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domingo, 1 de enero de 2017

Fracaso del Plan de la Fernandina



10 de Enero, 1895-
- Fracaso del Plan de la Fernandina.
Fracasó el Plan de la Fernandina (Florida, USA) donde tres expediciones simultáneas (tres barcos con armamento) tienen que ser abandonadas. En el puerto son confiscados los barcos Lagonda y Baracoa y en alta mar el Amadís que ya había partido hacia Costa Rica a buscar a los Maceos, Crombet y otros patriotas en su espera.

- Horatio S. Rubens y los sucesos del 10 de enero de 1895. De la obra “Libertad - Cuba y su Apóstol” "versión castellana de Adolfo G. Castellanos de la medular obra de Horatio S. Rubens “Liberty - Story of Cuba”" publicado por La Rosa Blanca, La Habana, Cuba, 1956. Pgs 39-42:
   Antes de pasar al texto, al pie de la página 41 aparece esta nota de Adolfo G. Castellanos: “(Nota del T.) El delator del plan fue, según lo declara Martí en carta al General Maceo, de enero 19, 1895, es el Coronel Fernando López de Queralta.” Carta de José Martí a Antonio Maceo del 19 de enero de 1895.
   ...“Restaba sólo a Martí mantener a los conspiradores quietos hasta que pudiera actuar abiertamente. El plan exacto lo encerraba en su cerebro prodigioso. En prosecución del mismo, había contratado dos yates de vapor, el Amadis y el Lagonda, además del vapor Baracoa. Las armas y municiones, compradas en partidas distintas, fueron embarcadas a la consignación de N. B. Borden, Talleres y Almacenes de Madera, Fernandina, Florida. Las embarcaciones citadas irían allí a tomar su cargamento y luego procederían a recoger a los expedicionarios.
   “Aparentemente el Amadís cargaría en Fernandina cajas de herramientas para una mina magnesiana en Cuba, propiedad de D. E. Mantel (Martí). A bordo se hallaría Juan Mantel (Manuel Mantilla) y Miranda (Patricio Corona), que recogerían algunos amigos de Mantel en Costa Rica y cierto número de obreros. Los amigos eran el General Antonio Maceo, su hermano José y el General Flor Crombet. Sus compañeros, irían como obreros.
   “Se llevaba a bordo un bote de 30 pies, cuatro toneles vacíos, fuertes y grandes, y tablones pesados, que se utilizarían como balsas en caso de accidente. Había hachas para abrir las cajas al desembarcar.
   “El Lagonda, una vez cargado, iría a Cayo Hueso a recoger el contingente mayor, que incluía los veteranos Generales Serafín Sánchez y Carlos Roloff. Después de zarpar de Fernandina, el Baracoa, recogería al General Máximo Gómez, en Santo Domingo, que era el General en Jefe del movimiento e iría acompañado de su personal, de Martí, General José María Rodríguez y Enrique Collazo, representante de los conspiradores en la Isla.
   “Los Generales Rodríguez y Collazo no pidieron detalles a Martí. Los Generales Sánchez y Roloff, aparecían como sus asesores.
   “El Amadís fue el primero en llegar a Fernandina, y el Gobierno Federal lo apresó inmediatamente. La misma suerte corrieron las otras embarcaciones a su llegada. Se intentó echar al mar las armas, lo que habría sido fatal, porque después las recuperamos. Mantilla y Corona escaparon y fueron escondidos por Charles Hernández en Jacksonville.
   “Se avisó el desastre a Martí, que estaba alojado con nombre supuesto en el hotel Travellers, de Jacksonville. Confrontado con este infortunado fracaso de su plan, telegrafió a Quesada, que estaba en New York, para que tomara los fondos restantes. Puso en mis manos la protección de los patriotas que se hallaban comprendidos en el proceso de Fernandina. El General Collazo describe la reunión en que él informó a Martí y a Rodríguez el suceso en cuestión. Dice en su escrito que Martí hablaba colérico y desalentado; caminaba de un extremo al otro del cuarto, exclamando: "¡La culpa no es mía!". Los Generales le ratificaron su firme lealtad, tratando de calmarle; pero su ira y desesperación no cedían.
