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martes, 30 de octubre de 2012

El amigo autonomista de José Martí

              por Roberto Soto Santana,de la Academia de la Historia de Cuba (Exilio)

      
      El 3 de enero de 1892, Martí anunció su iniciativa de crear el Partido Revolucionario Cubano (PRC), en una reunión mantenida en el Club San Carlos de Cayo Hueso[i] con José Francisco Lamadrid, José Dolores Poyo y el Coronel Fernando Figueredo Socarrás. El 5 de enero, en una reunión celebrada en Nueva York, se aprobaron las Bases y los Estatutos del PRC, hasta que el 10 de abril se proclamó su fundación.
     Quince días atrás, el 16 de marzo de 1892, el periódico PATRIA había publicado un artículo de Martí con el título de “Autonomismo e Independencia”, en el que marcaba distancias de la siguiente manera con los seguidores del Partido Liberal Autonomista: “Por la confusión de los términos se confunden los hombres…No hay que estar a las palabras, sino a lo que está debajo de ellas…La autonomía sería una palabra grata al cubano y al puertorriqueño, puesto que autonomía sólo quiere decir gobierno propio, si el autonomismo no hubiese descompuesto los elementos necesarios para el gobierno propio…La independencia sería más temible que deseable si con el nombre de ella se levantase a ahogarla una nueva tiranía…Los autonomistas, con su derecho pleno de cubanos, pueden, cambiando totalmente de espíritu y de métodos, entrar en la obra que perdura cuando la suya se viene abajo, en la obra que se mantuvo abierta para recibir a los mismos que la perseguían y reprobaban, en la obra nueva y radical de la independencia. La independencia, que se anhela para fundir en el trabajo victorioso de la creación del pueblo nuevo los factores que pueden debilitarlo o rendirlo al extraño si se aflojan o divorcian, jamás podrá ser la continuación de la obra tortuosa, indecisa, descorazonada y parcial de la autonomía…No es la caja sólo lo que hay que defender, ni es la patria una cuenta corriente, ni con poner en paz el débito y el crédito, o con capitanear de palaciegos una cuantas docenas de criollos, se acalla el ansia de conquistar un régimen de dignidad y de justicia, en que en el palacio del derecho, sin empujar de atrás ni de adelante, sean capitanes todos. La independencia no ha de ser, porque más valdría entonces que no fuese, el desconocimiento del derecho de una entidad cualquiera de la familia del país, nueva o histórica” [ii].
     La derrota militar con la que se cerró, para los independentistas, la Guerra de los Diez Años fue caldo de cultivo favorable para la formación de una corriente política partidaria de evitar la reanudación de una contienda armada, y encaminada a sostener un movimiento de estrictos medios pacíficos en pos de reformas políticas evolutivas con la meta final de un cierto autogobierno para Cuba, aunque limitado a permanecer bajo la soberanía de España.
     En sus veinte años de existencia (1878-1898), como órgano político de las clases medias altas criollas de la Isla, el autonomismo se debatió entre sus orígenes en las aspiraciones reformistas -que habían naufragado con la suspensión en abril de 1867 de las sesiones de la Junta de Información a las que habían sido convocados 22 representantes de la Isla, entre ellos José Antonio Saco, el conde de Pozos Dulces y el antiguo anexionista José Morales Lemus- y el “posibilismo” en las relaciones con la Metrópoli que incorporados a sus filas propugnaban incansablemente –aunque también en vano- ex insurrectos como Raimundo Cabrera y José María Gálvez –éste último, entre 1880 y 1890, primero Vicepresidente y  después Presidente de la Sociedad Económica de Amigos del País-, y  otras figuras de relevancia en la sociedad pudiente de la época, tales como Antonio Govín (Gran Maestre de la Masonería Unida de Colón), José Bruzón, Rafael María de Labra, Carlos Saladrigas y Rafael Montoro.
