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lunes, 15 de julio de 2019
Bienvenidos a Pensamiento
Recordando el Hundimiento del Acorazado Americano “Maine” 1ra parte
Tomada del libro: Cuba estampas las contiendas emancipacion |
Por: René León
Quiero iniciar este ensayo sobre el hundimiento del acorazado de bandera norteamericana “Maine”, en el puerto de La Habana, el 15 de febrero de 1898, causando 266 marineros y oficiales muertos. Voy a dar comienzo primero con antecedentes de cómo el gobierno de Estados Unidos deseaba desde hacía mucho tiempo apoderarse de la isla privilegiada, Cuba. Sólo esperaba que “la fruta estuviera madura” y que cayera de la mata, con esto, ellos querían decir que España no pudiera controlar la situación en Cuba.
Según John Quincy Adams, secretario de Estado del presidente Monroe y sucesor suyo en la presidencia de la Unión, en una nota suya enviada el 28 de abril de 1823 a Mr. Hugh Nelson, su ministro en Madrid, para que la diera a S.M., en la cual se ratificaban y aclaraban los deseos de Jefferson de apoderarse de Cuba, y la necesidad de poseerla:
“Estas islas –dice Adams- por su posición local son apéndices naturales del Continente norteamericano, y una de ellas, la isla de Cuba, casi a la vista de nuestras costas, ha venido a ser, por una multitud de razones, de trascendental importancia para los intereses políticos y comerciales de nuestra Unión”
Y continua Adams:
“Cuando se echa una mirada hacia el curso que tomarán probablemente los acontecimientos en los próximos cincuenta años, casi es imposible resistir a la convicción de que la anexión de Cuba a nuestra república federal será indispensable para la continuación de la Unión y el mantenimiento de su integridad”. (1). La doctrina Monroe, fue proclamada en respuesta a la intervención francesa en México, que fue de poca duración. En el año 1854, se hace a España una nueva oferta de comprar a Cuba, por 120.000.000 millones de dólares.
Vemos como a principios del 1800 ya Estados Unidos deseaba, o comprar o anexar la isla de Cuba. Por lo tanto no hay que negar los grandes deseos e intereses de los norteamericanos en Cuba, para aprovechar el hundimiento del “Maine” y declarar la guerra a España.
Lo que adelanto todo lo sucedido fue por los cobardes Voluntarios que no sabían ir a demostrar su valentía en el campo de batalla y sólo lo que hacían era abusar de las familias cubanas en la ciudad de La Habana y de los extranjeros en especial norteamericanos. El caos de los disturbios en las calles habaneras el 12 de enero, motivo el envío del acorazado “Maine” a La Habana.
El capitán Charles Sigsbee había asumido el mando del “Maine”, unas semanas después era nombrado capitán. Como oficial no tenía las cualidades que se necesitaban para dicho cargo. Irresponsable, había cometido muchos errores durante su carrera en la marina. Pero profesaba admiración por Theodore Roosevelt, y tenía amigos en Washington. Algo muy importante.
Roosevelt era un militar que deseaba conseguir todo lo que se proponía desde su posición en el departamento de la Marina. Empezó a situar sus hombres de confianza en posiciones claves que pudieran responder a él, y en especial cerca del área de Cuba. William Kimball fue movido para Key West. Wainwright fue destinado como segundo comandante del “Maine”. El Secretario Long envió planes “secretos y confidenciales” al “Maine” y al “Detroit” de una misión detallada por si algo sucedía en Cuba. Ambos buques fueron enviados para Key West. En espera de un mensaje cifrado que el cónsul Lee le enviará, basado en la letra “A”, que el “Maine” zarpará para La Habana, y el “Detroit” para Matanzas. En casos de que hubieran disturbios. El “Maine” hizo acopio de municiones, y comidas, y se preparó en caso de emergencia de no perder tiempo.
Previendo los inconvenientes de las comunicaciones la oficina de la Marina, el departamento de inteligencia se hicieron cargo del control de la oficina del telégrafo de Key West, que tenía conexión por cable submarino con La Habana. En su cargo quedó Martin Hellings, técnico de la compañía, para interceptar los cables que vinieran de Madrid y La Habana. El operador de la oficina del telégrafo de La Habana Domingo Villaverde, fue reclutado, y fue quien dio a los americanos la información de la llegada de la Escuadra de Cervera a Santiago de Cuba. A parte tenían un sistema de información por los barcos que salían de La Habana o llegaban para sus agentes. Como vemos fueron enlazando todas las fuentes de información posibles.
