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domingo, 15 de abril de 2018

Y DIOS DIJO QUE SÍ!


Foto tomada de: dailymail


Victoria abrió la puerta de entrada del viejo edificio donde vivía y una fina llovizna humedeció su rostro sorpresivamente, en su pequeña habitación solamente existía una diminuta ventana desde la cual no podía ver el cielo. Sintió frío y desgano, tuvo deseos de correr a su cama y arrebujarse bajo el edredón, taparse la cabeza (Como hacia de niña) y dormir mucho pero debía salir a la calle a buscar empleo, la señora que cuidó durante mucho tiempo había fallecido hacia casi un mes y aún no había podido hallar donde emplearse nuevamente. Victoria era una mujer bonita, joven, educada, poseía estudios pero reveses del destino le impidieron convertirse en una profesional, era tímida, introvertida, melancólica, vivía por vivir, hacia mucho tiempo terminó una relación amorosa y el dolor que le produjo ya había cesado no así la desconfianza que ese hecho hizo despertar en ella. 

Estuvo caminando todo el día, entrando y saliendo de distintos establecimientos en busca de ese empleo que ya necesitaba urgentemente. El día continuó frío y nublado, pensó que así estaba su corazón, su vida y hasta su cartera. Llevaba casi media hora en una cafetería revisando clasificados y tomándose despacio un café que le sirviera de pretexto para descansar y a la vez le ayudara a mermar ese frío que mas que de afuera le parecía que la inundaba desde dentro de ella misma. 

Reparó de pronto que desde una mesa cercana a la suya un hombre la contemplaba fijamente aunque con suavidad, estaba tan pobremente vestido como ella pero su rostro irradiaba un algo especial que opacaba cualquier detalle material. Tenia unos ojos hermosos, hermosísimos pensó ella, poseían una luz que no había visto antes en ningún ser humano, se dijo que alguien con esos ojos debía ser una buena persona ya que parecían transparentes, lastima que sobre la ceja izquierda tenia una cicatriz que le subía hasta la cabeza, después de contemplarlo detenidamente comparó metafóricamente la cicatriz con un cuño de autenticidad de una obra de arte, se dijo que con esa expresión bien podía ser un Ángel pero los Ángeles no tienen cicatrices. Bajo los ojos avergonzada al percatarse que ignoraba el tiempo que estuvo analizando al desconocido y que su insistente contemplación no paso inadvertida para el hombre. 

Se levantú deprisa y salió rápidamente del lugar, se sentía mareada, llevaba varios días que apenas ingería alimentos y caminando demasiado, estaba preocupada, ignoraba que haría si no resolvía su situación enseguida, con paso rápido caminaba mecánicamente hacia su vivienda sumergida en sus pensamientos preocupantes, andaba las calles sin darse apenas cuenta. Al cruzar una avenida en la que no había reparado que se encontraba sintió un grito de hombre. ¡CUIDADO!. Vio unas luces de auto y escuchó un chirriar de gomas. Sintió que la empujaban fuerte fuera del alcance del auto y presintió que la persona que lo hizo salvándola no había podido escapar a tiempo de ser golpeada. Efectivamente, ella del empujón recibido había caído a la calle fuera del alcance del auto pero el hombre que la salvó recibió un impacto que lo lanzó contra la acera golpeándole la cabeza. El hombre había quedado inconsciente, se acerco a él, tenia la frente contra la acera y la sangre corría por su rostro cubriéndolo todo, ya era de noche, creyó que se desmayaría,, se sentó en la acera a su lado, le daba miedo tocarlo, ella temblaba sin poder contenerse, oía como en un murmullo las conversaciones de los curiosos, el conductor del auto pidiendo ayuda, le hablaban y no podía responder, no supo el tiempo transcurrido hasta que llegó la ambulancia, los condujeron juntos al hospital, al llegar corrieron con él y otras personas la revisaron a ella, le suministraron un calmante y le dijeron que le avisarían del estado del hombre que afortunadamente estaba vivo a pesar de tener una profunda herida en la frente producida por el filo de la acera. Ignoró cuantas horas demoraron en avisarle que lo habían pasado a una habitación, estaba en observación y como ella solo sufrió una caída sin consecuencias además del susto podía quedarse a acompañarlo, pensaban que eran pareja pero ella aún no estaba en condiciones de aclarar nada, se sentía aturdida de agotamiento, nervios y el efecto del sedante. 


