Roberto Soto Santana, de la Academia de la Historia de
Cuba
Nuestra Historia atesora episodios y hechos harto
interesantes, ocultos por olvidados, que convendría rememorar a fin de valorar
con justicia su papel en la conformación de la personalidad de la Nación cubana.
CARLOS MANUEL DE CÉSPEDES,
AUTOR DE LA MÚSICA DE
“LA BAYAMESA ”
Rendimos culto, como es obligado, al recuerdo de Carlos Manuel de Céspedes y del
Castillo como Padre de la
Patria , el dador del Grito de Yara, el 10 de octubre de 1868.
Sin embargo, habría que aquilatar en medida no menor la valentía personal que
había evidenciado al rubricar por sí solo, en Manzanillo (no en el ingenio la Demajagua , donde se leyó
y proclamó, pero no se firmó) el “Manifiesto de la Junta Revolucionaria
de la Isla de
Cuba”. En el momento de la suscripción en solitario de ese documento, asumió
toda la responsabilidad como instigador de la rebelión independentista.
También deberíamos
evocar que, siendo del poeta José Fornaris el mérito de haber compuesto la
letra de la primera canción que llevó el título de “La Bayamesa”, que se
escuchó en la madrugada del 27 de marzo de 1851 ante la ventana de la vivienda
de la joven bayamesa Luz Vázquez –quien, a su vez, años más tarde, iniciada la
Guerra de los Diez Años, pereció en circunstancias familiares trágicas-, como
parte de la serenata que le ofreció su novio Pancho Castillo y Moreno, fue
autor de su música el Padre de la
Patria.
Esta primera
“Bayamesa” no tiene nada que ver con la que compuso el guitarrista Sindo Garay
en 1918 (y que durante su carrera formó parte del repertorio de Esther Borja
–una de las musas de Gonzalo Roig, Rodrigo Prats Ernesto Lecuona, fallecida a
los 100 años de edad, el 28 de diciembre de 2013-), ya que la canción inicial
de 1851 tenía la siguiente letra:
¿No recuerdas, gentil bayamesa,
que tú fuiste, mi sol refulgente,
y risueño, en tu lánguida frente,
blando beso imprimí con ardor?
¿No recuerdas que un tiempo dichoso,
me extasié con tu pura belleza,
y en tus senos doblé la cabeza,
moribundo de dicha y amor?
Ven y asoma a tu reja sonriendo,
ven y escucha amorosa mi canto,
ven, no duermas, acude a mi llanto
pon alivio a mi negro dolor.
Recordando las glorias pasadas,
disipemos, mi bien, la tristeza
y doblemos los dos la cabeza
moribundos de dicha y amor.
Este bayamés ilustre fue uno de los grandes discípulos del Padre Félix
Varela, a quien sustituyó a los 24 años de edad en la Cátedra de Filosofía del
habanero Seminario de San Carlos y San Ambrosio. En 1824 salió de Cuba en viaje
de estudios de los EE.UU. Volvió a la
Isla en 1826 y volvió a salir en 1828. En una convocatoria de
trabajos encaminados al fomento del país, hecha en 1829 la Real Sociedad
Económica de La Habana ,
le es discernido el primer premio y la condición de Socio de Mérito por su
“Memoria sobre los caminos de la isla de Cuba”; y en 1831 recibe otro premio
por su “Memoria sobre la vagancia en la
Isla de Cuba”. En 1832 es nombrado director de la Revista Bimestre Cubana por la Comisión Permanente
de Literatura de la Real Sociedad
Económica y director del Colegio Buenavista por la Sección de Educación de la
misma. Hombre de conocimientos enciclopédicos, escribió y publicó una
monumental “Historia de la
Esclavitud ”, en varios volúmenes. Abogó por la desaparición
de esta inicua institución, al igual que se opuso a la corriente de pensamiento
favorecedora de la anexión a los EE.UU. Fue expulsado de Cuba en 1834, por
orden del Capitán General Miguel Tacón y Rosique –que dejó infausto recuerdo de
su paso por la Isla ,
sobrepasado en este menester únicamente por Valeriano Weyler, quien ocupó la Capitanía General
seis décadas después, entre febrero de 1896 y octubre de 1897-, en su calidad
de Presidente de la todopoderosa Comisión Militar Ejecutiva y Permanente
instaurada en 1825 a
solicitud de su predecesor en el cargo, Francisco Dionisio Vives. Saco
permaneció en el extranjero la mayor parte de su vida. Su última residencia la
mantuvo en Barcelona a partir de 1877, y allí falleció y fue sepultado el 26 de
septiembre de 1879. Cumpliendo su voluntad testamentaria, sus restos fueron trasladados
a Cuba, donde fueron recibidos en La
Habana el 17 de agosto de 1880 y expuestos en la Real Academia de
Ciencias Médicas, Físicas y Naturales. Su entierro tuvo lugar en el Cementerio
de Colón, bajo impedimento policial de manifestaciones públicas con ocasión de las
exequias.