El 24 de enero se recibió en Key West una orden del secretario Long, y no de Lee: “Orden al “Maine” para que zarpe para La Habana, en visita amistosa. Presente sus respectos a las autoridades”.
La publicación de la carta por el New York Journal, el 8 de febrero de 1898, del ministro de España en Estados Unidos, Dupuy de Lôme, a don José Canalejas, que había sido escrita en diciembre, donde se ridiculizaba al presidente de los Estados Unidos, de “débil y populachero”. La carta le había sido robada al señor Dupuy de Lôme, por su ayudante el cubano Gustavo Escoto que la envío al señor Castillo, encargado de la Delegación Cubana en Nueva York.
El Reconcentrado publicó en enero un artículo donde llamó a la capitanía general, refugio de granujas. La Correspondencia Militar revelaba que el cónsul había pedido un barco so pretexto de los incidentes de La Habana. Nuevamente la Correspondencia Militar, vuelve a la carga el 31 de enero, donde dice: “En Estados Unidos se ultraja a España amparando a la Junta Revolucionaria de Cuba y que en territorio norteamericano tienen sus sede las asociaciones y publicaciones que apoyan a los insurrectos, y que parten expediciones armadas contra Cuba”. Sigue las descargas de la Correspondencia Militar, “…un imperdonable desconocimiento de las realidades militares de España y Estados Unidos”. En 9 de febrero de 1898, dice:..Su armada es tan escasa como deficiente…El temple de nuestros marinos esta probado en Trafalgar y en Callao”. Lo que le pasaba a los de la Correspondencia Militar, que no sabían como pensaba el Almirante Cervera de la marina española. Por lo que vemos todas estas cosas en la ciudad era un motivo de explosión.
Demos comienzo a la entrada del “Maine” en el puerto de La Habana:
Desde lo alto de la farola del Morro de La Habana se dio aviso al Capitán del Puerto, que en el horizonte se veía un buque que se aproximaba al puerto. Una lenta columna de humo avanzaba a la par del buque; eran sus chimeneas que dejaban salir el humo de sus calderas; navegaba a toda velocidad, sin saber que su final se acercaba. El práctico del Puerto, Julián García López subió a bordo del acorazado “Maine”, el capitán Sigsbee, le preguntó si se esperaba su llegada, López le replicó “nada se sabía”. García dijo que el barco no era esperado, pero que si los norteamericanos no provocaban incidentes no tenían nada que temer, Fue llevado a la boya número cuatro, que era la sección de los buques de guerra y única libre. Quedando fondeado a ella. Era el 25 de enero de 1898. Cerca fondeado en la boya tres el vapor español “Alfonso XII”, y en la boya dos, el “Gneisenau”, y en número uno, el vapor español “Santo Domingo”. Antes de entrar en la bahía la tripulación se había puesto en zafarrancho de combate. El cónsul recibe la noticia de la llegada del “Maine” de uno de los periodistas que se encontraban en La Habana, John R. Caldwell, que trabajaba de espía para los Estados Unidos. Al día siguiente el cónsul Lee fue a visitar el “Maine” y conferenciar con el capitán Sigsbee, sobre la situación en que se encontraba la ciudad.
El jefe de la policía de La Habana, el coronel de la Guardia Civil José Pagliari Soler, en un informe reservado al capitán general de Cuba Ramón Blanco, que se encontraba en ese momento fuera de La Habana, que decía: “El día 24 por la noche a las diez un bote torpedo de Cayo Hueso llevo la orden al comandante del Maine de salir para este puerto, orden que esperaba, pues al divisar el bote el capitán dijo “ahora vamos (sic) a La Habana”. Mandó a levar anclas antes de la llegada del bote. Una vez en La Habana, al preguntarle el oficial de la Capitanía del puerto sobre tan inesperada llegada, le contestó el capitán del Maine que había venido de arribada forzosa por falta de víveres. Hay que notar que no tomaron en esta plaza ninguno”
El 12 de enero estalló un motín en La Habana. El cónsul americano Lee, creyó oportuno cablegrafiar a Washington solicitando el envió de un buque de guerra para proteger las vidas y propiedades de norteamericanos. La justificación de enviar el “Maine”, era que el gobierno de España había perdido la capacidad de proteger las vidas y propiedades de los americanos, y de cumplir con las obligaciones y tratados con el gobierno de Estados Unidos. Pero se sabía del gran interés del gobierno y de las grandes compañías de apoderarse de “La Perla del Caribe”. Ya “la fruta estaba madura”. Solamente Estados Unidos esperaban pacientes sentados debajo del árbol que ella cayera, como cayó.
