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miércoles, 15 de mayo de 2013

Recordando a José Martí, Traductor.



René  León

  
Quiero dar comienzo con una descripción del Apóstol de la Independencia de Cuba, José Martí, por el argentino Miguel Tedín en Nueva York, donde le conoce y después participa con él en la Conferencia Monetaria Internacional. Decía Tedín: “Martí era de mediana estatura, cabellera negra y abundante, que rodeaba una frente amplia y bombeada, ojos negros de mirada dulce y penetrante, tez blanca pálida, como son generalmente los cubanos, bigote negro, y un óvalo perfecto redondeaba su fisonomía, armoniosa y vivaz”. 

José Martí, nace un viernes, enero 28 de 1853, en La Habana, en la calle de Paula No. 41, hoy Leonor Pérez No. 314, donde se encuentra instalado el museo José Martí. 

Por la descripción que nos da Tedín, nos podemos dar una idea como era Martí. Ahora, vamos a ver su trabajo como traductor de obras inglesas, labor que constituyó su sostén cuando vivía en Nueva York, al tiempo que una manera de sobrellevar la vida del exilio. Aparte de traducir a escritores ingleses, tradujo “Mis hijos” del famoso escritor francés Victor Hugo (Mes Fils - My children), a la edad de 22 años; “Ramona” con el mismo título en inglés de la autora Helen Hunt Jackson; y “Los dos príncipes”, de la misma escritora. Lo mismo hizo con textos de Ralph Waldo Emerson, tal como su poema “Adiós”; de Edgard Allan Poe, “Annabel Lee” y “El cuervo”, de Henry W. Longfellow, “No siempre es mayo”, y “La canción de Hiawatha”; y “A Mistery”, de Lord Byron. “Viví”, dice Martí, como en un paraíso. Cómo saldría la traducción no es menester decirlo”. Tradujo a Whitman, y otros. La “Ileaed” o Iliada en diferentes idiomas y recomendaba no leer la traducción de José Mamerto de Hermosilla, porque le faltaba la fuerza o fuego del lenguaje. También, “Canción” de Auguste Vacquerie. Se dice que Martí tradujo “Lalla Rookin” de Tomás Moore, pero no se ha podido encontrar dicha traducción. Asimismo, “Mistery’ o “Called Back” de Hugo Conway, cuyo verdadero nombre era Frederick John Fargus. Según Martí, el autor Conway, había tomado el pseudónimo por el buque escuela de la Marina Inglesa “Conway”, donde se había enrolado a la edad de trece años. En el prólogo Martí, dice: “…el valor está en la energía singular con que, sin lastimar el buen juicio del lector, mantiene hasta la página última una curiosidad legítima”. La obra fue un éxito de ventas, al venderse en cuatro años 350,000 ejemplares, siendo presentada en el teatro de Londres. 

Sus principales traducciones incluyeron las siguientes obras: A.S.Wilkins “Antigüedades Romanas” que enseñaba Latín en el Colegio de Owens, y pasó a enseñar Literatura Clásica en la Universidad de Manchester, murió el 26 de julio de 1905. El otro autor lo fue J.H.Mahaffy, de la Universidad de Dublín, que publica “Antigüedades Griegas, y quien era considerado como un especialista en estudios helénicos, habiendo nacido en Versey, Suiza en 1839. Las obras de estos dos autores fueron vendidas con el nombre de “Cartillas Históricas” y publicadas por la Casa Appleton de Nueva York, en 1883. Por ambas traducciones Martí recibió la cantidad de cien doláres por cada una. 

En 1885 traduce “Nociones de Lógica” del filósofo y economista William Stanley Jevons. Martí uso el dinero de la traducción para enviar el pasaje a su padre en La Habana, para que viniera a Nueva York, donde pasó una larga temporada con él. El mismo regresó a La Habana y fallece en 1887. 

Martí era un excelente traductor. Lo más sobresaliente era que manejaba el español con finura y soltura, llevando sus traducciones al inglés o francés a la perfección. Su vida fue extraordinaria en Nueva York, donde el combinaba su trabajo de traducciones, y de representante de algunas naciones hermanas, con sus charlas revolucionarias preparando el camino para la revolución que hiciera libre y soberana a Cuba. 

Debemos siempre Honrar a Marti.



Hablemos de




Por Eliana Onetti (1944,Cuba-2008,España)


  Existen hombres... y existen colosos que llevan en sí la fuerza de muchos hombres. Fuerza moral. Fuerza del amor que es como flama luminosa en cuya inapagable llama se consume la vida efímera del cuerpo para dar paso a la vida inacabable de la gratitud de los pueblos y la cosecha inverosímilmente fructífera de la Patria.

  Hablar de José Martí es hablar de uno de esos espíritus superiores capaces de los mayores sacrificios en aras del Principio, del Amor, de la Libertad. Libertad conquistada con “las manos blancas”. Blancas de injusticia, de pasión irracional, de fanatismo. Hubo de ser forjador de ideas y apóstol de independencias.

  Supo desde muy joven de la incomprensión. En su madre, por exceso de amor; en su padre por obstinación de carácter. Adolescente aún, degustó el fruto amargo del presidio político -infierno blanco de las canteras- que abrió en su carne persistente llaga de cadenas de presidiario, quizás porque nunca cerró la herida en su espíritu de los horrores que, más que vivir; vio padecer y la copa desolada y fría del destierro .

  Fue capaz sin embargo de odiar sin pasión cuanto de criminal había en el gobierno de la Península en su Isla al par que amar sinceramente la idiosincrasia de buena cepa que maduraba en cada español de conciencia. Nunca odió ni amó sin distingos. Era “la hoja del acicate y el acero del martillo” hechos hombre. Hombre grande.

  Ocupado siempre en la ardua y entristecedoramente difícil tarea de unir a los cubanos en un solo haz para construir entre todos una Cuba soberana que supiese serlo con honor, con dignidad, con justicia y, con ternura, tuvo tiempo aún para amar el Arte y la Literatura este prodigioso pastor de pueblo. Afán tuvo aún de escudriñar en la ciencia. Energía sacó aún para pensar en la mejor manera de educar porque sabía que los mejores hijos de la Patria saldrían de la cantera de la Educación. Y le quedó ternura para amar a los niños porque “todos son hermosos” y escribir para ellos páginas cuajadas de cuidadoso mimo. Y hombre fue también, que reclinó su cabeza febril “en un seno caliente de mujer”.

  Y porque no se pensara que buscaba el lucro con sus esfuerzos, porque “la Patria es ara y no pedestal”, cambió la palabra por el fusil y fue a encontrarse con su destino, a morir; a probar a un grupo de inconscientes o malévolos lo que no requería demostración, privando así a Cuba de su pensamiento unificador en el momento crucial de la lucha.

  Quizás obró bien. Quizás era necesario que se inmolase para que la fuerza viva de sus ideas quedase como grabada a fuego en el ánimo de sus contemporáneos y de las generaciones venideras.

  José Martí fue hombre y pensador y político y poeta. Pero por sobre todo, hombre. Hombre grande que llevaba en sí “el pudor” de todo un pueblo. Hombre-fuente de inagotable inspiración porque ser martiano es ser, ante todo, humano.

