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domingo, 1 de diciembre de 2013

Cementerios poco conocidos de La Habana



Los chinos comenzaron sus gestiones para tener un espacio donde sepultar a sus súbditos y en fechas ( año 1882) en que el cónsul Lin Liang Yuan era su representante en la Isla, estos solicitaron autorización a las autoridades españolas para construirlo, sin embargo éstas se negaron aduciendo que ya tenían un espacio en de Colón para tales efectos, aislado, con puertas independientes, destinado no sólo a ellos, sino a todos los no católicos. Necesitaron once años para que se atendieran sus ruegos, el 20 de mayo de 1893 iniciaron la construcción de uno propio.
Éste se emplazó en la finca Las Torres, en un espacio de 9 000 metros cuadrados, reparto Aldecoa, propiedad de Federico Kholy, a una cuadra de la necrópolis Cristóbal Colón. Y costó 8 100 pesos oro. El arquitecto Isidro Rivas se encargó de proyectar los planos. Al final la cifra ascendió a 23 700 pesos oro. Toda una fortuna para la época.
La primera inhumación no fue de un chino, sino del ciudadano español Braulio López, el 29 de octubre de 1893, y en el siglo XX el primero en ser sepultado tampoco fue un súbdito chino, fue un cubano: Julián Núñez.
Desde su fundación hasta 1900, o sea, en siete años, se sepultaron 2 716 chinos.
Con los años redujeron el espacio de ese camposanto: la avenida 26 primero, y la urbanización Nuevo Vedado después, influyeron para que ello sucediera; por lo que de 9 000 metros cuadrados, con los que contaba en un inicio, se quedó en 8 189.
Los chinos acostumbran a celebrar tres fiestas en el año: una en marzo (en diferentes días del mes), otra el 14 de junio y la última el 9 de septiembre. Su primer administrador se llamó Raoul J. Cay.
El 13 de julio de 1967 lo nacionalizaron, sólo respetaron que para cualquier inhumación o exhumación el casino Chung Wa, órgano administrativo para asuntos de la comunidad china en Cuba, dé se autorización.
En la puerta, en su parte superior, reza una inscripción ante la que los curiosos suelen detenerse. SAN YU CHUN WA (Cementerio General Chino); no es ningún enigma o conjuro como puedan barruntar muchos visitantes que hagan un alto ante el pórtico principal y alcen su mirada, fijándola en los arabescos que allí se inscriben.



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