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sábado, 14 de enero de 2017

LA NAVIDAD Y SU SIGNIFICADO (segunda y ultima parte)




Quiénes son los enemigos 

Tienen muchos disfraces y emplean innumerables maquillajes. Pueden ser socialistas científicos o liberales. Enarbolan banderas de comprensión y paternalismo. En muchos casos quieren que el Estado suplante a los padres y a la familia en la formación y la educación de los hijos. Muchas veces quieren suplantar a Dios con la tecnología. Son los mismos que quieren quitar los crucifijos de las escuelas, de todos los centros concertados, aunque sean cristianos o católicos. El gobierno necesita los votos de izquierda y éstos le ponen su precio. Las izquierdas pasan por todo con tal de llegar al poder y luego seguir mandando. El gran argumento es que el Estado es laico y en donde se paga con dinero público no tiene que haber ningún signo religioso. Muy contundente, pero falso. El Estado paga para que los ciudadanos puedan vivir de acuerdo con sus conciencias. Eso es lo que dice la Constitución de la inmensa mayoría de los países. 

Los gobernantes no pueden imponer sus opiniones aprovechándose del dinero público. El dinero no es del Estado, es de los ciudadanos y para los ciudadanos. Los espacios públicos no son del Estado, son de los ciudadanos y tienen que reflejar los gustos y los deseos de los ciudadanos, no los de los gobernantes. Los padres católicos, y en general los cristianos, no deben permitir que se quiten los crucifijos ni de los centros concertados ni de los públicos. Los centros públicos no son del Estado, son de los ciudadanos, los pagan los ciudadanos y tienen que responder a los deseos de los ciudadanos. 

Y si los alumnos son de varias religiones, lo justo es que cada grupo pueda poner sus signos, con paz, con respeto, con verdadera tolerancia y convivencia. Eso es lo civilizado, lo democrático, lo razonable. Lo otro es revanchismo, incultura, persecución cultural. ¿Por qué la voluntad de uno que no quiere el crucifijo se ha de imponer sobre la voluntad de muchos que sí lo queremos? 

Esto sin analizar lo que el crucifijo significa. Ante todo es un símbolo religioso de primera categoría, significa el amor y el perdón de Dios, la esperanza de la salvación, la unidad y la paz para todos los pueblos. ¿A quién le puede molestar? Son ganas de fastidiar. A mí no me molesta ver la media luna donde haya un grupo de devotos musulmanes. 

Por otra parte el crucifijo es el símbolo básico de la religión cristiana de la que ha nacido en gran parte la cultura europea, el conocimiento de la dignidad suprema de la persona humana, el concepto de libertad y de responsabilidad, la igualdad básica de varón y mujer, la estabilidad y fidelidad de la familia, la unidad de la humanidad y la igualdad de todos los pueblos, la esperanza de una historia abierta y progresista, la dignidad del trabajo humano, los valores morales de occidente, el perdón, la misericordia, el amor y la convivencia, la mayor parte del arte europeo, la pintura, la arquitectura, la música y tantas cosas más. ¿Vamos a renegar de todo lo que ha creado el cristianismo en la historia y en la vida del Mundo? Corrijamos los errores, pero no destruyamos nuestra civilización. 

Detrás de todo esto hay una negación del Cristianismo, una negación de la religión en general, y un suicidio cultural e histórico. Estos enemigos son los mismos que quieren erigir mezquitas, imponer su religión, santificar la guerra, que aparecen aliados a los que quieren vivir de formas aberradas y perversas y a la diversa fauna de las izquierdas apoyada en teorías marxistas, seudomarxistas y seudointelectuales que no han podido ni podrán nunca probar. 

La mayor victoria del amor sobre el odio tuvo lugar en Navidad 

Pero llevado certeramente por su instinto, los hombres, incluso en los momentos en que el peligro se vuelve más terrible, celebran la Navidad con un aliento de vida y esperanza. 

La victoria más grande alcanzada por un ejército en la II Guerra Mundial tuvo lugar en la Navidad de 1914. Empezaba la que se llamó “guerra de trincheras”, dos meses después de comenzar el enfrentamiento. Ninguno de los bandos en pugna podía hacer retroceder al otro, y el frente se estancó en un empate terrible. Los adversarios ocuparon sendas líneas de posiciones defensivas, una frente a otra, y la guerra que hasta entonces consistiera en una serie de operaciones y movimientos en la que cada parte buscaba una ventaja decisiva, se convirtió en una espantosa lucha de desgaste: la contienda iba a ser ganada por las naciones o alianzas que pudieran enviar más y más hombres como carne de cañón a las trincheras. 