  Y ese Martí que dijo: “Yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”. El que repitió una y otra vez: “Otros amen la ira y la tiranía. El cubano es capaz del amor, que hace perdurable la libertad”. El que proclamó: “Encender a los hombres quiero y abrirles los ojos para que con sus ojos vean la luz”. El que aseguraba: “Los españoles buenos son cubanos”. El que no se cansaba de pregonar que “los hombres van en dos bandos: los que aman y construyen; los que odian y deshacen” es el mismo Martí cuyo magisterio queremos evocar hoy y evocarlo por amor, con amor. Verlo con los ojos del alma y tocarlo con el corazón y reverenciarlo con el sentimiento y analizarlo desde un prisma nuevo, original y tierno porque, por la ternura de su amor, se nos acerca de nuevo.

  Unámonos, todos los cubanos de honor, en una ofrenda de corazón a corazón a a nuestro “Apóstol de Cuba”, a nuestro “Mártir de Dos Ríos”, y emulémosle en su amor inmenso, en su decisión incansable, en su total y absoluta generosidad, por Cuba y para Cuba.

ELISEO GIBERGA, UN DETRACTOR CUBANO DE JOSÉ MARTÍ



Roberto Soto Santana 

Eliseo Giberga nació en Matanzas el 5 de octubre de 1854, y falleció en la misma Atenas de Cuba el 25 de febrero de 1916. Hijo de un médico catalán, se trasladó a temprana edad a Barcelona, donde se licenció en Derecho; de vuelta a la Isla, recibió en 1884 el Doctorado de Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana. Fue uno de los fundadores del Colegio de Abogados de La Habana, Diputado a las Cortes españolas durante la Colonia, diputado del Consejo Insular durante el efímero gobierno autonomista instalado en 1898 y, finalmente, miembro de la Convención Constituyente de 1901(1).

Fue uno de los corifeos del Autonomismo, y su actuación política estuvo siempre marcada por su declarado españolismo, que intentó disimular con la proclamación de una cubanidad de oropel (2).

Según la cita que hace en http://www.angelfire.com/fl2/tdi/pagetwo.html el Sr. Luis R. Cáceres, Jr. –que se identifica como sobrino nieto del Sr. Giberga (quien, por añadidura, fue el padrino de su madre), en la página 451 del “Curso de Historia de Cuba”, de los Dres. Marbán y Leiva (no se nos dice de qué año es la edición), el pie de grabado de la foto de Eliseo Giberga expresa el siguiente comentario: “Eliseo Giberga y Galí fue orador elocuentísimo, conferenciante notable, jurisconsulto ilustre y escritor de mérito, de probidad inmaculada, alteza de sentimientos, bondad innata y acendrado amor a la verdad y a la justicia. En el período de 1878 a 1895, dedicó todo su entusiasmo a propagar, desde el periódico y la tribuna, las ideas del Partido Autonomista, siendo una de las más fuertes columnas con que contó Cuba en las Cortes españolas. Al ser reconocida la independencia de la Isla, formó el Partido Unión Democrática, y como miembro de la Convención Constituyente de 1901, tomó una participación muy activa en la redacción de nuestra carta constitucional”.

Añade el Sr. Cáceres que “Eliseo Giberga tuvo dos hermanos en la manigua, Octavio, quien alcanzó el grado de coronel del ejército mambí, y, ya lograda la independencia, la presidencia de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo de Justicia; y Benjamín, quien alcanzó el grado de comandante” (3).

Sea como fuere, las metas señaladas por el autonomista Rafael Montoro con el fin de alcanzar “toda la descentralización compatible con la unidad nacional” desde prácticamente el principio habían sido motivo de frustración constante, como lo señaló Eliseo Giberga en su discurso del 31 de mayo de 1887 en el Círculo autonomista de La Habana (4), en el que reconoció la existencia de “leyes mañosamente preparadas para anular en Cuba la legítima influencia de los cubanos” y el resurgimiento de “un anexionismo materialista, inspirado únicamente en el afán de mejorar la situación del país, y con ella la de las fortunas privadas”. Casi cinco años más tarde, el 22 de febrero de 1892, en el Gran Mítin celebrado en el Teatro Tacón de La Habana, Giberga fustigó al “régimen insensato que nos aniquila” y urgió “¡Daos prisa los que nos arruináis y nos vejáis, daos prisa, que vuestros días están contados!”

La impotencia para que les hiciera caso el gobierno de Madrid quedó cincelada con la declaración del mismo Giberga ante la Junta Central del Partido Liberal Autonomista, el 23 de noviembre de 1893, cuando apostilló que “Dígase lo que se quiera, es lo cierto que nuestra política ha fracasado”.

No obstante la reiterada evidencia, Giberga siguió abogando, incluso hasta después de concluida la guerra abierta con el grito de Baire, por “un Estado autónomo unido a la Madre Patria” (aspiración contenida en el manifiesto que publicó el 17 de enero de 1899 –a pesar de que ya el general Leonard Wood había tomado posesión, en nombre de los EE.UU., como gobernador militar de Cuba).

Los autonomistas sólo aceptaron como hecho consumado la separación política de Cuba respecto de España. En la edición del 6 de abril de 1895 de su periódico, “La Lucha”, el Partido Liberal Autonomista había reiterado que “condena todo trastorno del orden, porque es un partido legal…que afirma que las revoluciones, salvo en circunstancias extremas que se producen muy de tarde en tarde en la vida de los pueblos, son terribles azotes, grandes y señaladas calamidades para las sociedades cultas. Pero además nuestro partido es fundamentalmente español. Porque es esencial y exclusivamente autonomista; y la autonomía colonial, que parte de la realidad de la colonia, de sus fines, necesidades y peculiares exigencias, presupone también la realidad de la Metrópoli, en la plenitud de su soberanía y de sus derechos históricos”. Como dejó escrito la Junta Central del partido autonomista, en el Acta del 2 de abril de 1895, “Debemos vivir y sentir como un partido sinceramente español, sin reservas ni reticencias…El terreno que pisamos está minado por el separatismo. Hay que combatirlo sin tregua, vigorosamente…”

Tras el levantamiento del 24 de febrero de 1895, Giberga muestra su desprecio por “la nueva intentona revolucionaria iniciada en Baire y en Ibarra” (4), diciendo que el alzamiento “no halló simpatía en la población cubana…Promovieron el nuevo alzamiento emigrados, divorciados en una larga ausencia, -cual suele suceder con todas las emigraciones respecto de los pueblos de que proceden, -de los sentimientos, los afanes y los intereses de Cuba; y formaron su corta hueste, además de antiguos insurrectos, -entre los cuales no todos tenían importancia y notoriedad, -jóvenes irreflexivos y gentes de las inferiores clases sociales y en su mayoría de color, sin mentar, por su insignificancia, un puñado de bandoleros: -cortejo obligado de toda perturbación…Locos, locos, llamaba la opinión general a los separatistas…Hasta muchos que eran conocidamente separatistas acogieron con disgusto la disparatada intentona, porque la juzgaron inoportuna…De ahí que no solo los partidos peninsulares, sino el cubano, el autonomista, desde el primer momento se pusieron enfrente de la insurrección y al lado de España”.

Desprecio por las “gentes de las inferiores clases sociales”, su estigmatización por ser supuestamente “en su mayoría de color”, descalificación de los separatistas como “un puñado de bandoleros” y de “locos”…he aquí el resumen del pensamiento político-social de Eliseo Giberga, a quien, no obstante, los separatistas vencedores en la contienda de 1895-1898 no persiguieron tras la victoria bélica, ni tampoco le impidieron seguir actuando en la vida pública –se postuló y fue elegido para la Convención Constituyente de1901, y participó activa y libremente en ésta-.

