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jueves, 1 de noviembre de 2018

Tipos y cosas de usos y abuso más frecuente en nuestra capital

Detalles
Escrito por Emilio Roig de Leuchsenring
Historiador de la Ciudad desde 1935 hasta su deceso en 1964.
Especie de índice o catálogo «en el que aparecerá la más rara, curiosa y entretenida colección que ha reunido ni podrá reunir el más estrambótico de nuestros coleccionistas».
«Los personajes de estos párrafos cómico-trágicos, procuraremos, lector paciente, que sean todos amigos o conocidos tuyos: esos mismos señores y señoras que a diario te encuentran por calles y paseos». 

PRÓLOGO

Aunque no es costumbre que los artículos publicados en periódicos y revistas lleven, como los libros, prólogo, este trabajo precisamente por versar sobre costumbres habaneras, bien merece tenerlo. (Conviene advertir que tal manera de razonar no la hemos aprendido en ningún tratado de Lógica: nos la han enseñado políticos y gobernantes). 
Debemos ahora añadir, para general conocimiento del respetable público –todos los públicos son respetables– que nos lee, que el presente prólogo será muy corto. Tan breve que ya casi estamos a la mitad. 
En la otra mitad daremos a conocer el objeto, sujeto y divisa de estos trabajos. 
Pensamos sacar a relucir, en breves líneas, poniéndolos en la picota de la publicidad, aquellos vicios y defectos, de bulto, que hoy padece nuestra capital. 
Los personajes de estos párrafos cómico-trágicos, procuraremos, lector paciente, que sean todos amigos o conocidos tuyos: esos mismos señores y señoras que a diario te encuentran por calles y paseos. Y si por casualidad eres tú uno de ellos, no te des por aludido y hazte el zueco, como ciertos secretarios que tú y nos conocemos. Así se vive más cómodamente. 
Será este estudio, si tal pudiéramos calificarlo, a manera de índice o catálogo en el que aparecerá la más rara, curiosa y entretenida colección que ha reunido ni podrá reunir el más estrambótico de nuestros coleccionistas. 
Tendrá este museo habanero la ventaja de que los objetos que en él aparezcan sólo llevarán al pie, como tarjeta de identificación, cortas líneas, las suficientes para poner en autos a los lectores. Usaremos el estilo cablegráfico, con lo cual saldrá ganando el público, pues en vez de una lata por partida doble se la daremos homeopáticamente, o mejor dicho antigamente. 

–Fin moral que perseguimos? 

–Absolutamente ninguno. Las sociedades no se reforman ni mejoran con discursos ni sermones. Entretener y divertir es nuestra única divisa. Un chisme vale más que un consejo, y en salones y ciudadelas, la única creencia que se conoce y practica es la chismografía. 

Aquí termina el prólogo. 

ÍNDICE

(Sin páginas ni orden alfabético, para comodidad nuestra y con el aliciente de que ni antes ni después viene otra cosa). 

PRIMERA PARTE

Políticos. Es el personaje más connotado de nuestra época, ducho en forros, maestro en desenterrar muertos para que voten el día de las elecciones, en los mítines arrebata, por lo bien que sabe darle caña a los del Partido contrario, lo cual no le impide, si este triunfa, hacer una oposición de altura que es una forma de gubernamentalismo, de guataquería o de cobardía. 

Billeteros. Aunque le está prohibido gritar, sigue pregonando, como antes, por calles y plazas, el número de la suerte, el «premiadito», el gordo, el que ha de elevarnos en una mañana a la riqueza y la opulencia. 

–¡Acaba en siete y suma trece! ¿quién lo quiere? ¡Mañana se juega! 

Y los bobos, que somos nosotros, compran, pagan, y no les sale. Y el gobierno tan contento. 

Florero. Hijo de las afortunadas o de la Península es uno de los contrasentidos que existen en nuestra tierra. ¡Este tipo vendiendo flores! ¡Y no se marchitan! 

Botelleros. ¡No!... No es el que te figuras, lector, este infeliz ni vive del Estado sabrosamente, ni arrastra automóvil, ni cobra sueldo sin dar un golpe. Nuestro pobre botellero se sostiene malamente, de las botellas vacías que vende y revende. 

Botelleros. Este sí es el que tú te figurabas antes, pero murió, víctima de la piqueta regeneradora del Presidente Machado. El que sepa de alguno, que lo diga, para darle garrote, de verdad, no como a Valentín. 

Guapos. Es nuestra tierra pródiga en guapos, de profesión, afición o carrera, y en todas las armas. ¿Quién no los conoce? El sombrero de medio lado, la mirada feroche, el revólver al cinto y el coco macaco en la diestra son las armas y atributos de este personaje de nuestro tiempo que en ocasiones necesita tomar bicarbonato y tila, para calmar... su valor. 

