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jueves, 15 de junio de 2017

LA SOLEDAD DEL ESCRITOR

Foto tomada de: Smith Journal

Por:  Carlos Benítez Villodres, Málaga (España)


La soledad, que significa aislamiento o confinamiento, falta de contacto con otras personas, puede tener origen en diferentes causas, como la propia elección del individuo, una enfermedad contagiosa, hábitos socialmente inaceptados u otras como la situación social o laboral de la persona.

La soledad durante períodos breves es a veces valorada como un tiempo más o menos corto para trabajar, pensar o descansar sin ser distraído. 

Para Kafka, que vivía en Praga con su familia, la soledad era difícil de conseguir y al mismo tiempo imprescindible. Por eso, las noches eran su momento preferido para escribir. En una carta a Felice comenta: “Para poder escribir tengo necesidad de aislamiento, pero no como un ermitaño, cosa que no sería suficiente, sino como un muerto. El escribir en este sentido es un sueño más profundo, o sea, la muerte, y así como a un muerto no se le podrá sacar de su tumba, a mí tampoco se me podrá arrancar de mi mesa por la noche. Esto no tiene que ver directamente con la relación con los hombres, pero es que sólo soy capaz de escribir de esta forma sistemática, coherente y severa, y por lo tanto, sólo puedo vivir así”. 

Susan Sontag recuerda al escritor de “La metamorfosis” cuando habla de su necesidad de soledad para buscar “la propia voz”. Kafka imaginaba un taller en el sótano de un edificio, donde dos veces al día alguien pusiera algo de comer en la puerta. Él decía: “Para escribir nunca se está suficientemente solo”. Pienso en escribir como en estar en un globo, en una nave espacial, en un submarino, en un armario. Es ir a algún sitio donde no hay nadie a concentrarse, a oír la propia voz de uno.

“Solamente aislándose por completo, dice Oscar Wilde, se puede trabajar. La ociosidad te proporciona la disposición para escribir, y la soledad, las condiciones. La concentración en ti mismo te devuelve al nuevo y maravilloso mundo que surge en el color y la cadencia de las palabras en movimiento”. 

Paul Auster escribió tras la muerte de su padre “La invención de la soledad”, una de las reflexiones más lúcidas sobre la capacidad y la necesidad que tiene el escritor de estar solo: “…Creo que lo asombroso es que cuando uno está más solo, cuando penetra verdaderamente en un estado de soledad, es cuando deja de estar solo, cuando comienza a sentir su vínculo con los demás…”. 

“Creo, en realidad, que en el trabajo literario uno siempre está solo, dice García Márquez. Como un náufrago en medio del mar. Sí, es el oficio más solitario del mundo. Nadie puede ayudarle a uno a escribir lo que está escribiendo”. 

Muchos son los escritores que reivindican un espacio y un tiempo propios en el que la única compañía sean sus fantasmas. Y es que para escribir se necesita estar en otro mundo, lejos de la gente y del ruido, porque es preciso un silencio absoluto en el que sólo se escuche la voz de uno mismo.

Es evidente que el escritor escribe en soledad, la necesita para plasmar en el papel o en la pantalla del ordenador aquello que le sale de sus adentros. “Cuesta pensar, manifiesta el escritor chileno Edmundo Concha, que existan personas que se aíslan y sólo cultivan su espiritualidad, en este caso leer y escribir (como Alone -Hernán Díaz Arrieta-). Sin duda son personas hipersensibles, con gran riqueza interior, y eso los hace capaces de no importarle las cosas que a la gente le interesa, sino abocarse a la lectura y a escribir”.

Existen y han existido siempre. Y siempre han chocado con el exterior, vulgo o masa, porque a ésta no le cabe el desligamiento de alguna de sus partes, ya que constantemente lucubra que el mundo está inmerso en la mayoría.

Ciertamente, los artistas en general necesitan de algún sosiego para realizar su trabajo y esa quietud, obviamente, se la proporciona la soledad. Es imprescindible. Sólo las personas inteligentes y cultas entienden esto y lo respetan. Los tontos, los huecos, los mediocres no pueden y le saben a “rareza”, a cuestión de locura. Por eso, los verdaderos artistas se rodean de seres que los comprenden y se amoldan a sus costumbres. De lo contrario, pierden.

Interesante el tema de la soledumbre en los escritores, en especial porque toca un punto exclusivo que conviene tener en cuenta. En nuestra vida, hemos percibido la diferencia que marca la clausura interior. No ha sido fácil, porque se tiene que lidiar a diario con las obligaciones, los deberes, “las cosas simples de la vida”…

“La soledad es una vasta región, expresa el escritor torrevejense Rodolfo Carmona, donde dormimos y soñamos. La soledad es un mar sin oleaje, un lago en mitad del desierto, una ninguna parte en cualquier parte. La soledad visita siempre al escritor cada vez que éste la llama, que la necesita. El escritor necesita la soledad, pero la soledad no necesita al escritor”. 

Cuando el escritor se dedica a su obra, debemos dejarlo solo, en brazos de la soledad, pero nunca debe sentirse solo porque esta situación para él le llevaría a la desesperación, a la muerte.


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