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jueves, 1 de enero de 2015

Herederos de Hernando de Soto


René León

  Por lo que se ha podido averiguar, Hernando de Soto dejó unos cuantos hijos, en Perú, Nicaragua, les legó no mucho pero los salpicó con algo de su fortuna, no muy extensa, pero algo es algo. Como vamos a ver, nos basamos en informaciones tomadas de diferentes autores de esa época. Al otorgar testamento en La Habana, antes de iniciar su viaje a La Florida: 400 ducados “a un muchacho que dizen que es mi hijo que se llama Andrés de Soto”, 1.000 ducados “ a una hija que dejé en Nicaragua que se dize doña María de Soto, casada con Hernán del Solar y Taboada [José de Rújula y de Ochotorena, marqués de Ciadoncha, en su libro El Adelantado Hernando de Soto, Badajoz, 1920].
  Aparece otra hija que tuvo, a la que él menciona en dicho testamento (otorgado en La Habana), llamada doña Leonor de Soto, con la princesa india doña Leonor Coya, nombrada en su idioma Yunga Ñusta Toctochirbo, hija de Huaynacapac, Señor de los reinos del Perú, y de Chumbe Illaga, Señora del Valle del Inca. Que era hijo del Gran Tupa Inca Inpangui, el último emperador legítimo del Perú.
  En el libro Nobiliario de Conquistadores de Indias aparece el Real Decreto, dado en Valladolid, el 9 de mayo de 1545, por el que se les concede a los hermanos de Leonor -pero no a  ella- don Gonzalo Uchu Gualpa y don Felipe Tupa Inca Inpangui, y sus descendientes, escudo de armas, “como personas del Gran Tupa Inca Inpangui, Reyes y Señores nuestros que fueron de esos dilatados Reinos y provincias”.
  En el libro de Del Solar y Ciadoncha, El Adelantado Hernando de Soto, ellos dicen: “hera moça muchachota de hasta veinte e dos años e que auía sido mujer de Atabalipa el qual murió y al dicho tiempo quel dicho don Hernando de Soto la huvo que se la dio Tabalipa el linga que hizo el marqués don Francisco Pizarro en caxamalea después de muerto Atabalipa hera soltera y por tales solteros eran unidos”. Soto la bautizó y le dio el nombre de su madre Leonor Arias Tinoco.
  Eugenio Ruidíaz y Caravia, en su libro, La Florida, su conquista y colonización por Pedro Menéndez de Avilés,  Madrid, 1893, dice que la fortuna de Soto no era tan grande como dicen otros autores: “no debía de ofrecer grandes atractivos para el infatigable guerrero, cuando resolvió lanzarse a nuevas aventuras y realizar una expedición a La Florida, donde tantas, y con éxito tan desgraciado (éxito desgraciado que Soto no podía ignorar) se habían llevado a cabo”.
  Sin  embargo, no dejó ningún heredero en su matrimonio con Doña Isabel de Bobadilla.


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