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sábado, 1 de marzo de 2014

Una canción libera a un rey: La Canción de Blondel

Estatua de Blondel de Nesle y Ricardo I
Ruinas del castillo de Durnstein

René León

  Recuerdo que cuando era un muchacho fui a ver al cine en La Habana, Cuba, las películas de los tiempos de las Cruzadas Cristianas y del rey Ricardo I Corazón de León. Ellas nos llevaban a aquellas épocas remotas que muchos sólo conocen por el cine. Según cuenta la historia, fue una canción la que liberó a Ricardo I, rey, poeta y trovador de mujeres y guerras. Amante del romance y las canciones, pero temerario caballero que con su espada de bien templado acero supo batirse para recuperar Jerusalén y la milenaria ciudad de Jaffa. El sultán de Siria, Señor de Egipto y Conquistador de Palestina, Saladino el Grande -Salah-a-Din- lo respetaba y temía a la vez por su coraje.
  Según cuenta la historia Ricardo I, conocido por Corazón de León, decide regresar en 1192 desde Jerusalén a Inglaterra, por la ruta de Alemania, creyendo en el pacto de caballeros que protegía a los cruzados que viajaban atravesando por los países cristianos; aunque en su caso no sería respetado esta vez por el Archiduque Leopoldo de Austria, que lo capturaría y lo entregaría al Emperador Enrique VI de Alemania. Ricardo había evitado regresar a su país pasando por Francia, para no ser aprehendido por su enemigo el rey francés. Sin embargo, fue a parar a la torre de un castillo austriaco.
  En su país pasaban los días y las semanas, y nada se sabía de él. En su reino, su hermano Juan conspiraba con Felipe II de Francia. El primero, para apoderarse  del trono. El otro, para adueñarse de las provincias que desde hacia años codiciaba. La traición estaba contra él. Sólo su amigo, el soldado y estadista Arzobispo de Canterbury, les hacía frente a sus enemigos, pero se necesitaba un milagro para poder sostener el reino.
  Partieron mensajeros a fin de buscarlo por las rutas conocidas en los países cristianos. Se sabía que sus enemigos, los sarracenos de Damasco, no lo tenían prisionero, pues él había llegado a un acuerdo o “solución amistosa” con Salah-al-Din, consistente en una tregua de tres años, tres meses y tres días, durante la cual no guerrear y mantener sus posiciones. Los sarracenos siguieron conservando las tierras interiores y la ciudad Santa. La tregua sólo se rompió cuando el sultán falleció al año siguiente.
  Un compañero del rey en sus años de las Cruzadas salió en su busca, entonando canciones de los días felices. Iba por los caminos polvorientos de los países cristianos. Se paraba en las prisiones o castillos de poderosos, y allí entonaba canciones a su amigo, esperando una respuesta en la voz del rey.
  Un día como otro cualquiera se detuvo frente a un viejo castillo austriaco, de torre elevada, y empezó a cantar la primera estrofa de una canción cuyos versos habían sido compuestos por el mismo Ricardo I. Para sorpresa del joven trovador, empezó a escuchar una voz conocida que los repetía desde la elevada torre. Sólo palabras que ellos dos conocían.
  Regresó el joven a Inglaterra a informar al arzobispo de Canterbury que la exigencia del opresor era de cien mil libras esterlinas por su rescate. Toda Inglaterra contribuyó a su liberación. Pero aquellos eran años de heroísmo, de amores, de romance y de hombres valientes
  Aquel joven trovador se llamaba Blondel de Nesle, y su canción fue recordada como la Canción de Blondel. Al mismo tiempo, Ricardo I Corazón de León, entró en el mundo de la leyenda, que ha perdurado hasta nuestros días.

Nota: Blondel de Nesle se cree es Juan II de Nesle, que fue un trovador francés. Tenía un largo pelo rubio por lo que lo llamaban “Blondel”. Se casó en 1202 y, como eran las cosas en aquellos tiempos, ese mismo día marchó a la Cuarta Cruzada. Si es hoy en día, se van para Acapulco para pasar la Luna de Miel o donde sea, y deja la guerra para otros.

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