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martes, 15 de mayo de 2018

PASIÓN, MUERTE Y RESURRECCIÓN DE CRISTO, SEGÚN EL ANTIGUO TESTAMENTO

foto tomada de: Wikipedia

Carlos Benítez Villodres
Málaga

En el Antiguo Testamento hay cientos de profecías acerca de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.
Los sacrificios de purificación ocupaban la posición central en la vida religiosa del pueblo judío. Cada devoto judío ya sabía, desde su niñez, que el pecado sólo podría borrarse por medio de un sacrificio cruento. Todas las grandes fiestas y acontecimientos familiares se acompañaban de sacrificios. Los profetas no explicaban en qué consistía el poder purificador de los sacrificios. Sin embargo, sus profecías relacionadas con la Pasión demuestran que los sacrificios del Antiguo Testamento anticipaban el gran sacrificio redentor del Mesías, el cual Él tuvo que ofrecer para la purificación de los pecados del mundo entero. De este gran sacrificio tomaban fuerzas y trascendencia las ofrendas del Antiguo Testamento. La relación íntima entre el pecado y los subsiguientes sufrimientos, al igual que, entre los padecimientos voluntarios y la subsiguiente salvación del hombre, no está bien comprendida aún hasta hoy día.
La Pasión de Cristo engloba los acontecimientos bíblicos que narran los episodios protagonizados por Jesús entre la Última Cena y su crucifixión y muerte. En la Pasión, se hace referencia a los padecimientos que sufrió Cristo (la traición de Judas, la negación de Pedro, la oración en el huerto de Getsemaní, el prendimiento, la presencia de Cristo ante Anás, Caifás, Herodes y Pilatos, el juicio, Cristo atado a una columna, coronación de espinas, el camino con la cruz a cuesta camino del Calvario…
A continuación, transcribo aquéllas que están consideradas por todo el orbe cristiano como las más claras y fundamentales. “Despreciado y abandonado de los hombres, varón de dolores y familiarizado con el sufrimiento, y como uno ante el cual se oculta el rostro, menospreciado sin que le tengamos en cuenta. Pero fue él, ciertamente, quien soportó nuestros sufrimientos y cargó con nuestros dolores, mientras que nosotros le tuvimos por castigado, herido por Dios y abatido”. (Isaías 53: 3-4). Este profeta vivió desde el año 765 a. C. hasta el 623 a. C.
“… y quedó deshecho en ese día, y los mercaderes de ovejas que me observaban (a Judas) conocieron que aquello era cosa de Yavé. Yo les dije: Si queréis, dadme mi salario, y si no, dejadlo; y me pasaron mi salario, treinta monedas de plata. Y tomando las treinta monedas de plata, las tiré en la casa de Yavé al tesoro”. (Zacarias 11: 12-13). El profeta Zacarías vivió desde el año 542 a. C. hasta el 623 a. C.
En cuanto a la flagelación de Cristo y los escupidos de la soldadesca en su rostro: “He dado mis espaldas a los que me herían, y mis mejillas a los que me arrancaban la barba. Y no escondí el rostro ante las injurias y los esputos”. (Isaías 50: 6). Sobre las burlas a Cristo, leemos en el Antiguo Testamento: “Búrlanse de mí cuantos me ven, abren los labios y mueven la cabeza”. (Salmos 22: 8). Del mismo modo, los soldados y demás personas del pueblo se repartieron, entre ellos, la túnica de Jesús y la sortearon: “Se han repartido mis vestidos y echan suertes sobre mi túnica” (Salmos 22: 19).
De las profecías más conocidas en el Antiguo Testamento sobre la muerte del Mesías transcribo algunas de ellas, pues son muchas las que abordan este episodio de la vida de Jesús: “Seco está, como un tejón, mi paladar, mi lengua está pegada a las fauces, y me han echado el polvo de la muerte. Me rodean, como perros, me cerca una turba de malvados; han taladrado mis manos y mis pies y puedo contar todos mis huesos. Ellos me miran y contemplan”. (Salmos 22: 16-18).
