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jueves, 1 de agosto de 2019

Los méritos de un gran patriota



(Collage de ACN)


Tomada de: Bohemia
Por Marta Gómez Ferrals
Fotos: Habana Radio
Cubadebate
El 13 de junio de 1910 falleció en La Habana, su ciudad natal, Fermín Valdés Domínguez, un cubano vinculado desde la niñez y por siempre a la vida de su amigo del alma, José Martí, pero también con méritos propios tan relevantes que hacen imposible olvidarlo y no estimarlo en su notoria valía.
Había nacido el 10 de julio de 1853 ese patriota íntegro y luchador. En el momento de su fallecimiento, próximo a cumplir 57 años, tenía la salud demasiado quebrantada, lo cual sin dudas agudizó su actividad incansable y su vida azarosa, plena de actividades políticas, reclamos de justicia, de campaña libertaria incluso y su infatigable quehacer científico. Corta y fructífera existencia, prodigada como hacen los buenos, sin pedir nada a cambio.

Desde 1894 se implicó totalmente en los preparativos de la Guerra Necesaria, última campaña independentista mambisa, organizada desde Estados Unidos y otros puntos del exilio cubano por José Martí.
Había llegado a suelo norteño en ese año, procedente de Cuba, y con ese fin. Cuando Martí partió finalmente a reunirse con Máximo Gómez en Montecristi para dirigirse a su amada isla, Valdés Domínguez se había quedado allí para apoyar la contienda con la recaudación de recursos.
La muerte en combate de su entrañable amigo, el 19 de mayo de ese propio año, lo compulsó a embarcarse con presteza en una expedición que salió hacia Cuba y en suelo patrio se incorporó al Ejército Libertador.
Ya en los campos de batalla de su tierra natal, por su profesión de médico se desempeñó como Jefe de Sanidad de los cuerpos militares de Las Villas y Oriente, asistió a la Asamblea Constituyente de Jimaguayú y fue ayudante del General en Jefe Máximo Gómez. Alcanzó el grado de coronel.

La guerra independentista terminó abruptamente, con la intervención imperialista estadounidense que frustró la libertad tan bien ganada, cuando los patriotas cubanos estaban a punto de lograr la victoria militar.
En medio de ese trágico acontecimiento Fermín Valdés Domínguez optó por vivir en La Habana. No tuvo ningún cargo en el gobierno creado bajo los dictados imperiales y en 1907 integró la Junta Patriótica de La Habana, desde la cual se opuso al anexionismo reaparecido en ciertos sectores durante la segunda intervención militar de 1906 a 1909.
Valdés Domínguez fue un hombre multifacético, de vida intensa, fuerte compromiso patriótico y una gran vocación científica y de servicio al prójimo. Se había graduado de Medicina en sus años juveniles en España. En la Universidad de Zaragoza en los años 70 del siglo XIX convivía cercanamente a su joven amigo Pepe Martí, quien estudió disciplinas humanísticas allí.
Tras una accidentada carrera, por motivo de sus acciones políticas en la Isla había coincidido con Martí en la metrópoli cuando el futuro Apóstol disfrutaba de un indulto y vivía en condición de desterrado político.

La mentada hermandad que siempre vinculó a Martí y Fermín merece ser recordada. Se conocieron de niños, en la escuela primaria. Luego la amistad creció y se hizo mayor al cursar ambos los estudios de primaria superior en el colegio dirigido por Rafael María de Mendive, el pedagogo que influyó sobremanera en la formación patriótica, moral e ideario independentista de ambos.
Una circunstancia aciaga y dolorosa, en plena adolescencia, selló quizás sus destinos. En 1869 Fermín Valdés Domínguez y el joven Pepe (José Julián Martí y Pérez), provocaron la ira de los voluntarios al servicio de la corona mientras estaban en el balcón de la casa del primero.
Los sucesos, de origen baladí al principio, tomaron inopinadamente tal cariz que desencadenaron una retahíla de hechos dramáticos por los cuales Martí terminó condenado a seis años de prisión en las canteras de San Lázaro.
A pesar de que su compañero Fermín admitió haber sido el autor, la caligrafía de Martí inclinó la mayor culpabilidad hacia él. Fermín, empero, tuvo que cumplir seis meses de cárcel.

Valdés Domínguez había iniciado los estudios de medicina en La Habana, pero fue implicado nuevamente en otro proceso, el que concluyó con el crimen monstruoso de los ocho inocentes estudiantes de medicina, el 27 de noviembre de 1871.
Aunque no le tocó muerte por fusilamiento en el macabro sorteo que finalmente hicieron las autoridades, fue condenado a seis años de cárcel esta vez. Aquel espantoso suceso lo marcó para toda la vida y en lo adelante, luchó con valentía, sin descansar, incluso durante largos años, por vindicar la memoria de aquellos jóvenes inocentes y mártires, sus antiguos y amados compañeros de estudio.
En España, cuando era un estudiante, Fermín escribió un libro de denuncia de la atrocidad cometida por las autoridades coloniales. Tanto la obra de Fermín, como el ensayo El presidio político en Cuba fueron publicados en Madrid y tuvieron una gran repercusión.
Al finalizar estudios, Martí tomó los rumbos del exilio en países de América Latina: México, Guatemala, Venezuela y más tarde Estados Unidos. Fermín fue a ejercer su carrera en 1876 a su ciudad natal, La Habana, pero la amistad entre ambos continuó.
Con una conducta ética intachable, estuvo muy comprometido socialmente, mediante el ejercicio de su profesión, la medicina. Hizo investigaciones médicas y antropológicas, fue autor de varios estudios científicos avanzados para su tiempo y atendió de manera dedicada en sus consultorios de la capital y el poblado oriental de Baracoa, a los pobladores necesitados. Ejemplo alto de patriota, humanista y amigo.

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