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martes, 1 de abril de 2014

El Dispensario Furbush

La lucha contra la tuberculosis en Cuba a principios de la República


Hospital Topes de Collantes, Trinidad

René  León

  En Cuba durante la dominación española estaba muy abandonada la lucha contra la tuberculosis y la fiebre amarilla. A causa de la falta de sanidad en general, dichas enfermedades arrebataban la vida a jóvenes y en especial a mujeres. Por la falta de sanidad en general. Al terminar la guerra contra España con la intervención de Estados Unidos, las autoridades americanas pusieron interés en eliminar dichas enfermedades. Carlos Finlay,  con su descubrimiento sobre la causa de la fiebre amarilla,  hizo que dicha enfermedad fuera tratada de una forma distinta de cómo hasta  entonces era combatida.
  En el año de 1902 se crea la Liga Contra la Tuberculosis, fundada por un grupo de médicos  para luchar contra dicha enfermedad, quienes recibieron desde el principio la ayuda del comandante del Ejército americano Dr. Lincoln Furbush, que de su bolsillo pagó los primeros gastos que originó dicho Dispensario. Entre los médicos que cooperaron activamente se pueden mencionar entre ellos el Dr. Joaquín Jacobsen, que fue el primer presidente de la Liga Contra la Tuberculosis, y a los  Dres. Diego Tamayo, Enrique Barnet, Fernández Velasco, López del Valle, y otros más.
  Ellos estudiaron las causas de la enfermedad y la mejor manera de combatirla, coadyuvando en la instalación de un dispensario antituberculoso.  El comandante Furbush  desempeñó las funciones de beneficencia y  sanidad durante la intervención americana. El primer dispensario se estableció en la calle de Consulado No. 120, en La Habana, en un edificio de dos plantas, donde acudían los pacientes. Desde  que se fundó, habían acudieron unos 32,599 enfermos, cuyos nombre aparecen anotados en el libro de Registro.
  En el Dispensario se recomendaba, entre otras cosas, la práctica de la Higiene, evitando el contagio con otros enfermos e impidiendo el juego de los niños el con los animales que recogen en sus pelos, saliva toda clase de microbios. En las paredes del edificio habían  carteles donde se informaba a los pacientes, “Un poco de franqueza a tiempo puede salvarle a usted su vida”, “Si tiene síntomas de tuberculosis no se lo oculte al médico”, y así, otros más.
  En aquellos años un grupo de enfermeras cualificadas visitaban a los enfermos en sus casas, y aplicaban los tratamientos a su alcance. Los casos en los que la  enfermedad estaba más avanzada se enviaban  al Sanatorio “La Esperanza”,  cuya construcción fue ordenada  por el Coronel Valey Havard, Jefe de Sanidad del Gobierno Interventor, en la finca “La Asunción”, en la loma de San Juan, en la localidad habanera de Arroyo Naranjo, cerca de la Calzada de Bejucal, con una capacidad de 60 camas y donde el primer paciente ingreso en 1908. Los casos más avanzados eran enviados a la “Clínica Romay”, que se encontraba en el hospital “Calixto García”.
  Según las estadísticas,  en Cuba en 1890, la mortalidad por tuberculosis era de un 5 y medio por mil, que descendió en 1902, al comienzo de la campaña, a 3.27 por mil y que al pasar el tiempo (1927) a 2.47 por mil. En el extranjero, la mortalidad es de 32 por diez mil en Francia; 17 por diez mil en Alemania; 14 por diez mil en Inglaterra; 12 por diez mil en Bélgica, y 0.95 por diez mil en Dinamarca. No se podía precisar con exactitud el número de tuberculosos en Cuba, pero se calculaba en unos cuarenta mil.
  El personal estaba formado por los siguientes profesionales: Director, doctor Alberto Sánchez Fuentes; el Sub-director, doctor López Méndez, y los Médicos de Consulta, doctores Martos, Andrial y Campuzano. La Jefe de Enfermeras, la señorita Emma Deulofeu; Jefe de Laboratorio, señor Rafael Mulkay; Director de Farmacia, el doctor López Valle.
  En un informe sobre la enfermedad en Cuba, el Dr. Alberto Sánchez de Fuente, “Profilaxis de la Tuberculosis en Cuba”, (julio-diciembre) 1927. Describe la lucha contra dicha enfermedad y los medios con que contaban para combatirla, que era con fondos dados por el gobierno, pues como el dice: “En nuestro país, como ocurre en la mayoría de los de Hispano-América, son pocos, muy poco los legados que dejan personas ricas, los poseedores de grandes fortunas, para el fomento y creación de instituciones de carácter médico y el Estado generalmente tiene que acometer solo estos complicados problemas, que siempre resultan muy costosos. Esto explica por qué hacer una organización sanitaria para combatir con verdadera eficacia lo que Osler llamó, de modo tan gráfico “el azote universal de la raza humana” no es obra fácil ni de un día, y menos en un país muy joven como es el nuestro.



