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domingo, 1 de diciembre de 2013

El hijo de Antonio Maceo

General Antonio Maceo Grajales

Escrito por Mario Cremata Ferrán
Jueves, 14 de Septiembre de 2006 17:00
Primera Parte


En los días de mayo de 1881 nacería el que se presume haya sido el único hijo del general Antonio, pues no faltan fuentes que especulan sobre posibles sucesores, a partir de su estancia posterior en la geografía costarricense.

«Nuestros libertadores, quienes llevaron vida errante, a veces durante años, separados de su hogar, tuvieron a la fuerza que caer en deslices, con damas y mujeres, que fueron aves de paso en su vida».
Benigno Souza. 1

  Finalizando el siglo XIX, desde Nueva York, Tomás Estrada Palma aclara en una carta a su amigo, el general José Lacret Morlot, que Antonio Maceo (hijo) había nacido en Kingston, Jamaica, en 1881. Estrada Palma era de los pocos que tenía noticias de la existencia de un descendiente del Titán de Bronce.
  La curiosidad de Lacret Morlot había sido motivada –con seguridad– a causa de un escrito que desmentía a unos individuos que, por esos días, se decían hijos de aquel gallardo de la Guerra de los Diez Años. Desde el periódico santiaguero El Cubano Libre (23 de octubre de 1899), el compañero de armas de Maceo, general Silverio Sánchez Figueras, había respondido para dilucidar el tema.
Antonio Maceo Maryatt, el único hijo reconocido por el general Antonio Maceo Grajales, tenía para esa fecha 18 años de edad y se encontraba en los Estados Unidos. Después de ocurrido su nacimiento, fue bautizado por su padre con el mismo nombre. Había venido al mundo como resultado de una relación extramatrimonial del general Maceo con una nativa de Jamaica, donde se encontraba en su condición de exiliado. Terminada la lucha independentista, en 1878, había partido de Cuba con la esperanza de su reanudación posterior.
  En los días de mayo de 1881 nacería el que se presume haya sido el único hijo del general Antonio, pues no faltan fuentes que especulan sobre posibles sucesores, a partir de su estancia posterior en la geografía costarricense. María Cabrales, a pesar de saber de la existencia de ese hijo natural de su cónyuge, lo acompañó con amor y vehemencia hasta el fin de sus días.
  Se dice que la Cabrales había quedado estéril luego de fecundar en dos ocasiones. Durante la Guerra de los Diez Años, ella marchó junto a su esposo a la manigua con una hija de meses a cuestas, llamada María de la Caridad. Para ese entonces se encontraba además en avanzado estado de gestación del que posteriormente se llamaría Antonio. Ambas criaturas murieron poco después.
  Un año antes del nacimiento de su hijo jamaicano, el Titán de Bronce estaba pasando por una peculiar situación, la cual fue descrita así por el historiador José Luciano Franco: «Otras preocupaciones de índole sentimental, plenamente llenaban sus horas de incertidumbres dolorosas. Por un lado, su María, la compañera abnegada y valiente de los años más duros y crueles, estaba muy enferma. Las inquietantes emociones de los últimos meses habían minado fuertemente su fortaleza de acero. Por otro lado, Amelia Marryatt (sic) la madamita seductora de la calle Princesa, a quien visitaba diariamente en compañía de Justo Solórzano, amigo y confidente de aquellos amores, llevaba en las entrañas un hijo suyo. Maceo, carente de dinero, tenía que empeñar sus últimas prendas para cubrir los gastos inesperados. El Dr. Hernández era el médico que asistía a las dos, y, a veces, debía fungir a su manera, de cura de almas, para llevar aliento y reposo a dos personas igualmente queridas y respetadas que se enfrentaban a la cruda realidad de un destino adverso».2
  A fines de junio de 1881, por consejo de Máximo Gómez, partió Antonio Maceo con su hermano Marcos rumbo a Honduras. Su estancia en ese país duraría hasta 1884. Allí lo esperaban los patriotas cubanos y viejos amigos Tomás Estrada Palma y José Joaquín Palma.
  Maceo, aunque lejos de su hijito, no lo olvidó. Su ejercicio de padre preocupado y responsable pesó más en su elección. Por una parte hubo de valerse de la confianza de amigos muy cercanos para recibir y enviarle noticias, así como costear sus primeros años de educación.
  En respuesta a otras misivas suyas, el compatriota Eusebio Hernández le refiere el 16 de septiembre de 1881 desde Kingston: «María y la familia bien, también lo está el amiguito»; y poco después, el 19 de octubre, le informa en otra epístola: «María bien, y bien el chiquitín amigo, que hace poco tuvo un catarrito».3
     través de un hermano del patriota Manuel de Jesús Calvar (Titá), quien se dedicaba al comercio en la región hondureña de Puntarenas, logra establecer el vínculo apropiado para enviarle sistemáticamente a Amelia Maryatt, la madre de su hijo, el importe necesario para cubrir la manutención del niño.