Desde el Canal de la Mancha hasta la frontera entre Francia y Suiza, se extendían frente a frente las trincheras enemigas. Los hombres vivían en fosos que apenas podían guarecer a un hombre de pie. Montones de hombres vivían en aquellos largos fosos, apretados unos contra otros, buscando un poco de calor, soportando aguaceros, heladas, hambre, calor, plomo y bombardeos. Cada vez que ocurría un ataque, comenzaba un violento forcejeo para ocupar un pequeño espacio de tierra lleno del fango que formaba la sangre y erizada de alambre de púas. En pocas horas de combate los cadáveres se acumulaban y las masas de hombres muertos sobrepasaban un metro de altura. Los soldados vivían un interminable calvario entre el olor de la carne humana putrefacta, las heladas, el barro, las inundaciones, el hambre y las ratas. A todo esto se agregaban los bombardeos, el avance de los tanques, los asaltos de la infantería y los ataques con lanzallamas y gases tóxicos que asfixiaban y cegaban a los soldados. 

Las alambradas de púas a lo largo de las trincheras eran un enemigo terrible. El que se enredara entre los alambres tenía muy pocas probabilidades de ser rescatado, y los soldados morían en la tierra de nadie por el hambre, el frío, las heridas y la pérdida de sangre, sufriendo una larga y lenta agonía solitaria. 

Llegó la Navidad de 1914 y en el cielo apareció una luna esplendorosa. Sobre la tierra helada, blanca de nieve, se extendió una calma inusual que de forma maravillosa pasó sobre las alambradas y los campos minados, entró en las trincheras, y ocupó los refugios y los bunkers. De pronto, los soldados ingleses advirtieron que muchas luces comenzaban a encenderse del otro lado del campo, en las trincheras alemanas. Al principio no sabían qué pasaba, pero después alguien se dio cuenta de que al otro lado de la tierra de nadie, una franja de apenas 50 metros que los separaba de las posiciones enemigas, los alemanes estaban adornando numerosos árboles de Navidad. Cerca de las 12 de la noche, los alemanes comenzaron a entonar la inolvidable canción que se llama Noche de Paz: 

Stille Nacht! Heilige Nacht! /Alles schläft; einsam wacht / Nur das traute heilige Paar. / Holder Knab im lockigten Haar, /Schlafe in himmlischer Ruh! / Schlafe in himmlischer Ruh! / Stille Nacht! Heilige Nacht! 
(Noche de paz, noche de amor / Entre los astros que esparcen su luz / Viene anunciando al niño Jesús / Brilla la Estrella de Paz / Brilla la Estrella de Paz… / Noche de paz, noche de amor…) 

Después los alemanes entonaron otros villancicos. Cada vez que concluían una canción, los enemigos ingleses aplaudían al otro lado de la línea del frente y muy pronto, entusiasmados con la celebración, los británicos improvisaron sus propios coros. Después de cinco meses de espantosa y cruel guerra, por primera vez no se escucharon disparos aquella noche de Navidad de 1914. Terminó la última semana de diciembre, llegó y pasó el 1 de enero de 1915 y no se reanudaban las acciones bélicas. Después de cantar Noche de Paz, una extraña Paz inexplicable hizo callar cañones y fusiles…los soldados de ambos lados salían de las trincheras, conversaban, se estrechaban las manos, se tiraban fotos, se regalaban cigarrillos… la cosa llegó tan lejos que en algunos lugares los enemigos crearon equipos de fútbol y la contienda se transformó en un pacífico y fraternal evento deportivo. Finalmente, cuando comenzó la segunda semana de enero poco a poco comenzaron a reanudarse las acciones bélicas en algunos sectores del frente, en otros, la paz duró hasta bien iniciado febrero1 

Un soldado alemán explicó después, en una carta a su familia que se publicó después de la guerra: “tuvimos que dejar que la tregua durara todo ese tiempo… queríamos ver cómo salían las fotos que ellos nos tomaron”. 

Aquel suceso fue olvidado y oficialmente ambos bandos guardaron silencio. Los partes de guerra hablan de que se produjo una “tregua espontánea” o se limitan a reproducir la fórmula de que esa 
( 1 En 1999, el grupo llamado "Khaki Chums" (oficialmente: The Association for Military Remembrance) visitó una región de Flandes y recreó la Tregua de Navidad. Vivían como habían vivido los soldados británicos de la I Guerra Mundial, sin comodidades modernas. La Tregua se llevó a la pantalla en la película francesa de 2005 'Joyeux Noel' (Feliz Navidad). (La película fue nominada al Oscar en la categoría de "Mejor Película de lengua extranjera" en su 78ª edición.) La Tregua de Navidad fue también retratada en la película de Richard Attemborough Oh What a Lovely War. Se han escrito libros sobre la Tregua de Navidad, incluyendo la obra de Stanley Weintraub Silent Night: The Story of the World War I Christmas Truce, en el que relata este suceso del que él mismo fue testigo. La tregua fue también recordada en el vídeo de Paul McCartney Pipes of Peace (1983). En el episodio final de Blackadder Goes Forth, los protagonistas discuten sucesos del pasado que les llevaron a su situación actual, incluyendo la Tregua de Navidad. El Capitán Blackadder añadió cínicamente que "Ambos bandos avanzaron más lejos una visita a la trinchera enemiga durante la tregua de Navidad de lo que lo hicieron en los dos años y medio de guerra siguientes." De la tregua de Navidad se ha dicho que fue el último vestigio del siglo XIX: el último momento en el que, en la guerra, ambos bandos se tratarían mutuamente con respeto; Cuando se saludasen unos a otros con amabilidad demostrando que — a pesar de los hechos horribles que habían sucedido — aún eran respetuosos soldados. En 1990, el grupo británico The Farm grabó una canción que habla de este suceso: 'All Together Now', la cual se ha convertido en un himno futbolístico.) fue una noche “sin novedad en el frente” que el escritor alemán Erich María Remarque utilizó como título de una de las novelas antibélicas más populares de la postguerra. Por su parte, los textos de historia no mencionan el asunto, que sólo ha sido mencionado en artículos aislados de publicaciones pacifistas y en revistas como Selecciones del Reader´s Digest. 

