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lunes, 15 de abril de 2019

DUEÑOS DE UN DESTINO INCIERTO




Lola Benítez Molina
Málaga (España)

Viaje nocturno de holas marchitas. El silencio, a veces necesario, hoy me azota, y un rugir de circunstancias sobrevuela mi inocencia rota.
            Las sonrisas ya no acarician al viento y afloran de las lágrimas negras. El fuego hace crepitar el alma. Tal vez suene a lo lejos, acompasada y trémula, con melodías del ayer, la nostalgia. Ese destino incierto quiebra la mirada y rehúsa aquellos días.
            No se puede entender esa ausencia que mata. ¿Hasta dónde puede llegar el engaño de una sugerente voz? La duda no tiene cabida y esas lágrimas negras florecen.
            William Faulkner, en su novela “Las palmeras salvajes” diría: Entre el dolor y la nada prefiero el dolor”. Es una frase hiriente, pero llena de sentido.
            Somos dueños de nuestro destino hasta cierto punto, diría yo, y como manifestó Carl Jung: “Aquello a lo que te resistes persiste y lo que aceptas te transforma” o “Yo soy lo que elegí ser”.
            Al hablar del famoso Carl Jung me viene a la memoria el nombre de la que sería su amante, Sabina Spielrein (1885-1942), psiquiatra y psicoanalista rusa de origen judío, nacida en Rostov. Perteneciente a una clase social alta y dotada de gran inteligencia e inquietud, aventajada a su tiempo, su infancia se caracterizó por su rebeldía ante un padre excesivamente autoritario, lo que le ocasionaría problemas de afectividad. A los diecinueve años sus padres la enviaron a Zurich para ser tratada, por Carl Gustav Jung, médico psiquiatra y ensayista suizo, de un cuadro depresivo. Después se convertiría en su alumna, colaboradora y amante. Tras su dolorosa ruptura, se casaría con un médico ruso, también de ascendencia judía, Pavel Scheftel, con el que tuvo a sus dos hijas. Más tarde se marchó a vivir a Moscú, donde ejerció como psicoanalista hasta que los estalinistas se lo prohibieron y regresó a su Rostov natal, donde fue fusilada junto a sus dos hijas por un Comando de las SS.
            Posteriormente, a su muerte sería publicada la correspondencia que mantuvo tanto con Jung como con Freud. Una vida apasionante y trágica, que quiero rescatar del olvido, aunque sea por breves instantes, una vida complicada pero llevada con valentía.
            Todas las vidas son fascinantes y encierran un destino y un dolor.


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