   “Quesada llevó mil quinientos pesos, -todo lo que quedaba de los fondos, y un mensaje de la madre política, Lucina Govín de Miranda, que deseaba prestar la fianza de los que se hallaban envueltos en el proceso. Yo, por mi parte, tenía que regresar a Jacksonville una vez recopiladas las informaciones y determinado el curso a seguir.
   “Cuando me disponía a tomar el tren, Borden se presentó a decirme que debía ir presto, ya que un agente especial del Tesoro (Hacienda) había llegado a investigar. Le dije que no se preocupase, porque había agentes especiales faltos de inteligencia, y en tanto no hablara, estaba seguro. Yo me iba, pero regresaría pronto.
   “Martí oyó detenidamente mi informe, contándome luego sus infortunios. Según él pudo determinar todo parecía estar en orden cuando surgió la primer dificultad. El representante que le presentaron y que debía hacer el embarque de armas y municiones adquiridas de antemano al sur de la Florida, las despachó como suministro militar, sabido lo cual por Martí, hizo que Mantilla detuviera el carro y lo reexpidiera para Fernandina. Advirtió, además, que el representante se mostraba descontento, porque no podía cobrar comisión en la compra posterior de material. No hay por qué divulgar su nombre.
   “El inquirió de Martí si el Capitán del yate en que sus amigos debían embarcar sabía el objeto del viaje. Martí le respondió que no, y el hombre insistió en que se debía conseguir un capitán de confianza para el caso de que el capitán actual se negase de pronto a obedecer órdenes. El sabía de uno que llenaba los requisitos.
   “Martí, contra su buen juicio, convino en conocer al capitán substituto. Puede imaginarse su sorpresa cuando se halló frente al corredor que le había contratado los yates. La entrevista no dio resultado; no aparecía el capitán de confianza. En cambio se descubrió el nombre verdadero de Martí, su personalidad y hasta el objeto de la contratación.
   “El plan había sido delatado a la Autoridades Federales y el apresamiento fue el resultado. Los cubanos todos eximieron a Martí de toda culpa, ratificándole su confianza. Yo di prisa a mi cometido de salvar al personal de ser arrestado y luego recobre el cargamento del Amadís, así como el material restante, depositado en los Almacenes de Borden. Comentando esto, dice el General Collazo: "No había pasado una hora de la llegada de Rubens y Quesada, sin que el estado de nuestros ánimos hubiera cambiado totalmente". Martí declaró que aun apareciendo todo perdido, aunque no hubiera dinero para continuar la labor revolucionaria, una empresa acometida con tal determinación y entusiasmo, no podía, en modo alguno, abandonarse. A la depresión que siguió por el fracaso tremendo, sucedió la fe que conforta y la resolución determinada de mantener la pelea hasta triunfar.
   “Nuestra ansia suprema fue evitar arrestos. Mantilla y Corona fueron embarcados para el Norte. Yo opte por acompañar a Martí hasta New York, donde el podría ocultarse por el momento en la residencia de Gonzalo de Quesada. El General Collazo, su hermano Tomás, Enrique Loynaz del Castillo, (el de las armas escondidas en un carro de Camagüey) y Charles Hernández, se fueron para Tampa y Caso Hueso.”...
- Ramón Luis Miranda proporcionó este “recuerdo” a su “amigo José Martí” que nos describe los acontecimientos del 10 de enero de 1895. Redactado el 1º de mayo de 1903 en Nueva York, publicado en el Excelsior el 6 de agosto de 1928 y en Revista Cubana Vol XXIX julio 1951 - diciembre 1952 por el Ministerio de Educación, La Habana, Cuba:
   “Grato me es consagrarle hoy un merecido recuerdo a mi inmortal amigo José Martí, a quien más de una vez tuve el honor de prestarle mis servicios profesionales y desde el principio, cuando se hacían los preparativos para libertar a Cuba y cuando todo estaba en estado embrionario y nadie creía pudiera germinar la revolución, por no estar preparada, según decían, Martí, iluminado, vio claro y presintió su triunfo. En esa época, me mando a buscar por estar enfermo y me dirigí a su casa al oeste de la calle 61, cerca de la Avenida de Columbus; lo encontré en su modesto y estrecho cuarto, postrado en cama, febril, nervioso ; examinado, diagnostique bronquitis y que en breve se curaría ; él se había alarmado creyendo que su enfermedad pudiera agravarse y me dijo : -"Doctor, cúreme pronto, tengo una misión sagrada que cumplir con mi patria ; poco me importa morir después de realizarla; la muerte para mí no es más que la cariñosa hermana de la vida." Ésa fue la primera vez que conocí personalmente a Martí, y desde entonces sentí por el respeto, admiración y comprendí su grandeza e inmenso amor por Cuba.
