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miércoles, 15 de enero de 2014

LA POESÍA DE LUIS ALBERTO AMBROGGIO (A MODO DE PRÓLOGO)

Gerardo Piña
Director de la Academia Norteamericana de la
Lengua Española

Dime ¿qué es el prólogo sino tú abriéndote
como página inicial para el lector ávido de
una trama sin límites que se multiplica?
Luis Alberto Ambroggio

  Presentar a Luis Alberto Ambroggio, argentino y desde hace cuatro décadas residente en los Estados Unidos, es obviamente innecesario, pues de todos es bien conocida su denodada y constante labor en defensa y difusión de la lengua española y las culturas hispánicas, a lo largo de muchos años, y a todo lo largo y ancho de la Unión Americana. Por otra parte, intentar, en los ceñidos límites de este prólogo, trazar la trayectoria poética de Luis Alberto Ambroggio, resultaría, qué duda cabe, una empresa rayana en lo quimérico. Además, me consta que los ensayos que con tanto acierto ha seleccionado Mayra Zeleny para este libro me eximen de más comentarios al respecto.
  Y no sólo eso, sino que como comprobará, el mismo Ambroggio ha agavillado en la segunda parte del volumen un buen número de sus mejores (¿preferidos?) poemas y tres ensayos sobre el misterio poético. A mi entender, un autor –pese a la opinión de algunos pontífices de la crítica literaria- es perfectamente capaz de aquilatarse su obra con objetividad; pues de no serlo, ¿cómo hubiera podido crearla? A los hijos se les quiere con locura, lo que no es óbice para que nos ceguemos ante sus defectos y, tratemos, con amor y firmeza, de corregirlos.
  La presentación, desenfadada y humorística, del poeta, a cargo de Enrique Gracia Trinidad, es ya una invitación a la lectura. Y es que en este libro, como en botica, hay de todos desde sesudos artículos de corte académico hasta ensayos sencillos, sin demasiadas pretensiones. Y tanto unos como otros, lúcidos, esclarecedores. Y así, Octavio R Costa, “El mundo poético de Luis Alberto Ambroggio” destaca el neorromanticismo de Poemas de Amor y Vida, Ana Recio Mir, al comentar Hombre del aire, encuentra el eje de este poemario, “existencial y metafísico”, en la influencia materna y en la lectura de Nietzche; mientras que en el mismo poemario, María del Águila Boge Pineda señala la simbiosis entre filosófico y poético; Juan Sebastián , ante Oda ensimismada no deja de percibir un radiante optimismo, que yo llamaría guilleano; Adriana Corda, basándose en las teorías de Norberto Bobbio, declara que en Poemas desterrados Ambroggio alza su voz poética como resistencia al Poder; Orlando Rossardi, al hablarnos de Los habitantes del poeta, se asoma al misterio de la Poesía (como gran poeta que es), adentrándose, al socaire de los versos ambroggianos, en los veneros mismos de la creación poética;; Moraima Semprúm de Donahue, al analizar los poemas de Por si amanece…Cantos de Guerra, señala los dos temas esenciales del poemario: “las distintas Divinidades concebidas como creadoras del universo y la humanidad, y las guerras que esta misma humanidad lleva a cabo en nombre de sus dioses y religiones”; Raúl Miranda Rico, en “De poemas desterrados al testigo se desnuda” recalca la raigambre humanista del poeta;; Adriana Corda, al rastrear “Los juegos discursivos en Laberinto de humo” nota (y creo que acertadamente) un mirífico diálogo entre lo filosófico, lo político y lo religioso, al servicio de la Naturaleza, comienzo y fin de todas las cosas; y Miguel Fajardo Korea descubre en la creación de Luis Alberto Ambroggio influencias varias, que van desde Borges a Juan Ramón Jiménez, de Huidobro a El Cantar de los Cantares.
  Toda escritura es siempre un diálogo con otras escrituras. Todo poema recoge los ecos de otros poemas, de otras voces. En la obra poética de Luis Alberto Ambroggio oímos a veces la voz doliente de César Vallejo, la voz sibilina de Jorge Luis Borges, la voz atormentada de Luis Cernuda, la voz amante de Pedro Salinas, la voz viril de José Hierro, la voz asordinada de Rilke, la voz ventrílocua de Fernando Pessoa. Pero estas voces, ora susurrantes, ora ensordecedoras, no opacan en ningún momento la voz de Luis Alberto Ambroggio. Y si no me creen, acérquense a la segunda parte de este libro, a esos poemas escogidos, léanlos en voz alta (como ha de leerse la poesía), y ya me dirán si exagero.

Nueva York, otoño de 2008

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