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jueves, 1 de noviembre de 2018

CREACIÓN O EVASIÓN

Foto tomada de: collective-evolution.com/


Lola Benítez Molina

Málaga (España)


Quizá fue la angustia vital, la experiencia de lo vivido, que lo llevó, incluso a la cárcel, durante la dictadura en Uruguay. Juan Carlos Onetti nació en Montevideo el 1 de julio de 1909 y falleció en Madrid el 30 de mayo de 1994. La dictadura militar uruguaya lo estimuló y lo convirtió en uno de los grandes escritores que ha dado la literatura de lengua hispana, y al que le fue concedido el Premio Cervantes en 1980. 

Para la escritora uruguaya, Cristina Peri Rossi, Onetti es “uno de los pocos existencialistas en lengua española”. Con anterioridad, Vargas Llosa comentó refiriéndose a Onetti que “es un escritor enormemente original, coherente; su mundo es un universo de un pesimismo que supera gracias a la literatura”. Asimismo, refiere su gran amigo Jorge Rufinelli: “Escribía por la pura necesidad de hacerlo”, lo que lo convirtió en escritor de escritores. Profundamente admirado por todos los que constituyeron el “boom” literario de los años setenta del pasado siglo: Juan Rulfo, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa. Este último dice nuevamente estas palabras sobre Juan Carlos Onetti, y no se equivocó: “Estoy convencido de que es uno de esos escritores que va a pasar ese examen definitivo, que es la prueba del tiempo”. 

Al igual que lo hiciera, García Márquez con Macondo, Comala “el pueblo de Rulfo” y Yoknapatawpha, el condado de Faulkner, Santa María sería la ciudad de Onetti, una ciudad ficticia entre su Montevideo natal y Buenos Aires, su ciudad adorada. 

Como su compatriota Benedetti, se vio obligado a emigrar en 1975, estableciéndose en Madrid, junto a su incondicional Dolly, en un apartamento de la Avenida de América. Allí, seguiría dedicándose a su pasión: la escritura, dando rienda suelta a su imaginación, en un intento de no sucumbir ante la realidad. El crear un mundo paralelo, único y, exclusivamente, moldeado por él lo ayudaba a superar sus noches de insomnio y su dolor ante las injusticias imperantes. 

Puedo viajar a Santa María, conversar con sus habitantes y ver en ellos el alma dolorida de Onetti, algo que quiebra la mía, y me impulsa a querer detenerme en su tiempo, en su voz. 

Esa angustia, que lo impulsó a crear, lo hizo traspasar el olvido, un olvido que no era lo que le importaba. Era su nostalgia de un pasado que nunca vuelve, pero que dio sentido a su vida. 

Hay una frase muy cierta y muy instructiva de Benjamin Franklin: “No malgastes tu tiempo, pues de esa materia está formada la vida”. 

Actualmente, tras los años de oscuridad, se devuelve el prestigio nunca perdido de Onetti. Las nuevas generaciones de uruguayos podrán reencontrarse con el mejor exponente de sus letras.

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