Martí dejó sentenciada éticamente esta cuestión en un artículo de 1894, “El lenguaje reciente de ciertos autonomistas”: “Parece que en Cuba ha causado indignación entre los cubanos constantes, y aun entre los inconstantes como cierta vergüenza –la vergüenza del hombre que ve apedrear a los que están prontos a morir por él- el lenguaje descompuesto e injusto con que los criollos que se quedaron en sus casas, suplicando y mintiendo, durante los diez años del sacrificio conmovedor de su país, o cargaban al cinto fratricida el sable cebado en la sangre pura de sus compatriotas, o se ponían sobre la toga temblona y melindrosa el uniforme salpicado de los asesinos incultos, o aplaudían las glorias del ejército que ahogaba en sangre la lucha de su patria por la libertad, -han hablado o escrito recientemente en la isla sobre los cubanos que tienen a la vez bastante abnegación para exponer de nuevo la vida por su país, -y bastante benevolencia para compadecer a los enfermos de la voluntad...Los que no tienen el valor de sacrificarse han de tener, a lo menos, el pudor de callar ante los que se sacrifican, -o de elevarse, en la inercia inevitable o en la flojedad, por la admiración sincera de la virtud a que no alcanzan. Debe ser penoso inspirar desprecio a los hombres desinteresados y viriles…A la realidad estamos aquí, y hemos de estar allá todos, y no a la combinación ya extinta, con nombre de autonomismo, de las diversas fuerzas públicas que, a faltar vigilancia y acción, hubieran podido convertirse en Cuba en el funesto imperio de una oligarquía criolla…y cuya existencia sólo se hubiera podido mantener por la liga encubierta con el poder español, o por la entrega del país a una civilización extraña, que niega a Cuba la capacidad probada para el gobierno libre…Ese era el peligro del autonomismo, y para salvar a los cubanos de él, autonomistas o no, hemos acá afuera, trabajado y vivido…Pero el autonomismo, como organización política, y como entidad actual de Cuba, ha cesado ya de existir, y sólo entraría a la vida real si, obedeciendo a la voluntad clara del país, lo encabezase, en vez de echarlo en brazos de sus opresores…jamás, jamás, acompañarán los hombres de honor, ni ricos ni pobres, al partido que se quisiera valer de ellos para sofocar, en provecho de un amo incorregible y de un grupo impotente, la conciencia del país. La masa sana, que siguió siempre al autonomismo porque creyó que con él se iba a la independencia, se irá, entera, a la revolución. El autonomismo sólo ha sido útil, por la prueba de su ineficacia, a la revolución”.

En la página 119 de la revista BOHEMIA del 1 de febrero de 1953 (Edición Extraordinaria en homenaje a nuestro Apóstol José Martí) (5), en el artículo “PAULA NÚMERO 41”, del historiador Jorge Quintana –futuro director del Archivo Nacional, entre 1959 y 1960-, éste relata cómo Giberga hizo méritos para añadir a su currículo político la condición de detractor público de nuestro Apóstol:

“En julio de 1901 algunos miembros de la Asamblea Constituyente que aún no se había disuelto…tomaron el acuerdo de contribuir con un Luis mensual de sus haberes, para donárselo a la madre de José Martí. Salvador Cisneros, Gonzalo de Quesada, Enrique Villuendas y el general Lacret Morlot son los autores de la iniciativa. Enrique Villuendas, como Secretario de la Convención, acepta la encomienda de pasar la lista a los demás delegados. Un día de fines de julio la lista le es presentada al delegado Eliseo Giberga. Éste, indignado, rehusa la petición.

“-¿Esta suscripción es para una persona desvalida o para la madre de Martí? Pregunta Giberga.

“Villuendas, indignado, le respondió

“-Está usted relevado de figurar en esta lista…

“Pero Giberga, alterado, repuso:

“-Sí, porque si la suscripción que se lleva a cabo para esa señora, se hace como madre de José Martí yo no podré figurar en ella, pues para mí Martí fue un hombre funesto, y su nombre será execrado por la Historia…

“La noticia del incidente levanta una ola de protestas contra Giberga. Uno de los artículos más violentos lo suscribe Fermín Valdés Domínguez. En el seno de la Convención Salvador Cisneros Betancourt pedía, al día siguiente del incidente, que la Asamblea reclamase de Giberga una satisfacción o en su defecto lo expulsase. En la moción suscrita por el Marqués de Santa Lucía se decía: “Al propio tiempo que se haga saber al Sr. Giberga que los trabajos que realiza esta Convención son la continuación de la obra de Martí y para la realización de dicha obra es que se honra él sentándose entre nosotros”.

Esta moción, sin embargo, no fue discutida y el Sr. Giberga no fue objeto de ninguna reprimenda ni sanción.
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Notas y bibliografía:

(1) Sobre los apuntes biográficos del Sr. Giberga:

“Diccionario de la Literatura Cubana”, pp. 372-373, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1980.

Dicho sea de paso, la viuda de Eliseo Giberga era tía del poeta Eliseo Diego, cofundador de la revista Orígenes junto con José Lezama Lima y Cintio Vitier (véase “Poesía y poética del Grupo Orígenes”, Alfredo Chacón, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1994, p. 276).

(2) Sobre la escora ideológica del Partido Liberal Autonomista, véase, por todos, el análisis contenido en “El Autonomismo Cubano 1878-1898: Las ideas y los hechos”, por Marta Bizcarrondo (UAM), cuyo texto íntegro puede consultarse en http://www.historiacontemporanea.ehu.es/s0021- con/es/contenidos/boletin_revista/00021_revista_hc19/es_revista/adjuntos/19_04.pdf.

(3) Sobre la condición mambisa de los hermanos de Eliseo Giberga:

Efectivamente, el nombre de Benjamín Giberga aparece en la página A-318, y el de Octavio Giberga en la página A-1003 del “Índice alfabético y defunciones del Ejército Libertador de Cuba”, compilado por el mayor general Carlos Roloff y que se puede verificar en http://www.dloc.com/UF00085036/00001/1020?search=giberga.)

(4) En su libro “Apuntes sobre la cuestión de Cuba”, publicado en 1897, pp. 92-94.

(5) Sobre el incidente entre los convencionales Enrique Villuendas y Eliseo Giberga, véase http://dloc.com/AA00012008/00001/1x.

Sobre la mención del Luis francés como moneda en circulación en 1901:

Durante los cuatro siglos de dominación española de Cuba, la Metrópoli jamás emitió moneda con un signo específico para su uso en la Isla. Convivieron las monedas de oro, las de plata y las de vellón –así se llamó a las monedas de cobre acuñadas a partir del reinado de Felipe V- (véase “Vázquez Queipo y el problema monetario cubano en la primera mitad del siglo XIX”, en http://www.usc.es/estaticos/congresos/histec05/b1_roldan_de_montaud.pdf, así como Julio Le Riverend Brusone, “Historia Económica de Cuba”, pp. 606 a 611, Ed, de Ciencias Sociales, La Habana, 1985).

Desde el inicio de la ocupación estadounidense de la Isla en 1899 y hasta 1914 se utilizaron simultáneamente en Cuba tres monedas. El dólar, para las transacciones económicas (tanto comerciales como financieras) con el exterior; junto con el centén español y el Luis francés, para todo lo relacionado con el mercado interior (los pagos de sueldos y salarios, las operaciones del comercio, la industria y el campo, y los pagos entre particulares).

