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jueves, 15 de mayo de 2014

RECONDITECES EN LA HISTORIA DE CUBA


            Roberto Soto Santana, de la Academia de la Historia de Cuba
Nuestra Historia atesora episodios y hechos harto interesantes, ocultos por olvidados, que convendría rememorar a fin de valorar con justicia su papel en la conformación de la personalidad de la Nación cubana.
CARLOS MANUEL DE CÉSPEDES, AUTOR DE LA MÚSICA DELA BAYAMESA


Rendimos culto, como es obligado, al recuerdo de Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo como Padre de la Patria, el dador del Grito de Yara, el 10 de octubre de 1868. Sin embargo, habría que aquilatar en medida no menor la valentía personal que había evidenciado al rubricar por sí solo, en Manzanillo (no en el ingenio la Demajagua, donde se leyó y proclamó, pero no se firmó) el “Manifiesto de la Junta Revolucionaria de la Isla de Cuba”. En el momento de la suscripción en solitario de ese documento, asumió toda la responsabilidad como instigador de la rebelión independentista.
            También deberíamos evocar que, siendo del poeta José Fornaris el mérito de haber compuesto la letra de la primera canción que llevó el título de “La Bayamesa”, que se escuchó en la madrugada del 27 de marzo de 1851 ante la ventana de la vivienda de la joven bayamesa Luz Vázquez –quien, a su vez, años más tarde, iniciada la Guerra de los Diez Años, pereció en circunstancias familiares trágicas-, como parte de la serenata que le ofreció su novio Pancho Castillo y Moreno, fue autor de su música el Padre de la Patria.
            Esta primera “Bayamesa” no tiene nada que ver con la que compuso el guitarrista Sindo Garay en 1918 (y que durante su carrera formó parte del repertorio de Esther Borja –una de las musas de Gonzalo Roig, Rodrigo Prats Ernesto Lecuona, fallecida a los 100 años de edad, el 28 de diciembre de 2013-), ya que la canción inicial de 1851 tenía la siguiente letra:
¿No recuerdas, gentil bayamesa,
que tú fuiste, mi sol refulgente,
y risueño, en tu lánguida frente,
blando beso imprimí con ardor?
¿No recuerdas que un tiempo dichoso,
me extasié con tu pura belleza,
y en tus senos doblé la cabeza,
moribundo de dicha y amor?
Ven y asoma a tu reja sonriendo,
ven y escucha amorosa mi canto,
ven, no duermas, acude a mi llanto
pon alivio a mi negro dolor.
Recordando las glorias pasadas,
disipemos, mi bien, la tristeza
y doblemos los dos la cabeza

moribundos de dicha y amor.

