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miércoles, 14 de febrero de 2018

DÍA DE SAN VALENTÍN: DÍA DEL AMOR

Foto tamada de: wallpaperlepi.com

Por: Leonora Acuña de Marmolejo

Desde Europa hasta América se extendió la celebración del Día de San Valentín. Así en los Estados Unidos, celebramos esta bella fiesta el 14 de febrero, rindiendo tributo al AMOR, la inmensa fuerza que mueve al mundo, y que es razón de el. El amor es la inspiración que nos eleva a lo sublime, y por ende ha sido y es el numen de poetas, escritores, pintores, músicos, escultores , y en general, de todos los que en una u otra forma se exaltan y se sienten impelidos por este sentimiento, su belleza y su grandeza proyectando y dejando sus huellas en las bellas artes. 

El que cree en Dios, ama porque Dios es amor, y si queremos ser felices debemos saber que la base de la felicidad no radica ni en el poder, ni en la riqueza ni en la fama, sólo en el amor; el amor que conlleva comprensión, perdón, y compasión; y como un corolario: la paz ; el amor universal a todo lo que nos rodea: a nuestros hijos, familiares y amigos; a nuestros semejantes, a nosotros mismos, y a la naturaleza como esencia divina. 

El amor a una causa filantrópica específica, ha llevado al hombre a realizar grandes hazañas y sublimes sacrificios no importando si el mundo lo juzga con justicia o sin ella. La madre Teresa de Calcuta, alguna vez dijo: “ No importa lo que otros digan, usted debe continuar haciendo las cosas correctas porque al final de la vida, este es un asunto entre usted y Dios”. Hace algunos años el Papa Juan Pablo II, en su visita a Cuba, invocó el amor como una fuerza redentora cuando dijo: “Hoy vengo a compartir con Uds. mi convicción profunda de que el mensaje del evangelio conduce al amor, a la entrega, al sacrificio, y al perdón; de modo que si un pueblo recorre este camino, es un pueblo con la esperanza de un futuro mejor”. 

Existen muchos mitos alrededor de esta celebración, y aunque las raíces y leyendas aparentemente se esfumen en el tiempo, parece ser que la celebración del día del amor, es la perpetuación de un viejo festival de la fertilidad de la antigua Roma, llamado LUPERCALIA celebrado el 15 de febrero en honor a la deidad rústica LUPERCUS, identificada frecuentemente con Faunus en la mitología romana, un dios de la naturaleza, patrón de la agricultura e identificado con el griego PAN, dios de los rebaños, los pastores, los cazadores, y la vida de los bosques y de la fertilidad. 

El dios Pan era mitad hombre y mitad cabra, con orejas, cuernos, cola y patas encorvadas. Allí en esa fiesta se sacrificaban dos cabras y un perro; las cabras, por asociación con la configuración física de Pan, y el perro representando el guardián de las ovejas. 

El festival de Lupercalia se celebraba en la caverna llamada LUPERCAL, al pie del monte Aventino, cerca al Tiber. 

Así mismo, en esta festividad que ha sido muy común en Inglaterra y en Francia, se invocaba también a JUNO la diosa romana (HERA, de los griegos), esposa de Júpiter y protectora del matrimonio. También en Normandía (en la región norte de lo que hoy es Francia), el mártir San Valentín terminó siendo el patrón de los enamorados, y se sabe que en la antigua Persia, se celebraba con gran pompa y también en febrero, el festival de “MERDIGÁN” en honor de un ángel a quien se atribuía la protección de las mujeres. 

Es de anotar que aunque el amor sea motivo de tánta felicidad, puede conllevar decepción y dolor; mas a pesar de que a veces nos sacuda con impiedad, al fin triunfa. Así lo vemos a través de la literatura y de la mitología, en donde las pasiones humanas se muestran tan abiertamente como en la vida real. En la mitología romana, CUPIDO (Eros para los griegos) es el dios del amor y se le representa como a un niño alado y retozón, portando un carcaj en 


donde según la leyenda, cargaba dos tipos de flechas: unas de oro, y otras de plomo, las que usaba en sus devaneos amorosos de acuerdo a su conveniencia: produciendo amor las primeras, o rencor u odio las segundas. 

