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martes, 1 de abril de 2014

UNA CUBANOAMERICANA, COMBATIENTE EN LA GUERRA DE SECESIÓN



                         ©Roberto Soto Santana, de la Academia de la Historia de Cuba (Exilio)

Casi todo lo que se sabe de Loreta Janeta Velázquez se encuentra en una autobiografía de seiscientas seis páginas, ya descatalogada, publicada por Dustin, Gilman & Co. (Hartford, Connecticut) en el año 1876. Hoy en día, la versión digitalizada de este libro es propiedad de la Universidad de Carolina del Norte, en Chapel Hill, y está disponible en Internet –exclusivamente a efectos de investigación, enseñanza y uso personal, siempre que se cite su origen-; su primera edición data de 1999 y obra en la Biblioteca de Asuntos Académicos de la citada universidad-.

Las citas de los textos de dicha obra corresponden a traducciones al español hechas por el autor del presente trabajo.

La portada interior ofrece el título y un resumen del contenido del libro: “LA MUJER EN COMBATE – Una narración de las proezas, aventuras y viajes de Madame Loreta Janeta Velázquez – también conocida como Teniente Harry T. Buford, del Ejército de los Estados Confederados, en la cual se ofrecen descripciones completas de las numerosas batallas en las que ella participó como Oficial Confederada; de sus azarosas actuaciones como espía, portadora de Despachos, Agente del Servicio Secreto, y burladora de bloqueos; de sus aventuras detrás de bambalinas en Washington, incluido el Timo de los Bonos; de su carrera como agente de primas de enganche y de alistamiento de reclutas; de sus viajes por Europa y Sudamérica; sus aventuras mineras en la Vertiente del Pacífico; su estadía entre los Mormones; sus lances románticos, cortejos, matrimonios, etc., etc.”

Loreta dice que nació el 26 de junio de 1842 en una casa cercana a las Murallas de La Habana –cuya demolición comenzó en 1863-, en la calle Velaggas (aunque esa calle nunca existió; probablemente se refería a la calle Velasco, entre las calles Habana y Compostela, y así nombrada en memoria de Luis de Velasco, el gobernador de la fortaleza de los Tres Reyes del Morro, quien murió mientras dirigía su defensa ante el ataque y toma de La Habana por los ingleses, en el verano de 1762).

Añade que su padre había nacido en el puerto murciano de Cartagena, que había estudiado en las universidades de Madrid y de París, y que hablaba latín, francés y alemán con fluidez. Destinado como agregado de la Embajada española en París, allí conoció y se casó con la hija de un oficial naval francés –hija, a su vez, de una dama estadounidense, y nieta de un comerciante adinerado-. En 1840, su padre fue nombrado funcionario con destino en Cuba, cargo al que renunció en 1843 al heredar tierras y ganado en Texas (entonces, todavía parte de la República Mexicana). Toda la familia se mudó a San Luis Potosí en 1844. Al estallar la guerra con los EE.UU., su padre ofreció sus servicios al gobierno mexicano, que le nombró oficial del ejército. Habiendo servido al ejército derrotado, su padre no quiso reasentarse en sus antiguas propiedades, que no sólo habían quedado devastadas sino además habían pasado a la soberanía de los EE.UU., bajo cuyo pabellón no quiso seguir viviendo.

Loreta y toda su familia zarparon con destino a Santiago de Cuba, con escala previa en el puerto habanero. Otro elemento legendario acrece en este punto el relato biográfico: a su padre le atribuye haber recibido una nueva herencia, esta vez en Cuba, en el puerto de Palmas –cuya situación ha estado siempre en penumbras, ya que se le suponía situado frente a la entrada de la bahía de Guantánamo, como así figuraba en la primera carta geográfica de la Isla preparada por Matheum Nerenium Pecciolem en 1604, aunque otra leyenda lo ubicaba en Baracoa, desapareciendo finalmente de la cartografía cubana a comienzos del siglo XIX-. En la Isla, su padre se dedicó al comercio de azúcar, tabaco y café.

En el puerto de Palmas afirma Loreta haber disfrutado una vida de lujo, en el ambiente de una plantación, dadas las sustanciosas ganancias de su padre en el comercio; y allí aprendió inglés, bajo la tutoría de una gobernanta británica.

A continuación, su madre decidió enviarla a vivir en New Orleans, a fin de completar su educación. Allí permaneció hasta que contrajo matrimonio el 5 de abril de 1856, a los dieciséis años de edad, clandestinamente y en contra de la voluntad de sus padres.

En el quinto aniversario de su boda, a las puertas de la guerra entre el  Norte yankee y el Sur secesionista, su marido partió a la contienda y Loreta tomó la decisión de irse también a la guerra, disfrazándose con el uniforme de teniente Confederado, bigote y perilla  falsos, y una identidad masculina supuesta –la del teniente Harry T. Buford-. Con esa calidad de oficial y “caballero” –no la dama que era- participó en varias sangrientas acciones de guerra (Bull Run, Ball’s Bluff, Fort Donelson, Shiloh), recibió heridas de bala y fue atendida por médicos de campaña que le guardaron el secreto de su impostura, hasta que, tras confesadamente lucrarse en el mercado negro con la venta de medicamentos y la compra especulativa de dinero Confederado depreciado, aceptó el encargo de llevar un Despacho al crucero Confederado “290” –el “Alabama”, el mismo que acabó siendo hundido el 11 de junio de 1864 en un combate naval con un navío de la armada federal, frente al puerto francés de Cherbourg-, entonces surto en el puerto de La Habana, hacia donde zarpó Loreta desde el puerto de New Orleans.