     En la circular de 3 de agosto de 1879, apenas un año y medio después de la firma del Pacto del Zanjón, la Junta Central autonomista decía: “pedimos el gobierno del país por el país, el planteamiento del régimen autonómico como única solución práctica y salvadora…que se conceda a la Gran Antilla una Constitución propia…y por lo que a sus intereses generales hace, el principio de representación local…Sin un gobierno responsable, sin una Diputación insular en que los mandatarios del País discuten y acuerden lo que el bien general de Cuba importe, continuaremos sufriendo todos los males de una centralización opresiva”.[iii]
     Pero en un debate mantenido en las Cortes españolas en 1881 con el Diputado autonomista Bernardo Portuondo, el Ministro de Ultramar don Fernando León y Castillo[iv] le espetó: “La autonomía es imposible de una manera irrevocable. Autonomistas, jamás.”
     De que el autonomismo no hizo mella alguna en la cerrazón peninsular da fe que al comenzar la última década del siglo XIX, según un artículo titulado “Dominadores y Dominados”, publicado en El País, “La Diputación de La Habana está formada por 17 conservadores[v] y 3 autonomistas. De los primeros, 2 son cubanos y 15 peninsulares…En la Diputación de Matanzas, no hay sino 1 autonomista, cuya acta hay empeño en anular: es un intruso a juicio de los integristas. La inmensa mayoría se compone igualmente de peninsulares. Lo mismo acontece respecto de las Diputaciones de Santa Clara, Santiago de Cuba y Pinar del Río. En el Ayuntamiento de La Habana, los 30 concejales son conservadores y entre ellos no pasa de 2 el número de cubanos, y así en la mayor parte de los Ayuntamientos de la Isla. ¿Puede darse una prueba más patente de la política de dominación y del régimen de castas?  ¿Hay espectáculo más triste que la proscripción de todo un pueblo entero a la gestión de sus intereses? [vi] 
     Entre los autonomistas desencantados estaba Miguel Figueroa García, nacido en Cárdenas en 1851, elegido Diputado a Cortes en 1886 y uno de los promotores del Real Decreto finalmente promulgado el 7 de octubre de 1886 por el que se suspendió el llamado Patronato de Libertos, que había prorrogado hasta 1888 el trabajo no remunerado de los esclavos, a pesar de que la esclavitud había quedado abolida –aunque sólo de nombre- en Cuba y Puerto Rico, tras una ley de 13 de febrero de 1880[vii].
     Condiscípulo de Ignacio Agramonte y de Manuel Sanguily, de Figueroa escribió Sanguily que “su corazón sensible era a modo de un registro armonioso de todos los dolores de su pueblo, de las cóleras secretas de su indignación, de sus esperanzas, de sus dudas, de sus tormentosas y vagas aspiraciones”[viii]. Y apostilló: “Fue sin duda patriota de elevadas miras, orador incomparable, la encarnación simpática de la protesta romántica, sincera, movible y a la vez permanente del pueblo cubano, -su aliento, su intérprete, su verbo prodigioso”.[ix]
     En un libro de la época (publicado en 1889),  con bocetos de Cubanos Distinguidos[x] -del género de los Cromitos Cubanos que poco después, en 1892, iba a dar a la luz pública don Manuel de la Cruz-, se decía[xi] que “En el extinguido Tribunal de Imprenta, Miguel Figueroa hizo soberbias defensas; todavía recordamos la que pronunció en la causa seguida contra nuestro amigo el insigne escritor Manuel Sanguily, y el efecto prodigioso de su informe oral, digno de transcricción (sic) inmortal”. Y se añadía que “Los merecimientos del famoso orador, lo llevaron a ocupar un puesto en la Junta Central del Partido Liberal Autonomista, de la que es uno de sus más dignos miembros, y del seno del Directorio á sentarse en los escaños del Parlamento…Entre los rasgos más sobresalientes de su vida en el Congreso de los Diputados, siempre recordará la raza negra aquel día memorable en que levantándose y haciendo resonar su voz en los espacios, pidió la cesación del Patronato. Y á su arranque y á la táctica de nuestro ilustre correligionario Rafael María de Labra, se rompieron los grillos de la esclavitud; que no otra cosa era el Patronato, baldón del siglo”.
