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miércoles, 15 de octubre de 2014

Bienvenidos a Pensamiento

Caribe Rumba
Salvador O. Martínez (Cuba)
1994

Presencia hebrea en La Habana


Yamira Rodríguez Marcano




La llegada de los judíos a Cuba se remonta a los tiempos de la colonización americana, cuando el 2 de noviembre de 1492, Luis de Torres, judío converso y primer terrateniente hebreo en Cuba, “pisaba suelo cubano” para iniciar un proceso migratorio que no se detuvo aunque creció de forma silenciosa y encubierta. Judíos eran también Rodrigo de Jerez y Martín Alonso Pinzón, quien avistara y gritara: ¡Tierra! En las naos colombinas navegaron alrededor de 160 judíos que, conversos u ocultando su verdadero origen, se lanzaron al nuevo mundo por la conquista de tierras vírgenes y su liberación de la hoguera inquisitorial.

Judía conversa lo fue igualmente Isabel de Bobadilla, primera mujer gobernadora de Cuba en el siglo XVI, al partir su esposo Hernando de Soto a colonizar la Florida. Su ausencia interminable hizo que la vigilia de esta mujer, según la leyenda, sirviera de modelo para esculpir la Giraldilla que coronara el Castillo de la Real Fuerza y trascendiera a nuestros días como símbolo de la ciudad capital.

Tres momentos significativos en la migración judía hacia la Isla lo constituyen el arribo de los sefarditas a partir de 1908 provenientes de España, Portugal y África del Norte; la llegada de los asquenazis en los años de 1920 desde Europa Central y Oriental; y los refugiados que el nazismo arrojara del occidente europeo con la Segunda Guerra Mundial.

Es así como esta gran diáspora del pueblo hebreo integrada por diferentes profesiones, credos y culturas, se inserta en cada nuevo lugar que le sirve de consuelo a su desarraigo natural y espiritual. La capital cubana concentró el mayor número de judíos y dentro de ésta, La Habana Vieja fue el primer asentamiento donde la zona portuaria ofrecía posibilidades de alojamiento económico y facilidades para las operaciones del comercio.


De a poco, la parte más antigua de la ciudad, y especialmente las calles Acosta y Muralla, se convirtieron en los ejes donde la presencia hebrea se adueñó de ellas, convirtiéndolas en el escenario de vendedores ambulantes o la sede de sus establecimientos variados y sui géneris. Han dejado su huella en la ciudad o la memoria de sus habitantes el café Lily, el restaurante Moishe Pipik, la panadería Flor de Berlín o la carnicería kosher, aún existente para la familia hebrea. Fue también La Habana Vieja centro de la fundación de sus colegios, sociedades religiosas, culturales, de salud y ayuda mutua.

En Inquisidor perduran señales de la otrora sinagoga Shevet Ahim y en Acosta y Picota ejerce la de la congregación Adath Israel. Fuera del perímetro del centro histórico, justamente en El Vedado, la sinagoga del Centro Sefardí y el Patronato de la Comunidad Hebrea en Cuba, Beth Shalom, reciben a los miembros de su comunidad.


Los moros y polacos –popularizados con estos motes durante la República- han dejado tras su muerte, no sólo la existencia de sus inconfundibles necrópolis en Guanabacoa, si no también, el respeto del pueblo cubano a quienes fundaron el Primer Partido Comunista de Cuba, -dígase Fabio Grobart-, lucharon contra la tiranía machadista, o han ennoblecido el arte y las ciencias, la historia, y las letras cubanas. Recordemos a Saúl Yelín, pionero del cine cubano y dirigente del ICAIC; Ludwing Chajovitz, fundador e impulsor del Teatro Universitario; Erich Kleiber, músico excepcional, Director de la Orquesta Filarmónica; Boris Jaskovitz, astrónomo, Director de Astronomía del Observatorio Nacional; Heinrich E. Friedlaender, economista, autor de la primera Historia Económica de Cuba; Abraham Marcus Matterin, primer director de la Biblioteca del Patronato Hebreo y destacado promotor cultural que residiera en la calle Curazao en La Habana Vieja; y Sandú Darié, célebre artista plástico, cuyo Árbol de la vida, en el Parque Lenin, exalta la más alegórica imagen del Menorah.


El reconocimiento a la multiplicidad de etnias y religiones ha permitido que la comunidad hebrea celebre sus principales festividades y conmemoraciones, y mantenga activos sus centros más importantes. A la par, otros nuevos, como el hotel Raquel y el Parque Memorial del Holocausto, en la ciudad antigua, se alzan para evocar la presencia de los hijos de Separad, del Israel.