LA CUBANÍA DE JOSÉ ANTONIO SACO
           

Este bayamés ilustre fue uno de los grandes discípulos del Padre Félix Varela, a quien sustituyó a los 24 años de edad en la Cátedra de Filosofía del habanero Seminario de San Carlos y San Ambrosio. En 1824 salió de Cuba en viaje de estudios de los EE.UU. Volvió a la Isla en 1826 y volvió a salir en 1828. En una convocatoria de trabajos encaminados al fomento del país, hecha en 1829 la Real Sociedad Económica de La Habana, le es discernido el primer premio y la condición de Socio de Mérito por su “Memoria sobre los caminos de la isla de Cuba”; y en 1831 recibe otro premio por su “Memoria sobre la vagancia en la Isla de Cuba”. En 1832 es nombrado director de la Revista Bimestre Cubana por la Comisión Permanente de Literatura de la Real Sociedad Económica y director del Colegio Buenavista por la Sección de Educación de la misma. Hombre de conocimientos enciclopédicos, escribió y publicó una monumental “Historia de la Esclavitud”, en varios volúmenes. Abogó por la desaparición de esta inicua institución, al igual que se opuso a la corriente de pensamiento favorecedora de la anexión a los EE.UU. Fue expulsado de Cuba en 1834, por orden del Capitán General Miguel Tacón y Rosique –que dejó infausto recuerdo de su paso por la Isla, sobrepasado en este menester únicamente por Valeriano Weyler, quien ocupó la Capitanía General seis décadas después, entre febrero de 1896 y octubre de 1897-, en su calidad de Presidente de la todopoderosa Comisión Militar Ejecutiva y Permanente instaurada en 1825 a solicitud de su predecesor en el cargo, Francisco Dionisio Vives. Saco permaneció en el extranjero la mayor parte de su vida. Su última residencia la mantuvo en Barcelona a partir de 1877, y allí falleció y fue sepultado el 26 de septiembre de 1879. Cumpliendo su voluntad testamentaria, sus restos fueron trasladados a Cuba, donde fueron recibidos en La Habana el 17 de agosto de 1880 y expuestos en la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales. Su entierro tuvo lugar en el Cementerio de Colón, bajo impedimento policial de  manifestaciones públicas con ocasión de las exequias.
            Saco ya había hecho la advertencia, en un trabajo publicado con el título “Cuestión de Cuba”, en París, el 2 y 3 de marzo de 1852, que “O España concede a Cuba derechos políticos, o Cuba se pierde para España”. En una cuartilla que fue encontrada póstumamente entre sus papeles, y que había titulado “Mi epitafio”, dejó escrito que “Cuando en 1849 tuve una recia polémica con los anexionistas cubanos, unos me tacharon de retrógrado, y otros me acusaron de mal cubano, de traidor y hasta de haberme vendido a España para escribir contra la anexión. Deplorando un día con un amigo la injusticia de mis compatricios, díjele, que si antes que él moría yo, hiciese poner sobre la losa de mi sepulcro el siguiente epitafio: “Aquí yace José Antonio Saco, que no fue anexionista, porque fue más cubano que todos los anexionistas”.



LA FECUNDIDAD DE LAS MATRONAS DE LAS VILLAS DE TRINIDAD y SANCTI SPIRITUS
El Nicho Falls, Sierra de Trinidad, Cuba
Tomado de: http://hot.besthdwallpapers.info/nature/el-nicho-falls-sierra-de-trinidad-cuba/

En sus periplos a través de la Isla, a mediados del siglo XIX, al escritor Ramón de La Sagra le llamó la atención la abundosa facultad reproductora de las señoras de Trinidad. Así, el matrimonio de Don Pedro Castellanos con Doña Serafina engendró 24 hijos; el de Rafael González con Dolores Pérez, 21; el de Mariano Castillo con Antonia López, 21; el de Félix Iznaga con la Sra. Rendón, 18; el de Gregorio Ferrer con Clotilde Calderón, 16; el de José Cadalso con Juana Padín, 15; el del Sr. Puertas con Juana López, 15; el de Antonio Pérez con Catalina Muñoz, 13; y asimismo 13, los de Antonio Germán Castiñeira deRomay con Bárbara Llanes, de José Felipe Pomares con Ana Monteros, de Juan Sánchez con Trinidad Pomares, de Domingo Ortega con Felipa Fernández, de José de Jesús Calderón con Simona Matanzas, de Antonio Pérez con Catalina Muñoz, de Fernando Castro con Concepción Bermúdez y de Pío Bastida con Josefa Hernández. La Sagra también refirió que había un gran número de matrimonios con 12, 11 y 10 hijos; y que los que tenían hasta siete u ocho vástagos ya no se consideraban merecedores de mención.
De acuerdo con el padrón de Trinidad de 1853, allí había 123 matrimonios que tenían entre 8 y 10 hijos vivos.
            En Sancti Spiritus –siempre según La Sagra- pasaba otro tanto de lo mismo. El matrimonio de Nicolás Abad Cancio con María de la Soledad Ochoa tuvo 26 hijos; el de Manuel Reyes y Cancio con Ana del Carmen Madrigal, 24; el de Manuel del Castillo con Francisca Piña, 23; el de Roque Piña con Dolores del Castillo, 22; el de Camilo Padilla con Rosa Fuentes, 20 –tres de ellos, gemelos-; el de Eduardo Gómez con Mauricia del Castillo, 19; el de Domingo Estrada con Rafaela Piña y el de José María Echemendía con María Francisca Piña, 18 cada uno; el de Agustín Brizuela con Inés María Fernández, 17; el de Antonio del Valle con Catalina Iznaga, 16.
           




           

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