La Ley de Defensa Económica, promulgada el 29 de octubre de 1914, creó la moneda nacional, cuyas características definió otra Ley, la de Acuñación de la Moneda Nacional.

Esta última instituyó el patrón oro para el Peso, cuya emisión se dispuso en piezas de oro de 20, 10, 5, 4, 2 y 1 peso; de plata, en piezas de 1 peso, 40 centavos, 20 centavos y 10 centavos; y de níquel, en piezas de 5, 2 y 1 centavo.

Al dólar estadounidense se le reconoció fuerza liberatoria ilimitada, y se dispuso la retirada de la circulación de las monedas de plata y de vellón acuñadas por países distintos de los EE.UU., incluidas las pertenecientes a los sistemas monetarios español y francés.

En la nueva moneda nacional se acuñaron 23 millones de pesos oro, en 1915-1916; seguidos por 6 millones de pesos en moneda de plata y 755 mil pesos en moneda de níquel, en 1916, y otra emisión de monedas de plata y níquel en 1920. No se troqueló de nuevo moneda metálica hasta 1931-1932.

Tomado del libro “Los Héroes”



Tomás Carlyle 

“El don más precioso que puede el cielo otorgar a la tierra, un hombre de genio, como se le llama, el alma de un hombre que Dios nos envía como mensajera suya, esto solemos mirarlo como cosa de juego, como un brillante y efímero fuego de artificios que seduce un rato nuestra vista, y luego miramos indiferentes cómo el viento esparce sus cenizas.”



DATOS BIOGRÁFICOS DE LEONORA ACUÑA DE MARMOLEJO


Leonora Acuña de Marmolejo ciudadana Colombo-americana. Radicada en los Estados Unidos desde 1966. Poeta, escritora, ensayista, crítica literaria, prologuista, periodista, y pintora. Autora de varios poemarios, libros de cuentos, y novela. Su obra ha sido ampliamente difundida dentro y fuera de los Estados Unidos en periódicos, revistas, y antologías, como tambien en medios digitales. Reside en Levittown, Long Island, New York.

SI YO HUBIERA SABIDO




(COMENTARIOS DE UN MATANCERO!  SI YO HUBIERA SABIDO....., ME UNO A ESTAS DECLARACIONES DEL REV. MARTIN AÑORGA!)

por: Rev. Martin N. Añorga


  Si yo hubiera sabido antes del año 1959 que a partir de la década de los sesenta iba a vivir el resto de mi vida fuera de Cuba, hubiera aprovechado los años que Dios me dio de patria libre para hacer cosas que me he quedado añorando para siempre.
  Hubiera conocido mi Isla desde el indómito paisaje oriental hasta la imponente provincia pinareña. Siempre quise recorrer la península de Guanahacabibes, con sus numerosas y pintorescas lagunas; caminar por las escasas calles del pueblo de Guane y llegar hasta el Cabo de San Antonio, desde el que me dicen se ven, en las noches oscuras, las clarinadas de lejanos países que reflejan sus luces en las aguas inquietas del mar; pero el tiempo, mal administrado, no me alcanzó para tales logros.
  De Pinar del Río conocí el valle de Viñales y recorrí con amigos un par de cavernas que son como un techo de rocas que ampara el suave recorrido de los ríos. Los mogotes de Viñales los observé sin pensar que iba a ser esa la única vez. De saberlo me hubiera olvidado de la autoridad del tiempo y hubiera pasado horas, y días enteros, llenado mis ojos de la belleza cubana y atesorando en el corazón recuerdos que hoy día sofocarían la soledad de mi exilio. Hubiera yo, de saber que adversas circunstancias me transplantarían de mi suelo, conocido el paisaje pinareño palmo a palmo. Ya es tarde. Es imposible ya. Ese vacío en mis añoranzas todavía me duele, casi cinco décadas después.
  La provincia de La Habana ha sido para mí la más familiar. Conozco todos sus pueblos. Estuve frente a la ceiba que se traga la corriente del río Ariguanabo, disfruté del murmullo del mar en Batabanó, donde se vendían las mejores esponjas del mundo y una tarde me di un salto a Isla de Pinos, para cumplir con mi gran deseo de ver los sitios que el Apóstol José Martí santificó con su sangre. Allí derramé una lágrima de respeto ante La Biblia que el joven abrazado de grilletes leía en sus escasos ratos de sosiego.
  Pero ahora, en mis años de la vejez, daría cualquier cosa por un paseo por las aceras del malecón o por el viejo Paseo del Prado. De seguro que sería diferente: esta vez contaría las olas, adivinaría los fugaces paisajes que en el aire dibujan las espumas, me fijaría en los niños que juegan, los jóvenes que ríen y en los ancianos que meditan. Yo anduve muy de prisa por caminos que hoy recorrería lentamente; di por sentado que los paisajes estarían ahí, siempre al alcance de mi mirada; pero llegada la noche me doy cuenta de que me perdí el esplendor del día.
  Yo pasé los años de mi niñez en la barriada de Luyanó. Aquellos escenarios del parque con sus floridos contornos, de los cines familiares a los que íbamos semanalmente los sábados por la tarde, el ruido quejumbroso de los viejos tranvías, los pregones de los vendedores ambulantes, me eran tan familiares que nunca reflexioné sobre ellos. Hoy día hubiera sido distinto. En aquellos tiempos di por sentado que yo era de Cuba y Cuba era de mí, como si fuéramos hermanos gemelos; pero de haber sabido que la desgracia habría de interponerse entre nosotros, ¡cómo hubiera inscrito con letras de oro, en lo profundo del corazón, aquellas experiencias que para siempre he perdido en el ámbito impreciso del tiempo!.
  Soy matancero por nacimiento. Vine al mundo en una modesta casa de la barriada de Pueblo Nuevo, y aunque mis padres se trasladaron a La Habana cuando apenas yo contaba unos cinco años, sin dejar de ser habanero, siempre he dicho que soy matancero por decreto de Dios. De Matanzas recuerdo la inmensa playa de Varadero, las sobrecogedoras cuevas de Bellamar, la agresiva belleza del valle de Yumurí y el sereno Pan, del que siempre me intrigó su esplendorosa figura de mujer dormida. Pero estos recuerdos fueron el resultado de la curiosidad juvenil y de la prisa de la adolescencia. Si yo hubiera sabido lo que me esperaba, hubiera vestido para siempre mi alma con el maravilloso verde azul de las aguas cristalinas de Varadero; hubiera descendido al seno mismo del valle y hubiera tocado con mis manos las palmeras y hubiera grabado mis huellas en el húmedo suelo preñado de fragancias; pero anduve de prisa, con la inquietud irreflexiva de la juventud.
  Algo que nunca hice fue visitar la ciénaga de Zapata, que en el mapa aparece como un pedazo de Las Villas; pero que para nosotros siempre ha sido un sueño de Matanzas hecho lodo, selva y misterio. Hubiera querido estar en los contornos ríspidos de la ciénaga; pero ya no. Me han dicho que el tirano Castro, con sus trastornados planes y su odio ecológico, ha hecho de Zapata una tierra muerta, rebelde, inhóspita, que con dignidad mambisa cierra su vientre a la vida.  Recuerdo los ríos matanceros, el extenuado Yumurí, el serpenteante San Juan y el inmenso Canímar; pero no más de verlos. Si hubiera sabido que mi destino era el de un exilio definitivo; hubiera recorrido los parajes secretos de estos ríos para encandilarme los ojos con sus aguas brillantes de sol; pero ya es tarde, y solo dispongo de fragmentados recuerdos que reprochan mi juvenil desdén por las cordiales bellezas dejadas atrás.
  Cuba es una isla gigante, en la que se dan cita valles y montañas, ríos y playas, fauna y flora, para componer un escenario, al que se refirió el descubridor diciendo:esta es la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto. Si yo hubiera sabido que iba a tocarme más de la mitad de mi vida acá, hubiera sido un cubano distinto. ¡Hubiera absorbido la hermosura de mi tierra para llenarme de ella para siempre! Cuando medito sobre mi obligada ausencia de la patria martirizada, lamento que cuando pude hacerlo no trabé amistad con las maravillas de la inquieta provincia central, no me identifiqué con las vastas llanuras camagüeyanas y jamás llené mis venas de la fogosa energía de los paisajes orientales. Trato de justificarme diciéndome que no sabía lo que el futuro me deparaba; pero ese coloquio personal no mitiga en mucho el dolor del tiempo bueno que desperdicié cuando pude haber conocido a Cuba y me conformé con retazos de su belleza.
  A veces miro documentales, hojeo publicaciones, examino fotografías, dibujos y obras de arte. A veces disfruto de la música de mis días mozos, oigo los programas de la increíble Tremenda Corte, y me deleito con ciertas presentaciones radiales y televisivas que tienen por objetivo mantener a Cuba viva en el alma casi muerta de muchos cubanos de mi edad. Todo esto me ayuda, me llena de un tibio sentimiento de cercanía a la patria lindísima de ayer; pero por mucho que aquí reciba de otros, mi frustración de haberme perdido lo mejor de Cuba en los tiempos mejores de mi vida, no me la cura nadie.
  ¡Ay, si yo hubiera sabido nunca hubiera malgastado mis horas de irrecuperable juventud! Muchos hablan de los daños del comunismo impuestos a nuestra tierra; pero cuando oigo a alguien decir que jamás le quitaron nada, que en su familia no hubo presos ni fusilados y se acomoda . El comunismo nos ha quitado lo más grande que se le pueda quitar a un ser humano: la patria, el derecho a vivir en ella con libertad y el privilegio de disfrutarla plenamente. Mi consuelo es que el amanecer está de regreso y ya se oyen en lontananza los ritmos de la conquista.
   Cuando Cuba sea de nuevo libre, ya no podré yo recuperar mis oportunidades de conocerla plenamente; pero si Dios me lo permite haré lo que nunca hice: arrodillarme para besar la tierra húmeda y separar un espacio, breve; pero al sol, donde manos piadosas hagan descansar para siempre mis viejos huesos.