UN EPISODIO DEL CLERICALISMO MONTARAZ EN CUBA COLONIAL


Roberto Soto Santana, de la Academia de la Historia de Cuba en el Exilio

El 5 de diciembre de 1887 entró a la bahía de la capital de la “Siempre fiel Isla de Cuba” -como rezaba por aquel entonces el papel moneda emitido por el Banco Español de la Isla, que tenía el monopolio emisor-, procedente de La Coruña, a bordo del vapor “Antonio López” de la Compañía Trasatlántica”, el nuevo Obispo de La Habana, Manuel Santander y Frutos.
Monseñor Santander, de 52 años de edad y natural de Rueda (provincia de Valladolid), había recibido la investidura episcopal en ceremonia oficiada en marzo de ese año por el arzobispo de Valladolid, asistido por los obispos de Ciudad Real y de Coria.
El nuevo Obispo –que acabó siendo el último de La Habana española- tomó posesión de su nuevo cargo el Día de Reyes de 1888. A partir de 1787 la Colonia cubana había quedado dividida en dos diócesis: la de Santiago de Cuba y la de San Cristóbal de La Habana. Esta última abarcaba un millón y doscientos mil almas, repartidas en trece vicarías en las que estaba comprendido un total de ciento cincuenta parroquias.
Tras la Paz del Zanjón, una ley promulgada por las Cortes españoles con fecha 9 de enero de 1879 había dispuesto que uno de los Senadores en representación de Cuba debía ser nombrado por el arzobispo de Santiago de Cuba, que designó en 1893 a Monseñor Santander, quien simultaneó su silla obispal con la de Senador del Reino hasta que, a poco de concluir la Guerra de Independencia, el 9 de octubre de 1899 presentó la renuncia a su cargo eclesiástico, que le fue aceptada por el Papa León XIII el 24 de noviembre siguiente. Regresó a España, y murió en Madrid, en la mayor pobreza, el 14 de febrero de 1907.
Monseñor Santander no solamente fue el último obispo habanero de la era colonial, sino que se destacó como el más sonado detractor de la suficiencia del matrimonio civil para establecer el vínculo y el más obstinado oponente de su introducción, llevada a cabo por la Ley de Matrimonio Civil de 1870 (promulgada durante el breve intervalo de vida de la Primera República Española, que duró entre el 11 de febrero de 1873 y el 29 de diciembre de 1874, cuando se produjo el pronunciamiento militar del general Arsenio Martínez Campos, que abrió las puertas a la restauración borbónica en España). Al entrar en vigor en todos los territorios gobernados por España el texto definitivo del Código Civil, el 24 de julio de 1889, empezó a regir su Artículo 42, que reconocía dos formas de matrimonio: “el canónico, que deben profesar todos los que profesan la Religión católica, y el civil que se celebrará del modo que determina este Código.”
La oposición del Obispo Santander al matrimonio civil se llevó a cabo por la vía del boicot administrativo. Como para celebrar el matrimonio civil se requería presentar los certificados de nacimiento de los contrayentes, y el Registro Civil (donde se inscribían los nacimientos) había sido creado apenas en 1870, a la casi totalidad de la población en edad núbil sólo le era posible presentar la partida de bautismo –en lugar de aquel certificado-, porque la mayoría de edad –entre otros efectos, para contraer matrimonio- estaba fijada en 1889 en los 23 años.
¿Qué hizo el Obispo Santander en su diócesis habanera? Ordenó, en 1893, que no se expidieran partidas de bautismo cuando se pidieran con vistas a celebrar el matrimonio civil (con el efecto de obligar a todos los contrayentes “a pasar por la sacristía” o, alternativamente, a vivir en pecaminoso concubinato).
El Ministerio español de Ultramar reaccionó con la promulgación de la Real Orden de 26 de diciembre de 1893, que constreñía a los párrocos a expedir “las certificaciones de los libros parroquiales que se necesiten para los actos del matrimonio civil”.
Llegó para el obispo la necesidad de trasladarse a España a fin de sentarse en su curul, y aquí apareció la figura del Muy Ilustre Don Juan Bautista Casas González, presbítero que sustituyó al obispo durante su ausencia, en el cargo de Gobernador Eclesiástico de la diócesis habanera.
El Padre Casas mantuvo obstinadamente la negativa a cumplir lo que disponía la legislación civil en este asunto, y se vio acusado de un delito de oposición a la observancia de las leyes y provocación a la inobservancia de las mismas, previsto y penado en el artículo 142 del Código Penal aplicable en Cuba y Puerto Rico, sin circunstancias modificativas, por cuya comisión fue condenado por la sala de lo criminal de la Audiencia de La Habana.
El Padre Casas presentó al Tribunal Supremo recurso de casación contra esta sentencia, y regresó a España mientras se resolvía. El Alto Tribunal dictaminó, en sentencia del 8 de enero de 1896, dando la razón al recurrente –cuyo recurso contó con el apoyo del Ministerio Fiscal-, casando –es decir, revocando- la sentencia recurrida, basándose en los siguientes argumentos:
- que se había hecho aplicación indebida del artículo 142 del Código Penal, “en cuanto el hecho de autos se considera comprendido en el mismo por una ampliación o interpretación errónea, puesto que no existe vigente ley alguna para expedir partidas sacramentales con el determinado objeto de que los católicos celebren matrimonio civil”;
- que igualmente se había hecho aplicación indebida del “art.1º de dicho Código, en igual concepto, en cuanto no se ha estimado la falta de voluntad de producir un hecho que se reputa criminoso, según se estima probado”;