     También con ocasión del fallecimiento de Figueroa –a la temprana edad de 42 años, consumido por la tuberculosis-, Juan Gualberto Gómez escribe, el 31 de julio de 1893, otro panegírico, en el que dice que “Él parecía, en efecto, entre todos los oradores del autonomismo, que los tiene muy notables, el más indicado para levantar la protesta a la altura del agravio, el día, quizás próximo, en que el desencanto y la decepción arrastren a ese Partido por otro camino que el que sigue. Con razón o sin ella, el pueblo piensa que así como el Sr. Montoro es el que mejor expresa los sentimientos de la agrupación liberal en esta etapa de resignación y quietismo, Figueroa era el que estaba indicado para arengar a la multitud autonomista el día que la fuerza de las cosas la llevasen por otros derroteros…”[xii]
     Y así terminó por suceder que en la dedicatoria autógrafa hecha en New York, en octubre de 1890, a las hijas de Miguel Figueroa, de un ejemplar de la novela Ramona, de Helen Hunt Jackson, traducida y editada por Martí, éste puso: “A las hijas de Miguel Figueroa en admiración entusiasta de su padre:”[xiii] Y apenas dieciséis meses después, en                      una esquela de fecha 1 de febrero de 1892, Martí se dirigió a Miguel Figueroa llamándole “Mi muy querido amigo” y en la despedida le aseguró que “en todas partes seré su amigo”.[xiv]
     Siendo Martí un buen juez del carácter de los hombres, debe colegirse de las anteriores efusiones de aprecio personal que Martí vio en la trayectoria de Miguel Figueroa una conducta honrosa y en sus ideas políticas una deriva querida hacia las posiciones independentistas, como es evidente que también lo vieron Juan Gualberto Gómez y Manuel Sanguily. Un largo recorrido ideológico en el caso de Figueroa, que había ingresado inicialmente, allá por 1879, en el integrista Partido Unión Constitucional[xv] Como dejó dicho Mañach en magistral análisis[xvi], “Figueroa no era un revolucionario. Era un político de formación diplomática, académica y parlamentaria, aunque llevara por dentro una tentación temperamental a la rebeldía. Recordemos cómo, desde sus primeras palabras públicas, contemplaba “primero la evolución; más tarde, si fuere necesario, la revolución”.
     Como igualmente recuerda Mañach[xvii], “¿No llegaría Miró a escribir en sus Crónicas que Figueroa estaba ‘poco menos que excomulgado por el Directorio Autonomista’?” Y que, en el discurso que pronunció cuando el Partido Autonomista acordó ir al retraimiento en las elecciones de 1891, Figueroa lanzó el siguiente apóstrofe: “¡Miserables y cobardes no son los pueblos dignos que hacen las guerras, sino los gobiernos, cobardes y miserables, que las provocan!”[xviii]
     Nada de extraño tiene que José Martí lo llamara “mi muy querido amigo”.
    
[1]  Nombre original durante la dominación española. Tras la aprobación por el Congreso estadounidense (en 1821) del Tratado Onís-Adams de 1819, el Territorio de la Florida pasó a los EE.UU. en 1822, y a partir de ese momento este islote se llamó Key West (tras lo que no fue sino una mala traducción al inglés).     
2 José Martí, Obras Completas,Tomo I, págs. 355-356. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975.
3 Luis Estévez y Romero, Desde el Zanjón hasta Baire, La Habana, 1899, pág. 54.
4 Miembro del Consejo de Ministros presidido por ese otro inmovilista de la Restauración, don Antonio Cánovas del Castillo.
5 Se refiere a la representación parlamentaria del Partido Unión Constitucional, integrista por los cuatro costados y formado casi exclusivamente por peninsulares establecidos en Cuba.