Jesse James Crónicas y Ensayos




José Martí emplea sus aptitudes periodísticas para informar al mundo hispano de las proezas, fama y muerte del bandido Jesse James. Esta crónica fue publicada en “La Opinión Nacional” en Caracas en 1882.



José Martí 


Jesse James, Gran Bandido
Sus proezas, su fama y su muerte

Estos días que para Nueva York fueron de fiesta, han sido de agitación grande en Missouri, donde había un bandido de frente alta, hermoso rostro y mano hecha a matar, que no robaba bolsas sino bancos; ni casas sino pueblos; ni asaltaba balcones sino trenes. Era héroe de la selva. Su bravura era tan grande, que las gentes de su tierra se la estimaban por sobre sus crímenes. Y no nació de padre ruin, sino de clérigo, ni parecía villano, sino caballero, ni casó con mala mujer, sino con maestra de escuela. Y hay quien dice que fue cacique político, en una de sus estaciones de reposo, o que vivía amparado de nombre falso, y vino como cacique a elegir Presidente a la última convención de los demócratas. Están las tierras de Missouri y las de Kansas llenas de recio monte y de cerradas arboledas. Jesse James y los suyos conocían los recodos de la selva, los escondrijos de los caminos, los vados de los pantanos, los árboles huecos. Su casa era armería, y su cinto otra, porque llevaba a la cintura dos grandes fajas, cargadas de revólveres. Empezó a vivir cuando había guerra, y arrancó la vida a mucho hombre barbado, cuando el aun no tenía barba. En tiempo de Alba, hubiera sido capitán de tercio en Flandes. En tiempos de Pizarro, buen teniente suyo. En estos tiempos, fue soldado, y luego fue bandido. No fue de aquellos soldados magníficos de Sheridan, que lucharon porque fuera toda esta tierra una, y el esclavo libre, y alzaron el pabellón del Norte en las tenaces fortalezas confederadas. Ni de aquellos otros soldados pacientes, de Grant silencioso, que acorraló a los rebeldes aterrados, como sereno cazador a jabalí hambriento. Fue de los guerrilleros del Sur, para quienes era la bandera de la guerra, escudo de rapiña. Su mano fue instrumento de matar. Dejaba en tierra al muerto, y cargado de botín, iba a hacer reparto generoso con sus compañeros de proezas, que eran tigres menores que lamían la mano de aquel magno tigre. 

Y acabó la guerra, y empezó un formidable duelo. De un lado eran los jóvenes bandidos, que se entraban a caballo en las ciudades, llamaban a las puertas de los bancos, sacaban de ellos en pleno día todos los dineros, y ebrios de peligro, que como el vino embriaga, huían lanzando vítores entre las poblaciones consternadas, que se apercibían del crimen cuando ya estaba rematado, y perseguían a los criminales flojamente, y volvían a las puertas del banco vacío, donde parecían aun verse, como figuras de oro que vuelan, las de los bravos jinetes, a los ojos fantásticos del vulgo, embellecidos con la hermosura del atrevimiento. Y de otro lado eran los jueces inhábiles, en aquellas comarcas de ciudades pequeñas y de bosques grandes; los soldados de la comarca, que volvían siempre heridos, o quedaban muertos; los pueblos inquietos, que, ciegos a veces por ese resplandor que tras de sí deja la bravura, veían en el ladrón osado a un caballero del robo, y dejaban latir los corazones conmovidos, cual se conmueven siempre, cuando la buena doctrina del alma no los purifica, ante todo acto extraordinario, aunque sea vil. Así, ante los toros que mueren a mano de los hombres en el circo enrojecido, suelen las damas de España lanzar al aire los grandes abanicos, y descalzarse del pie breve, para arrojarlo al matador, el chapín de seda, y enviarle la rosa roja que prende su mantilla, y batir palmas! Una vez estaba Missouri en feria, y no menos de treinta millares de hombres en la inmensa villa, todos de apuesta y de almuerzo, todos de juegos y de carreras de caballos. Y de súbito, corre miedo pánico. Era que Jesse James había sabido de la fiesta, y cuando tenían las gentes puestos los ojos en las cañas ligeras de los caballeros corredores, cayo con los suyos sobre la casilla de la feria, dio en tierra con los guardianes, y huyo con los copiosos dineros de la entrada. Lo que pareció a los de Missouri crimen que debía ser perdonado por lo hazañoso y gigantesco. Y otras veces esos malvados hundían los codos en sangre. Alzaban en una curva del camino, los hierros de la vía. Ocultábanse, montados en sus veloces caballos, en el soto. Y el tren venía y caía. Y allí era matar a cuantos hiciesen frente al robo inicuo. Allí el llevarse a raudales los dineros. Allí el cargar a sus caballos de grandes barras de oro. Allí el clavar en tierra a cuantos podían mover el tren. Si había taberna rica, y bravo del lugar, a la taberna del lugar iban, a armar guerra los bandidos, porque no se dijese que fatigaba caballo ni manejaba armas, hombre más bravo que los de James. Si se danzaba en las villas Texanas con las hermosas del partido, con el cabo de sus pistolas llamaba Jesse James a la casa de la fiesta, y como de él era la mayor bravura, de él había de ser la más hermosa. Enviaron a cazarle espía famoso, y con un cartel sobre el pecho, atravesado de balazos, hallaron al espía; el cual cartel decía que así habían de morir los que enviaran a la caza. Es aquella de las apartadas comarcas de esta tierra, vida singularísima que desenvuelve en los hombres, en la selva libre, todos los apetitos, todas las suntuosidades, todos los impulsos y todas las elegancias de la fiera! Bien es que el cazador de búfalos, hecho a retar al animal pujante, y a sentarse, como en su propio asiento, en los hijares de la gran res vencida, deje crecer y colgar por los hombros su cabello largo, y tenga el pie robusto hecho a hollar troncos, y la mano a doblarlos, y el corazón a la tempestad, y los ojos empapados de esa mirada solemne y triste de quien mira mucho a la naturaleza y a lo desconocido. 