- que, finalmente, también se había hecho aplicación indebida del “núm. 12 del art.8º…en cuanto no se ha estimado que el recurrente obró en cumplimiento de un deber ineludible y en el ejercicio legítimo de su sagrado ministerio.”
En lo que se refiere a la Real Orden de 26 de diciembre de 1893, que obligaba a los párrocos a expedir las partidas de bautismo que le fueran solicitadas, el Tribunal Supremo consideró limitada su fuerza de obligar en relación con los casos de “algunos en el territorio de la Isla de Cuba que hayan abjurado de la fé, ú ostentado que profesan otras creencias que las católicas”.
Aquí podría formularse el lamento de que “Con la iglesia hemos dado, Sancho” –según la apócrifa cita-.
¿Y qué otras actitudes respecto del pueblo cubano, fuera del ámbito religioso, adoptó el causante de este embrollo sacramental, el Obispo Santander y Frutos, durante su estancia en Cuba?
En verdad, mantuvo posiciones que acaso muy caritativamente puedan calificarse de contradictorias.
En carta del 16 de mayo de 1896 al Cardenal Secretario de Estado, Mariano Rampolla del Tindaro, dijo que “Diez y ocho iglesias parroquiales han sido quemadas por los insurrectos y si alguna imagen se ha salvado de las llamas la han destruido con los machetes. Cuando no se han podido sacar las vestiduras sagradas se las han puesto por irrisión, blasfemando al mismo tiempo de todo lo sagrado. Se han atrevido a publicar que ellos, los insurrectos, estaban autorizados para hacer matrimonios.”
Y en carta sin fecha, pero que puede ser de marzo o abril de 1898, dice al Nuncio en Madrid, Mons. Francica Nava di Bontifé, que “cerca de los insurrectos carezco de toda influencia no ya porque lejos de pelear por el triunfo de una idea política sólo se dedican al bandolerismo y el pillaje, sino también porque demuestran en todos sus actos que al mismo tiempo que la separación de la patria común alimentan un odio satánico contra la Religión y de ahí la destrucción y profanación de las iglesias y de sus archivos…”. A petición del Capitán General de la Isla, el Obispo se dirigió a todos los párrocos ordenándoles que diesen las facilidades necesarias para observar e informar sobre los movimientos militares de los insurrectos.
Sin embargo, en Carta Pastoral del 24 de octubre de 1898, ya cesadas las hostilidades –aunque el Tratado de París no se firmó sino el 10 de diciembre siguiente-, Mons. Santander proclama que “Hay espíritus pusilánimes, aunque bien intencionados, que temen por el porvenir de la Iglesia en esta Isla…hay quienes se alegran, pocos por cierto, creyendo que la Iglesia va a perder toda su influencia y desaparecer o poco menos del país, vencida por los protestantes. Ni unos ni otros tienen motivos para sus temores, ni para sus alegrías.
“No sabemos aún, de una manera cierta, si se formará un Gobierno Cubano o si los Estados Unidos, por más o menos tiempo, regirán los destinos de esta Isla. Pero en cualquiera de los dos casos la Iglesia no tiene por qué temer. No tememos a los cubanos, que no vienen a hacer una revolución religiosa, sino política. ¿Cuál ha sido el lema de la insurrección? La independencia de Cuba. ¿En sus programas de gobierno, en sus proclamas han dicho alguna vez que venían a hacer la guerra al catolicismo? Nunca. Al contrario, durante la sangrienta lucha que ha terminado ya, gracias a Dios, no ha habido que lamentar ataque alguno a los ministros de la religión; lejos de eso se les han tratado con respeto por las fuerzas rebeldes y debido a esto han podido los señores Curas Párrocos recorrer sus feligreses y administrar los Santos Sacramentos a los que los pedían…
“Con un gobierno cubano vivirá, por tanto, la Iglesia en armonía porque verá respetadas su libertad y sus propiedades, indispensables en toda sociedad humana para lograr su objeto…”
Como diría el Editor de PENSAMIENTO, el Prof. René León, “así se escribe la historia”.
Bibliografía:
1. “Episcopologio de la Iglesia Católica en Cuba”, que se puede consultar en
2. “La sociedad cubana y el último obispo de La Habana española”, ponencia de María Isabel González del Campo ante el 11º Congreso de la Asociación Española de Americanistas –celebrado en Murcia en 2004-, cuyo texto se puede encontrar en http://www.americanistas.es/biblo/textos/11/11-33.pdf (Actas publicadas en 2006, vol. I, págs, 493 a 507).
3. “El Proceso contra el Gobernador Eclesiástico de La Habana”, por Juan Delgado Cánovas, págs. 345 a 353 del primer volumen de la obra “Los procesos célebres seguidos ante el Tribunal Supremo en sus doscientos años de historia”, edición conjunta del Tribunal Supremo y del Boletín Oficial del Estado, Madrid, 2014.
4. Capítulo IX de la obra “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha”, por Miguel de Cervantes Saavedra, cuyo texto se puede hallar en
http://cvc.cervantes.es/literatura/clasicos/quijote/edicion/parte2/cap09/default.htm, junto con el siguiente comentario explicativo: ‘Hemos tropezado con el edificio de la iglesia’, el mayor del pueblo y, por eso, de fácil confusión con el imaginado alcázar de Dulcinea. Con la variante topado por dado, se ha convertido en frase proverbial para indicar un enfrentamiento con una autoridad a la que puede resultar problemático contradecir.
5. Vid. “La emancipación antillana y sus consecuencias para la Iglesia Católica”, por Carlos Manuel de Céspedes García-Menocal (16 de julio de 1936 -3 de enero de 2014), tataranieto del Padre de la Patria y vicario general que fue de la Diócesis de La Habana, cuyo texto está alojado en  http://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/236274.pdf.


