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martes, 1 de septiembre de 2015

ANTONIO BACHILLER y MORALES


            El gran historiador y exégeta de las Letras Cubanas del siglo XIX

            Nacido en La Habana en el año en que se promulgó la Constitución liberal de Cádiz (1812), Antonio Bachiller y Morales (en anagrama, ByM) recibió su primera formación en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio –que había sido fundado por el ilustre Obispo Juan José Díaz de Espada-, donde también estudiaron –entre otros muchos cubanos extraordinarios- José de la Luz y Caballero y José Antonio Saco, y que estaba situado entonces en la calle San Ignacio entre Cuba y Chacón, en La Habana Vieja.
            En la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana, alojada en el antiguo Convento dominico de San Juan de Letrán, alcanzó ByM el título de Bachiller en Leyes (1832), el de Licenciado en Derecho Canónico (1837) y el de Licenciado en Derecho Civil (1838). En 1835 fue nombrado Socio de Mérito de la Sociedad Económica de Amigos del País, a resultas de recibir el primer premio de un concurso al cual se presentó con la “Memoria sobre la exportación del tabaco en rama”. En 1842 fue nombrado catedrático de Derecho Natural y de Fundamentos de la Religión. Ocupó el decanato de la Facultad de Filosofía hasta 1862. Fue secretario letrado consultor de la Caja de Ahorros, Descuentos y Depósitos de La Habana, cuyas memorias anuales redactó y publicó de 1846 a 1867. En 1850 fue nombrado síndico primero del Ayuntamiento de La Habana –cargo honorífico, gratuito y obligatorio, que conllevaba la obligación de representar a la Corporación municipal frente a cualquier demanda en su contra o en su favor, y cuya antigüedad databa de las Siete Partidas medievales (Ley 13, tít.2, partida 3) [A mayor abundamiento, véase Revista de Indias, 2011, Vol.LXXI, núm.215, pp.109-136, Nota 1), al pie].
            En 1863 fue designado Director del recién establecido Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, en donde enseñó Economía Política, Estadística y Derecho Mercantil hasta 1869. Por ser autor de un documento en el que se pedía la autonomía política para Cuba, fue desterrado a comienzos de dicho año; emigró a los EE.UU., y no pudo regresar a Cuba hasta 1878, tras la conclusión con el Pacto del Zanjón de la Guerra Grande (1868-1878).
            Falleció el 10 de enero de 1889, a punto de cumplir los 77 años de edad.
            Con ocasión de su fallecimiento, nuestro Apóstol, José Martí, escribió lo siguiente, en “El Avisador Hispano-americano” del 24 de enero de 1889:
“Americano apasionado, cronista ejemplar, filólogo experto, arqueólogo famoso, filósofo asiduo, abogado justo, maestro amable, literato diligente, era orgullo de Cuba Bachiller y Morales, y ornato de su raza. Pero más que por aquella laboriosidad pasmosa, clave y auxiliar de todas sus demás virtudes; más que por aquellos anaqueles de saber que hacían de su mente capaz, una como biblioteca alejandrina; más que por aquel candor moral que en tiempos aciagos, y con la bota del amo en la frente, le tuvo entretenido, como en quehacer doméstico, en investigar las curiosidades más recónditas de su Cuba, de su América, y los modos más varios de serles útil; más que por aquella mezcla dichosa de ingenuidad y respeto en la defensa de sus juicios, y por la sencillez e ingenio con que trataba, como a amigos de su corazón, al principiante más terco y al niño más humilde; más que por aquella juventud perenne en que mantuvieron su inteligencia el afán de saber y la limpieza de su vida, fue Bachiller notable porque cuando pudo abandonar a su país o seguirlo en la crisis a que le tenían mal preparado su carácter pacífico, su filosofía generosa, su complacencia en las dignidades, su desconfianza en la empresa, sus hábitos de rico, dejó su casa de mármol con sus fuentes y sus flores, y sus libros, y sin más caudal que su mujer, se vino a vivir con el honor, donde las miradas no saludan, y el sol no calienta a los viejos, y cae la nieve.
“Nueva York mismo, harto ocupada para cortesías, le daba puesto de honor en sus academias; y no había asiento más bruñido que el del "caballero cubano", en la biblioteca de Astor; porque de otra cosa no muestra vanidad, pero sí de que sepan cómo estuvo en la biblioteca "por última vez en tal día".
“Pero lo que enamoraba de él era aquel carácter jovial y sencillo, a que la muerte de sus hijos dio ya, al medio de la vida, la sazón de la tristeza, más no el ceño que en almas menos bellas pone la desgracia. Con saber tanto, jamás pedanteaba; ni se ponía como otros, donde le oyesen, así como sin querer, las novedades que acaba de entresacar de este o aquel libro, o componer, con cierto aire que parezca desorden, en la soledad de la alcoba literaria; ni era escritor femenil, celoso y turbulento, que va dejando caer por donde pasa piedras envueltas en papeles de colores, de modo que llamen la atención, sobre la fama del que con su valer le mueve a envidia; sino que fue, en la amistad como en la cátedra, hombre natural, que decía lo que pensaba con llaneza, sin esconder la sabiduría, que era mucha para escondida, ni ponerla