El nuevo presidente de Estados Unidos, Mckinley, siguió la política mantenida por años en el caso de Cuba de no reconocer la beligerancia. Albert G. Robinson, norteamericano en su libro Cuba and the Intervención, dice:
“No puede caber dudas de que existían amplios fundamentos para que los Estados Unidos otorgasen la petición de beligerancia presentada por el señor Estrada Palma y apoyada por el Congreso americano. Pero se consideró “inconveniente” este paso, y se desistió de actuar…es interesante destacar que en el informe del Comité de Relaciones Exteriores del Senado (Informe N. 885, Quincuagésimoquinta Legislatura, Segunda Sesión), de fecha de abril de 1898 , aparece lo siguiente: “Se cree que el reconocimiento de la beligerancia de los insurrectos cubanos, si se hubiese otorgado oportunamente, cuando se indicó por las resoluciones concurrentes a ese efecto aprobadas por el Congreso (enero y febrero de 1896), habrían asegurado la rápida terminación de la guerra sin complicar a los Estados Unidos en la contienda”.(2) Pero los cubanos no sabían los planes que el Gobierno de los Estados Unidos tenían, y era la no rápida terminación de la guerra. Explica Robinson:
“El reconocimiento de la beligerancia de los cubanos por los Estados Unidos habría producido un cambio radical en toda la situación. Habría dado a los cubanos los mismos derechos y privilegios que poseía España en el mercado americano y provisiones en los puertos americanos y en alta Mar”. (2)
La guerra entre españoles y cubanos, en la que estos últimos llevaban la ventaja, él ejército español había perdido todas las ventajas; la desmoralización y la muerte los perseguía; mientras que a las fuerzas cubanas, las victorias eran continuas. España iba a perder su “Perla del Caribe”. Los responsables de los motines en la capital, fueron los Voluntarios, incapaces y cobardes, que sólo atacaban a los vecinos de la capital, pero no tenían el valor de ir a pelear a la manigua. Según algunos autores que escribieron sobre lo sucedido, estaban mal informados sobre la realidad de aquellos años. Dieron como ciertas las palabras de Weyler (el asesino) de que él había preparado una emboscada donde muere peleando Antonio Maceo, lo cual no es verdad. La muerte del Titán de Bronce fue una acción no esperadas por ambas fuerzas combatiendo, y más tarde los españoles descubren que Maceo había muerto en combate. Otra cosa dan como que Weyler estaba apoyado por un ejército de 165.551 soldados repartidos entre Cuba y Puerto Rico, y no es verdad, esas eran las fuerzas que estaban localizadas en CUBA.
Al llegar el “Maine” vinieron días de calma, pero siempre en estado de alerta, por temor a un sabotaje por la parte española. El 15 de febrero de 1898, la bahía se encontraba tranquila. Buques de diferentes nacionalidades estaban amarrados a los muelles; los pequeños botes que iban a Regla y Casa Blanca con pasajeros. Todo se encontraba en calma. A las nueve y cuarenta y siete, se vio una llamarada de fuego y una fuerte explosión de la proa del “Maine”, una columna de humo se elevo al cielo, al despejarse sólo dejaba ver parte del casco del acorazado. 264 marineros y dos oficiales muertos. La dotación la componían 358 hombres. Dos marineros españoles murieron tratando de ayudar a los heridos y de rescatar a los marineros americanos. La alta oficialidad había ido a la ciudad, el capitán se encontraba abordo escribiendo una carta a su esposa, al momento de la explosión.
La tripulación de los barcos cercanos ayudó a recuperar a los heridos, para ser llevados a los hospitales. Las autoridades españolas cooperaron desde el primer momento y ofrecieron sus servicios al capitán Sigsbee, y facilidades para informar a Washington de la tragedia.
Muchos se preguntaban cuantas explosiones habían sido, unos decían que dos. Se podía ver como el “Maine”, con la proa destrozada se hundía. El capitán Sigsbee y los oficiales se salvaron porque sus camerinos estaban en la proa de la embarcación. Se salvaron 18 oficiales.
La prensa amarilla de Estados Unidos, sus principales diarios fueron New York Word, de Joseph Pulitzer y New York Journal de William Randolph Hearst, los que iniciaron los ataques sensacionalistas, siendo imitados por otros periódicos, todo era aumentar la venta de ellos, no importaran si mentían. Era mantener a él pueblo de Estados Unidos al tanto de lo que pasaba, en especial a la ciudad de New York.