Tomado de Blog Tania Quintero


2 comentarios:

  1. La primera piedra del Sanatorio Antituberculoso de Topes de Collantes se dedicó el 15 de junio de 1937. La iniciativa para su construcción provino del entonces Jefe del Ejército, coronel Batista. La obra se enlenteció durante las presidencias del propio Batista (1940-1944), del Dr. Grau San Martín (1944-1948) y del Dr. Prío Socarrás (1948-1952) hasta que el general Batista, reinstalado en el Poder tras el golpe de Estado de 1952, ordenó su reanudación y terminación. La construcción la había dirigido inicialmente el prestigioso arquitecto Cristóbal Díaz González. En 1954 la reanudaron los arquitectos José Pérez Benitoa y Rafael Castiz. El Sanatorio se edificó a una altura de 850 metros, sobre una superficie de 32.000 metros cuadrados, con 11 plantas, 183 metros de frente, 63 de fondo y 36 de alto. El acceso se practicaba por una empinada carretera de 23 kilómetros. Se emplearon unos seis millones de ladrillos. Su estructura era de acero, y se utilizaron 2,860 toneladas de vigas, 4.760 toneladas de cemento, 542 toneladas de cabilla, 23 600 metros cúbicos de piedra y 40,000 metros cúbicos de arena. La inauguración tuvo lugar el 11 de noviembre de 1954. Su nombre oficial fue "Sanatorio General Batista". Provisto de la más avanzada tecnología médica de la época, tenía además una sala-teatro con capacidad para 400 espectadores, biblioteca y sala de estudios. En la planta baja se encontraban la dirección y la administración, así como la cocina, frigorífico y otros servicios. En el sótano, los almacenes, la lavandería y la casa de calderas. Se le habilitó con capacidad para atender a 1,000 pacientes. Desde su apertura a fines de 1954 hasta el 30 de junio de 1958, ingresaron allí 1,930 enfermos, de los cuales 1,285 fueron dados de alta por curación, 30 fallecieron y 615 permanecían hospitalizados y en tratamiento. También se brindaba asistencia médica a los vecinos de la comarca, a los que se les prestaron 454,953 servicios, de ellos 13,785 de emergencia y casa de socorro. A la conclusión del año 1958, y como parte de la proyectada "Ciudad Collantes", se habían levantado la residencia del director, veinte viviendas para médicos y dos edificios multifamiliares (uno para alojamiento de enfermeras y empleadas, y otro para el personal masculino). Dependientes de la Jurisdicción Autónoma de Topes de Collantes (creada por la Ley 1008 de 6 de agosto de 1953), en este sexenio cerrado en 1958 al Sanatorio se le fueron incorporando la Península de Ancón, el acueducto y el Hospital Civil de Trinidad, la Unidad Médica del Puerto de Casilda y la Colonia Antituberculosa "Luis Ortega Bolaños" en la provincia de La Habana. Tras la toma del Poder en 1959 por el Gobierno liderado por Fidel Castro, los edificios del Sanatorio se utilizaron, primero, para alojar -y proceder a su adoctrinamiento político- a los contingentes de Maestros "Anton Makarenko" en formación, después para tratar a personajes del Régimen aquejados de trastornos respiratorios -como el mismísimo Che Guevara, en 1965-, y, con el paso del tiempo, han terminado formando parte del Parque Nacional Topes de Collantes, dedicado a la explotación del "turismo de salud" -para turistas extranjeros que paguen su estancia en divisas fuertes-.

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  2. Muy bien redactado el comentario sobre Topes de Collantes, y con mucha informacionsobre la construccion. Mis abuelos tenian una finca cercana y en 1957 fueron al hospital y los atendieron, GRATIS. Gracias al escritor Soto por este comentario.

    Aurelio Hernandez
    Miami, Florida

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