a toda hora por delante; y gozaba como si le reconocieran el suyo, cuando hallaba un mérito nuevo que admirar. Y en las cosas del decoro, mucho más meritorias y difíciles que las de la palabra, no iba él, que sabía harto del mundo, censurando a los caídos y a los flojos; más no era de los que creen todo permisible, hasta la vileza, si se la puede esconder bien, hasta el crimen de los crímenes, que es disfrazar la vileza de virtud, con tal de adelantar en los bienes del mundo y preponderar sobre sus rivales. Él amaba el bienestar, y supo procurárselo con las artes lícitas y concesiones prudentes de la vida; pero donde su fuero de hombre podía sufrir merma, o le querían sofocar la opinión libre, o le lastimaban en algo su corazón cubano, aquel jurista tímido tenía bravura de tribuno, y era como los de Flandes, que antes que abjurar de su pensamiento querían que se les pegase la lengua al paladar. Él fue tipo ejemplar de aquellos próceres cubanos, que lo eran por su amor al derecho y a su pasión por el bien del infeliz; a tan de adentro traían, como fósforo del hueso y glóbulo de la sangre, el cariño a la patria, que era como sajarles en la carne viva, o poner manos en la mano de su corazón el atentar a aquella a quien, con fe de caballeros, habían jurado en pago de la vida, purísima ternura. Con ella se iban a la desdicha: por ella se sofocaban en el pecho el ardor generoso: por ella pedían a la naturaleza una mejilla más para ofrecérsela al tirano. Para ella viven, y con ella resplandecen. Con ella y con América.”
            ByM colaboró como redactor o articulista de numerosísimas publicaciones que vieron la luz dentro de Cuba (El Puntero Literario, Faro Industrial de La Habana, Revista crítica de ciencias, artes y literatura, El Nuevo Regañón de La Habana, Diario de La Habana, Gaceta de Puerto Príncipe, Anales de la Isla de Cuba, Revista de Jurisprudencia, Eco del Comercio, Revista de La Habana) y también fuera de la Isla (El siglo XIX y la patria –México-, Diario del Comercio –Río de Janeiro-, Revista de España, de Indias y del extranjero –Madrid-). Producto de su magín fueron dos novelas, la composición de algunas piezas teatrales y la traducción de otras, de carácter didáctico y lingüístico, de sus originales en francés o en inglés, y la autoría –sobre otros muchos temas que abarcó su inteligencia- de un “Prontuario de agricultura general para el uso de los labradores y hacendados de la Isla de Cuba”, de unos “Elementos de la filosofía del Derecho o Curso de Derecho Natural”, y de una “Biografía del Sr.D. José de la Luz y Caballero”.
            Destacando sobre el conjunto de su obra, permanecen dos aportaciones monumentales a la historiografía cubana: “Cuba: monografía histórica que comprende desde la pérdida cubana hasta la restauración española” (La Habana, editor Miguel de Villa, 1883); y los tres tomos con sus “Apuntes para la historia de las letras y de la instrucción pública en la Isla de Cuba” (1859-1861)
            Asombra el caudal enciclopédico de conocimientos del ilustre polígrafo habanero, con el que riega el entendimiento de los lectores de las 717 páginas de la última obra de las señaladas, por las que desfilan no meramente los datos dispuestos cronológicamente sino las acertadas valoraciones de los hitos de la cultura cubana de fines del siglo XVIII y a lo largo del siglo XIX del que ByM era contemporáneo.
            Así, la introducción de la imprenta, el Papel Periódico, la Guía de Forasteros de la Isla de Cuba, las Memorias de la Real Sociedad Económica de La Habana, la poesía lírica y la dramática, el teatro y el cancionero popular en Cuba hacia fines del siglo XVIII, la Revista Bimestre Cubana, la Real Sociedad Económica, las “Doctrinas de lógica, metafísica y moral, enseñadas en el Real Colegio de S. Carlos de La Habana, por el Pbro. D. Félix Varela en el primer año del curso filosófico”, el “Catálogo de libros y folletos publicados en Cuba desde la introducción de imprenta hasta 1840”, y la “Galería de Hombres útiles” –con las biografías de D. Luis de las Casas, D. Francisco de Arango y Parreño, D. Juan Díaz de Espada y Landa, D. Luis Peñalver y Cárdenas, D. Rafael del Castillo y Sucre, D. Alejandro Ramírez, D. Félix Varela, D. José M. Heredia, D. PabloVeglia, D. José de Arango y Castillo, D. Anastasio Castillo y Arango, D. Pedro A. Auber, D. José del Castillo y D. José de la Luz y Caballero-.
            De la devoción sentida por ByM hacia el P. Félix Varela da fe el párrafo final del discurso que aquél pronunció el día de su apertura en 1840, en la clase de Economía política, restablecida por la Real Sociedad Patriótica en el Colegio de San Carlos: “El modelo de los maestros, el amado Varela, acude á mi memoria, por que también él fue de la comisión que formó el reglamento de esta enseñanza para su mayor progreso. ¡Qué su saber y sus virtudes nos estimulen al ejemplo, haciéndonos dignos compatriotas de ese varón venerable que tanta influencia ha tenido en el aumento de nuestra ilustración!”

Bibliografía:
2) Diccionario de la Literatura Cubana, tomo I, Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1980.


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