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viernes, 15 de noviembre de 2013

En Tiempo de la Colonia:

El Cobarde Fusilamiento de los Estudiantes de Medicina.
Hechos Desconocidos Ocurridos.


René León

  El Ministro de Ultramar en Madrid, Moret Prendergast, era partidario de la terminación de la guerra en Cuba. Él abrigaba la idea de que podía terminar la guerra, negociando la pacificación con los jefes mambises. Se oponía a la guerra de exterminio que se llevaba en Cuba, por algunos oficiales del ejército español y Voluntarios. La situación en la Habana era tensa, pues los Voluntarios por cualquier motivo realizaban ataques contra los de origen cubano. En Manzanillo hubo un caso, en el cual un capitán de infantería en estado de embriaguez mandó a fusilar y machetear a doce personas, sin motivo alguno. Salvo por el motivo de ser cubanos.
  Al surgir una polémica entre los periódicos cubanos de Key West y los de origen español de la Habana, ello trajo como consecuencia un reto a duelo entre don Gonzalo Castañón  y el cubano Pío Rosado. Resultó muerto Castañón en un altercado callejero en Key West. Sus restos fueron trasladados  a la Habana.
  El 23 de noviembre de 1871, un grupo de estudiantes de la Escuela de Medicina del primer año asistía a las clases que se efectuaban en el anfiteatro anatómico, conocido como San Dionisio. Al ser suspendida las clases, salieron del edificio y, al ver el carro donde se transportaban los cadáveres, subieron, a él y dieron vueltas a la pequeña plaza que existía delante del Cementerio. Fue su ingenuidad, ya que nada grave habían hecho,  lo que los condujo al paredón de fusilamiento con los otros compañeros.
  El órgano de propaganda de los Voluntarios, “La Voz de Cuba”, aprovechó la ocasión para levantar calumnias e insultos contra ellos, acusándolos de la violación de la tumba de Castañón. Los Voluntarios  no tenían el coraje de ir a pelear contra las fuerzas cubanas, pues eran unos cobardes y hombres sin dignidad que hicieron todo lo posible para que aquellos jóvenes fueran fusilados. El gobernador Político don Dionisio López Roberts, que era un hombre sin escrúpulos, que se prestó a todo el rejuego, pensó en sacar algún provecho de la situación, tal como pedir dinero a las familias como condición  de poner a los estudiantes en libertad. Pero todo terminó en unos de los crímenes más grandes cometidos por el colonialismo español en Cuba. 
  En carta de Alexander Graham-Dunlop, Cónsul general de Inglaterra en Cuba, a Mr. G.Wylde Esq., en el Foreign Office, en Londres, con fecha de 30 de diciembre de 1871, le informaba aquél a éste: 
Mi querido señor Wylde:
  “El último gobernador político de aquí, (La Habana) don Dionisio López Roberts, ha sido destituido sumariamente y regresado a España con una gran fortuna, amasada a través de los medios más indignos y deshonestos de su mando en La Habana. No sólo ha hecho esto, sino que se consiguió el odio de toda persona de bien en este lugar, y la terrible convicción (si es que tenga algo parecido a la conciencia) de ser el instigador y principal partícipe del crimen de los ocho jóvenes estudiantes que fueron fusilados para apaciguar los salvajes apetitos de los Voluntarios el 27 último {sic.} y la prisión de los demás. Todo el mundo cree que él arrestó a los 42 adolescentes con la idea de exprimir a los padres  y así aumentar la crecida suma de su botín”. (Tomado de “A cien años del 71. EL FUSILAMIENTO DE LOS ESTUDIANTES”, Luis Felipe Le Roy y Galvez, p.9)  
   El único en defender a los estudiantes fue el Catedrático Dr. Don Manuel Sánchez Bustamante. El  otro que quedó en el corazón de los cubanos fue el capitán Federico Capdevila, que fue su abogado defensor. A la una de la tarde del 27 de noviembre de 1871, el capitán don José Gener abrió uno de los balcones del edificio del Gobierno Político en la Plaza de Armas, y en medio de un silencio repentino leyó la sentencia: “De conformidad con el precedente dictamen, apruebo la sentencia del Consejo de Guerra verbal pronunciado en este proceso, por la que se condena á: Alonso Álvarez de la Campa y Gamba, Ángel Laborde y Perera, José de Marcos y Medina, Carlo Augusto de la Torre y Madrigal, Eladio González y Toledo, Juan Pascual Rodríguez y Pérez, Anacleto Bermúdez y González de Piñera, Carlos Verdugo y Martínez, á la pena de ser pasados por las armas.” A las cinco de la tarde del lunes 27 de noviembre de 1871, en medio de una doble fila de soldados de línea, fueron conducidos al lugar de la ejecución: la explanada de La Punta, frente al costado norte de los paredones del edificio de la cárcel. Los fusilaron de dos en dos, de espaldas y de rodillas. Habían sólo pasado cinco minutos, en los cuales quedó consumado “el crimen no sólo de los Voluntarios, sino del Colonialismo en Cuba”.

