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sábado, 15 de octubre de 2016

AZORÍN, según la Profesora y autora cubano-americana Mireya Robles

Por Roberto Soto Santana

          Mireya Robles nació en Guantánamo (Cuba) el 12 de marzo de 1934. Tras graduarse como Bachiller en Ciencias y Letras; cursó dos años de la carrera de Derecho Civil e Internacional en la Universidad de La Habana. Transterrada a los Estados Unidos, asistió al Russell Sage College, Troy, New York: a la Universidad de New York en Albany, y a la Universidad de New York en Stony Brook: en todas las cuales instituciones educativas superiores se doctoró..
           Ha ejercido como docente en varias entidades académicas superiores en los EE.UU. y fue Profesora titular en la Universidad of Natal, en Durban (Sudáfrica), entre 1985 y 1994. En la actualidad es Investigadora Asociada Honoraria de esa universidad. Asimismo, ha publicado numerosos artículos de crítica literaria, poemas y narraciones cortas en revistas literarias en unos veinte países. En 1989, fue finalista del Premio Nadal.
         Destacan entre sus libros de poesía: Petits Poèmes, en traducción francesa, Niza, Francia, 1969; Tiempo artesano, Editorial Campos, Barcelona,1973; Time, the Artisan, edición bilingüe, trad. Angela de Hoyos, Dissemination Center for Bilingual, Bicultural Education, Austin, Texas, 1975; En esta aurora, Universidad Veracruzana, México, 1976.
          Sus novelas publicadas incluyen señaladamente a la titulada: Hagiografía de Narcisa la bella [reseñada por María Eugenia Caseiro en la edición de este blog PENSAMIENTO en su edición del 1 de noviembre de 2013], Ediciones del Norte, Hanover, New Hampshire, 1985; y Editorial Letras Cubanas, La Habana, Cuba, 2002; Hagiography of Narcisa the Beautiful, Readers International, Londres, 1996;
         Es igualmente autora del libro de crítica literaria: Profecía y luz en la poesía de Maya Islas, M & A Editions, San Antonio, Texas, 1987. Y tiene inéditos en versión de papel la novela Combinado del Este, los libros de cuentos: Trisagio de la muerte y Frigorífico del Este. Además del poemario Solitarios del Silencio.
         Ha obtenido, entre otros muchos, los premios literarios: Mención de Honor por el ensayo, "Determinismo y libertad en Jacques le Fataliste", Círculo de Escritores y Poetas Iberoamericanos de Nueva York, 1969. Mención de Honor, ensayo, "Arte y Filosofía en Muerte y Resurrección de José Ortega y Gasset", Círculo de Escritores y Poetas Iberoamericanos de Nueva York, 1970. Finalista, poesía, "Poemas del Tiempo", Ciudad de Barcelona, España, 1970. Mención de Honor, ensayo, "En torno a Luis Cadalso", Círculo de Escritores y Poetas Iberoamericanos de Nueva York , 1970.
        En su ensayo “Azorín, crítico y criticado”, Mireya Robles hace una serie de apuntaciones diamantinas sobre el acierto del escritor gracias a quien “no sólo reviven las obras, sino también los autores”, sobre la “novelización que de la historia literaria hace Azorín”, sobre el hecho –ya advertido por Alonso Zamora Vicente- de que sea “un gran pintor literario de momentos; el hombre, el paisaje   y hasta la misma acción se le presentan inmóviles y en artística posición, y respecto del hecho de que con sus novelas ‘donde no pasa nada’ se anticipó en varias décadas a la novela que está hoy de moda. Las novelas de Azorín son externamente, aparentemente, estáticas, pero íntimamente, están movidas por un hondo dinamismo”.
        En su otro ensayo sobre “El elemento histórico en El Escritor – una novela de Azorín”, Mireya Robles pone el dardo en la diana cuando subraya el hallazgo crítico de que en el meollo de sus novelas se encuentra, sencillamente, la cotidianidad –eso sí, planteada y desenvuelta con indudable maestría estética e interés humano- que la datación de las sucesivas obras que componen su producción narrativa va coincidiendo con el gradualmente creciente conservadurismo de sus ideas políticas –producto de su personalísima experiencia semejante a la descrita por el conde Agustín de Foxá y Torroba en su opúsculo “Madrid, de Corte a checa” (adviértase que “checa” era el organismo émulo de la policía secreta soviética que funcionaba en la España “roja” con completo irrespeto de los Derechos Humanos).
            No es justo cerrar esta breve reseña sin reconocer una vez más la ponderación de la escritora cuyos ensayos sobre Azorín glosamos, y cuyo sentido general coincide con las apreciaciones vertidas por Alan Hoyle en el XIII Congreso de la Asoc. Internacional de Hispanistas [véase http://cvc.cervantes.es/literatura/aih/pdf/13/aih_13_2_031.pdf ] cuando señaló que tuvo razón Azorín al decir que su generación ama el paisaje y que, aunque continúa el movimiento ideológico de la generación anterior, «la curiosidad intelectual por el extranjero y el espectáculo del desastre [...] han puesto en ella una variante que antes no había en España».A estas alturas podemos añadir un poco más: la aportación distintiva del 98 es la de haber hecho un paisajismo romántico tardío y por eso peculiar, ante un paisaje tan distinto como es el de Castilla, para explorar una crisis de identidad nacional agudizada hasta el máximum por el desastre, entreverándola con una crisis filosófica individual…


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