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lunes, 15 de abril de 2013

CUANDO EL MUNDO SE AFEITA LA TRISTEZA AUTOR: Roberto Cazorla



Roberto Cazola

                                      
COMENTARIO: Herminia D. Ibaceta

     El poeta cubano Roberto Cazorla, llega a sus lectores con un nuevo libro de poemas: “Cuando el Mundo se Afeita la Tristeza” (2011-2012),  al que anteceden: otros veintiún libros de versos, cuatro de cuentos y relatos y una autobiografía, “Ceiba Mocha”, su pue-blo natal, que recoge sus primeros doce años  de vida.
     En esta ocasión,  el soneto y el verso libre se dan la mano, igualmente perfectos e ins- pirados, y Cazorla, vierte en ellos ese hondo sentir poblado de recuerdos, en los que el pasado regresa siempre cargado de nostalgia, con la soledad marcando su palabra, adueñándose de su presente y de su futuro.  Estos versos lo confirman: “No hay locura más locura que la que se aferra a la soledad, ni hay soledad más solitaria que la que define la palabra exilio” (23).   Cazorla es uno de esos cubanos que salió de su tierra, dejando entre palmares y azules, enredada el alma. De ahí, su rebeldía: “ Mi locura es una isla cuarteándoseme en los labios, un relámpago en el fondo de un vaso; se afila los colmillos en el insomnio y sostiene que en su lengua no existe la palabra perdón”,  y recalca: “Mi locura dice que Cuba se suicidó en el mar” (24) . 
     Cazorla es un gran ser humano, un amigo sincero, un reconocido periodista , un poeta inmenso, dueño de un lenguaje propio en el que juegan inusitadas imgenes, pero ante todo, un cubano que ama sus raíces, y que carga al hombro una patria agónica,  que no cesa de reclamarlo.
       En “Cuando el Mundo se Afeita la Tristeza”, al igual que en anteriores entregas, tienen cabida todos aquellos temas, que rozan al ser humano, el amor entre ellos. Para Cazorla el amor es entrega:  “Amarte, dice, es mecerse desde una estrella al paladar de  un crucifijo. (18), lo que implica amar hasta llegar al sacrificio.  Si analizamos el poema de  dicado a un amor que devino en olvido, encontramos versos como los  que siguen: “A  partir de entonces apareció un tumulto de alas que quieren vivir conmigo y el Canímar desemboca en mi almohada (19) .  “Desde entonces perdí la memoria y lo único que me acuerdo, es como me hacía llorar el salitre de Varadero.” (20). El amor del que nuestro poeta nos habla en este libro, va más allá del amor humano, para alcanzar el amor universal, que recorre en su andadura todos los senderos de la vida humana: La patria, el cielo inmenso, el mar, bravío o sereno, pero siempre azul que nos bañaba; el pueblito perdido en la distancia, con su iglesia, su escuela, su parque; la casa que dió calor a la familia,  y dentro de todo ese paisaje tremendo, el calor humano de la madre, del maestro, del vecino, del amigo.  Cazorla no deja nada al olvido: “ Las  paredes de mi casa, dice, no reconocen la cal, pero sí, la humedad del beso y la ternura. Me abrazan para despojarme de la fealdad que me asustó en la calle”. Acepta que estamos tatuados en la piel del tiem-po (31); resiente el sonido de cadenas que le acorralan, asegurando que: “Jamás estaremos completos si no estampamos la rúbrica en la menstruación de la libertad”. (39) Quiere que le tomemos el pulso a la vida, pues si la vida no te duele, nos dice, es que estás muerto en vida”(41).
      Como en anteriores entregas, Cazorla vacía el alma en los verssos de este lbro. A medida que nos adentramos en sus páginas, se palpa ese dolor, que al paso de tantos años de exilio, recrudece. Afirma que el “allá” sigue vivo en él; y en medio de su quebranto afir-rma: “Allá” es el lugar al que necesito volver” (45).
     No son las páginas finales menos tristes que sus antecesoras; sus meditaciones aún no terminan, la soledad y la nostalgia recrudecen al recordar la caída de la tarde, que compara con una despedida que termina en el pasillo de la muerte (48). Sin embargo, no es afín al suicidio, al que considera: “Transfuga, como una mentira detrás de una cortina de tul”
 (62)  Por el contrario, Cazorla nos invita a volar, ya que volar es, dice: “ la desnudez de la libertad” y nos pide que volemos, porque: “ volar es sentirnos papel envolviendo la pu-reza , rozar el cutis de la luna”(55) .
      A medida que avanzamos en su lectura, el sentimiento que destila ese lenguaje tan sugerente nos envuelve, despertando en nosotros la conciencia de lo que realmente somos y sentimos, de aquello que nos deprime, como la vejez; de aquello que nos asusta como la muerte. De ésto que nos consume, como el exilio.
     Dos poemas hay que no podría dejar de mencionar : “Mi Pueblo” y “Mi Madre” , a los que, nuestro poeta, amaba y ama a pesar del tiempo y la distancia:  “Mi pueblo no tenía adoquines, pero olía a mango y a plátano manzano” , “No teníamos policías , porque el único  delito era haber nacido” (60), “ Mi pueblo tenía futuro, pero una hemorragia de verde olivo lo borró del mapa”(61). Una mezcla de ternura y desgarramiento se unen en el poema “Mi Madre” : Mi madre era de luz por dentro y el perfume de la albahaca vigilaba su sueño”, “Ponía una rosa en cada frase’”, “ era mística y de abolengo”, “un obelisco de orfandad a la intemperie”; “el mapa musical de la que fue mi cuna”; “era un regazo bordado con quejidos”, “airosa como el trigo”, “sobria como la yagruma”. Nuestro poeta se lamenta: ”Yo quería que fuera de humo para que no sufriera”. (66-67)  La pureza de los elementos naturales usados, hace su verso genuino. “Mi madre era tanto que con ella se fue la redondez del mundo”.(67).
     Cazorla cierra este libro con la sección titulada  “ Cuatro Poemas Adolescentes”  entre los que sobresale ”La palabra oculta”, escrito a los 12 años, en Cuba. Poema en el que apunta ya la legitimidad de su verso: “  ?Y ésta , la palabra oculta/ en el espacio del día?/ ? Y ésta sed, esta agonía/ que por mi brazo se adulta/ ? Y este color del herurmbre/ que va cubriéndome todo?/ Y este perfume de lodo/ que se me vuelve costumbre?/ ? Y este calor que se adueña/por una almohada que sueña/ una lágrima esperada?/ ?Y este existir y no ser/ con ansias de parecer/una cosa revolcada./  Un relato desgarrador, “Primer día en Matanzas” , nos abre una ventana a la realidad, que  marcó la vida y obra de  Roberrto Cazorla.  

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