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sábado, 1 de agosto de 2015

“Vergara. óleos al viso de la poesía”, Madrid España.

Asociación Literaria Calíope., 1998.
Autores: Pedro Vergara, de la obra pictórica; Eliana Onetti, de la obra poética.

La tierra ibérica ha sido pródiga en grandes pintores. Ya en el siglo diecisiete aparecen en España los grandes maestros de la pintura: el Greco, Murillo, Valdés Leal, Zurbarán y Velázquez. En el siglo XVIII surge Francisco de Goya, probablemente el más genial de los pintores europeos de todos los tiempos.
El arte de la pintura y el de la poesía se hermanan simbióticamente en este pequeño libro de sesenta y cuatro páginas que los artistas Pedro Vergara y Eliana Onetti nos envían desde España.
Después de la segunda guerra mundial el arte de la pintura decae. Al presente hay brotes esporádicos en distintos países; Pedro Vergara nos viene de Albacete, en el sur de España, como gran pintor realista.
Sus óleos, ya sean sobre lienzo (20) o sobre tabla (4), nos presentan un arte directo, de cosas vivas; los bodegones con sus comestibles, los paisajes de lugares reales y hasta alguno de tono religioso como “La Asunción de Chinchilla” inspirado en la Virgen María que se venera en su ciudad natal.
Pedro Vergara es un pintor joven, lleno de energía. Para ser un buen pintor se necesita nacer con el don. Vergara se ha perfeccionado en su profesión estética a tal extremo que se siente capaz de enseñarla y ha aglutinado en una academia de pintura a estudiantes deseosos de aprender y ansiosos por descubrir los secretos del artista. Ahí esta la escuela de Dibujo y Pintura de Arroyomolinos de la que es su director.
Dice Eliana Onetti en el prólogo del libro: “Resulta sorprendente la percepción de texturas, tan realistas que en ocasiones no basta con la vista y surge la imperiosa necesidad de tocar lo que se ve para verificar su personalísimo realismo”.
La obra de Vergara es un crisol donde las posibilidades de aprendizaje y captación se han crecido y calcinado.
Están los ingredientes que el artista va incorporando a su inspiración pictórica ya con rasgos provenientes de Francisco de Zurbarán con su impresionismo, o los de Juan Bautista Chardin con sus retratos y sus interiores y también los de Juan Vermeer con sus paisajes, todo unido en una nueva edición ejemplar por su colorido, por la realidad estática, por la claridad descriptiva, por el detalle único, por la policromía de un Van Gogh y los claroscuros de un Rembrandt.
Eliana Onetti  es una destacada escritora quien ha vertido su poética inspiración sobre estos lienzos en los que a veces no se sabe dónde hay más poesía: si en la pintura o en el poema. Los cuadros destellan al observarlos una poesía sublime que agradece su contemplación. Bien lo dice la poetisa:
“Los pintores son poetas que con el pincel
describen y riman con sus colores. Son artísticos estetas”.
En “A la Carta”, la poetisa se inspira en “Rincón de la Seguidilla”, óleo sobre tabla en el que aparecen, como digna representación del sur de España, las castañuelas, unas botas usadas y un sombrero cordobés.
Eliana Onetti nos dice sobre este óleo:
    “…A estos tres ingredientes
añadimos picardía,
salpimentamos con gracia
y adornamos con salero.
De guarnición sol radiante,
ritmo, sueños, alegría
y esencia de pueblo llano
que suda, sufre, palpita,
vive, muere y resucita

    Et voilà…, sin mantel blanco
ni blondas, una delicia
de gourmet: ¡Andalucía!.”
El pintor le canta a Andalucía. Se inspira en el canto flamenco, el cante “Jondo” en el que las castañuelas llevan el compás de la música entre las oscilaciones y los movimientos del baile.
Hay óleos que nos suenan a paz y tranquilidad como en “Añoranza Infantil”. Los colores pálidos, suaves y la naturaleza casi muerta proyectan una serenidad que el pintor persigue:
                                    “Soñé la luz.
                    La soñé misteriosa y opalina,
                    nebulosa y fugaz y transparente”.
En otro de los lienzos de Vergara “Camina Despacio”, se nos presenta la vista de un pueblo vetusto, solitario, lleno de cal amarillenta en las paredes. En la lejanía dos figuras del pueblo le dan vida al paisaje, una anciana y un niño y más cerca unas inquietas palomas adornan la quietud imperante:
                                “En el pueblo,
                    las palomas
                    son las dueñas de la calle
                    sin flores
                    y sin aromas.
                    ¡Por eso no hay mariposas!”
Hay en los cuadros de Vergara un mensaje de aliento, de vigor, de esfuerzo y de valor. Sobre el lienzo ¡NO ESTOY MUERTO! la poetisa, en hermosos octosílabos que nos recuerdan las redondillas martianas, nos dice:
“Amo las piedras vetustas
y los portones oscuros;
amo los claustros desnudos
y las cúpulas augustas”
En “Así de fácil”, Onetti, con gran versatilidad que la honra, nos regala el poemita “Mi perro perrito”:
“…Aunque seas un perro chino
feo, temblón y friolero,
calvo y cobardón, te quiero.
¡No importa que no seas fino!”
En conclusión, nos hallamos ante una obra bien lograda, muy original, española en esencia en la que se amalgaman dos artes mayores. Una obra que expone las dos caras de un solo arte supremo: La belleza en dos formas, en dos versiones y como tal hay que observarlo y absorberlo como se puede deleitar el visitante a un Museo, digno de la contemplación ante la grandeza humana.
Rowland J. Bosch
Pen Club de Escritores Cubanos (E)

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