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miércoles, 15 de marzo de 2017

LUGAR DE ENCUENTRO DE POETAS

 El Azul Cafe


Por Lola Benítez Molina   Málaga (España)

 Hay un lugar que resplandece en el planeta. Es punto de reunión, más bien de unión de poetas.

Con el alma de los rapsodas desaparecidos otros poetas recitan, con placer, con serenidad y con brillantez lo que en el alma sienten: un palpitar de sueños, de dulces encuentros, de deseos aún en vuelo… Esas voces unidas, abrazadas, dan energía y valor al destino incierto de cada uno de ellos.
Ese lugar existe, es real, yo he estado en él. Es la cafetería “El Azul Café”. En ella, la unión de todos se hace universal, libre de máscaras y ataduras. Entrar allí es como adentrarse en el cielo al son de una música de fondo tenue, compuesta por compositores clásicos de antaño. El tiempo queda suspendido, no transita en esos momentos de dicha, sino que, simplemente, late en ritmo inusual.

Dicho establecimiento está exquisitamente decorado en tonos blanco y azul, de todas las gamas, haciendo honor a su nombre. Y de repente, un tono alegre, que engrandece su destello. Cada vez que traspaso su umbral siento que allí se halla el oasis de paz y serenidad que tanto anhelo. Aquel pulcro colorido, junto a la amabilidad de su dueña, le hacen al visitante desear volver aún antes de haberse marchado. Eso no es todo. La música de Richard Wagner: “La cabalgata de las Valquirias” se alterna con los tangos de Gardel o el “Azúcar” de Celia Cruz, pero, como ya mencioné, a unos estudiados decibelios que nos hacen alcanzar el éxtasis. Nostalgia, amor a la poesía y felices momentos se funden en el ambiente.
Para completar tan sublime sutileza no podía faltar el arte en sus impolutas paredes: hermosas pinturas de Sisley, Emil Nolde, Vermeer o los paisajes de Van Gogh junto a la pintura victoriana del holandés Lawrence Alma–Tadema, precioso lienzo el de “Las rosas de Heliogábalo”, emperador romano de la dinastía Severa, que reinó del año 218 al 222 d. C., personaje este conocido por sus excesos. Heliogábalo mandó arrojar por sorpresa tal cantidad de pétalos de rosas y violetas sobre sus invitados a una de sus fiestas, que la velada apacible de la Antigua Roma se transformó en tragedia debido a que algunos de ellos murieron asfixiados. Ese preciso instante en el que ocurrió tal peripecia es el que el pintor plasmó, con suma maestría, sobre un lienzo de 214 cm por 132 cm.
Tan magnífica cafetería es un lugar totalmente apropiado, por sus singulares características arquitectónicas, pictóricas y de placidez para los inolvidables encuentros de poetas.

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