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miércoles, 15 de agosto de 2018

VIVIR LA VIDA COMO CRISTO LA VIVIÓ SER CRISTIANO




José Luis Linares del Río
Gráficas Anarol. Málaga, 2011. Págs. 88

COMMENTARIO:

Carlos Benítez Villodres
Málaga

Muchas personas de ayer y de hoy dicen que son cristianos porque creen en Dios, en Jesús, en el Espíritu Santo, en la Virgen María, en la Iglesia y en todo lo que esta conlleva.

Como bien sabemos, el cristianismo es la religión, a nivel mundial, con más de dos billones de adeptos, pero la mayoría de estos cristianos no tienen una idea clara de lo que significa “ser cristiano”. Solo en los Libros Sagrados encontramos lo que quiere decir “ser cristiano. “A los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía”. (Hechos 11:26). En este versículo, la palabra “discípulos” quiere decir “alumno” o “aprendiz”, y el vocablo “cristiano” significa “seguidor de Cristo”. Por consiguiente, un auténtico cristiano es un seguidor y aprendiz de Jesucristo, es decir, “ser cristiano” implica esforzarnos por imitar el ejemplo de Cristo durante toda nuestra vida.

Por consiguiente, “ser cristiano” es creer en Cristo o aceptar a Jesús en nuestra alma y en nuestra vida. “Ser cristiano” consiste, pues, en seguir e imitar activamente a Jesucristo que ha entregado su vida, que se ha bautizado y ha recibido al Espíritu Santo, es decir, “ser cristiano” es revestirse de Cristo para vivir como Jesucristo vivió sobre la Tierra.

La persona, que es un verdadero cristiano, lucha constantemente contra la maldad que nos hace pecar y, con suma energía, trata de parecerse a Cristo para ser “perfectos, como vuestro Padre, que está en los cielos, es perfecto. (Mateo 5:48).

Aquel que dice “ser cristiano” debe demostrar, en medio del mundo y bajo un sol potente, que vive como Jesús vivió, realizando lo que Él hizo y soterrando lo que Él evitó llevar a cabo.

Es evidente que, si queremos vivir como Cristo, debemos estudiar profundamente su vida para saber lo que hizo y cómo vivió. “Sed imitadores de mí, como yo de Cristo”. (1 Corintios 11:2). “El que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo”. (1 Juan 2:6). Jesús dedicó su vida a servir a Dios y a los demás. Siempre obedeció las Leyes y Mandamientos del Padre, además, su voluntad fue la de Dios.

San Pablo nos dice que para “ser cristiano” es necesario que nos equipemos de hombre nuevo y cambiemos el rumbo de nuestra vida siempre que este se aleje de Cristo: “si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:21-24).

El libro SER CRISTIANO del padre José Luis Linares del Río comienza con una oración a la Santísima Trinidad. Dicha plegaria dice: “Hoy, Dios Padre me ha llamado por mi nombre y me ha hecho hijo suyo por el Bautismo. Jesucristo, su Hijo Unigénito me ha sentado junto a mis hermanos a su mesa para alimentarme con su Cuerpo y Sangre. El Espíritu Santo ha puesto su morada en mi corazón para iluminarme y fortalecerme. Demos gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”.

Prosigue la obra con los “agradecimientos” a ciertos catequistas de Málaga y provincia, de Ecuador y de Perú, países en los que estuvo José Luis, que colaboraron con él.

Tras el apartado anterior, podemos leer el Prólogo, del cardenal Fernando Sebastián Aguilar. En él, se nos dice: “Estoy seguro de que este hermoso texto ayudará a muchos cristianos a reavivar su fe y centrar su vida en lo fundamental. (…) Conviene leerlo poquito a poco, pensando y repensando cada frase. Hay que paladearlo, como si estuviéramos chupando un caramelo. Os hará bien. Demos gracias a Dios”.

A continuación, en la Introducción, escrita por el padre José Luis, se nos manifiesta: “A los que siguen a Jesús desde el principio se les llamó cristianos (Hch. 11:26). Jesús de Nazaret, que murió y resucitó por nosotros y a quien Dios Padre hizo Señor y Cristo (Hch. 2:36), es el Camino, la Verdad y la Vida que nos conduce al encuentro con Dios Padre (Jn. 14:6). El que acepta a Jesús, sigue su palabra, continúa su misión y vive unido a Él, para poder dar fruto de buenas obras (Jn. 15:5).

El capítulo primero se titula “Seguir a Jesús supone reconocerlo como Señor”. En él se nos refiere: “Pedro exclama mientras lo sigue: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”, y Jesús le responde que “su afirmación no es fruto de su inteligencia, sino que es don de luz que el Padre le concede” (Mt. 16:16-18).

En la segunda sección, “Seguir a Jesús significa aceptar su proyecto”. En esta parte, leemos: “Jesús tiene un proyecto, una misión: anunciar y realizar el Reino de Dios. (Mc. 1:15).

Al comienzo de este tercer capítulo “Seguir a Jesús supone proseguir su estilo de vida”, se nos dice: “La misión y tarea del creyente en conformarse o, más bien, dejarse conformar a Cristo, tener su mismo estilo de vida en lo profundo, sus sentimientos, sus criterios sobre la vida, sus valores y modo de proceder…”.

“Seguir a Jesús es formar parte de su comunidad”, título que da paso al cuarto apartado. En su primera división, leemos: “La Iglesia es la comunidad que prolonga a Cristo en el tiempo, mantiene la memoria de Jesús, continúa predicando su proyecto, anuncia el Reino a los pobres, denuncia el pecado y va realizando la fraternidad y la filiación a la humanidad hasta hacer de ella la nueva humanidad, los cielos nuevos y la tierra nueva, donde existirá plena comunión entre Dios y los hombres. (Ap. 21).

El quinto y último capítulo titulado “Seguir a Jesús es vivir bajo la fuerza del Espíritu”, se nos manifiesta. “El Espíritu es esa potencia interior que armoniza su corazón con el corazón de Cristo y los mueve a amar a los hermanos como Él los ha amado… (…). El Espíritu es también la fuerza que transforma el corazón de la Comunidad eclesial para que sea en el mundo testigo del amor del Padre, que quiere hacer de la humanidad, en su Hijo, una sola familia”.

Concluye esta admirable y enriquecedora obra con tres secciones: “Sugerencias para preparar el momento de Oración”, “Oraciones” y “Letanías y poemas”

El libro está escrito en una prosa eficaz, directa y sencilla, perfectamente elaborada, gracias a la fe, al amor al prójimo, a la esperanza y a la solidaridad de su autor con todas las personas, ya sean creyentes o no, ornada, además, con una adjetivación sorpresiva y puntual. Las cinco partes o capítulos del SER CRISTIANO están expuestas con un lenguaje formal y circunspecto, claro y formativo, que mana de la habilidad del padre Linares del Río, que es capaz de enlazar lo abstracto del pensamiento con la mente del lector.

La planificación de los hechos, la estructura y el procedimiento narrativo de los mismos, el análisis exhaustivo y profundo de los textos, la firme consistencia de las ideas mostradas y de sus derivadas, el hilo que conduce dicha exposición... solean y enaltecen aún más esta obra ya de por sí sublime, la cual nos permite saber cómo ser un buen cristiano.


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