La oficina del cable de La Habana operaba de 8 de la mañana a 8 de la noche. El primer reportero que envío un mensaje con la información del desastre lo fue Silvestre Scovell, del The World.
El Contraalmirante H.G. Rigover en su libro consideró que uno de los grandes errores fue tener como capitán a Sigsbee, sobre él dice: “De su testimonio surge la figura de un individuo poco familiarizado con su buque. Es posible que fuera marino y hombre valiente, pero quizás víctima de la nueva tecnología que estaba transformando la Marina”. (3)…Estaba seguro de que se había inspeccionado el carbón antes de embarcarlo (no lo podía recordar). No recordaba cuanto carbón quedaba en las carboneras de proa, pero suponía que poco…Aunque no podía precisar las fechas, estaba seguro de haber inspeccionado los pañoles de municiones en los últimos tres meses”.(3) Quizás tenía principio de falta de memoria, por no decir otra cosa.
Los españoles dieron comienzo a las investigaciones, mientras estaba aún ardiendo. El almirante Vicente Manterota, comandante de la Estación Naval de La Habana, nombró una comisión de investigación presidida por el capitán de navío don Pedro del Peral y Caballero y el teniente de navío don Francisco Javier de Salas y González, como secretario. La tarea de Peral se hacía difícil sin la cooperación de los americanos. Se pidió, y se buscaron buzos para ir examinando los restos. Un intérprete oficial para interrogar a los supervivientes. El gobernador Blanco habló con el cónsul Lee sobre la investigación que iban a realizar, pero Sigsbee se opuso, alegando que pensaba hacer su propia investigación. Las investigaciones dieron comienzo, el 18 de febrero. Al día siguiente llegó procedente de Key West el buque hidrógrafo “Bache” con buzos para iniciar las investigaciones. Desde el primer momento de dar comienzo a las investigación española, Peral estimó que el buque fue destruido por una explosión interna. Las autoridades españolas en su investigación para aclarar lo sucedido invitaron a las autoridades americanas.
Pero estos se negaron a pesar de estar los restos del buque en aguas españolas, ellos decían que el buque era americano, y no permitieron a las autoridades españolas que pudieran examinar con más detalles los restos. La Comisión Técnica española determinó que la explosión había sido interna basándose ellos en los indicios de cómo las planchas de acero del casco estuvieran retorcidas de dentro hacia fuera; de haberse tratado de una explosión originada por una mina o un torpedo, el casco hubiera estado retorcido hacia adentro.
La Comisión investigadora de Estados Unidos fue: capitán de navío William T. Sampson, presidente; capitán de navío French E. Chadwick y el capitán de corbeta William P. Potter, vocales, el capitán de corbeta Adolp Marix, auditor. Todos ellos fueron honrados con cargos superiores en la marina después de terminada la investigación y la guerra. Buen pago por su investigación, así podían tener la boca bien callada.
Un interesante artículo publicado en Cuba Periodista, sobre el primer fotógrafo que comenzó a tomar fotos, fue el capitán de artillería español Pedro de Barrionuevo para los técnicos militares, acompañado del corresponsal de la revista El Fígaro y de otras publicaciones en Europa y en los Estados Unidos. Al llegar las autoridades norteamericanas para iniciar sus investigaciones los nombraron los fotógrafos oficiales. Ellos fueron los primeros en tomar de los restos humeantes del Maine, foto.
Como es natural la prensa AMARILLA de los Estados Unidos, inundaron el puerto de La Habana, de periodistas, que sólo hacían mandar informaciones falsas a New York, los principales fueron: The World, de Joseph Pulitzer, The Sun, de Charles Dana, el New York Herald, de James Gordon Bennett el New York Journal de William Randolph Hearst. Por cierto que una semana antes de la explosión el Buccaneer, yate de William R. Hearst, partidario de la guerra con España, estuvo en el puerto de La Habana muy cerca del Maine. El capitán de la Policía de La Habana José Paglieri, mando abandonar la bahía y le impuso una multada de 500 dólares por carecer de visado. La policía sospechaba que el yate proporcionaba armas a los revolucionarios cubanos
El 25 de marzo, Mckinley dirigió un ultimátum al Gobierno español pidiéndole que concertara un inmediato armisticio con los revolucionarios cubanos hasta el primero de octubre, a fin de negociar la paz con éstos mediante la intervención amistosa de los Estados Unidos, debiendo revocarse también la orden de reconcentración de los campesinos, todo ello encaminado solamente a lograr la pacificación de la Isla. Haciendo constar que los Estados Unidos no tenían interés alguno. El ultimátum fue rechazado por parte de España y lo concerniente al armisticio. El gobernador Blanco por decreto del día 30 de marzo el cese de la reconcentración.