Varios capitanes españoles protestaron por el fusilamiento de los estudiantes. Federico Capdevila, quien los defendió. Nicolás Estévanez, ante la noticia de la condena y fusilamiento, partió su sable en la Acera del Louvre, en el Paseo del Prado. El capitán Víctor Miravalles y Santa Olalla, por repudiar el crimen fue enviado de inmediato a España por el Gobernador de la Isla, por decir en el Consejo de Guerra que estaba de acuerdo con Federico Capdevila, y que no firmaría una condena injusta. Los Voluntarios trataron de apresarlo, pero aprovechó la confusión y abandonó el lugar, escapando de sus perseguidores. Al llegar al hotel donde se hospedaba, se vistió de paisano y fue a ver al general Romualdo Crespo, que decidió enviarlo para España.
  Entre otras antecedentes podemos citar lo aparecido en el periódico La Quincena, donde se informaba que,  a las once de la noche del 27 de noviembre, cuando apostados detrás de los fosos que se extienden frente a la plaza, unos negros dispararon sus revolvers (sic) contra los Voluntarios, hirieron a un alférez de artillería; pero, perseguidos en el acto, fueron muertos al intentar la fuga. Otro
testimonio lo fue el de Ramón López de Ayala, administrador de correos de La Habana y capitán de Voluntarios, quien mandó el pelotón de fusilamiento (murió loco en un hospital de Burdeos) en carta a su hermano, a la sazón Ministro de Ultramar, en la que le relataba que: “…unos negros dispararon sus armas de fuego contra un grupo de Voluntarios de artillería, a cuyo teniente mataron e hirieron a otro individuo. El resto de los que se sintieron atacados por los negros arremetieron  inmediatamente contra ellos, y en aquel punto fueron despedazados los cinco que se creyeron autores de la agresión”.(Antonio Pirala: “Los sucesos de 1871”, vol.II, p.303-308, Madrid..) El celador del barrio de La Punta, en un informe rendido a sus superiores, dio cuenta de que “…son cinco los hombres de color muertos, recogidos en diferentes lugares de este barrio, los cuales heridos de armas de fuego y bayonetas.” Otro parte oficial del suceso decía “…en el tiroteo resultaron heridos de bala el teniente de artillería Antonio Pérez, natural de Navarra, cerrajero, de 37 años, que lo fue en una pierna y el Voluntario Ramón Santualla, gallego, de 22 años y empleado del tren de basura de La Habana, en un brazo y en una pierna.” (Augusto Warela: “Páginas olvidadas de nuestra historia: cinco héroes negros”, en Orientación Social, Santiago de Cuba, 1956).  Le Roy aclara en su libro sobre la muerte de los cinco negros en La Habana: “Esta matanza de cinco negros ha sido objeto de mucha especulación, inventándose la versión novelesca de que ese día hubo un levantamiento de ñáñigos (Sociedad secreta, ilegal, formada casi exclusivamente por elementos de la raza negra) juramentados, según unos, o esclavos leales, según otros, que pretendían rescatar por la fuerza a los ocho estudiantes que iban a morir. La falsedad de esta especie se patentiza en el hecho de que no sólo no existe tradición seria alguna en ese sentido, sino, también, que el número de defunciones asentadas en los libros de entierros del cementerio de esta capital mantiene su nivel normal durante todos estos días’. (p.140) 
 Han pasado 142 años del fusilamiento de los Estudiantes de Medicina, y su recuerdo sigue vivo en el corazón de los Cubanos. Cada día nos vamos a encontrar con más información sobre lo pasado. Gracias a Fermín Valdés Domínguez, se pudo encontrar el lugar donde fueron enterrados los cuerpos de los estudiantes. Al pasar los años, Luis Felipe LeRoy y Gálvez, profesor de la Universidad de La Habana e investigador, pudo recoger más información sobre lo sucedido.
Los Estudiantes nunca serán olvidados.
Así es la vida.