En la playa azul

Detalles
Escrito por Emilio Roig de Leuchsenring 
Publicado el 15 Julio 2010


Es la playa maravillosa, en verdad. No hemos visto jamás –¡en nuestra Cuba!– cielo más hermoso y radiante. Ni agua tan límpida y fresca. Ni arena tan blanca y fina. 

Es la hora melancólica y solemne del atardecer. Desde la amplia terraza del Club Náutico contemplamos, extasiados, el espectáculo que se ofrece ante nuestros ojos. A ambos lados, se alzan y se pierden, a todo lo largo de la playa, como aves de tenues colores y variadas formas que, después de largo vuelo, se posasen, indolentes, prestas a emprender nuevo viaje hacia otras regiones, los chalets multicolores, que ponen sobre este cuadro en que el blanco y el azul predominan, nuevos y variados matices en los que busca y encuentra la vista, dentro de la monótona uniformidad de los paisajes marinos, descanso y reposo.
La playa es realmente maravillosa. El exceso de luz y de blancura nos deslumbra en los primeros momentos, nos ciega, nos ofusca, como cuando al doblar una esquina, o un palco, en noche de ópera, vemos aparecer una de esas mujeres de belleza dominadora y espléndida, ante las cuales, como ante una visión sobrenatural, no sabe uno si caer de rodillas o echar a correr.
Después, nuestra vista va familiarizándose e identificándose con el paisaje y puede, entonces, descubrir, aquí y allá, detalles y bellezas, que nosotros, en el eterno, feliz y venturoso sueño de la vida, nos hacemos la ilusión de que, ocultos antes, son ellos los que han ido surgiendo, en mudo y gentil vasallaje, para regalarnos y deleitarnos. Así, la charca, en el bello poema de Oscar Wilde, lloraba la muerte de Narciso, no porque fuese bello, que en eso no había podido ella fijarse: –«Yo amaba a Narciso –le confesó a las Oréadas– porque cuando se inclinaba sobre mis orillas y me miraba, en el espejo de sus ojos veía siempre retratarse mi propia belleza».
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Es la playa maravillosa, en verdad. No hemos visto jamás –¡en nuestra Cuba! –cielo más hermoso y radiante. Ni agua tan límpida y fresca. Ni arena tan blanca y fina. La ancha franja de la costa arenosa, se pierde a uno y otro lado...
Las ondas, ora tranquilas, ora ligeramente encrespadas, van y vienen en un ritornello interminable. Sobre ellas, al herirlas con sus rayos, pone la antorcha deslumbradora del sol mil cambiantes de irisados destellos, cual sobre las facetas de prodigioso diamante. Ya son de plata las ondas; ya tienen los múltiples colores del nácar de las conchas o de las perlas; ya azules, como los ojos de las rubias, o las campánulas de primavera, o los zafiros, amados del poeta; ya verdes, del verde claro y límpido, como la mirada de Astartea o del verde pálido de las esmeraldas cabujón, o del verde lechoso de los crisopacios...
La brisa vespertina empieza a agitar las ondas.
A veces, breves y amorosas, al besar la playa, semejan los mimos, las caricias y los halagos de la mujer amada, que en los momentos liminares de la hora propicia trata de embriagarnos primero, para enloquecernos después, poseída del embrujamiento y fascinante sortilegio que ejerce sobre nosotros: Ahora, blandas, se mueven, como
un seno de mujer a quien incita
levemente el deseo...;luego son juguetonas y alegres como las sonrisas y las miradas provocadoras de una niña coqueta...