En Cubaperiodista sale un interesante artículo sobre lo sucedido después de la explosión: “En aquellos días se publicaron centenares de noticias y fotografías inventadas que los lectores creyeron eran reales. Una de estas informaciones fue ideada por Ricardo Arnauto un periodista independentista y ex director del diario El Reconcentrado que estaba refugiado en Cayo Hueso. Cuando ocurrió el estallido del Maine, Arnauto corrió la voz de que era amigo de Barquín, un buzo que se decía había colocado los explosivos que volaron el Maine. El rumor llegó, como esperaba, a los oídos de Grayson, un avispado reportero de Prensa Asociada (AP), y este le ofreció 300 dólares por la historia y una fotografía del buzo. Arnauto no le costó ningún trabajo redactar su historia, pero al tal Barquín no lo conocía –el nombre lo había sacado de una lista de buzos de La Habana. Hombre de grandes recursos no se amilanó y le pidió una foto al actor bufo Gonzalo Hernández, que estaba de gira por la Florida y escribió al dorso de ella: “A mi fraternal amigo Ricardo Arnauto, - José Barquín”. Entregó la información y el retrato a Grayson y cobró lo ofrecido. Cuarenta y ocho horas después se publicaba en los diarios yanquis el supuesto retrato de Barquín, dando origen a la agresiva frase “Remember the Maine”.
Batalla naval de Santiago de Cuba
Para otros usos de este término, véase Batalla de Santiago de Cuba (desambiguación).
Batalla naval de Santiago de Cuba | ||||
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Parte de la guerra hispano-estadounidense | ||||
Fecha | 3 de julio de 1898 | |||
Lugar | Bahía de Santiago de Cuba | |||
Coordenadas | 20°01′11″N 75°48′50″OTomada de Wikipedia | |||
Resultado | Decisiva victoria estadounidense | |||
Beligerantes | ||||
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Comandantes | ||||
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Fuerzas en combate | ||||
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La batalla naval de Santiago de Cuba tuvo lugar el 3 de julio de 1898 a la salida de la bahía de Santiago de Cuba durante la guerra hispano-estadounidense.
Ha llegado el momento solemne de lanzarse a la pelea. Así nos lo exige el sagrado nombre de España y el honor de su bandera gloriosa. He querido que asistáis conmigo a esta cita con el enemigo, luciendo el uniforme de gala. Sé que os extraña esta orden, porque es impropia en combate, pero es la ropa que vestimos los marinos de España en las grandes solemnidades, y no creo que haya momento mas solemne en la vida de un soldado que aquel en que se muere por la Patria.El enemigo codicia nuestros viejos y gloriosos cascos. Para ello ha enviado contra nosotros todo el poderío de su joven escuadra. Pero sólo las astillas de nuestras naves podrá tomar, y sólo podrá arrebatarnos nuestras armas cuando, cadáveres ya, flotemos sobre estas aguas, que han sido y son de España ¡Hijos míos! El enemigo nos aventaja en fuerzas, pero no nos iguala en valor. ¡Clavad las banderas y ni un solo navío prisionero!. Dotación de mi escuadra:¡Viva siempre España!. ¡Zafarrancho de combate, y que el Señor acoja nuestras almas! Locución del Almirante Cervera antes del combate
Antecedentes[editar]
En 1898 Estados Unidos ordenó a su flota del Pacífico que se dirigiera a Hong Kong e hiciera allí ejercicios de tiro hasta que recibiera la orden de dirigirse a las Filipinas y a la Isla de Guam. Tres meses antes se había decretado un bloqueo naval a la isla de Cuba sin que mediara declaración de guerra alguna.
El 15 de febrero explotó en el puerto de La Habana el acorazado Maine de Estados Unidos, que se encontraba en Cuba en una visita no anunciada previamente. La explosión, cuyas causas fueron objeto de controversia y de dos investigaciones separadas, llevadas a cabo por los gobiernos de España y de Estados Unidos, se produjo cuando parte de sus oficiales se encontraban en tierra en una fiesta ofrecida por los españoles, causando la muerte de 254 marinos y dos oficiales. Estados Unidos acusó a España de la explosión y de inmediato declaró la guerra con efectos retroactivos al comienzo del bloqueo. Las tropas de Estados Unidos rápidamente arribaron a Cuba.
