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viernes, 15 de julio de 2016

Julio de 1922: Gabriela Mistral en La Habana

Por Leonardo Depestre Catony



En modo alguno es Lucila Godoy Alcayaga, no otra que Gabriela Mistral, ajena a los cubanos. Ella vivió en Cuba días felices y de esto da prueba el hecho de que la  Gabriela, como suelen llamarla sus conterráneos,  nos visitó en varias ocasiones. De los escritores de este país, y de sus ciudadanos, recibió muestras inequívocas de aprecio y respeto que ella supo reciprocar en su admiración sin límites por la vida y la obra de José Martí, de la que fue insigne estudiosa.
<<< Gabriela Mistral, El Fígaro, julio de 1922
Al 12 de julio de 1922 se remonta la primera visita de la poetisa. En esa fecha arribó a La Habana en el vapor Orcoma, para una escala de cuatro días con destino hacia México, adonde va invitada por el gobierno de ese país para que desarrolle un programa de conferencias sobre temas pedagógicos y de literatura sudamericana.

En el muelle capitalino la esperaban el encargado de negocios de esa nación, y una nutrida representación de la intelectualidad nacional. La maestra y autora de Los sonetos de la muerte, con sus escasos 33 años, llegaba procedente del Sur, de atravesar el Pacífico.

Los directores de las revistas Social, El Fígaro y Cuba Contemporánea obsequiaron con un te literario a la escritora cuya “palabra nueva ha roto moldes y trabas y se ha levantado como hacen el árbol y la estrella”, según recogían las páginas de El Fígaro.

El agasajo tuvo por sede el Salón Andaluz del hotel Inglaterra, frente al Paseo del Prado, el sábado 15, vísperas de la partida. Se leyeron allí poemas de Mistral, otros a ella dedicados, y por último la homenajeada expresó su agradecimiento en breve discurso hoy casi perdido, del cual rescatamos estos fragmentos para el disfrute del lector:

“En Martí me había sido anticipada Cuba, como en el viento marino se anticipan los aromas de la tierra todavía lejana. Pero yo no sabía hasta qué punto José Martí expresó a su Isla, con su ardor y sus suavidades inefables, y no sabía tampoco hasta qué punto los cubanos todos prolongan en la carne de su corazón estos atributos de la Isla y de su insigne artista: la generosidad, la efusión”.
Y más adelante apunta:
 “No hay forma de que yo sienta la nostalgia en medio de una luz que baña como para poseer y en medio de unas gentes cuya simpatía penetra y enciende como la luz misma.

Gabriela Mistral, con un grupo de literatos de la redacción de Cuba Contemporánea>>>

Conocía de Cuba los hombres ilustres y las publicaciones que, como Cuba Contemporánea, van buscando fraternas a través del continente el corazón de los poetas; no conocía a la mujer cubana de hoy, a la descendiente de aquella vigorosa y espléndida Gertrudis Gómez de Avellaneda, y esta revelación de la mujer cubana moderna será como el paisaje tropical, mi panorama maravilloso de la isla.”
Una nota aparecida en El Fígaro del día 23 de julio resumía la significación de aquella visita:
“Los pocos días que Gabriela Mistral pasó entre nosotros fueron, para los círculos intelectuales habaneros, de constante movimiento. La personalidad insigne de la poetisa despertó el más caluroso de los entusiasmos, y desde el momento de su arribo hasta que se embarcó para México, fue espléndidamente  agasajada por nuestra sociedad, por los poetas y periodistas, y esencialmente por el elemento intelectual femenino, que siempre ha visto en ella a uno de los más radiosos faros del pensamiento de América y un orgullo de su sexo”.
La poetisa —quien solía autotitularse con extraordinaria modestia como una aldeana chilena— conseguiría una distinción singularísima: la de ser el primer nacido en América Latina en otorgársele el Premio Nobel de Literatura. Para mayor mérito, conferido a una mujer.
De otras visitas de Gabriela a Cuba prometemos comentar en próximas entregas. No de otro modo podemos hacer con quien reconoció a José Martí como “el escritor hispanoamericano más ostensible en mi obra”.

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