En ocasiones, cuando el mar agitado levanta montañas de espumas, las olas parecen manadas de blancos corceles, que encabritados, trotan, magníficos, hacia la playa cercana...
Del Club empiezan a salir los temporadistas. Es la hora del baño.
Una mujer se adelanta, airosa y gentil, hacia la playa. Va vestida de blanco, la saya muy corta, dejando ver, aprisionada por la transparente media, la pierna estatuaria. La sombrilla de seda, a rayas blancas y azules, que ella maneja con gracia y donaire encantadores ya dejándola descansar sobre los hombros ya moviéndola de uno a otro lado, más parece servirle como complemento a su toilette que para defenderse de los últimos y tenues rayos del sol, que encendido, como bola de fuego, se va sumergiendo, lenta, muy lentamente, tras el lejano horizonte...
Pasa junto a mí, enervándome con su perfume. Es alta, delgada, flexible, tipo de la mujer pasional nacida para el amor, fuente de placer y de vida: la musa de carne y hueso que cantó Darío.
La contemplo, admirando los detalles de su espléndida belleza. Los brazos, finos y largos, hechos para estrechar; los cabellos negros y sombríos como la noche; sus ojos inquietantes, atormentadores, misteriosos; su boca pequeña, de labios rojos, de un rojo encendido, sangriento, incomparable, boca como la que inspirara a Salomé su obsesionante y trágico deseo.
En la arena, al hollarla, el empinado tacón, va dejando breves y menudas huellas, sobre las que el mar, a veces, en su incesante vaivén, deposita la suave y mimosa caricia de sus ondas...
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Aparecen otros bañistas. Un grupo de muchachas, cogidas de las manos, corren alegres hacia el mar. Sus trajes de baño, vistosos, azules o rojos, revelan, indiscretos, las bellas formas esculturales. Entre risas y bromas se van sumergiendo en el ópalo líquido, cual bellas nereidas en la leyenda mitológica. Llega una ola y las envuelve. El beso frío del agua salada hace estremecer voluptuosamente sus cuerpos.
Como el poeta,
Quisiera ser agua y que en mis olas,
Que en mis olas vinieras a bañarte,
Para poder, como lo sueño a solas,
al mismo tiempo por doquier besarte!
En la playa y en la terraza del Club se forman grupos, en los que un espíritu observador, adivina fácilmente ya el idilio que empieza, ya el flirt, «juego peligroso al decir de Bourget, amor, sin amor, que se parece al verdadero desafío entre ambos sexos, como un asalto en una sala de armas, al duelo que se verifica en el campo».
En los ojos brilla la llama del deseo, que la fresca brisa marina acalla y mitiga.
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Llegan nuevas bañistas. Rubias y morenas, para todos los gustos y todos los refinamientos. El mar rima, sobre los cuerpos maravillosos, triunfales poemas y tiernos madrigales.
¡Oh siglo incomparable de Pericles! ¡Oh pueblo de Atenas, frívolo y magnífico! ¡Oh baños helenos, en los que ofrecían las mujeres, como en un altar, ante la admiración de aquel pueblo, el más culto y civilizado de la tierra, el tesoro de su belleza, inmortal y multiforme, rito de un culto supremo, de una religión bienhechora y noble y santa!
Ya el sol, rojo, agonizante, se ha hundido por completo, diluyéndose en el regazo palpitante y amoroso del mar. Las nubes forman raras y caprichosas figuras. A un lado, el horizonte brilla y resplandece, como un gigantesco y fantástico incendio...!