Mas, ¿dónde hallan, cómo quieren hallar diarios y cronistas, hazañas de caballero manchego en ese ensangrentador de los caminos? Bien es que le mató un amigo suyo por la espalda, y por dineros que le ofreció para que le matase, el Gobernador. Bien es que merezca ser echado de la casa de Gobierno, quien para gobernar haya de menester, en vez de vara de justicia, de puñal de asesino. Bien es que da miedo y vergüenza que allá en la casa de la ley, cerca de puerta excusada y en noche oscura, ajustaran el jefe del Estado y un salteador mozo el precio de la vida de un bandido. ¿Pues, que respeto merece el juez, si comete el mismo crimen que el criminal? Sombra era la del soto en que aguardaban a los trenes que habían de robar los de la banda de James, y sombra la del gabinete de gobierno, en que el guardador de la ley ajustó el precio del caudillo de la banda. Y los corregidores que le persiguieron en vida, le sepultaron en féretro suntuosísimo, que de su bolsa pagarán, o de la del Estado: el cadáver fue a ser puesto en tierra de la heredad materna, en tren especial, y no en tren diario: llevaban los cordones del féretro del bandolero los corregidores del lugar y millares de personas, con los ojos húmedos de llanto, acudieron a ver caer en la fosa a aquel que rompió tantas veces con la bala de su pistola el cráneo de los hombres, con la misma quietud serena con que una ardilla quiebra una avellana. Y los empleados de la policía del lugar quedaron arrebatándose la yegua veloz en que montó el bandido.


Nota: Gracias al Ingeniero Joaquín Sueiro, por enviar esta crónica martiana

Encuentro




René León

El nuestro fue un encuentro
que rompió con nuestro pasado.
Ayer la vi vestida de blanco
y sus largos cabellos negros.
Al verla, recuerdos ya tristes
se agolpan en mi mente,
y creo a ratos que nunca existió;
sin embargo, llevo la herida en mi corazón.
De ella sólo me quedaba
su recuerdo y su ausencia,
en una playa desierta
junto al mar frío.
La había perdido para siempre
sin haber tenido el placer de gozarla
y hoy al verla me sentí estremecido
de lujuria y de embriaguez.
Todavía hoy guardo en un cofre
una flor roja que bese delante de ella,
y luego busqué sus labios
y nos besamos largamente.
Como son las cosas de este mundo,
cerca de la playa nos conocimos,
nos dijimos adiós
y hoy nos encontramos.
Ella siguió su camino indiferente,
como si yo no existiera.
Las olas del mar pasaban atropellándose
unas con otras, alejándose de la playa.

DESCONCIERTO


ESTANQUE DE MERCURIO EN EL ALCAZAR SEVILLA OLEO SOBRE LIENZO
Acuña de Marmolejo


Carmen Hebe Tanco

¿Qué río es éste
que arroya maneras
injuriando a tope?

¿Qué engulle crédito
con garganta urente?

Es que no somos ya coraje
-cauce ni certeza-
sino, el truculento coma
de un derrotero desecado

Dos Patrias




Jose Marti
Enero 28, 1853 – Mayo 19, 1895

Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche. 
¿O son una las dos? No bien retira 
su majestad el sol, con largos velos 
y un clavel en la mano, silenciosa 
Cuba cual viuda triste me aparece. 
¡Yo sé cuál es ese clavel sangriento 
que en la mano le tiembla! Está vacío 
mi pecho, destrozado está y vacío 
en donde estaba el corazón. Ya es hora 
de empezar a morir. La noche es buena 
para decir adiós. La luz estorba 
y la palabra humana. El universo 
habla mejor que el hombre. 
Cual bandera 
que invita a batallar, la llama roja 
de la vela flamea. Las ventanas 
abro, ya estrecho en mí. Muda, rompiendo 
las hojas del clavel, como una nube 
que enturbia el cielo, Cuba, viuda, pasa...

La Batalla por la Espada de El Cid



Mario Andino

  A diez siglos de la muerte de Rodrigo Díaz de Vivar,  el actual propietario de la Tizona y el Estado español se enfrentan en una difícil negociación Seguramente don Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, nunca llegó a imaginar que su fiel espada, la Tizona, seguiría dando batallas aún diez siglos después de su muerte. Y aunque en este último caso no están en juego ni la sangre ni el honor de ningún caballero medieval, la disputa no deja de ser pintoresca, ya que se enfrentan ni más ni menos que el Estado español contra el actual Marqués de Falces, propietario legítimo de la legendaria arma, por establecer quién y a que precio se quedará con el valioso hierro que fue arrebatado por el Cid a ún mítico caudillo musulmán, a mediados del siglo XI. Este nuevo capítulo en la historia de la Tizona, se empezó a escribir hace cerca de dos años, cuando José Ramón Suárez de Otero, marqués de Falces, manifestó su deseo de vender la espada que, desde finales de la Guerra Civil española, se encuentra en el Museo del Ejército, de Madrid. “No tengo herederos directos. Entonces, ante la posibilidad de que el Estado se quede con ella, prefiero venderla y disfrutar de los beneficios económicos. No me gustaría que la espada terminara en manos de un particular; mi ilusión es que quien la compre, sea la administración del gobierno, para que siga en el museo, donde está su sitio”, explicó Suárez de Otero a la prensa española. Y es que a pesar de la voluntad del marqués para que el preciado objeto quede como patrimonio nacional, para todos los españoles, las conversaciones se han detenido ante un duro obstáculo: ¿cuánto vale la Tizona? Aunque el marqués se niega a hablar de cifras, fuentes cercanas a las negociaciones aseguraron que la oferta inicial para ejecutar la transacción, sería de seis millones de dólares, un monto que posteriormente habría disminuído a los 4,5 millones. Mientras ambas partes intentaban llegar a un acuerdo, la Audiencia Nacional dictó un fallo decidiendo que este alto símbolo de la Historia de España, permaneciera unicamente en poder del Estado. Esta decisión evitó, por lo menos, que la famosa espada quedara dentro del territorio nacional. Sin embargo, el marqués aceptó que la espada no saliera del territorio nacional.............

miércoles, 1 de mayo de 2013

Día de las Madres

Pensamiento Rene Leon


René León

La primera vez que se celebró el Día de las Madres en este país, fue en Mayo de 1908 por instancia de Anna Jarvis, de Filafelfia, quien pidió a la iglesia a que ella pertenecía se hiciera un servicio en memoria de todas las madres muertas en ese día. Por proclamación presidencial se empezó a observar el segundo domingo de Mayo para honrar a las madres.