   “Con frecuencia nos veíamos después, habiendo tenido el placer de que pasase sus últimos días en New York, en nuestra casa, a donde llego desesperado de Jacksonville, en una noche de enero de 1895, acompañado de Gonzalo de Quesada, por haber fracasado la expedición que tantos desvelos y dinero había costado y que tan bien organizada estaba para llevar gran cantidad de pertrechos de guerra de Fernandina a Cuba, en los vapores Lagonda, Amadís y Baracoa; pero la fatalidad hizo que fuera traicionada y se perdiese tan valiosa expedición.
   “Imposible me es poder bosquejar el estado de excitación nerviosa en que se encontraba Martí; se paseaba incesantemente de un lado a otro de la sala, intranquilo, lamentando lo que acababa de suceder, meditando en lo que debía hacerse, no desmayando en su empresa.
   “Apenas concilió el sueño esa noche ; pero al día siguiente y los sucesivos, ya elaborado su plan, con su fácil concepción, con asombrosa actividad lo desenvolvió, conferenciando con los generales Enrique Collazo y José María Rodríguez, escribiendo numerosas cartas para los jefes en Cuba, con el fin de fijar el día del levantamiento, suscritas por él y por los generales Collazo y Rodríguez, orden que llevó Gonzalo de Quesada a Cayo Hueso el mismo día de la partida de Martí para Santo Domingo. Martí escribió sus cartas en la mesa regalada a Gonzalo de Quesada por el doctor Manuel Quintana, mesa histórica donde escribió ese ilustre argentino el primer proyecto de arbitraje internacional.
   “Como Martí ansiaba comunicar a Cuba lo acontecido en Fernandina, para que lo supiesen los que estaban allá de acuerdo, él redactó un cablegrama que llevé a Enrique Trujillo, quien gustoso lo cableó en seguida a La Lucha de La Habana, tal cual lo había escrito Martí.
   “Falto de recursos Martí para continuar su empresa y sin poder salir a la calle por temor de que lo detuviesen, pues los repórters se sucedían para informarse donde podrían encontrarlo (lo suponían en uno de los Estados del sur de esta nación), tan pronto como algunos amigos supieron lo que necesitaba con urgencia, contribuyeron en seguida ; las señoras Rita de Portuondo, mi esposa Luciana Govín de Miranda, Emilio Núñez, Gonzalo de Quesada y el -que suscribe estas líneas, reunimos dinero suficiente para que pudiese realizar sus deseos.
   “Durante el tiempo que pasó Martí en nuestra casa (dos semanas) proporcionó a toda la familia deliciosos ratos, con su amena, variada y elocuente conversación, que jamás olvidaremos, como tampoco el 28 de enero de 1895, día de su cumpleaños (42) que lo pasó agradablemente en compañía de varios de sus amigos, los cuales compartieron con nosotros nuestra mesa. Dos días después, entusiasmado, lleno de fe y esperanza en que Cuba sería libre, se despidió cariñosamente de nosotros para Santo Domingo, acompañándolo durante su viaje el decidido joven Manuel Mantilla. Allí se reunió con el valiente general Máximo Gómez, saliendo ambos para Cuba, el primero de abril de 1895, y sellando Martí con su sangre, en 19 de mayo del mismo año, su inmortalidad en Dos Ríos. ¡Honor y gloria a su memoria!”

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