1 comentario:

  1. Roberto Soto Santana16 de noviembre de 2013, 12:08

    Sobre el papel del Cuerpo de Voluntarios en la política colonial en Cuba se ha escrito prolijamente, pero nunca será demasiado. El Prof. René León nos traslada un relato circunstanciado tan detallado que parece más bien un testimonio presencial dejado por un contemporáneo bien informado de los sucesos. Del peso de los Voluntarios, en cuanto prohijados por los Casinos españoles que se fundaron en reacción a la Revolución de Yara -en primera fila de todos ellos, el de La Habana-, da cuenta, entre otros muchos estudios, la obra “La Restauración en Cuba: el fracaso de un proceso reformista”, por Inés Roldán de Montaud (publicado por el CSIC -Consejo Superior de Investigaciones Científicas-, en Madrid, en 2001), en cuyas páginas 35 y 36 se dice lo siguiente: "Las relaciones del Casino con los voluntarios fueron estrechas: muchos de los miembros de su directiva eran oficiales de voluntarios. Generalmente el presidente del Casino era un coronel o teniente coronel. Este era el caso de Bonifacio Alvarez Mijares en Santa Clara. En Sagua el presidente del Casino, José Rodríguez López, era comandante del Primero de Ligeros. En Nuevitas el presidente era el capitán de una de las compañías; en Puerto Príncipe el comandante del escuadrón de voluntarios de caballería…Las directivas de los Casinos y la oficialidad de los Cuerpos de Voluntarios generalmente coincidían. El Casino se convirtió en una especie de cuartel general de los voluntarios, uno de cuyos objetivos era fortalecer la milicia ciudadana utilizándola como arma de presión. Baluarte de la causa española, el Casino debía procurar mantener bien alto el espíritu de esa institución y tratar de aumentar sus filas “hasta convertir a cada español en soldado vigilante de la integridad nacional”…Desde su inauguración, nos dice Zaragoza “pudo ya considerársele como el verdadero guión del elemento peninsular en la Isla; como la primera avanzada de los que con más propiedad que nadie podían llamarse “buenos españoles”…El Casino era el “cerebro de La Habana peninsular” y “la condición de socio fue por mucho tiempo la patente de españolismo”, indica otro autor. Las listas de sus socios eran voluminosas, indica otro autor; sus cajas constituían verdaderos tesoros. El 9 de diciembre de 1869 el número de socios ascendía 1.813; a 2.294 mediado el año 1873…El de La Habana mantenía estrecha relación con todos los restantes que lo consideraban como la cabeza de la organización que abrazaba toda la isla. El Casino fue en muchos momentos árbitro de la política cubana. Comunicaba sus acuerdos al capitán general a través de comisiones; al Presidente del Consejo de Ministros mediante cartas firmadas por su presidente…"

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