Ella recuerda que, al vislumbrar por primera vez en el horizonte las lomas y montañas del paisaje cubano, no sólo se sintió orgullosa de su  “bella isla natal” sino que comprendió el motivo “de que España se mantuviera asida con tal tenacidad a esta verdaderamente importante y más bella porción de los grandes dominios que sus vigorosos hijos habían conquistado para ella en el Nuevo Mundo”, y al mismo tiempo lamentó “que esta bella isla fuera una dependencia de una Potencia extranjera ya que, a pesar de mi ascendencia española, yo era una estadounidense en cuerpo y alma y, si había algo que podría haberme inducido a abandonar la causa de la Confederación sureña, habría sido un intento por parte de los cubanos de liberarse del yugo español”. Añade que se preguntó “si algún intento tal fuera llevado a cabo algún día – tal vez pronto-, y más de la mitad de los cubanos resolvieran decantarse por la Independencia, yo uniría mi suerte a la de ellos y serviría a su causa con la misma asiduidad que ahora lo hacía a favor de la Confederación”.

Tras una estancia breve, y cumplida su misión, regresó a New Orleans. Acabada la guerra de Secesión, y recuperado el uso habitual de su indumentaria femenina, viajó por varios países de Europa (Francia, Alemania, Polonia, Gran Bretaña). De vuelta a los EE.UU., se interesó por un proyecto de emigración a Venezuela, al que se incorporó como colona, estuvo algún tiempo en aquel país, después recorrió varias islas del Caribe y, tras conocer a un militar español (el Capitán F. Martínez) en la travesía de vuelta a los EE.UU., fue persuadida por éste a desembarcar en Santiago de Cuba y visitar a los familiares y amistades que ella conservaba allí.

Según el testimonio de Loreta, “En la ciudad me visitaron muchas personas distinguidas, y fui invitada a cenar en la mansión del general al mando de las fuerzas españolas…Santiago de Cuba es una ciudad muy antigua, y mantiene un amplio comercio. Sus principales exportaciones son el café, el azúcar, los puros y la fruta. El puerto es magnífico, y durante la guerra [de Secesión] fue el refugio favorito de los burladores del bloqueo [de los puertos sureños por parte de las tropas federales]”.

Al día siguiente de esta cena, Loreta embarcó hacia La Habana, donde vivía su hermano e igualmente conservaba amistades, entre ellas “el General Joaquín Manzana y los miembros de su Estado Mayor”.En compañía de “Manzana”, marchó en una procesión religiosa –para cuya ocasión volvió a vestir atuendo masculino-, asistió a una función teatral, cenó y se alojó en la habitación que le había sido habilitada en la Plaza de Armas –dice que en un palacio, pero no aclara si fue el de los Capitanes Generales, el del Segundo Cabo, el del marqués de Santovenia, o el del marqués de Justiz de Santa Ana, todos los cuales estaban en esas inmediaciones-, donde se cambió de nuevo a las ropas de hombre. Esa noche, el general “Manzana” enfermó y, a la mañana siguiente falleció inesperadamente. (Aquí, Loreta se refería en realidad a Joaquín del Manzano y Manzano, Gobernador superior civil y Capitán General de Cuba entre noviembre de 1866 y septiembre de 1867, a cuya muerte le sucedió el general Blas Villate, conde de Valmaseda, de infausta memoria por su proclama del 4 de abril de 1869 –a los seis meses del Grito de Yara- que ordenó que “Todo hombre, desde la edad de 15 años en adelante, que se encuentre fuera de su finca, como no acredite un motivo justificado para haberlo hecho, será pasado por las armas”. Dicho sea de paso, el jefe de Estado Mayor de Valmaseda era el entonces brigadier Valeriano Weyler, quien formó una fuerza militar –los “cazadores de Valmaseda”- encargada de ejecutar ese bando de arrancapescuezos.)

Tras una breve estancia en Matanzas, Loreta zarpó hacia New York, poniendo fin a su periplo caribeño y suramericano. En su vida todavía tuvo tiempo de casarse en otras tres ocasiones, tras enviudar sucesivamente de sus tres primeros maridos, y –de acuerdo con su relato- atravesar el continente norteamericano de Este a Oeste en carromato, conocer a la comunidad mormona de Utah y a su líder Brigham Young, asentarse en Nevada (en 1868), y recorrer Colorado y Nuevo México (cuando ambos eran todavía Territorios y no Estados) y, finalmente, Texas.

Sin embargo, no existe prueba corroborativa de muchos incidentes que relata en su autobiografía (publicada veintiún años antes de su fallecimiento, bajo el apremio de la necesidad de hacer dinero) y la misma fecha de su defunción (1897) no está revestida de certidumbre.

            En su autobiografía, Loreta puso buen cuidado en disimular sus prejuicios racistas, que de todas maneras quedan revelados por sus alusiones condescendientes hacia los negros como serviles, refiriéndose a ellos alternativamente –según el contexto- como ‘negrito’ (darkey) o ‘mi criado’ (my boy) o ‘mi negrito’ (my darkey).

1 comentario:

  1. Muy interesante la vida de esta cubana en Estados unidos, y como se hizo pasar por hombre. Uno aprende algo cada dia, buscando estas informaciones interesantes. Este blog es muy bueno. He pasado hoy leyendolo y encontre paginas muy buenas. Gracias por aprender algo nuevo cada dia.
    Naci en La Habana y vine bien pequeno para Estados Unidos, estudie, me fui al Navy, y lo que sabia de Cuba, era por lo que podia leer de los libros que compre. Pero nunca he leido tantas cosas interesantes sobre su historia como en este blog.

    Charles Garcia
    Norfolk, Virginia

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