Guarapeta. Este mascavidrios y ginebrista, también conocido con el nombre de alambique, es un personaje mundial y no hay barrio ni sociedad elegante que no tenga el suyo. Su templo es la bodega o la barra; su diosa la caneca; su único oficio, empinar el codo; su variedad más antipática: el chiquito de sociedad que para darse importancia quiere demostrar que está jalao. 

Beatas. –¡Ave María Purísima! Dios nos libre de la murmuración pero, ¿se ha enterado usted comadre, de lo que dicen de la hija de Doña Ramona? –exclama la beata al salir de la iglesia en compañía de una amiga, beata también; que más que rezar, su verdadera ocupación consiste en arrancarle la tira del pellejo a sus semejantes. 

Cristalino. Su tiempo pasó ya. Hoy apenas quedan en nuestra capital dos o tres coches de alquiler. El cristalino ha sido derrotado y sustituido por el fotinguero. «Esto matará aquello», dijo Víctor Hugo. El fotingo mató al pesetero y al aliado. Ya casi no existe en La Habana aquella trinidad adorable que formaban: penco, arrastrapanza y cristalino. 

Lechero. Montado antes en su caballo rosillo, con los serones al lado, llenos de botijas, era un hombre feliz, perito en combinaciones químicas más o menos aguadas. Hoy por obra y gracia de la Sanidad, es más perseguido y vigilado que un anarquista, y como a éste, se le expulsa por indeseable. Salux populi, suprema lex. 

Civilizados. Del tipo de los que satirizó Farrere en su admirable novela, con la única diferencia, de que los nuestros, lejos de ser, como aquellos, «sabios de día y locos de noche», resultan imbéciles de día y estúpidos de noche. 

Simuladores. Políticos, artistas, literatos, comerciantes, hombres y mujeres de todas clases, que viven y medran, en su lucha por la vida, procurando desempeñar con más o menos arte y mayor o menor engaño, el falso papel que han elegido o les ha tocado en la comedia humana. 

Almonedas y remates, que celebran en sus elegantes salones, las más encopetadas familias de nuestro smart, cuando con el pretexto de recientes lutos o equivocación en la factura, «llegada de París», necesitan para comprar trajes nuevos vender los usados. 

Novios. De ventana, tranvía, balcón, sillones, sofá, chaise-Longue... y otros artefactos. 

Señoritas. De sociedad, de su casa, heladas, (en el Hotel Inglaterra), de dirección portal, reconstruidas... etc., etc. 

Maridos. Más o menos complacientes y sufridos, o vivos, pero siempre de aquellos de los que dijo un escritor: «Lo que me ha hecho aborrecer un matrimonio, no son las mujeres, sino los maridos ¡líbrenos el Señor de una desgracia semejante!» 

Guayabitos, aunque no roedores. (Usamos el nombre criollo, por ser –es natural– menos usado que el castellano y el francés). Los hay de muy diversas categorías, pero sólo mencionaremos a los más distinguidos: los esposos que viven a costa de sus esposas, los padres y hermanos que son alimentados por sus hijas y hermanas, los comerciantes e industriales que explotan a sus dependientas. 

Monumentos. Hasta ayer apenas se usaban, hoy se abusa de ellos. 

Niñas, que parecen mujeres, dan fiestas, recibos, thes y bailes, leen a Pitigrilli, figuran en las crónicas sociales y hasta en la correspondencia secreta y tienen novio y otras cosas por el estilo. 

Poetas. Con o sin melena, con o sin ortografía, futuros asociados a la Liga del Baño. 

Moralistas. Con antecedentes penales, que desde sus palacios o prebendas, adquirido con el dinero del Estado o la sangre de los infelices, predican la honradez, la virtud y la moralidad, pero cuando pasan por delante de la Beneficencia, vuelven la cara y contemplan, al parecer extasiado, la estatua de Maceo. 

Usurero. Desde el miserable garrotero, hasta el encopetado prestamista, que arrastra automóvil y trata de «tú» a Secretarios, Magistrados y Jueces. 

Tómbolas. También llamadas rifas, verbenas, etc. Fiestas que sirven para que los jóvenes y las muchachas se rascabucheen, algunas familias se hagan trajes nuevos, algún encopetado señor, de lata jerarquía civil o sagrada, viva, y ¡y bien! –, ¡qué vivos! , –las tiendas hagan dinero, nosotros nos rasquen el bolsillo. –¿Y los pobres? – Bien, gracias. O mejor dicho tan mal como antes.

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