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martes, 1 de noviembre de 2016

HEMINGWAY EN SU OCASO

Roberto Soto Santana
El 2 de julio de 1961, en la propiedad que había adquirido en 1959 en Ketchum (Ohio), el escritor estadounidense Ernest Hemingway se descerrajó en la cabeza un cartucho de escopeta de caza, falleciendo instantáneamente. Tenía 62 años de edad.
            En octubre de 1954 había recibido el Premio Nobel de Literatura.
            Entre fines de 1955 y comienzos de 1956, había permanecido en cama, con una afección del hígado agravada por su alcoholismo inveterado.
En octubre de 1956, habiendo viajado a Europa para reunirse con su colega vascoespañol Pío Baroja, su estado de salud experimentó una recaída, y fue tratado de “alta presión arterial, enfermedad del hígado, y ateroesclerosis”.         
En 1957 regresó a su finca-residencia La Vigía, en San Francisco de Paula (con una superficie de 62 mil metros cuadrados, a 12.5 kilómetros de La Habana), para concluir sus memorias tituladas “Una fiesta movible”, que terminó en 1959, cuando decidió guardar el texto de esta obra, junto con los de otras dos llamadas “Verdadero a primera vista” y “El jardín del edén”. Hay quien ha dicho que fue durante este periodo de tiempo cuando Hemingway cayó en una depresión de la que nunca se recuperaría.
Expedientes médicos hechos públicos en 1991 dieron a conocer que a Hemingway le había sido diagnosticada en 1961 la hematocromatosis, que le impedía metabolizar el hierro y que resulta un padecimiento que suele conducir al deterioro mental y psíquico. Su hermana Ursula y su hermano Leicester también se habían suicidado, años atrás.
Aunque aparentemente estaba agobiado por la riada de visitantes y turistas que venían a visitarle, el New York Times llegó a afirmar que Hemingway estaba “encantado” con el derrocamiento de Batista por Fidel Castro, si bien la decisión de abandonar Cuba se atribuye a haberse enterado de que el régimen castrista tenía la intención de “nacionalizar” –para utilizar el eufemismo del Régimen en vez del hecho real de “confiscar sin indemnización”- las propiedades extranjeras incluidas las estadounidenses.
Así, Hemingway y su última esposa Mary salieron de Cuba en julio de 1960, dejando obras de arte y manuscritos guardados en una caja de seguridad bancaria en La Habana (de nada le sirvió, dado que los bancos, de titularidad cubana o extranjera –salvo los de capital canadiense- fueron “nacionalizados”, es decir, confiscados, el 13 de octubre de 1960). Tras el fallido desembarco de Playa Girón el 17 de abril de 1961 (conocido en los EE.UU. como la invasión de Bahía de Cochinos), la Finca de San Francisco de Paula fue expropiada por el Gobierno castrista, incluida su biblioteca completa calculada entre cuatro mil y seis mil volúmenes.
Debe recordarse que el suicidio de Hemingway tuvo lugar un año después de la salida definitiva de Cuba del escritor y su esposa, y pasados apenas dos meses y medio del fiasco de Playa Girón. Así es que, dicho sea con perdón por utilizar el lenguaje  periodístico pedestre prevaleciente en la Cuba de esta primera etapa del castrismo, Hemingway quedó tan “siquitrillado” como el que más a manos del Gobierno castrista, que él tanto había elogiado en actitud romántica rayana en la ingenuidad.    
            Ahora, medio siglo después de estos hechos, el Gobierno comunista de la Isla explota vergonzantemente el nombre del escritor, con fines crematísticos en beneficio del Régimen, como por ejemplo montando y explotando una “Marina Hemingway”, con capacidad para el atraque de embarcaciones de hasta 230 pies de eslora y 12 pies de calado, así como servicios y reparaciones náuticas, un pequeño hotel y cuatro restaurantes. No obstante, la propia página Web www.hemingwaycuba.com advierte que de la capacidad máxima anunciada de 400 embarcaciones solamente 100 pueden  ser atendidos, y que los marinos encontrarán que la entrada a la Marina es arriesgada y solo debe ser intentada con la mar en relativa calma, así como que las embarcaciones se deberán enfrentar a una entrada muy angosta con barreras de coral a poca profundidad a cada lado de la Marina, además de que la entrada intentada de noche es especialmente peligrosa, debiendo evitarse ya que las boyas luminosas se distinguen difícilmente de las luces urbanas que brillan en lontananza.
            En cuanto a la Finca La Vigía y su anexo, el Museo Hemingway, el Gobierno cobra cinco CUC por la entrada a visitarlos (1 CUC equivale a 24 pesos cubanos ordinarios –no convertibles-, mientras que una pensión de jubilación ronda un promedio de 200 pesos mensuales, equivalentes a 8 CUC).
            El Gobierno cubano también proyecta abrir un hotel “Hemingway” de 600 plazas, en la misma Marina Hemingway. El proyecto costará 150 millones de dólares, y la propiedad estará dividida entre el Régimen castrista (un 51 por ciento) y la empresa de China comunista “Suntine International Economic Tradition Company” (que será dueña del restante 49 por ciento).
            En el Restaurante-bar habanero Floridita (en Obispo 557 esquina a Monserrate, en La Habana Vieja) también se explota el nombre de Hemingway, sirviendo los “Mojitos” que tanto disfrutaba el escritor (el taburete donde se legendariamente se sentaba a la barra tiene un grueso cordón de terciopelo atravesado, impidiendo que nadie se siente en él).

            No cabe duda de que Hemingway fue un magnifico escritor, que implantó y cultivó con extraordinario éxito y acierto el estilo de redacción de oraciones sin cláusulas subordinadas, todo un antídoto contra las construcciones alambicadas y la oscuridad en los relatos, y que además se prestaba soberbiamente para la preparación de las versiones cinematográficas de sus textos, en particular los cuentos cortos, que eran maravilla de economía en el vocabulario pero a la vez de maestría en la plástica de la narración. 

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