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lunes, 1 de diciembre de 2014

La Batalla de Ayacucho: Recuerdo de su primer centenario

El Libertador Simón Bolívar, y el gran mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre.
René  León

  En Cuzco todavía perduraba el poder español, siendo mandadas sus fuerzas por el Teniente General La Serna, Virrey del Perú. Era la última posesión que le quedaba al rey absoluto Fernando VII de España. El ejército lo componían 9,310 soldados que disponían de 11 cañones. Salen las fuerzas españolas en busca de una victoria que volviera a dar a España el poder. Van cruzando montañas y ríos. Los esperan 5,780 revolucionarios con un solo cañón como única artillería, pero un coraje que vale más que todos los cañones españoles y sus tropas. Las fuerzas patriotas estaban formadas por hombres de Venezuela, Colombia, Perú, Chile y Argentina. Al mando de ellas, Bolívar había puesto a un oficial que había empezado su carrera a los 16 años; su nombre, Coronel Antonio José de Sucre. El lugar escogido para sus tropas era un altiplano a 3,535 metros sobre el nivel del mar, protegido por profundas barrancas. Los españoles ocupaban parte de la cordillera de las montañas de Condorcanqui. En la alborada del 9 de diciembre de 1824, ya el Sol se había levantado, se oía la música de las bandas militares, el cielo se encontraba gris, allá en el campo de batalla se veían los colores de los uniformes militares. Ayacucho significa en la lengua quechua “el rincón de la muerte”. Sucre se dirige a sus hombres, y les dice: “Hoy la suerte de América del Sur depende de vosotros” Miles de voces le responden “Viva el Libertador” “Viva la República”.


El general Sucre y sus principales jefes dialogan con el general español Canterac y otros oficiales que fue hasta el campo patriota con pañuelo blanco a capitular.

  A las diez y media de la mañana comienza el combate. Los españoles, creyendo que su superioridad va a lograr el triunfo, no escatiman esfuerzos. Pero el valor de la oficialidad revolucionaria y sus hombres vale más que la superioridad del enemigo. Resultan acorraladas las fuerzas españolas, tomada su artillería en la ladera del Condorcunca. y capturado el Virrey español.
    Ya han pasado más de cien años de la victoria. En su primer centenario, a las diez de la mañana del 9 de diciembre de 1924, el día se presenta lleno de Sol, las nubes corren por el inmenso cielo. En el cerro de Condorcunca, todo es alegría. Un pequeño grupo de personas se reúne para celebrar el primer centenario. Mientras estos hombres están reunidos allí, un poco más lejos, en Lima, se conmemora la efeméride.
  Delegaciones de más de 40 países han sido invitadas a rendir homenaje a los héroes del Ayacucho, la batalla que selló la independencia de los países suramericanos. El sueño de todos aquellos valientes hombres: Bolívar, Sucre, San Martín, Córdoba, era unir los pueblos y voluntades contra el egoísmo, y liberarse de la monarquía española.
  La tres veces coronada “Ciudad de los Reyes”, como fue llamada en 1535 por su fundador don Francisco Pizarro, el Cuzco había sido el asiento del Imperio de los Incas.
  La conmemoración da comienzo en la histórica Catedral de Lima, donde reposan los restos de Pizarro. En los primeros actos de la celebración se cantó  un “Te Deum” y el himno de Ayacucho. Componían  el grupo de cantantes cien artistas traídos especialmente de Roma. Su canto era como el eco del grito de libertad  de los soldados en Condorcunca. Los recintos de la catedral estaban llenos de extranjeros, representaciones de diferentes países, periodistas. Afuera, en la Plaza de Armas, el pueblo se aglomeraba. La caballería del ejército, más vistosa que nunca, se alineaba en formación. Las bandas militares preparaban sus instrumentos. El Presidente de la Nación, Augusto B. Leguía, presidía el desfile.

  Los balcones de las casas cercanas todos habían sido adornados con flores y banderas del Perú. La ciudad estaba de gala. El olor de las flores llegaba de los alrededores. Bellas mujeres en los balcones esperaban el inicio del desfile, en la ciudad de altas azoteas y torres. Las campanas de las iglesias cercanas anunciaban un día de grandeza. Todo se iba sucediendo en armonía y orden. Era el homenaje de esa gran nación a los héroes de Ayacucho. Las figuras de Bolívar y Sucre, se erguían invictas, veneradas.

2 comentarios:

  1. Bello el articulo del senor Leon, todo que escribe tiene un fondo que anima aquellos que np comprendemos la historia, pero el y el senor Soto, le dan mas valor historico a la historia de la America Hispana.
    VIVA LA AMERICA HISPANA.

    Ivan Rodriguez
    Charleston, SC













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  2. Muy interesante el articulo sobre la batalla de Ayacucho. No habia leido nada tan bien detallado.
    Gracias

    Arnold Vilegas
    Rock Hill, SC

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