la 1:00 pm. La mercancía entraba al caer la tarde o ya de noche, se distribuía por las casillas y se vendía de madrugada. Avanzada la mañana prácticamente no había productos en oferta y si quedaban, estos eran vendidos a precios muy bajos a los carretilleros, porque era preferible salir de ellos que guardarlos en las cámaras refrigeradas del Mercado o perder la ganancia. Sobre las 11 de la mañana cesaba todo tipo de negociación y comenzaba la hora de la limpieza.

Mercado Único
Mercado Único
Estos vendedores ambulantes colmaban los alrededores de la plaza. Devenidos entonces compradores más humildes, adquirían esos productos deteriorados, para luego venderlos, por las calles, a menor precio que en el Mercado. Los productos de mayor calidad, que sí se vendían en el interior del edificio, eran pasados por grandes lavaderos situados en las calles Omoa y Cristina,  lo que garantizaba la higiene de los mismos. Esta labor generalmente era realizada por los chinos de puestos de frutas.
Paralelo al negocio oficial, siempre existió el clandestino, de la más diversa tipología de artículos. Su ubicación y la concurrencia de público se prestaban al trueque de todo género.
El edificio poseía una especie de puente o paso a nivel sobre Arroyo que lo unía con un inmueble de la misma calle propiedad de la Compañía Urbana de Hielo y Refrigeración de La Habana, la cual le prestaba servicio. Igualmente en el sótano se ubicaban las cámaras frías, almacenes y depósitos.
El Mercado se construyó cumpliendo las condiciones de la concesión, es decir, con una estructura de hormigón armado y cubierta ligera de láminas acanaladas de asbesto cemento, a cuatro aguas, soportada por una armazón de cerchas metálicas con perfiles de acero. Consta de dos niveles y sótano, abarcando una superficie de 11 200m². Estilísticamente responde a los códigos del eclecticismo, un poco tardío y mesurado, pero muy acorde con la tipología industrial de la época.
Tiene acceso por sus cuatro fachadas, caracterizadas por una secuencia ininterrumpida de gruesos pilares que soportan una amplia cornisa apoyada sobre ménsulas estriadas y pareadas; fachadas simétricas donde coinciden todos los vanos de planta baja y alta, resueltos los primeros con arcos carpaneles con clave y jambas resaltadas, y los del segundo nivel son rectangulares excepto los que señalan las entradas principales, donde el arco es también carpanel y está coronado por dos cuernos de la abundancia que aluden a la actividad comercial. Para jerarquizar los accesos, la cornisa se interrumpe dando lugar a un frontón rematado por una moldura de cemento, y al centro de este, se colocó un reloj, conservado solo el de la calle Cristina.
Posee portales públicos a lo largo de los ejes Cristina y Monte, y por las otras dos arterias, la entrada al interior se producía directamente desde la calle, antes de que los vanos fueran tapiados. Cuenta, además, con cuatro escaleras de mármol y seis elevadores para facilitar la comunicación vertical de los productos y de los usuarios.
Grandes áreas interiores definen su distribución espacial, donde la estructura vertical está compuesta por un sistema de columnas que en planta baja se presentan de sección cuadrada ochavadas en las esquinas, rematadas con un capitel en forma de hongo, mientras que en el segundo nivel mantienen la sección cuadrada sin ninguna variación; y por muros soportantes de mampostería en sus fachadas principales. La presencia de esta peculiar columna asume el protagonismo ornamental, otorgándole ritmo y belleza al interior del Mercado.
La carpintería exterior se componía originalmente de dos secciones: la inferior de persianería de madera y la superior, basculante, de hierro y cristal. En planta baja, para reducir los efectos del asoleamiento, se colocaban toldos por las cuatro fachadas.
Por otra parte, al apelativo de Mercado Único, dado por la propia concesión que lo motivó, se sumó otro nacido de la  historia cotidiana y el significado que adquirió ante sus habitantes: Cuatro Caminos, nombre relacionado con la encrucijada en que se erigió, al abarcar toda una manzana, donde convergen las cuatro calles fundamentales que lo enmarcan.
Desde su construcción, y con más fuerza en los últimos años, el Mercado ha propiciado la actividad religiosa. La variedad y riqueza de los productos que vendía desde entonces, lo colocaron en un lugar privilegiado para la adquisición de las mercancías que se requieren para los trabajos religiosos de origen afrocubano, como la santería, o el espiritismo. Frutas, flores, hierbas y animales vivos, componían una suerte de bazar dispuesto a todo tipo de culto. Asimismo, la venta de artículos religiosos ha rebasado los límites de la plaza. La propia vida del Mercado, desarrollada en torno a la religión,  ha favorecido el surgimiento y  difusión de comercios en sus alrededores afines a estas manifestaciones. Gracias a su enclave, estos sitios han ganado importancia en el imaginario popular, y el antiguo Mercado Único deviene punto de referencia para su localización.
En consecuencia, el Mercado Único o de Cuatro Caminos no solo fue una plaza de gran importancia económica y comercial, sino también, un espacio que ha contribuido a la conservación y enriquecimiento de la cultura popular y las tradiciones cubanas. Por su monumental proporción y elegante apariencia, el edificio constituye un hito arquitectónico, urbanístico y ambiental de la ciudad. A pesar de su alto grado de deterioro, forma parte de los inmuebles con Grado de Protección II.


*Estos artículos forman parte de una investigación realizada por la autora en conjunto con la Lic. Patricia Andino Díaz.