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jueves, 1 de agosto de 2013

Mercedes Matamoros: Una poetisa olvidada



Ponciano Blanco Couret ( †) Cuba

Quien haya entrado profundamente o simplemente leído la obra literaria de Mercedes Matamoros habrá quedado  impresionado de la exquisita sensibilidad que de ella se desprende, habrá aquilatado que su alma atormentada desde muy joven, estuvo siempre preparada para recibir el verso en su expresión más sublime.
  Nació Mercedes Matamoros en la ciudad de Cienfuegos en 1858, en la provincia de Las Villas. Murió en el hospital de Guanabacoa, en la provincia de La Habana, el 25 de agosto de 1906.
  Huérfana de madre a los tres años, fue llevada a La Habana por su familia donde muy joven aún comenzó a revelar su talento literario en los artículos de costumbre que publicó bajo el seudónimo de “Ofelia”. Era poseedora de una educación esmerada que le permitió a los 18 años iniciarse en el cultivo de la poesía con traducciones de “Melodías Hebreas” de Lord Byron; “La Joven Cautiva” de Andrés Chenier; “El Alba” de Longfello y los “Cantos y Baladas” de Tomás Moore.
  Pero el infortunio se abatió muy joven sobre ella; enloquecido su padre y arruinada la familia, tuvo que trabajar para subsistir morando en una miserable casucha en Guanabacoa, donde escribía silenciosamente poemas estremecidos por la angustia o de exaltada sinceridad erótica.
  A iniciativa del periodista Antonio del Monte y prologadas por Aurelia Castillo de González, se publicó en 1892 una edición de sus poesías para dedicar el producto de la venta a remediar los apremios económicos de la autora.
  Pasó el resto de sus días en constante lucha con la adversidad. Pero esta tragedia de su vida, no la impulso hacia el resentimiento, ni el escepticismo. Una de las constantes de su poesía es la misericordia hacia el dolor ajeno. El tono general de su producción es indudablemente romántico. En sus 24 sonetos del poema “El último amor de Safo” donde revive el mito de la poetisa de Lesbos con natural quebranto de la historia, da escape a sus mismas pasiones y se anticipa a la valiente desnudez sensual que caracteriza gran parte de la lírica femenina de nuestro tiempo.
  Casi la totalidad de su obra poética está resumida en la colección antes citada y en el folleto prologado por Manuel Márquez Sterling, donde se recoge “El último amor de Safo” y una serie de sonetos de índole diversos. Mercedes Matamoros, a pesar del infortunio que le deparo su destino y que amargó su existencia en los cortos años que le toco vivir, supo sobreponerse y no permitió que su inspiración fuese nublada, ni su mente desviada y ofrendó al Parnaso Cubano una producción de versos de muy estimable valor, clara y vigorosa que enriquecido, junto a las poetisas de su tiempo; la lírica de su amada patria.
  A pesar del olvido en que hoy permanece su nombre, Mercedes Matamoros brilla con luz refulgente y propia entre todos los poetas cubanos que hayan pulsado la lira en cualquier tiempo.

Nota: Ponciano Blanco Couret, periodista, y escritor, murió en New Jersey. Gran amigo y escritor.


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