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domingo, 15 de mayo de 2016

El primer timbrazo fue en La Habana

Por: Yamira Rodríguez Marcano
Tomado de Emisora Habana Radio
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¿A quién se le atribuye el invento del teléfono? ¿Al estadounidense Alexander Grahan Bell o el italiano Antonio Meucci? Por mucho tiempo persistió este dilema. Si bien es innegable que Bell montó en 1877 el primer teléfono capaz de transmitir y recibir voz humana con toda la calidad y el timbre ideales, Meucci descubrió entre 1849 y 1850 cómo obtener la transmisión de voces a través de un alambre conductor fusionado a varias baterías para producir electricidad. A esta innovación la llamó “telégrafo parlante” o “teletro-phone”. Ya con anterioridad el inventor francés Charles Bourseul esbozó la posibilidad de traer las vibraciones causadas por la voz a un disco flexible o diafragma, con el objetivo de activar y desactivar un circuito eléctrico y provocar vibraciones similares en otro diafragma ubicado en un lugar distante, de manera que reproduciría el sonido original. Otros trabajos sin éxitos le siguieron al del francés.
En fin, hasta la celebración del Congreso de Estados Unidos el 11 de junio de 2002, el reconocimiento internacional al genio del teléfono fue para Graham Bell. No había dado resultado la demanda de patente hecha por Meucci a la Thelephone Company, disputa que terminó por perder el viejo italiano, quien murió, en 1889, sabiendo que el proyecto de Bell, comercializado a gran escala, llevaba implícito su descubrimiento. Después de esta declaración del Congreso y la aprobación de la resolución 269 tras una meticulosa investigación, no quedaron dudas de que el inventor del teléfono fuera Antonio Meucci y que el lugar de tan mágica innovación fuera precisamente La Habana.
Nacido en Florencia en 1808, el italiano Antonio Meucci vivió en la capital cubana desde 1835, donde trabajó como mecánico en el Teatro Tacón, en Prado y San Rafael. Allí instalaba y dirigía el funcionamiento de la tramoya, preparaba y cuidaba los decorados, el atrezzo y la utilería, además de maravillar con los llamados efectos escénicos. Cuando la electricidad estaba todavía en sus inicios prácticos ya Meucci era un verdadero experto y, especialmente en telegrafía, realizó más de un aporte práctico.


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Antonio Meucci

¿Y La Habana cómo recibió el gran invento del genio italiano? Establecido en 1881 el primer servicio público de teléfonos en Cuba, no fue seriamente aceptado hasta que por decreto de la monarquía española del 9 de febrero de 1883, se otorgó concesión especial a un ciudadano norteamericano para implantar un servicio telefónico local en la ciudad, cuyas raíces estaban en la adjudicación dos años antes de la subasta pública efectuada para este fin. En la calle O’Reilly, número 5 entonces, entre San Ignacio y Cuba, quedó instaurado el primer centro que brindaría este servicio. Más tarde estos sitios serían conocidos como centralitas. Muy pronto el teléfono se hizo novedad y los habaneros, ni cortos ni perezosos, aprovecharon esta oportunidad, en especial comerciantes y profesionales, a los que el adelanto les traería grandes beneficios. De hecho, el primer teléfono particular perteneció a los importadores Ginerés y Compañía. El 1 se lo reservó el propio centro telefónico, así que el de ellos fue el número 2. Y así siguieron instalándose hasta alcanzar la cifra, en 1883, de 450 aparatos en la red y 600 Km de líneas instaladas, tramitando su central de conmutación manual unas 1 500 llamadas diarias. Unos se servirían de él por lo útil que resultaba el nuevo aparato, mientras otros lo sumarían a sus prendas de presunción y elegancia. En ese mismo año los habaneros contaron con la primera lista de suscriptores, como registro oficial de los “señores abonados” y a partir de 1885 con el primer Taller de Reparación y Construcción de Teléfonos en La Habana, gracias al talento y la tenacidad de Don Domingo López Campanoni, al abrir en su casa de Perseverancia 33 antiguo, un servicio público que, desde 1882, sólo era brindado a una parte de la ciudad por una empresa norteamericana y mucho menos al interior de la Isla.

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Desde el primer timbrazo hasta el desarrollo final de las comunicaciones en Cuba, aparecen expuestos en el Museo de las Telecomunicaciones. Comenzando con la presencia de Antonio Meucci y su invento se pasa por el resto del siglo XIX, la intervención del monopolio norteamericano desde inicios del siglo XX y los cambios operados luego del triunfo revolucionario de 1959. En sus salas el visitante puede apreciar un excelente material gráfico y documental en el que los propios aparatos y los ejemplos de pequeñas centrales dan una mejor idea de la historia que se recoge, asimismo, pueden llamar por los primeros teléfonos utilizados por aquellos habaneros atraídos, como los de hoy, por la posibilidad de comunicarse a distancia. Un aparte merece los efectos del telégrafo, el desarrollo de las redes de comunicación y el significado de la mediación en el país de la International Telephone and Telegraph Corporation.

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El Museo de las Telecomunicaciones de Cuba, está ubicado en la esquina de Águila y Dragones, en el edificio construido para la Cuban Telephone Company en 1927. Aunque estrechamente instalado en la planta baja del inmueble, se torna más interesante por los propios atractivos de la obra del arquitecto Leonardo Morales: portadas muy elaboradas, que evocan la presencia del estilo plateresco, prominentes en el zócalo de piedra de Capellanía, cada sección del edificio es rematada con pináculos, y armonizan la composición la severa distribución de las ventanas por toda la fachada y la esbelta torre decorada esmeradamente en su terminación. Adornados con cedro policromado, llaman la atención en su interior los techos de determinados espacios, la balaustrada del simétrico vestíbulo y la combinación de sus pavimentos que, aún sin proponérselos, nos invitan a pasar. Aquí, se reúnen la significación de uno de los grandes inventos de todos los tiempos y los valores de un monumento arquitectónicos.

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