Según la mitología,Venus (la Afrodita de los griegos), la madre de CUPIDO quiso utilizarlo para vengarse de PSIQUIS (la personificación del alma humana), de quien ella se sentía celosa. Para llevar a cabo su venganza, pidió a su hijo que provocara en ella una pasión malsana; pero en el momento de llevar a cabo su propósito, Cupido se confundió y por equivocación, en lugar de causar daño a la muchacha, se hirió él mismo con una de sus propias flechas de oro, enamorándose perdidamente de ella con quien finalmente se casó bajo el auspicio de JÚPITER, el más poderoso de todos los dioses del Olimpo. 

Como es sabido, en esta festividad se hace derroche de regalos desde los más simples (tales como cajas de corazones rosados o rojos repletos de chocolates; rosas, amorcillos etc. etc.), hasta los más sofisticados y costosos de acuerdo a la capacidad económica del donante; también se han creado ciertas supersticiones relacionadas con este celebración, y hay quienes creen que la primera persona que veamos en este día, ha de ser “Nuestro Valentín” o nuestro amor adecuado; otros creen que el ser despertado por la persona amada, es presagio de buena suerte. 

Pero tal parece que este intercambio de obsequios y otras demostraciones, no guarda realmente un recurso intrínseco en el carácter de la vida de SAN VALENTÍN, el sacerdote italiano, cristiano, de quien se tomó el nombre. Este santo fue un mártir de esa época de barbarie a comienzos de nuestra era, en la cual muchos por defender la fe cristiana que promulgaba el amor, el perdón y la misericordia como fuerzas redentoras del mundo, fueron ajusticiados ya que la práctica de esa fe, ponía en tela de juicio (y por ende en peligro) las fortunas y la supremacía de gobernantes y poderosos quienes permanecían en el paganismo porque éste, favorecía sus intereses y sus propósitos de poder y dominación. Este sacerdote cristiano, ante las injusticias decide casar a las parejas bajo el ritual cristiano a escondidas de los ojos de la ley romana que prohibía el matrimonio a los soldados pensando que estos rendían más en el campo de batalla porque no estaban emocionalmente ligados a sus familias. 

San Valentín asistía a los mártires durante la persecución sufrida bajo el imperio de Claudio II, quien ordenó al gobernador de Roma que procesara al sacerdote. La misión de condenar al sacerdote la tuvo que llevar a cabo el lugarteniente , Asterius. Éste, se burló de la religión cristiana y queriendo poner a prueba a Valentín, le preguntó si sería capaz de devolver la vista a una de sus hijas quien era ciega de nacimiento. El sacerdote aceptó y en nombre del Señor obró el milagro. El lugarteniente y toda su familia se convirtieron al cristianismo, pero no pudieron librar a Valentín de su martirio. Al rehusar renunciar a su fe y tras de clamar como un milagro divino el haberle devuelto la visión a aquella niña, fue torturado y finalmente decapitado. Ofreciendo a Dios su corazón este mártir probó ser un verdadero devoto aquel 14 de febrero cuando recibió la pena capital (aproximadamente en el año 273). Quizás por este simbolismo en este día se representa el amor con corazones rosados o rojos. De allí quizás también se derive la costumbre de escoger pareja en el aniversario de este santo. Se cuenta que mientras estuvo encerrado su carcelero le pidió que diera clases a su hija Julia. A base de lecciones y horas juntos, Valentín se enamoró de la muchacha con un amor puro y sublime. La víspera de su ejecución, envió una nota de despedida a la chica en la que firmó con las palabras “De su Valentín”: de ahí el origen de las cartas y poemas de amor que se envían los enamorados. Más tarde la Santa Sede quiso acabar con la antigua celebración pagana y canonizó a San Valentín como patrón de los enamorados. De allí quizás también se derive la costumbre que ha subsistido después del advenimiento de la cristiandad, de escoger pareja en el aniversario de este santo. 

Cualquiera que sea el orígen de esta bella celebración:“Día de San Valentín”, o “Día del Amor y la Amistad”, -o como quiera llamársele-, lo cierto es que el simbolismo que encierra: el AMOR en toda la extensión del vocablo, es lo que importa, ya que este noble sentimiento por su esencia divina es la fuerza más poderosa: la que redime al mundo. Por esta razón, no sólo el 14 de febrero, sino todos los días, debemos exultantes, celebrarlo y enaltecerlo en nuestros corazones porque ello nos dignifica, nos eleva y nos hace sublimes, identificándonos así con Dios, porque ¡DIOS ES AMOR!

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