(Artículo de costumbre tomado de Carteles, 6 de septiembre de 1925). 

Emilio Roig de Leuchsenring
Historiador de la Ciudad desde 1935 hasta su deceso en 1964.

Publicidad sobre ruedas: cervezas, tabacos y tranvías...

Michael González Sánchez

En los primeros años de la República la empresa estadounidense Havana Electric Railway and Company, la companía a cargo de la administración del sistema tranviario habanero, recibió permiso del Ayuntamiento para promocionar marcas comerciales en las carrocerías de sus vagones. Prestigiosas empresas cubanas y extranjeras de la época comenzaron a pagar por ver sus nombres, aportando en colorido y simbolismo al hasta entonces monótono cromatismo de los carros eléctricos...

Los tranvías habaneros fueron vallas publicitarias que llegaban prácticamente a todos los confines de la ciudad urbanizada. Dentro del muestrario comercial exhibido a los cuatro vientos (o mejor, a las cuatro calzadas) por los carros eléctricos las bebidas eran las más populares, con anuncios de la Hatuey, La Polar, Cristal, Canada Dry, Iron Beer y La Campana, entre otras. Cada una tenía sus propios sloganes respectivos, tales como "Hatuey bien fría, la jacarandosa", "La Polar, una cerveza redonda por los cuatro costados", "La Cristal, clara, ligera y sabrosa, ahora con su meneito" e "Ironbeer o no beber".
"PARE, TOME COCA COLA", lleva el carro 561 en el fondo del vagón. La frase encierra un doble sentido, pues sirve de alerta de tránsito a los demás vehículos que circulaban por las calles de la ciudad y además "juega" con la publicidad de la Coca Cola en esa época, uno de cuyo slogan era "La pausa que refresca". 


"TOME HATUEY", Hatuey, cerveza creada en Santiago de Cuba por el Dr. Eduardo Chibás, padre del líder del Partido Ortodoxo de igual nombre, fue una de las preferidas en nuestro país. Aqui vemos un tranvía en los alrededores del Hotel Nacional, muy cercano al Malecón habanero llevando orgulloso esta valla publicitaria.

"TOME CANADA DRY", una marcas canadienese en su orígen de amplia demanda en Cuba, sobre todo durante los años de la "Ley Seca" estadounidense. Era muy común ver los carros eléctricos portando esta marca. 

Con respecto a los cigarros y tabacos, fueron también "muy populares entre los tranvías", aunque curiosamente existían regulaciones más o menos seguidas sobre no fumar en el interior de los carros. En ese sentido cabe señalar marcas comerciales presentes en anuncios como "Partagás, el cigarro que gusta más", "Trinidad y Hno, pruebe y compare", "Tabacos H. Upmann: Ah! de mi padre lo aprendí", "Edén con tabaco tostado, cambia cambia cambia, cambia para Edén" y "Cigarros Gener: Gener con filtro, que maravilla, a diez centavos la cajetilla".

"FUMO SUPERFINOS ROYAL", Superfinos Royal, otro de los cigarillos de preferencia en Cuba, ahora en esta bella y rara fotografía a color de un tranvía, el 461, otro del parque de más de 600 tranvías que tenía la capital

"FUME TABACOS EL CREDITO BREVAS", nos anuncia un carro eléctrico mientras circula apaciblemente por la calle Merced, en el corazón de la Habana Vieja.

Por último, queremos mencionar otras nomenclaturas empresariales perteneciente al mundo del comercio minorista, la alimentación y los muebles. En estos caos podían encontrarse ejemplos como "Aceite Oliveite, es un deleite" y "Oliveite, sabe a lo que huele, huele a lo que sabe y sabe y huele a gloria" y otros como"Aceite Olipuro, sacándole el aceite a la aceituna, Sra Ama de casa pruebe el aceite Olipuro que bueno es, que rico es, el Olipuro que bueno es". En muebles habían esloganes tan llamativos como "Muebleria Pratts, Dos sillones de portal por un peso semanal" y "Orbay y Cerrato, De la fábrica al hogar". 
En fin, todo un universo publicitario sobre ruedas, y te montabas en el tranvía aunque no te gustara la cerveza...
"OLIVEITE ES UN DELEITE", reza en su carrocaría el 622, de la línea Miramar - Parque Central, dejándonos ver las virtudes culinarias de este aceite de oliva español tan popular en nuestro país en los tiempos del tranvía.

