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viernes, 1 de diciembre de 2017

Recordando al Titán de Bronce

Foto tomada de: granma.cu
Antonio Maceo
7 diciembre  de 1896

René León

  Llega el 7 de diciembre, otro aniversario de la muerte del General Antonio Maceo. Cayó el héroe de más de 500 combates,  habiendo participado directamente en 250 de ellos; en esos lances es herido 27 veces, y seguía peleando por su Cuba Libre. Es un día para recordarlo, por sus hazañas, su amor a la patria.
  Hay hombres que nunca se olvidan. El este caso, por el ímpetu y el coraje que siempre demostró ante el enemigo. En la guerra que da comienzo en 1868 y se extiende hasta  1878, recibe 21 heridas; tenía en su cuerpo 26 cicatrices. ¿Se puede olvidar un hombre así?  ! Nunca!
  Antonio de la Caridad Maceo Grajales nace el 14 de junio de 1845, en Majaguabo, San Luis, Santiago de Cuba, hijo de Marcos Maceo y Mariana Grajales Coello. Su niñez la pasa en la finca “La Delicia”, en Majaguabo, San Luis, donde aprende con su padre los secreto del cultivo y el sentido moral de la vida. Su padre también le enseña en el uso de las armas. Aprende las primeras letras en Santiago de Cuba, donde su padre le pagaba clases privadas, ya que,  aunque éste no era rico, poseía  nueve caballerías de tierra. En 1862 con su hermano Justo Regüeiferos administra un pequeño negocio de las cosechas de la finca.
  El 16 de febrero de 1866 se casa en la parroquial de San Luis, con María Magdalena Cabrales y Fernández. En noviembre de 1866, nace su primera hija, María de la Caridad en la finca “La Esperanza”.
  Al dar inicio la guerra de los Diez Años, el 12 de octubre de 1868 se incorpora con su hermano José M. Maceo a un grupo comandado por el capitán Rondón. Los dos hermanos desde el principio de la guerra dan muestra de valor, ganando sus galones combatiendo al ejército español. José muere el 5 de julio de 1896, en el combate de Loma de Gato, cuando ya ostentaba el grado de Mayor General. De los otros hermanos, Miguel Maceo muere en abril de 1874, en el combate a Cascorro. Julio Maceo,  de 16 años cae, en combate el 12 de diciembre de 1870
 Enrique Collazo, en su libro Cuba Heroica, describe a Maceo: “figura atrayente; fornido y bien proporcionado; fisonomía simpática y sonriente, facciones regulares, manos y pies chicos…acostumbraba a hablar bajo y despacio; su trato afable…de joven tuvo sus vicios, el juego y las mujeres; el primero lo perdió, el segundo lo conservó toda la vida; era para con ellas afable y respetuoso”. Así era Antonio Maceo.
  Después de 10 años de duro bregar por la independencia de Cuba, un grupo de seudo revolucionarios decide hacer un pacto con el gobierno español y emprenden negociaciones con las autoridades, en las cuales no se incluían la libertad de Cuba, y la libertad de los esclavos. La Cámara de Representantes, con la protesta de sus miembros, se disuelve. Renuncia el presidente Vicente García, mientras que los generales Máximo Gómez y Gabriel González se excusan. Este grupo se llamó Comité del Centro, que llegó a un acuerdo con el general Martínez Campos el 10 de febrero de 1878, para las condiciones de paz  Este pacto se llamó Convenio de Zanjón.
  El 15 de marzo de 1878 se produce un encuentro en los Mangos de Baraguá: por la parte española, Martínez Campos y su comitiva, de la parte cubana, Antonio Maceo, y sus oficiales. Éstos no podían aceptar las reformas ofrecidas por la parte española, porque en ellas no se reconocía la libertad de los esclavos y la independencia de Cuba. Maceo le informa a Martínez Campos que seguiría batallando por la libertad de Cuba. José L. Franco, en su libro Ruta de Antonio Maceo en el Caribe, dice: “La Protesta de Baraguá tuvo resonancia universal. Los hombres  progresistas de todos los matices comprendieron la enorme significación  histórica de amplia proyección revolucionaria y popular que encerraba el gesto singular de Maceo. La Verdad, periódico cubano de New York, en su edición de 6 de abril de 1878, insertaba, destacándola, una carta comentando la digna insurgencia oriental: “El héroe del día es Maceo, y parece que está reservado a él volver a levantar a Cuba al pináculo de su gloria: esto no lo cree ninguno de los presentados…”
  En carta de Estrada Palma a José Antonio Echeverría, le decía: “La bandera arrojada en el Camagüey a los pies de Martínez Campos  ha sido recogida, antes de ser hollada por el general Maceo”.
  Emilio Roig de Leuchsenring, en su libro La Guerra Libertadora Cubana  de los Treinta Años, dice: “Bien puede afirmarse justamente que en la Revolución de 1868 se funden los dos grandes elementos étnicos que han de integrar la nacionalidad cubana. En ella desaparecen las fronteras que dividían y oponían a cubanos blancos y cubanos negros. Ella los acerca, une e identifica, para siempre ya, en el común ideal de la independencia. Ella los iguala en la lucha contra el despotismo español. El enemigo de blancos y negros es ya uno solo: España”. Y más adelante dice: “La Revolución del 68 es la primera y admirable oportunidad que el cubano de color encuentra para el libre y justo desarrollo de sus capacidades y actividades. Y no solo el de color, también el blanco perteneciente a los estratos más explotados de la sociedad: el pequeño propietario, el sitiero, el guajiro, el arriero, el peón de ganado. Las clases sociales de Cuba, en esa contienda, se acercan y rompen las infranqueables barreras que las separaban y dividían”.   