Le indicaron la habitación y allí se encaminó, entro en ella y vio al hombre que la salvó de ser atropellada, el tenia la frente vendada y la cara limpia ya de sangre, los ojos cerrados pero ella creyó haber visto ya esa boca varonil, si, a pesar del vendaje, de estar sedado ella reconoció en él al hombre cuyos ojos la impresionaron horas atrás, tal vez no solamente había reparado en su mirada, seguramente también quedó en sus pupilas su rostro como de estatua donde paradójicamente parecía en su boca tener tatuada una dulce sonrisa. Victoria pensó que él parecía un Ángel pero... los Ángeles no sufren accidentes. No podía más, acercó un asiento a la cama, se sentó, le tomo la mano donde tenia el suero conectado y murmuro: GRACIAS, aunque sabia que él no la escuchaba. Volvió a sentir frío y sueño, se apretó al cuerpo su áspero y viejo abrigo y sin soltar la mano del hombre se inclinó hacia delante y recostó su cabeza en la alta cama del hospital. 

Despertaba lentamente, no deseaba hacerlo, se sentía tan bien así, le parecía estar entre nubes como si se estuviera resarciendo y recuperando de un gran estenuamiento de otra vida. Se viró de lado, se arrebujó entre las ropas de cama que dada su sensación de bienestar sentía acariciar su piel con esa suavidad fría y sensual que produce la seda pura, estaba cómoda, relajada y despertaba sintiéndose feliz. Tuvo la impresión que alguien muy delicadamente descorría unas cortinas y aun sin abrir los ojos notó la claridad del día, se dio por vencida y perezosamente fue abriendo sus ojos, debía estar en la habitación de un piso muy alto porque se veía un mar muy azul unirse al cielo a lo lejos, era una vista celestial, se recreo en ella sin pensar, deleitándose de azul, como si hubiera llegado de un lugar gris y frío. Volvió a la realidad al escuchar una voz masculina que decía: -Amor si continuas ignorándome al despertar por contemplar el mar me pondré celoso. Giró bruscamente en el lecho, al otro lado envuelto en una bata de baño con todo el cabello mojado cayéndole sobre la frente y sonriendo cálidamente, vio de pie al dueño de aquella voz, estaba entre la claridad de dos ventanales y parecía irreal, el se acercó a su lado, ella levantó la mano para separarle el cabello del rostro pero momentáneamente contuvo el gesto al ver que llevaba puesto un hermoso anillo de casada, la luz del día entraba a festejar su despertar, le parecía estar en la cima del mundo. Miro fijamente al hombre en silencio, parecía un gran Ángel. ¿Seria su Ángel? Pero... los Ángeles no se casan. ¿Le habría pedido permiso a Dios por amor?. Eel no dejaba de sonreír dulcemente y de salpicarla con el agua de su cabello, al fin su mano llego a la altura de la frente del hombre para despejarla quedando nítidamente al descubierto su rostro que parecía irradiar luz y unos ojos hermosísimos (pensó ella) y sobre la ceja izquierda una enorme cicatriz que llegaba hasta su cabeza. –Esa cicatriz. Musitó ella. 

-¿Amor, cuando lograré desaparecer de tu expresión ese asombro mañanero al verme? Ya sabes que no es una cicatriz, es una marca de nacimiento que no sé porque te intriga siempre. 

-Como un cuño de autenticidad que garantiza una obra de arte. 

-Siempre me dices la misma frase, me gusta tanto escuchártela, te amo tanto, deseo que jamás nos separemos, para protegerte y amarte con la misma intensidad y por siempre continúes aferrada a mi mano al dormir. ¿Es verdad que no duermes si no tomas mi mano? 

-Es verdad, me aferro a ti como si fueras mi Ángel ¿Lo eres? 


-¡Sí! Un Ángel que le imploró a Dios poderte amar. 

Blanca M Segarra. 

*** 

Ganador de Mención en L’ART Internacional 

4/2007

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