6 Cit, por Marta Bizcarrondo (UAM) en “El Autonomismo Cubano 1878-1898: Las Ideas y los Hechos” (Historia Contemporánea 19, 1999, pág. 76), quien a su vez da como fuentes a Estévez, op.cit.,págs.402-403 y a Raimundo Cabrera, Cuba y sus Jueces, págs. 183-193.
 7 Ver “La Sociedad Abolicionista Española, 1864-1886”, por Paloma Arroyo Jiménez (Universidad Complutense de Madrid), en revistas.ucm.es/ghi/02110849/articulos/CHMC8282110127A.PDF
8 Manuel Sanguily, Nobles Memorias, pág, 96. International Press of Miami,  Inc., 1982.
9 Manuel Sanguily, op.cit., pág. 95.
10Antonio G. Zamora, Cubanos Distinguidos, págs. 16-20, Imprenta Mercantil de los herederos de S.S. Spencer, La Habana, 1889. En http://pds.lib.harvard.edu .
11Se respetan la grafía y la sintaxis de la edición original.
12Otro escrito desconocido de José Martí, Carlos Ripoll, en www.eddos.org .
13José Martí, Tomo 20, pág. 514, op.cit.
14 José Martí, Tomo 20, pág. 405, op.cit.
15 Miguel Figueroa 1851-1893. Discurso leído por el Académico de Número Jorge Mañach Robato en la sesión solemne celebrada el 6 de julio de 1943 por la Academia de la Historia de Cuba, en conmemoración del cincuentenario de su muerte, pág. 17. Imprenta “El Siglo XX”, La Habana, 1943.
16Jorge Mañach, op.cit., pág.18.
17Jorge Mañach, op.cit, pág. 32, recordando las palabras de José Miró Argenter, el último jefe de Estado Mayor del Lugarteniente General Antonio Maceo, en Crónicas de la Guerra, La Habana, 1909, pág. 23.
18 Jorge Mañach, op.cit., pág. 33.



Roberto Soto Santana
 Académico numerario de la Academia de la Historia de Cuba (Exilio).
 Autor de múltiples ensayos de Historia de Cuba, que han visto la luz
 pública gracias al patrocinio de Publicaciones Culturales René León
 (Tampa).
 Colegiado Nº55.245 del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid,
 habilitado para ejercer en toda la Península, sus Islas  y demás
 Plazas de Soberanía
 española.
 Antiguo alumno de la Universidad Católica de Santo Tomás de Villanueva
 (La Habana).
 Primer Premio al mejor estudio sobre la Economía de la provincia de
 Oriente (otorgado por la Oficina Central del Banco Continental
 Cubano,S.A. en 1958),
 con 16 años de edad.
 Traductor e Intérprete de inglés y francés en la Embajada de la
 República Arabe de Egipto en La Habana (1969-1978).
 Asesor de la Embajada y el Consulado del Reino de España en La Habana,
 y Secretario de Actas y asesor de 14 Federaciones y Asociaciones
 regionales de
 españoles en La Habana (1969-1979). Cofundador en 1974 de la
 Agrupación de Sociedades Castellanas, y Tesorero de la Federación de
 Sociedades Españolas, a mediados de esa década.
 Columnista de la revista CARTA DE ESPAÑA y del periódico orensano LA
 REGIÓN INTERNACIONAL entre 1980 y 1990.
 Secretario-Letrado del Centro Cubano de España (Madrid) desde hace más
 de veinte años.
 Asesor Legal del American Club of Madrid con servicios ininterrumpidos
 desde hace casi veinte años.
 Primer Premio en los Concursos "Dr. Herminio Portell Vilá" convocados
 por la Academia de la Historia de Cuba (Exilio), en sus ediciones de
 2010 y 2012.
 Recipiendario de la Condecoración "Manuel Antonio de Varona", otorgada
 por la XXIV Convención (mayo 2004) de la Junta Patriótica Cubana
 (Miami).

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