En Cuba un concejal habanero Víctor Muñoz propuso el 27 de abril de 1921, que se instituyera el Dia de las Madres, cada segundo domingo de Mayo.

Cada año en todos los hogares se le rinde homenaje a las madres. El recuerdo de fervorosa devoción, de amor y cariño hecho mujer. La Madre.

En ese día hacemos un recuerdo de los años pasados. Interpretando el más puro sentimiento de hijo amantísimo, para plasmar en una feliz moción la espiritualidad más fina del corazón humano.

En nuestros pechos se volverán a ver o una flor blanca, o una flor roja. La blanca, es un símbolo del dolor que llenó de lágrimas los ojos, y puso un luto eterno en el corazón. La roja nos dice por si mismo la elocuencia de la alegría, de una vida que late, que cada día nos da lo mejor de ella. Que debemos darle la alegría de una buena acción o la satisfacción de los buenos ejemplos para ella.

Esta es una fecha de recuento de días felices al lado de nuestras madres. En lo material, respeto para el ser querido. En lo espiritual, el recuerdo para la que fue a descansar para siempre. Nunca se puede es dejar de querer a nuestras madres. No sólo este día, sino todos los días de su vida.

"A mi madre", 1863



Escolma Poética 

Rosalia de Castro

- II -

¡Ay, qué profunda tristeza!
¡Ay, qué terrible dolor!
¡Tendida en la negra caja
sin movimiento y sin voz,
pálida como la cera
que sus restos alumbró,
yo he visto a la pobrecita
madre de mi corazón!

Ya desde entonces no tuve
quien me prestase calor,
que el fuego que ella encendía
aterido se apagó.
Ya no tuve desde entonces
una cariñosa voz
que me dijese: ¡hija mía,
yo soy la que te parió!

¡Ay, qué profunda tristeza!
¡Ay, qué terrible dolor!...
¡Ella ha muerto y yo estoy viva!
¡Ella ha muerto y vivo yo!
Mas, ¡ay!, pájaro sin nido,
poco lo alumbrará el sol,
¡y era el pecho de mi madre
nido de mi corazón!

Rosalia de Castro
(1837 - 1885)

Sí Contigo Hablar Pudiera

Marta N. Henderson (†)


Si contigo hablar pudiera,
sería otra vez de lo mismo
de Cuba y del hondo abismo
donde inocente cayera.

Los muchachos y la escuela,
nuestro tema preferido;
y aquellos tiempos vívidos
sin temores, sin espuelas.

Una excursión al pasado
de dulces recuerdos llena;
nuestra ciudad tan serena
con su malecón mojado.

Nuestra mente vagaría,
trazándonos un esquema
de esa Matanzas rellena
de paisaje y de poesía;
yo soy de ella y ella mía.

Era para ti una gema
de mágicas luces llena;
y me decías al hablar;
no la podemos olvidar,
recordar es nuestra pena.

Hablaríamos por horas
con risas y discusiones.
Cuando en el cielo te asomes,
mírame madre, estoy sola.



A mi madre

Julian del Casal
(1863 – 1893)

Julían del Casal (†)


No fuiste una mujer, sino una santa
Que murió de dar vida a un desdichado,
Pues salí de tu seno delicado
Como sale una espina de una planta.

Hoy que tu dulce imagen se levanta
Del fondo de mi lóbrego pasado,
El llanto está a mis ojos asomado,
Los sollozos comprimen mi garganta.

Y aunque yazgas trocada en polvo yerto,
Sin ofrecerme bienhechor arrimo,
Como quiera que estés siempre te adoro,
Porque me dice el corazón que has muerto
Por no oírme gemir, como ahora gimo,
Por no verme llorar, como ahora lloro.

Avatares de un poeta:


Alonso Álvarez de Soria, autor marginal del siglo XVI

  
The Night Watch – Rembrandt

Niza Fabre

Recorriendo el Barroco en busca de los grandes escritores de la época, nos hemos topado con Alonso Álvarez de Soria, poeta marginal que había ganado cierto prestigio en su tiempo. Sus poesías de alta calidad se equiparan a las de Góngora y Quevedo de tal manera que muchas se confundieron en el laberinto barroco de los manuscritos. Por ejemplo, el poema “Quando señor vuestra famosa espada” en algunos folios se encuentra entre las obras de Góngora y en otros se aclara que es de Alonso Álvarez de Soria. Dicho poema cobra gran importancia no sólo por su aspecto artístico sino también por el contenido patriótico en que el autor expresa impaciencia por la pasividad del duque de Osuna, que no responde con valor a los ataques del enemigo:
¿Cuándo señor, vuestra famosa espada en sangre del Guzmán teñida?
¿Cuándo, rendido, ofrecerá la huida que tan alegre sigue la jornada?
¿Cuándo a vuestra destreza celebrando /veremos dar siquiera una herida?
Porque no he visto yo en toda mi vida satisfacción más bien considerada. [1]
Lo mismo pasó con el poema “Ninfas que en las tasqueras”, cuyo lenguaje quevedesco dio lugar a que se la colocara entre la producción de Quevedo; después se verificó la autoría de Álvarez de Soria, maestro de la escatología. Conocedor del bajo mundo, el poeta recrea fielmente el ambiente putesco de su ciudad. En efecto,les dedicó estas imágenes a las prostitutas de Sevilla:
Ninfas que en las tasqueras/del Compás Resolanos, San Bernardo,/sobre humildes esteras/tendéis el pobre y traqueteado fardo,/y por virtud del hongo
a vuestra ambrosía parago y mondongo.
Mientras del sol matando estáis/ el pacientísimo piojo/ y en el bosque rascando/
arrancáis con la uña al ojo/ la ladilla hambrienta/
que entre granos y parches se alimenta . . . (p. 53).
Satírico ponzoñoso, Álvarez de Soria lanzaba punzantes dardos a todo lo que le desagradaba.
Estando en la cárcel de Sevilla atacó con saña verbal a un compañero de prisión que tenía fama de “conveniente” porque, sabiendo que su mujer lo traicionaba, continuaba haciendo vida marital con ella:
Cornudo, cornudillo, cornudete/que eres hembra en obra y en palabra/
llámate doña flor o doña Cabra/ y déjate a un Doctor el Alderete/ . /
eres de los cornudos quintaesencia (p. 60)
El contrincante responde aludiendo al origen judío del agresor:
Enemigos judíos maldicientes,
perdigados los más a la ley vieja.
Si tenéis de mi vida alguna queja
no pensáis desquitaros entre dientes/ . . ./
que yo he visto aquí tras esta reja
Presas y presos vuestros descendientes (p. 69)

Su producción acaparaba la atención de las autoridades de la pluma. En una ocasión, Lope dijo: “Tenía gallardía de estilo, vocabulario poético y limpieza de las frases”. Su porte y figura también sirvieron como fuente de inspiración para obras de teatro y creación de personajes. En  la comedia A un señor descrito, Lope de Vega lo perfila en detalle:
“Por ahí veo pasar/ ese mozo ….pisa bien . . .
Soy yo tentador también
Desto de brío y pisar.
Vile una daguita al lado./ buen cuerpo, sombrero a orza./
el cuello como una alcorza/el bigote cultivado/
aunque lo comienza a hilar/ que había poco que salió./
Los ojos de arriba abajo
El talla a medio parar.  ” (p. 20)