El 1 de mayo la flota del pacífico de Estados Unidos se enfrentó en batalla naval a la flota española de Filipinas. En aquel momento en España muy pocos creían que un país como Estados Unidos, que nunca había librado una guerra fuera de sus fronteras, pudiese atacar y derrotar a la Armada española, en otros tiempos considerada una de las mejores del mundo, a pesar de que Estados Unidos tenía la experiencia militar reciente de la Guerra de Secesión, en donde ya se dieron varias batallas navales. A pesar de la creencia en España sobre una supuesta superioridad naval, la escuadra española de Filipinas fue totalmente destruida en el llamado Desastre de Cavite.
La noche del 2 al 3 de junio, los estadounidenses fracasaron al intentar bloquear la entrada a la bahía de Santiago hundiendo en ella el barco de vapor USS Merrimac, que fue avistado por las baterías costeras, el "Vizcaya", el Reina Mercedes y el Plutón. Lograron primero dejarlo a la deriva tras dispararlo de forma intensa y posteriormente hundirlo con torpedos antes de que bloquease el canal. Posteriormente rescataron a los supervivientes.
Prolegómenos[editar]
El gobierno de España decidió enviar a Cuba otra flota de la Armada, bastante similar a la recientemente perdida en Filipinas, en el Desastre de Cavite, al mando del almirante Pascual Cervera y Topete. La escuadra zarpó el 29 de abril. Estados Unidos, por su parte envió dos flotas a Cuba. En conjunto, ambas flotas eran claramente superiores militarmente a la española. Sin embargo, tenían la prohibición de enfrentarse por separado a la escuadra española.
Pese a las soflamas lanzadas por la prensa española y el ánimo exaltado de la clase política, que unánimemente esperaba una aplastante victoria militar frente a Estados Unidos, los marinos españoles eran plenamente conscientes de que se enfrentarían a un enemigo claramente superior, con el consiguiente sacrificio inútil de las fuerzas navales españolas y las vidas de cientos de hombres. Antes de zarpar, Cervera escribió una carta a su hermano en la que, entre otras cosas, le decía: «Vamos a un sacrificio tan estéril como inútil; y si en él muero, como parece seguro, cuida de mi mujer y de mis hijos».
A su llegada a Cuba, la flota española permaneció atracada en el puerto de Santiago evitando el combate en mar abierto contra las flotas estadounidenses. Era un lugar aparentemente seguro, pues al enemigo le resultaba casi imposible entrar, pero del que resultaría muy difícil salir si la escuadra estadounidense establecía un bloqueo. Cervera estaba convencido de la imposibilidad de su escuadra de mantener un enfrentamiento directo con los estadounidenses, dada la manifiesta inferioridad y disminuida operatividad de sus barcos.
El capitán de navío Fernando Villaamil, jefe de la escuadrilla de destructores —y considerado un auténtico especialista en este tipo de barcos, diseñados por él mismo—, propuso realizar incursiones rápidas con sus ágiles y veloces destructores, atacando puertos de la costa este de Estados Unidos (Nueva Orleans, Miami, Charleston, Nueva York o Boston) para forzar así a gran parte de la escuadra estadounidense a volver para defender sus propias costas. De este modo, se habrían igualado las fuerzas navales de ambos contendientes en Cuba. En la postura de Villaamil pesó el conocimiento de que el puerto de Nueva York carecía prácticamente de defensas militares, hecho que hizo notar en su libro Viaje de circunnavegación de la corbeta Nautilus. De una u otra forma, estos planes no fueron ejecutados, tal vez por la oposición del almirante Cervera, que optó por que todos los buques permaneciesen en puerto.
La escuadra estadounidense arribó el 19 de mayo al puerto de Santiago de Cuba. El 25 de mayo, Cervera envió un telegrama al ministro de Marina en estos términos: «Estamos bloqueados. Califiqué de desastrosa la venida para los intereses de la Patria. Los hechos empiezan a darme la razón. Con la desproporción de fuerzas, es imposible ninguna acción eficaz. Tenemos víveres para un mes». La escuadra del almirante Cervera permanecía bloqueada en el puerto de Santiago, sometida a todo tipo de presiones para que presentara batalla a la escuadra estadounidense del almirante Sampson. Sin embargo, Cervera se resistía a salir de la seguridad del puerto. La flota estadounidense permanecía fuera del puerto esperando la salida de los buques españoles. Por las noches siempre había dos buques estadounidenses vigilando e iluminando con sus proyectores la bocana de salida sin que las baterías de costa pudiesen molestarlos.