La muerte de Jesús será el sacrificio que redima los pecados de los hombres: “Fue traspasado por nuestras iniquidades y molido por nuestros pecados. El castigo de nuestra paz fue sobre Él, y en sus llagas hemos sido curados. Todos nosotros andábamos errantes, como ovejas, siguiendo cada uno su camino, y Yavé cargó sobre Él la iniquidad de todos nosotros. Maltratado, pero Él se sometió, no abrió la boca, como cordero llevado al matadero, como oveja muda ante los trasquiladores. Fue arrebatado por un juicio inicuo, sin que nadie defendiera su causa, pues fue arrancado de la tierra de los vivientes y herido de muerte por el crimen de su pueblo. Dispuesta estaba, entre los impíos, su sepultura, y fue en la muerte igualado a los malhechores, a pesar de no haber cometido maldad ni haber mentira en su boca”. (Isaías 53: 5-9).
Cristo, en su muerte, estará rodeado de pecadores: “Por eso yo le daré por parte suya muchedumbres, y dividirá la presa con los poderosos por haberse entregado a la muerte y haber sido contado entre los pecadores, llevando sobre sí los pecados de muchos e intercediendo por los pecadores”. (Isaías 53: 12).
Otra, entre muchas, de las profecías sobre la muerte de Cristo dice: “Y derramaré sobre la casa de David y sobre los moradores de Jerusalén un espíritu de gracia y de oración, y alzarán sus ojos a mí. Y aquel a quien traspasaron le llorarán como se llora al unigénito”. (Zacarías 12: 10).
Una vez que Cristo estuvo en la cruz, sintió sed, y un soldado impregnó una esponja en hiel mezclada con vinagre: “Diéronme a comer veneno, y en mi sed me dieron a beber vinagre”. (Salmos 69: 22).
Jesús, antes de morir, creyó que su Padre lo abandonó a su suerte por eso dijo: “¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? Lejos estás de mi socorro, de las palabras de mi gemido”. (Salmos 22: 2).
Sobre la Resurrección de Jesús hay en el Antiguo Testamento un sinnúmero de profecías. “Yo sé que mi Redentor vive, y al final se levantará sobre el polvo. Y después de desecha mi piel, aun en mi carne veré a Dios; al cual yo mismo contemplaré, y a quien mis ojos verán y no los de otro. ¡Desfallece mi corazón dentro de mí!”. (Job 19: 25-27). Del profeta Job no se tienen datos sobre su nacimiento y muerte.
Asimismo, hay otra profecía sobre la Resurrección del Mesías: “Yo, en justicia, contemplaré tu faz, y me saciaré, al despertar, de tu imagen”. (Salmos 17: 15). 
El pueblo de Dios, en los tiempos del Antiguo Testamento, creía en la Resurrección. En este Libro Sagrado leemos: “Revivirán tus muertos, mis cadáveres se levantarán; despertad y cantad los que yacéis en el polvo, porque rocío de luces es tu rocío, y la tierra parirá sombras. (Isaías 26: 19).
También el profeta escribe en uno de los Libros Santos sobre la salida del Redentor del mundo de los muertos: “Las muchedumbres de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la eterna vida, otros para la eterna vergüenza y confusión”. (Daniel 12: 2). Daniel nació en el año 451 a. C. y falleció en el 533 a. C.
Por otro lado, los salmos mesiánicos declaran también palabras proféticas alusivas al sacrificio y resurrección de Cristo: “Pues no abandonarás mi alma al seol ni permitirás que tu fiel vea la fosa. Tú me enseñarás el sendero de la vida, la hartura de alegría ante ti, las delicias a tu diestra para siempre”. (Salmos 16: 10-11). Los Salmos fueron escrito por varios profetas: Moisés, el rey David, Asaf, los hijos de Coré, Salomón, Hemán el Ezraíta, Etán el Ezraíta y otros autores no nombrados. Los años del nacimiento y de la muerte de estos profetas no los expongo en este trabajo por tratarse de un artículo periodístico.
En los Libros Canónicos, leemos esta otra profecía sobre la resurrección de Jesús: “Él nos dará la vida en dos días y al tercero nos levantará y viviremos ante Él”. (Oseas 6: 2). El profeta Oseas vino al mundo el año 804 a. C. y murió en el 720 a. C.
Un enfoque para utilizar con un incrédulo es darle a leer el Salmo 22: 12-18. Ésta es una descripción de la crucifixión mil años antes de que Cristo naciera. Si sabe Historia el interpelado, dirá que esta profecía trata de la crucifixión del Mesías. Época esta, en la cual las crucifixiones no se habían inventado todavía.
foto tomado de Wikipedia


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