Cuando los altos mandos militares británicos y alemanes se enteraron de lo que realmente había sucedido, dispusieron serias medidas para evitar que se siguiera extendiendo aquella epidemia de amor y fraternidad. La publicidad de los dos bandos enfrentados pintaba al enemigo como un conjunto de bestias monstruosas, capaces de las peores atrocidades, pero si seguían sonriendo, dándose las manos y conversando, terminarían por ser amigos. Eso resultaba peligroso para los grandes poderes que provocaron y mantenían el conflicto. 

En diciembre de 1916, en ciertas zonas de los frentes germano-ruso y franco-alemán, se implantó de nuevo la Tregua de Navidad. 

¿Pudo la tregua espontánea de la Navidad de 1914 haber puesto fin a la I Guerra Mundial? Un soldado sobreviviente, Albert Moren, dijo que “si la tregua se hubiera prolongado otra semana, habría sido muy difícil reiniciar la guerra”. 

En este caso, se habrían salvado 9 millones de hombres que murieron desde 1915 hasta 1918, cuando se firmó el Armisticio… 

Parece que es urgente y necesario que todo el Mundo retorne al verdadero sentido de la Navidad. 

Conclusiones 

Parece mentira que mucha gente odie tanto a un Niño que nació hace ya 2014 años en un portal de Belén. Es increíble que sientan tanto miedo. Ocurre que el Niño era el Hijo de Dios, se hizo hombre, habitó entre nosotros, pasó por el mundo predicando el amor, y por eso lo clavaron en una cruz. Desde siempre él supo que iba a morir de esa forma, pero estaba de acuerdo porque su muerte iba a abrir la puerta de un Tiempo Nuevo, el Tiempo en que el amor comenzaría a extinguir todos los odios. 

Y por odio lo mataron. Por odio crucificaron a miles y miles de sus seguidores que murieron incendiados, clavados en cruces ardiendo. Miles murieron devorados por las fieras en el circo, mientras las muchedumbres del odio se refocilaban y aplaudían. 

Pero creció y creció la muchedumbre de cristianos y en este momento un tercio de la población total del Mundo conoce el Mensaje de Cristo Jesús, Mensaje de la muerte en Cruz que abre las puertas de la vida, de Redención por el Amor. 

Pero todavía hay millones de pobres seres tristes. Unos son ateos y quieren matar a Dios. Otros sienten un miedo cerval por el Niño, y quisieran resucitar al rey Herodes para asesinar a los inocentes. Algunos se disfrazan de políticos, otros de progresistas, otros enarbolan un pretendido derecho a no ser ofendidos por la celebración de la Navidad, porque haya cruces en las aulas que recuerden el Sacrificio de Jesucristo, porque transiten las procesiones. Muchos se denominan izquierdistas, o defensores de los derechos humanos ¿de cuáles?, o anarquistas, populistas, comunistas, marxistas trasnochados… otros, tan bajos o más bajos que el resto, tan pequeños que ni siquiera tienen estatura, prefieren callar y no meterse en problemas. Odian tanto al Niño, que quieren asesinar a los niños antes de que nazcan. Cuánto les molesta la conciencia, de qué forma les duelen los campanarios. Los más inofensivos son los que profesan otras religiones, porque esos, al menos, andan buscando a Dios o creen haberlo encontrado. 

Por cierto, entre ellos hay también grandes jefes militares. ¿Un ejemplo? Los altos oficiales ingleses, alemanes, franceses, autriacos y rusos, que rabiaron y se preocuparon tanto en 1914 y 1916 cuando los soldados dejaron de dispararse mutuamente, alzaron los árboles de Navidad, se tiraron fotos entre sí, dialogaron y terminaron celebrando partidos de fútbol… 

 Dr. Salvador Larrúa-Guedes

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