El jefe de Estado Mayor de la escuadra de Cervera, el capitán de navío Joaquín Bustamante, propuso al almirante una salida nocturna escalonada para evitar la pérdida total de la escuadra, pero al igual que la propuesta de Villaamil, la idea fue desestimada. Desde el 19 de mayo hasta el 3 de julio de 1898, fecha en que tuvo lugar el combate naval, la escuadra española colaboró con el Ejército de Tierra defendiendo Santiago, y hubo un intenso cruce de telegramas entre Santiago, La Habana y Madrid acerca de cómo proceder a la vista del desarrollo de las operaciones militares en tierra y el bloqueo naval por la escuadra del almirante Sampson.
En esta situación de bloqueo, Fernando Villaamil realizó una nueva propuesta, consistente en lanzar un ataque nocturno por sorpresa con torpedos con los dos destructores que le quedaban (el Terror había sufrido averías antes de llegar a Santiago de Cuba, por lo que regresó a Puerto Rico). Pero su idea fue nuevamente desestimada.
Los estadounidenses trataron de encerrar la escuadra de Cervera provocando el hundimiento del vapor Merrimac, cargado de carbón y con un cinturón de jarras llenas de pólvora que se harían explotar en el momento oportuno. Se presentaron siete voluntarios para esta arriesgada misión. El teniente de Ingenieros Richmond Pearson Hobson y seis hombres. El buque fue descubierto por los centinelas y el fuego comenzó de inmediato desde la batería de Punta Gorda, mientras que al mismo tiempo, se dispararon dos torpedos desde los cazatorpederos, provocando el hundimiento del navío sin que llegaran a detonar las jarras de pólvora. El barco quedó hundido cerca de Cayo Smith y la entrada de Santiago continuó libre. El teniente Hobson y sus hombres fueron rescatados del mar en una balsa volcada y a la deriva, y hechos prisioneros de guerra y tratados por Cervera con gran caballerosidad y humanidad.
El día 2 de julio de 1898 el capitán general Ramón Blanco ordenó desde La Habana a Cervera abandonar el puerto de Santiago ante la inminente ocupación de la ciudad por las fuerzas terrestres estadounidenses y el consiguiente peligro de captura de los barcos y la proximidad de la temporada de huracanes, que comienza en agosto, lo que obligaría a alejarse y buscar puerto a la escuadra norteamericana. Cervera, convencido de la imposibilidad de lograrlo y de que el intento constituiría un verdadero suicidio, escribió al ministro de Marina D. Segismundo Bermejo: «Con la conciencia tranquila voy al sacrificio, sin explicarme ese voto unánime de los generales de Marina que significa la desaprobación y censura de mis opiniones, lo cual implica la necesidad de que cualquiera de ellos me hubiera relevado».
La batalla[editar]
Por diversas razones, en la madrugada del 3 de julio algunas unidades estadounidenses habían abandonado su posición de bloqueo (el acorazado Massachusetts se encontraba en la bahía de Guantánamo repostando carbón de uno de los barcos de apoyo allí anclados; asimismo el crucero New York se había alejado de la línea de bloqueo para recoger al almirante Sampson y transportarlo a la costa a petición del general Shafter, comandante de las fuerzas terrestres estadounidenses, para analizar la situación de dichas fuerzas y el posible apoyo que los barcos de Sampson podrían prestarle en el asalto a la ciudad de Santiago, dada la difícil situación en la que se encontraban —tal era ésta que incluso se planteó la posibilidad de retirar las tropas si no aflojaba la oposición española—, por lo que la escuadra española compuesta por un crucero acorazado (Cristóbal Colón) sin su armamento principal colocado, tres cruceros protegidos (Infanta María Teresa, Vizcaya y Almirante Oquendo, los tres de la misma clase) y dos modernos destructores contratorpederos (Plutón y Furor, de la clase Furor ambos) se enfrentaban a cuatro acorazados modernos (USS Texas, similar al Maine, USS Iowa, USS Indiana y USS Oregon, estos dos últimos de la misma clase), dos nuevos cruceros acorazados (USS Brooklyn y USS New York; este último regresó justo a tiempo para participar en el final de la batalla), un cañonero (USS Ericsson) y tres cruceros auxiliares (USS Gloucester, USS Resolute y USS Vixen; el primero fue anteriormente el yate de J. P. Morgan conocido como Corsair, el segundo era un mercante reconvertido, y el tercero, un yate armado que fue propiedad del financiero Peter Arrell Brown Widener).