Saco ya había hecho la
advertencia, en un trabajo publicado con el título “Cuestión de Cuba”, en París,
el 2 y 3 de marzo de 1852, que “O España concede a Cuba derechos políticos, o
Cuba se pierde para España”. En una cuartilla que fue encontrada póstumamente
entre sus papeles, y que había titulado “Mi epitafio”, dejó escrito que “Cuando
en 1849 tuve una recia polémica con los anexionistas cubanos, unos me tacharon
de retrógrado, y otros me acusaron de mal cubano, de traidor y hasta de haberme
vendido a España para escribir contra la anexión. Deplorando un día con un
amigo la injusticia de mis compatricios, díjele, que si antes que él moría yo,
hiciese poner sobre la losa de mi sepulcro el siguiente epitafio: “Aquí yace
José Antonio Saco, que no fue anexionista, porque fue más cubano que todos los
anexionistas”.
El
Nicho Falls, Sierra de Trinidad, Cuba
Tomado
de: http://hot.besthdwallpapers.info/nature/el-nicho-falls-sierra-de-trinidad-cuba/
En sus periplos a través de la
Isla , a mediados del siglo XIX, al escritor Ramón de La Sagra le llamó la atención
la abundosa facultad reproductora de las señoras de Trinidad. Así, el
matrimonio de Don Pedro Castellanos con Doña Serafina engendró 24 hijos; el de
Rafael González con Dolores Pérez, 21; el de Mariano Castillo con Antonia
López, 21; el de Félix Iznaga con la Sra.
Rendón , 18; el de Gregorio Ferrer con Clotilde Calderón, 16;
el de José Cadalso con Juana Padín, 15; el del Sr. Puertas con Juana López, 15;
el de Antonio Pérez con Catalina Muñoz, 13; y asimismo 13, los de Antonio
Germán Castiñeira deRomay con Bárbara Llanes, de José Felipe Pomares con Ana
Monteros, de Juan Sánchez con Trinidad Pomares, de Domingo Ortega con Felipa
Fernández, de José de Jesús Calderón con Simona Matanzas, de Antonio Pérez con
Catalina Muñoz, de Fernando Castro con Concepción Bermúdez y de Pío Bastida con
Josefa Hernández. La Sagra
también refirió que había un gran número de matrimonios con 12, 11 y 10 hijos; y
que los que tenían hasta siete u ocho vástagos ya no se consideraban
merecedores de mención.
De acuerdo con el padrón de Trinidad de 1853, allí había
123 matrimonios que tenían entre 8 y 10 hijos vivos.
En Sancti Spiritus
–siempre según La Sagra-
pasaba otro tanto de lo mismo. El matrimonio de Nicolás Abad Cancio con María
de la Soledad Ochoa
tuvo 26 hijos; el de Manuel Reyes y Cancio con Ana del Carmen Madrigal, 24; el
de Manuel del Castillo con Francisca Piña, 23; el de Roque Piña con Dolores del
Castillo, 22; el de Camilo Padilla con Rosa Fuentes, 20 –tres de ellos,
gemelos-; el de Eduardo Gómez con Mauricia del Castillo, 19; el de Domingo
Estrada con Rafaela Piña y el de José María Echemendía con María Francisca
Piña, 18 cada uno; el de Agustín Brizuela con Inés María Fernández, 17; el de
Antonio del Valle con Catalina Iznaga, 16.
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