  De cualquier manera, este contacto no le duraría mucho, pues el referido amigo se retira de allí para residir en Kingston. En carta al general Antonio, con fecha del 31 de julio de 1882, Javier Calvar le brindaba los detalles: «La última remesa de dinero que le hice a Antoñito, fue por vía de N. York, porque no me fue posible conseguir aquí ninguna clase de oro conveniente para Jamaica».
  Aun así no se cruza de brazos; el sostén de su hijo no podía esperar. Trata de encontrar a la persona apropiada para estos menesteres. Esta vez sería su viejo compañero de la Junta Revolucionaria Cubana de Kingston, José F. Pérez, propietario de una fábrica de tabacos en la capital jamaicana. A él le escribe: «Por un giro que hace nuestro amigo Don Juan Palma, recibirá V. veinte libras esterlinas que me hará el favor de entregar a Miss Amelia Marryatt (sic), madre de un chico que tengo en Kingston, a quien escribo con esta fecha. Esto es un asunto, no el más adecuado para V., pero como estoy seguro que V. mejor que otro podrá apreciar mi situación respecto de un hijo, no he dudado recomendar a V. el asunto que me ocupa, pues a la vez que forme un juicio desfavorable hará otro que disculpe en algo mi conducta».
  En el período comprendido de 1884 a 1891, Maceo realiza múltiples y seguidos viajes por varios países del continente por cuestiones revolucionarias. En esos años visitó Estados Unidos, México, Panamá, Perú, Haití, Cuba y Jamaica. Finalmente, fija residencia en Costa Rica, donde luego de algunas trabas, consiguió unas tierras para fundar «La Mansión».
  Durante sus continuas travesías estuvo cinco veces en tierras jamaicanas. No obstante sus propósitos y deberes patrióticos, visita y está muy al tanto de su hijo. En 1891 ambos se reúnen en Costa Rica, tras la misteriosa desaparición de la madre del chico, Amelia Maryatt. 4
  Bajo sus cuidados, el padre inmediatamente lo matricula como interno en un colegio de la ciudad costarricense de Cartago. A su «lado» permanece hasta el mismo 1895.
  Envuelto Maceo en labores relacionadas con el Partido Revolucionario Cubano presiente que su partida a la guerra, que estallaría en febrero de 1895, sería en cualquier momento. No se perdonaría el viaje a Cuba sin antes despedirse de su amado hijo, quien proseguía internado en la escuela: «Pide, pues, permiso al Director, para abrazarte y para que lleves la paga de las mensualidades pendientes de arreglo. Tu padre que desea verte», le había escrito en 1893.
  En el oriente cubano desembarcaría por Duaba, el 1 de abril de 1895. La lucha independentista se había reiniciado nuevamente. De inmediato, el deber se imponía. Siente no poder criar él mismo a su hijo; le inquieta mucho su preparación.
  Desde La Mejorana, el 23 de agosto, le indica en una misiva a su amigo Alejandro González, conocido por Gonzalito: «Con Manuel Arango, de Santiago de Cuba, le remito ($300) trescientos pesos, con los cuales, de acuerdo con Marcos, mi hermano, ayudarán V. y él a la educación de Antonio mi hijo, poniéndolo interno en un colegio o pagando personas que se encarguen de seguir su enseñanza en la forma que la tiene preparada, es decir, español e inglés que aprendía en Costa Rica».
  Tras producirse el fatídico combate del 7 de diciembre de 1896, en el que perderían la vida Maceo y su ayudante, el capitán Francisco Gómez Toro (Panchito), la delegación en Estados Unidos del Partido Revolucionario Cubano se ocupó de continuar sufragando los gastos del joven Antonio Maceo Maryatt, quien residía entonces en su país natal.



1 Benigno Souza: «Los falsos delfines. (El coronel Gregorio Bustamante)», enNuevas pruebas históricas sobre la descendencia de Antonio Maceo. Cuadernos de Historia Habanera 50, Municipio de La Habana, 1951, p. 33.
2 José Luciano Franco: Antonio Maceo. Apuntes para una historia de su vida. Sociedad Cubana de Estudios Históricos e Internacionales, Municipio de La Habana, 1951, t. 1, p. 244.
3 Sobre las cartas escritas por el Titán de Bronce y las recibidas por él, fueron consultadas –respectivamente– las obras: Antonio Maceo. Ideología política. Cartas y otros documentos, segunda edición, Editorial de Ciencias Sociales, 1998, y Papeles de Maceo. Edición del centenario del nacimiento del mayor general Antonio Maceo y Grajales. Academia de la Historia de Cuba, La Habana, 1948.
4 Refiere Raúl Aparicio en Hombradía de Antonio Maceo (Ediciones UNEAC, 1974, p. 346): «La historia ha perdido su rastro. El erudito José Luciano Franco ha explicado al autor que esta mujer desapareció sin dejar huellas, inexplicablemente; al menos para la investigación histórica».

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