Cervera, convencido de su inferioridad, decidió salir a primeras horas del día, el 3 de julio, navegando hacia el oeste y pegado a la costa para salvar el mayor número de vidas posibles. La decisión del almirante de partir para el combate con luz diurna se fundamentó en su preocupación por la seguridad de sus barcos. Esta decisión era, militarmente hablando, la peor de todas las posibles, pues probablemente una salida nocturna o en un día de mal tiempo hubiese evitado la destrucción total de la flota. Además, la estrechez del canal de salida del puerto obligó a los barcos a navegar uno tras otro.
Cuando salieron los buques españoles Sampson se encontraba todavía en tierra y solo estuvo presente al final de la batalla, por lo que la flota estadounidense fue dirigida por el comodoro Schley. Sampson había decidido utilizar el USS New York para desplazarse a su entrevista con Shafter, en vez de utilizar una lancha auxiliar en esa calmada mañana. Esto privó a la flota estadounidense durante casi toda la batalla de uno de sus dos buques más rápidos. Hasta el regreso de Sampson, casi al final del combate, la flota estadounidense fue dirigida por Schley, embarcado en el USS Brooklyn.
Siguiendo las órdenes especificadas por Cervera, los buques españoles salieron en orden decreciente de tamaño y potencia de fuego. Así, la escuadra española salió de puerto encabezada por el buque insignia Infanta María Teresa, en el cual se encontraba embarcado el propio Cervera. Los barcos dejaron el puerto a intervalos demasiado largos y siguiendo todos la misma ruta.
Cervera dirigió su buque insignia hacia el buque estadounidense más cercano, el Brooklyn. Al observarlo el comodoro Schley, que se encontraba a bordo, hizo que éste diera media vuelta y se alejara para evitar un hipotético intento de espoloneamiento. Al comprobar que el Infanta María Teresa no intentaba dicha maniobra, sino huir, ordenó al Brooklynregresar a la posición original, momento en el cual estuvo a punto de colisionar con el Texas. Ambos buques estadounidenses pudieron rodear y cañonear a la vez al Infanta María Teresa, que fue atacado en desigual batalla de un único buque contra casi toda una escuadra.
Al Infanta María Teresa lo siguieron en la salida el Vizcaya y el Cristóbal Colón, que se alejaron intercambiando disparos a larga distancia. Por ello, el fuego de la toda flota estadounidense se centró sobre el siguiente buque en salir: el Almirante Oquendo. Los últimos barcos en abandonar el puerto fueron los pequeños y rápidos destructores de Villaamil, Furor y Plutón, que sufrieron importantes daños en poco tiempo; con su pequeña artillería poco pudieron hacer contra el enemigo. El Plutón se hundió rápidamente. A bordo del Furor, murió Villaamil intentando subir a la torreta del cañón de proa para disparar contra los estadounidenses. Una vez liquidados los destructores, la escuadra americana persiguió al Vizcaya hasta dejarlo también fuera de combate.
El Cristóbal Colón, la unidad más rápida y moderna de la flota española, se alejaba a toda máquina. Y hubiera quizá escapado si no se le hubiera agotado el carbón inglés de alta calidad, por lo que debió proseguir viaje con carbón cubano, de menor poder calorífico. Esto le hizo perder sustancialmente velocidad y la ventaja obtenida hasta el momento. Pese a que no recibió grandes daños gracias a su blindaje, su comandante, al ver que no podía escapar, decidió embarrancarlo. Los estadounidense pensaron que la actitud del Cristóbal Colón de huir sin siquiera combatir era debida a la cobardía, y solo después de la batalla supieron que el barco no tenía instalados todavía su artillería principal u otros armamentos y por lo tanto poco podía hacer.
Todos los grandes cruceros, tras ser alcanzados por el fuego enemigo, aguantaron suficiente tiempo a flote como para ser embarrancados cerca de la costa sin hundirse, por lo que todos sus mandos y muchos de sus oficiales y marineros sobrevivieron a la batalla. Por el contrario, los pequeños destructores sufrieron daños más graves. Además de Villaamil, el militar de mayor graduación fallecido en la batalla, murió la práctica totalidad de sus tripulantes. El cadáver de Fernando Villaamil nunca fue recuperado.
La Armada de los Estados Unidos destroza la flota española del Almirante Pascual Cervera
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Batalla naval de Santiago de cuba
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El yate convertido Gloucester atacó dos destructores españoles antes de que se uniera el USS Indiana. |