"DE LA FABRICA AL HOGAR, ORBAY Y CERRATO", nos dice el tranvía eléctrico 630. Esta fue una reconocida marca y fábrica de muebles de La Habana radicada en Infanta y San Martín.

GABRIELA MISTRAL y JOSÉ MARTÍ

 

© Roberto Soto Santana, de la Academia de la Historia de Cuba (Exilio).

La Academia Norteamericana de la Lengua[i] (ANLE), cuyo Director es don Gerardo Piña-Rosales, ha publicado recientemente (2011) un riquísimo volumen monográfico[ii] sobre la personalidad y la obra de la escritora chilena Gabriela Mistral, coeditado por su Director, su Secretario (don Jorge Ignacio Covarrubias) y el también Académico de número don Orlando Rodríguez Sardiñas (escritor,  poeta y profesor natural de La Habana).
Como señaló Juan Marinello en un ensayo[iii] publicado hace ochenta años sobre las figuras egregias de la Premio Nobel de Literatura de 1945 y el Apóstol de la Independencia de Cuba, en el que reseñaba una conferencia pronunciada por Gabriela Mistral a la que había asistido, “La mujer llega esta noche a sus oyentes de la mano de José Martí, gran guiador. José Martí tiene en esta mujer una resonancia de limpia autenticidad, de son cercano y distinto. El dolor agónico de su América se lo dará el cubano en su lamento  viril y dulce y la llamará desde ayer a la faena de hallarle vías de salvación al indio y el hijo del español. Esta mujer, que tiene oídos milagrosos, dará la mano al Libertador en una sombra cargada de porvenir y se estremecerá en el lamento desecho. Pero vendrá después la lucha con su sexo. Porque esta mujer –espíritu-  es también carne sexuada. Su visión poderosa saldrá a veces empañada de sangre maternal. Con ojos maternos mirará al “manojo de pueblos” desentendidos de su necesidad, maestros en  querellas lugareñas, sordos, ciegos y sin tacto en sus siestas perennes, indiferentes a su destino. Su palabra se volverá entonces seca y pelada com0 la leña de hacer fuego. Regañará como madre de aldea, la mano implacable como la boca. A ocasiones, el espectáculo de hermanos que se niegan le sacará palabras lloradas de desesperanza…En Martí –esta mujer lo ha dicho- se hizo el milagro de la femineidad en carne de hombre. En él anduvieron ternezas, blanduras, rendimientos, silbos de la más neta mujereidad. Con gesto de mujer se acercó al niño, al desvalido, al tímido, al enfermo, al pecador remordido y al pecador naturalizado en su rencor. Con ojo femenino advirtió el detalle humilde y la artería que le rondaba a toda hora la decisión generosa. Y cuando tuvo que mirar a sus pueblos, a su continente, a su mundo (“patria es la porción de mundo que nos ha tocado contemplar más de cerca –dijo-) se guardó los ojos de mujer, que acercan demasiado las cosas, y se puso los de hombre que miden la distancia subterrán ea y señorean el privilegio de totalidad…Ahora habla la mujer de lo tropica en Martí y le viene a las menos el resplandor húmedo de su vallecito chileno enjoyado de plátanos…Después de Martí –dice la mujer- el trópico ha vuelto a ser invencible”.
               La reiteración de la existencia de esta relación discipular de Gabriela Mistral respecto de José Martí la ha hecho el escritor cubano Alberto Müller hace apenas unos días[iv] , en la ponencia presentada en el Desayuno Martiano ofrecido por la Organización Peter Pan en el Salón Félix Varela de la Ermita de la Caridad, en Miami, en la que ha recordado que “la insigne poetisa chilena” llamó a Martí “una mina sin acabamiento”, y apostilló con contundencia que debía decir  “que la Mistral amó a Martí –sin conocerlo- con pasión franciscana. Consideraba al Apóstol el pensador americano por excelencia. Fue y murió siendo una gran admiradora de José Martí.”
               Tampoco podemos olvidar el paralelismo en las pasiones y preocupaciones de los pensamientos martiano y mistraliano en lo tocante a la unidad de los pueblos del continente americano, y las parecidas apreciaciones que ambos hicieron tanto con signo positivo (respecto de la sociedad y la civilización estadounidense) como con signo negativo (respecto de la política exterior practicada hacia los países situados al Sur del río Grande por la Potencia en cuyo territorio ambos residieron, trabajaron y escribieron durante parte de sus vidas).
               Así lo recuerda respecto de Gabriela Mistral, en el volumen publicado por la ANLE[v], el Conservador de la Biblioteca Nacional de Chile, Pedro Pablo Zegers Blachet, cuando cita la admiración de la escritora por los EE.UU. en el apóstrofe elogioso que les dirige (“Reconocemos en las creaciones vuestras una exultación tal de la voluntad del hombre que honra a la humanidad”) y en el cálido recuerdo que le dedica a Ralph Waldo Emerson (“Yo cuento entre los domadores de mis carácter a vuestro Emerson, fortificante como un aire de pinares e iluminador de las minas ciegas del alma humana”); sin perjuicio de citar, al mismo tiempo, el artículo “La cacería de Sandino”, publicado por la autora en 1928, crítico del intervencionismo de Washington en Nicaragua.
               Respecto de Martí, son de sobra conocidos los pensamientos expuestos en la carta escrita desde el campamento de Dos Ríos, en la víspera[vi] de su muerte en combate, a su “hermano queridísimo” Manuel Mercado, a quien le habla sobre lo que estima su deber de “impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser, y como indirectamente, porque hay cosas que para logradas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias pª alcanzar sobre ellas el fin. Las mismas obligaciones menores y públicas de los pueblos, —como ese de Vd. , y mío,— más vitalmente interesados en impedir que en Cuba se abra, por la anexión de los imperialistas de allá y los españoles, el camino, que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra América al Norte revuelto y brutal q. los desprecia, —les habrían impedido la adhesión ostensible y ayuda patente a este sacrificio, que se hace en bien inmediato y de ellos. Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas;— y mi honda es la de David.”
               Como también son notorios el elogio póstumo de Emerson que publicó en “La Opinión  Nacional” de Caracas, el 19 de mayo de 1882, y la categórica aseveración hecha en la carta (conocida como “Vindicación de Cuba”) remitida al New York Evening Post y publicada por éste el 25 de marzo de 1889 respecto de la distinción entre las dos caras de la sociedad estadounidense (“Amamos a la patria de Lincoln tanto como tememos a la patria de Cutting”).
               La verdaderamente enciclopédica compilación que ha reunido la ANLE de análisis desde distintos puntos de vista hechos por muy cualificados críticos e investigadores en torno a la estancia y la obra de Gabriela Mistral en los EE.UU. constituye una aportación inapreciable al conocimiento de la trayectoria vital y cultural de la gran escritora chilena y de toda nuestra América.