Su figura aparece aquí y allá en la literatura. Según los estudiosos, Alonso Álvarez de Soria es el “andaluz tozudo”, “tirador repentista” de El Viaje del Parnaso, y también es Loayza en El celoso extremeño.
La figura y la fama de Lope enfadaban a Álvarez de Soria. En una ocasión cuando aquél visitó en Sevilla a su tío el inquisidor Miguel de Carpio, su presencia alteró el ambiente porque que para este tiempo “El monstruo de la naturaleza” [2] ya había adquirido fama y cundía la envidia en contra de él. En esta atmósfera de chisme e inquina, de un momento a otro apareció un soneto que andaba de boca en boca, cuyo estilo denunciaba a su autor, Álvarez de Soria, por el lenguaje blasfemo e hiriente:
Lope dicen que vino- no es posible,/ Vive Dios; que pasó por donde asiste…!
No lo puedo creer, -¡Por Jesucristo!
-¡Que no os miento! –Callad, que es imposible.
-Dijo que es chanza. Anda que voto a Cristo.
que entró por Macarena ¿Quién lo ha visto?
-Yo lo vide- No hay tal que es invisible.
¿Invisible?, Martín- Eso es engaño.
Porque Lope de Vega es hombre y hombre
-Como yo, como vos y Diego . . .Diez . . .
¿Es grande? –Sí; será de mi tamaño
-Si no es tan grande, pues, como es su nombre.
Cágome en vos, en él y en sus poesías (p. 57).

En 1603 Álvarez de Soria inventó “una jamás oída forma de versificar (no le faltaba talento para ello): una medida de acortar los versos, los de ‘cabo roto’, extravagante cuerda, que luego tañeron otros celebrados vates” (p. 57). Haciendo alarde del nuevo tipo de verso de su creación, compuso un poema corto punzante en contra de Lope cuando éste envió a Juan de Arguijo el manuscrito de El peregrino en su patria para que se lo aprobara:
Envió Lope de Veal/ señor don Juan de Arguiel/libro del peregria/
que diga si está buey/ es tan noble y tan discreque/estando como está madice/
es otro Garcilaen/su traza y compostumas/luego entre si quien duno
diga que está bella- (p. 57).

El joven improvisaba fácilmente. En general el diario acontecer era su fuente de inspiración; ello también incluía sus aventuras amorosas, como la que tuvo con una jovencita a la que se llevó a Madrid y luego la abandonó:
Otra vez, Sierra Morena,/ con más contento te vi/
cuando dos cuerpos y un alma/pasábamos a Madrid./
Cuando mi querido dueño,/con esfuerzo varonil/rompiendo dificultades/
dejó a su padre por mí/era entonces a mi vista/ esta montaña un jardín/
y el más seco roble suyo/verde naranjo en abril/en la más inútil mata/
nacía el blanco jazmín/para que le viese a ella/lo que ver no merecí/
más ¡Ay triste de mí!/que vengo con el alma que la di;/y pues sin ella vengo (pp.22-23).

La magnitud de su talento y su creatividad eran impresionantes. Desgraciadamente,empleaba su capacidad imaginativa para atacar a sus enemigos, y fue este mal uso de sus dotes artísticas lo que lo llevó al patíbulo cuando hizo blanco de sus injurias a don Bernardino González Delgadillo y Avellaneda, quien tenía autoridad para condenarlo a la horca. Vengativo y poderoso, don Bernardino llevó a cabo su venganza sin escuchar los ruegos del pueblo que pedía clemencia para el reo. Juan de la Cueva clamó por la vida del sentenciado:
“A don Bernardino de Avellaneda, asistente de Sevilla, queriendo ahorcar a Alonso Álvarez de Soria”:/ No des al febeo la muerte,/
oh gran don Bernardino, así te veas/conseguir todo aquello que deseas/
en aumento y mejora de tu suerte./el cruel odio en piedad convierte
qu’en usar del tu caridad afeas.
Cierra el oído, ciérrale, no creas
Al vano adulador que se divierte./de ese que tienes preso,/
el dios Apolo es su juez/no sufraganeo tuyo;/
ponlo en libertad, dalo a su foro/que de hacelo así, de polo a polo.
Irá tu insigne nombre, y en el suyo
Hispalis te pondrá una estatua de oro” [3]

Álvarez de Soria fue ejecutado cuando sólo tenía 30 años de edad, y su desaparición ocasionó el llanto popular. La sociedad entera lo recordaba. El contenido de un romance anónimo nos informa cómo se revivía su trágica muerte a través de representaciones teatrales:
“Elevada está Sevilla/ Toda la gente suspensa./
Concurren a la gran plaza/ de San Francisco con prisa,/
porque oy lunes en la tarde/ dicen que se representa/
de Alonso Álvarez el bravo/ la lastimosa tragedia [4]

Quevedo alude a este triste final en El buscón, cuando Don Pablos dice: “los que las cogieron tristes a las borracheras, lloraron tiernamente al malogrado Alonso Álvarez’, apodado el “Tuerto”.¿Quién es este Alonso Álvarez…que tanto se ha sentido su muerte? –mancebito- dijo el uno- lidiador ahígado, mozo de manos y buen compañero’. –dijo el otro (I, II, cap.X).
La muerte, paralelo de la vida, cuando llega a destiempo marca con sello distintivo al individuo de acuerdo a cómo ha actuado a lo largo de su existencia. El triste final de Alonso Álvarez de Soria corrobora el dicho mexicano: “Dime cómo mueres y te diré quién eres”[5].

Notas
1. Juan Antonio Escobar. Alonso Álvarez de Soria, biografía amarga de un poeta hampón de la
Sevilla del siglo XVI, MS3890, p. 44 (Biblioteca Nacional) De aquí en adelante entre paréntesis en el texto.
2. Cervantes llamó “monstruo de la naturaleza” a Lope de Vega por su capacidad de escribir e
improvisar dramas y comedias en abundancia para satisfacer la demanda del público.
3, B.J. Gallardo. Ensayo de una biblioteca española de libros raros y curiosos, I. II. Madrid,
1863-6 (cita de Lara Garrido)
4. R. de León. Grandeza y miseria de Andalucía. Testimonio de una encrucijada histórica
(157816160, ed. De P. Herrera Puga. Granada, 1981, Cita de Lara Garrido, idem, pp.12-14)
5. Octavio Paz. El laberinto de la soledad, “El día de los muertos”, cap. III.

La Dra. Niza Fabre nació en Guayaquil, Ecuador. Profesora, conferencista y escritora. Hizo sus estudios universitarios en la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Actualmente, es profesora de lengua y literatura española e hispanoamericana en Ramapo College de Nueva Jersey. Ha publicado dos libros: Americanismos, indigenismos, neologismos y creación léxica en la obra de Jorge Icaza  (Quito: Editorial Abrapalabra, 1993)  y Blacks in Central America (traducción y edición anotada del original en español por Valencia Chalá. USA: Mellen Press, 2006). También ha publicado artículos sobre literatura española e hispanoamericana. Desde 1994 es editora de The Cultural Journal, Ramapo College Literary Magazine. Ha participado en congresos literarios en Barbados, Brasil, Colombia, Ecuador, España, Jamaica, México, Panamá, Puerto Rico, República Dominicana y Estados Unidos.