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miércoles, 1 de mayo de 2019

Anciano gay recuerda el pasado



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Por Tania Díaz Castro / LA HABANA, CUBA

Conversar con Esteban, sentados a la sombra de un inmenso árbol de mamoncillo, es una de las cosas más interesantes que me ha ocurrido últimamente. Dos horas junto a este viejo gay fue como retroceder en el tiempo, contemplar la capital cubana de los años cincuenta bien de cerca, como si la idílica ciudad de nuestra juventud no hubiera comenzado a desaparecer en enero de 1959, con la Revolución Cubana.
De joven vivió -por eso todo lo recuerda- en Ronda, una calle con  poco más de dos cuadras, que bordea un costado y el frente de la Universidad de La Habana. Fue allí donde comenzó, en 1952, la oposición al dictador Fulgencio Batista.
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“Yo soy homosexual desde los 17 años. Como hijo único, y en esa época, mis padres se resistieron a la idea. Hasta me llevaron a un psiquiatra que me comprendió y les dijo que así me tenían que tolerar. Entonces todo fue de maravilla. Terminé el bachillerato y cuando iba a ingresar a la Universidad, Batista la cerró.
“La Universidad era un antro de gánsteres, armados hasta los dientes. Mi padre tuvo miedo. Presencié las primeras manifestaciones que salían de la Universidad, a escasos metros de mi casa y recorrían un buen tramo de la calle San Lázaro. Vi cómo numerosos estudiantes, entre los primeros Luis Blanca, José Antonio Echevarría y otros, en defensa de la Constitución, comenzaron tirándole piedras a la policía que protegía la tranquilidad ciudadana. Luego lo hicieron con balas. Así comenzó la insurrección. A la violencia estudiantil, la policía respondió con más violencia. Mientras, el pueblo vivía indiferente a los líos políticos estudiantiles. Tanto fue así que la huelga general que ordenó Fidel Castro desde la Sierra Maestra para abril de 1958 fracasó. El pueblo no cooperó en nada.
“Aunque había una dictadura, el pueblo gozaba de libertad. Nadie se metía ni con las putas. La policía, eso sí, perseguía y mataba a los revolucionarios terroristas que ponían bombas, que hacían atentados y secuestros, que rompían tuberías de agua, afectaban la electricidad, echaban tachuelas en las carreteras y quemaban cañaverales. Solo a esos.
“Hoy leo la campaña de Mariela Castro a favor de los gays y esto me produce risa. Nosotros nunca tuvimos problema alguno. Ni de reojo nos miraba mal la gente. Ser homosexual en aquellos tiempos era la cosa más natural del mundo. Teníamos un montón de clubes en el Vedado sólo para homosexuales, con artistas travestis que ganaban un buen dinero y donde podían bailar libremente hombres con hombres y mujeres con mujeres. En cualquier posada podíamos pasar más de una noche y también en cualquier hotel alquilábamos una elegante habitación el tiempo que quisiéramos. No había restricciones de ningún tipo, ni aversión contra nosotros por parte de la sociedad.
“La  homofobia fue un invento de la Revolución Socialista, fue el gobierno comunista quien la impuso, sobre todo en los primeros meses de 1964, cuando se crearon las Unidades Militares de Ayuda a la Producción –UMAP-, campos de trabajo forzado a donde se remetieron a los homosexuales, religiosos,   principalmente Testigos de Jehová y desafectos políticos. Allí estuvieron Pablito Milanés, el cardenal Jaime Ortega, el inolvidable seminarista Troacio Hernández y numerosos jóvenes, narradores y poetas.
“Cambiar la historia es algo que le gusta mucho al gobierno cubano: describir el pasado como lo peor, para justificar el asalto al Cuartel Moncada y la lucha armada de las montañas. Pero hay una realidad que no puede negarse y que no debemos de olvidar quienes vivimos ese pasado: menos para el terrorismo de los revolucionarios, miembros del Movimiento 26 de Julio y del Directorio 13 de Marzo, en Cuba, con Batista, había libertad, una libertad que hoy recordamos y valoramos todos los viejos sinceros como yo.

CubaNet Noticias

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