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lunes, 1 de abril de 2013

La obra del Dr. Antonio A. Acosta



Por:  Robert Soto Santana

            La Escuela de Pedagogía de la Universidad de La Habana, adscrita a la Facultad de Letras y Ciencias, fue el primer centro universitario de formación de profesores fundado en un país de habla española. De aquella Escuela, creada por iniciativa del patricio de las letras que fue Enrique José Varona, se graduó el Dr. Antonio A. Acosta, y en ella ejerció con distinción la docencia hasta que tomó el único camino digno, el del Exilio, en los años sesenta del pasado siglo.
            En los EE.UU. ha ocupado cátedras en al menos ocho universidades diferentes, y en España ha impartido cursos y lecciones magistrales en la Universidad Complutense de Madrid y en la Universidad de Salamanca.
            Su obra poética, desarrollada en paralelo a su carrera profesional, ha sido objeto de numerosas antologías. Su estro abarca el difícil género de la poesía afrocubana: así, los poemas reunidos en “Raíz de Flor y Café” -Primer Premio de Poesía Negra ‘Alfonso Camín’, Ediciones Universal, Miami, 1998-, cuya creación es como un dibujo del natural –aunque de ninguna manera calco- del hermanamiento inquebrantable de los dos grandes hemisferios étnicos de la realidad nacional cubana, sin recurrir al facilismo del afronegrismo en ocasiones forzado e impostado de otros autores, politizados con arreglo a esquemas rígidos característicos de los prejuicios ideológicos marxistas.
            En su poema “Razón del Hombre Ausente”(del libro “Dimensión del Alba”, New York, 1992), reivindicando el marchamo irrenunciable de desterrado, grabado a fuego en su espíritu, proclama espléndidamente su esperanza intacta en la rehabilitación de la Patria, y en una magnífica síntesis intimista describe los símbolos de ese desarraigo, que atesora en su hogar: “-Una imagen de Cristo, una bandera,/un viejo retrato de mi abuelo,/una paloma herida y un escudo-./Es como la entraña misma de la patria/exiliada en mi entorno,/”.
            En su más reciente poemario, “Cuando queda el sueño”, son paradigmas de sus preocupaciones vitales señeras las composiciones “Cuba, nostalgia y compromiso” –un canto encendido a la sanación necesaria, cauterizante, de las imposturas con las que el comunismo ha inficionado las mentes de sucesivas generaciones, y del planteamiento de la subsiguiente recuperación del “amor y la concordia en una Cuba Martiana para siempre”; “La patria, sí tiene alma”, una censura de la profanación del “santuario/del ideario martiano/con repugnantes consignas/de doctrinas indolentes./”, con palabras de rebeldía frente a la ignominia cometida, en las que reitera que “La patria no muere nunca/en el pecho de un buen hijo,/y repudia el ateísmo/de extranjeros despreciables/cual malvadas alimañas ,/y de los cubanos ruines/que denigran nuestra historia/”; y, entre otras muchas, “Libertad” y “José Martí”, acrósticos reivindicadores de la dignidad zaherida y de los derechos atropellados del pueblo cubano.
            La evocación permanente, por parte de este autor, del ideario martiano y de la dimensión humana de José Martí vibra, elocuente, en “Martí, Apóstol de América”, una completa etopeya, que culmina en una invocación final que es un clamor: “¡Oh José de luz y derroteros/tu espíritu está exiliado entre nosotros!/Pon la antorcha en la frente de un cubano/para hacer a la patria independiente./”.
            Acosta se ha mantenido en el culmen del impulso creativo, de lo que es muestra su ingreso como Colaborador en la Academia Norteamericana de la Lengua Española y como miembro de número de la Academia de la Historia de Cuba (Exilio).
            Su poesía ha estado volcada en todo momento en cantar a Cuba, a sus bellezas y a su legítima aspiración de ver instaurado un régimen de libertades para todos los cubanos (como muestra, por todas, la estrofa de su “Letanía de los ismos”, escrita en enero de 2010, que dice “Yo siempre escribo lo mismo/de mi patria tan querida/pues quiero sanar su herida/sepultando el comunismo”).
            El más reciente galardón individual del Dr. Acosta ha sido la aceptación, por parte de la Real Academia española, con sede en la calle Felipe IV en Madrid, de su iniciativa de incorporar el vocablo “martianismo” al corpus del Diccionario de Americanismos patrocinado por la Asociación de Academias de la Lengua Española. Este logro ha sido el excepcionalmente meritorio colofón de la dedicación de toda su vida por parte del Dr. Acosta, entre otros empeños, a la difusión y el reconocimiento de la obra y del ideario martianos, en emulación de aquellos cimeros estudiosos que fueron Gonzalo de Quesada  y Aróstegui y su hijo Gonzalo de Quesada y Miranda.

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