  Desde el momento de la conclusión de  la guerra en 1878, se dedicó de corazón a la reanudación de los esfuerzos para conseguir la libertad de Cuba. Juntos Antonio Maceo,  Máximo Gómez y José Martí, organizaron la gesta maravillosa de la guerra final contra España.
   Maceo regresa a Cuba, con un grupo de patriotas, en total 22 hombres, en la goleta “Honor”, el 31 de marzo de 1895. Flor Crombet fungía como jefe de la expedición. Desembarcan en Duaba, Baracoa. La goleta “Honor” queda destruida en la costa, y los expedicionarios son perseguidos por las fuerzas españolas durante varios días, hasta llegar a lo que se llamaba territorio cubano. Así prosigue  Maceo su lucha por liberar a Cuba del colonialismo español.
  Se reúne con José Martí, Máximo Gómez y Calixto García, a fin de  preparar los planes de la guerra y organizar la invasión de Oriente a Occidente y llevar la guerra hasta el otro extremo de la isla.
  Cae en combate José Martí en “Dos Ríos”, Oriente. Pero la guerra sigue su curso, nada la detiene. Da comienzo la invasión. Gómez y Maceo le dan al ejército español muestra de una habilidad  en las batallas, que nunca éste pensó encontrar en aquéllos. La invasión va avanzando, hasta que llega a Pinar del Río. Maceo mantiene al ejército español en estado de emergencia; los combates tienen lugar casi a diario. Maceo decide salir de la provincia e ir a La Habana, la que amenaza.
  En la mañana del 7 de diciembre de 1896, Maceo y un grupo de sus compañeros de armas descansaban, y fueron sorprendidos por la guerrilla de Peral, que era una vanguardia de la columna española al mando del comandante Cirujeda, cuando se sintieron unas descargas de fusilerías. El ataque encolerizó a Maceo, Según el Dr. Zertucha (su médico),  en carta al general Máximo Gómez, fechada el 12 de septiembre de 1899. “… ensilló su caballo,  tarea que nunca confió a nadie, y ordenó que buscasen a un corneta que llamara a las fuerzas cubanas a concentrarse para el contraataque. Pero el corneta no apareció y arengó a la tropa diciendo: “!Muchachos, vamos a la carga , que les voy a enseñar a dar machete!”, dirigiéndose con un grupo de oficiales y soldados a repeler el ataque de los españoles. Al tratar de cruzar una cerca de alambre que detenía su avance que se interponía entre ellos, cae Maceo, derribado del caballo por un proyectil que le había penetrado por el lado derecho de la cara, saliendo por la parte izquierda del cuello. Se desplomó del caballo por el lado izquierdo, como herido por un rayo, lanzando su machete hacia delante. El coronel Miró le dijo al coronel Nodarse, “venga a ver esta desgracia”. Zertucha, que era el médico de Maceo, se encontraba a su lado, manchado de sangre, le dijo a Nodarse “!Ay Nodarse! Se acabó la guerra. ¡Vea ese cuadro! ¡Muerto!  (se refería a Maceo). Panchito Gómez Toro, que era su ayudante, hijo del general Máximo Gómez, que no había combatido por encontrarse herido, al conocer la suerte de Maceo, partió solo, con un brazo en cabestrillo y desarmado donde se encontraba el cuerpo de Maceo, resultando blanco fácil del enemigo, siendo herido dos veces y macheteado por los soldados españoles.
  El comandante español Cirujeda nunca sospechó siguiera que Maceo había muerto en San Pedro. Después saldría el Asesino de Weyler, diciendo que había preparado una emboscada a Maceo.
  Al terminar la guerra fueron exhumados los restos de Maceo el 17 de septiembre de 1899. Se nombró una comisión encargada del estudio antropológico de su esqueleto, formada por tres médicos eminentes: los doctores Luis Montané Dardé, Carlos de la Torre Huerta y José R. Montalvo Covarrubias, todos ellos fundadores de la Sociedad Antropológica de la Isla de Cuba. El informe que emitió la comisión sobre la observación del cráneo de Maceo destacó, en primer lugar, los caracteres antropológicos que integran a Maceo como el arquetipo de negro, en particular las  proporciones de los huesos largos del esqueleto. En segundo lugar, que sin embargo se aproxima más a la raza blanca, la iguala, y aún la supera por la conformación general de la cabeza, por el peso probable del encéfalo, por la capacidad craneana, dictamen puede emitirse en nombre definitivamente  en nombre de la Antropología. Finalmente,  que dada la raza a que pertenecía y el medio en el cual ejercitó y desarrollo sus actividades, Antonio Maceo, puede con perfecto derecho ser considerado como un Hombre Realmente Superior.
  Tenemos que recordar al General Antonio Maceo y Grajales, el TITÁN DE BRONCE, ES UN DEBER DE TODOS LOS CUBANOS.


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