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martes, 1 de agosto de 2017

SABER MANEJAR VIDEOCONSOLAS NO ES SINÓNIMO DE TENER CULTURA

 


 (la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero)

Roberto Soto Santana, de la Academia de la Historia de Cuba (Exilio)

La Posverdad o mentira emotiva es un concepto de reciente acuñación que se refiere a la presentación de opiniones y aserciones desprovistas de fundamentos concretos en la realidad objetiva, con objeto de modelar a la opinión pública sobre la bondad o maldad de los estándares de comportamiento social que promueve o demuele el presentador, exclusivamente a través de la apelación a las emociones y prejuicios del individuo, en lugar de argumentar razonadamente sobre su conveniencia o inoportunidad.
          Como no hay nada nuevo bajo el Sol, la posverdad es la actualización, a la fecha de hoy, del concepto de “periodismo amarillo”, que utilizó el diario New York Press, a comienzos de 1897, para tildar la línea editorial y noticiosa tanto del New York World de Joseph Pulitzer como del New York Journal de William Randolph Hearst.
          La posverdad –que poco suele tener de verdadera- se ha puesto de moda en esta segunda década del siglo XXI para respaldar los más disparatados proyectos distópicos –siendo la distopía, en palabras del numerario de la Real Academia Española D. José María Merino (1941-….) “la representación imaginaria de una sociedad futura con características negativas que son las causantes de alienación moral”-.
          A guisa de ejemplo, y por mucho que se empeñen los paladines del facilismo pedagógico en justificarlo, no es de recibo que el Ministerio español de Educación acabe de pactar con los Consejeros de Educación de todas las Comunidades Autónomas que a los alumnos de cuarto y último curso de ESO (Educación Secundaria Obligatoria) se les entregue el título acreditativo de haber superado ese nivel de enseñanza (con vista al próximo paso, que es el acceso a la educación universitaria), a pesar de que su nota media quede por debajo de 5 –es decir, 5 puntos o su equivalente sobre una escala de 10 puntos o su equivalente- y a pesar de que terminen con hasta dos asignaturas suspendidas –siempre que no sean Literatura y Matemáticas a la vez, o la Lengua cooficial en el caso de las Comunidades con idioma propio-.
          Moraleja y predicción: La rebaja de las exigencias de aplicación estudiantil no va a preparar a los educandos para alcanzar los requisitos de capacitación demandados en una dedicación académica o laboral, y deprimirá aún más su competividad  tanto en el mercado nacional como en el internacional –o, dicho más sencillamente, sus posibilidades de éxito individual en labrarse un futuro-.

          No es que lo diga yo, que carezco de auctoritas para ello. Es que lo ha escrito el numerario de la Academia de Ciencias de la Región española de Murcia D. Ángel Ferrández Izquierdo, quien ha hecho por vía periodística la observación siguiente: “Estoy harto de escuchar que “los jóvenes de hoy están mejor preparados que en cualquier época anterior, afirmación rotundamente falsa…Es cierto que manejan muy bien las tecnologías de las comunicaciones y las redes sociales, pero hay un abismo entre eso y tener un mínimo de cultura. No tienen hábitos de lectura, lo que les lleva a tener dificultad para entender el planteamiento de un problema, sin hablar de resolverlo o de redactar una posible solución razonada”.

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