Roberto Soto Santana




[i] Creada en 1973, por iniciativa de Tomás Navarro Tomás, miembro de número de la Real Academia Española (titular del sillón h) y entonces exiliado en Nueva York.
[ii] Gabriela Mistral y los Estados Unidos
[iii] Revista Sur (Argentina), págs. 156-163.
[iv] El 29 de enero de 2012. Vid. el blog http://albertomuller.net
[v] Págs. 241-252.
[vi] El 18 de mayo de 1895.

Bregando con el Asunto

Saludos! BUENISIMO....

No se su nombre, no sé en qué época vivió ni si estará vivo todavía. Pero de lo que si estoy seguro es que fue uno de los genios más grandes que ha producido la Humanidad.

Su nombre no viene al caso, es su obra la que cuenta. No es otro que ese ilustre Puertorriqueño que se inventó la frase: "Déjame bregar con el asunto."

"Déjame bregar con el asunto" (y en esto estriba la genialidad de la frase) no quiere decir nada, no se compromete a nada, no nos da indicación de cuando se van a resolver nuestros problemas, ni siquiera si se llegará alguna vez a tomar una decisión sobre el tema.

¿Que usted tiene un teléfono que no le funciona?-No se enfogone, que es posible que la Telefónica ya le haya dicho que "esta bregando con el asunto"

washer dryer repair guru¿Su factura de electricidad es excesivamente alta?-Siempre encontrará un funcionario de la Autoridad que le aconsejará que pague primero y los deje bregar con el asunto". ¿Su jefe no le acaba de de aumentar el sueldo?-Usted no se puede molestar, porque ya le dijo que se espere un poco y lo deje “bregar el asunto". Y tampoco se puede molestar con los que vinieron a arreglarle la lavadora y tuvieron que salir a buscar una pieza hace ya dos meses y, aunque la condenada pieza no aparece, ellos dicen que están bregando con el asunto".

computer repairs,computers,CPUs,men,occupations,persons,repairing,technicians,technologyYo descubrí la frase hace cuestión de dos años, en momentos en que mi negocio pasaba por una de esas crisis en que los clientes se quejan, los acreedores agobian y nada parece salir bien. Estaba a punto de enfermarme por las presiones, hasta que un buen amigo me dio la solución: "empieza a bregar con el asunto", me dijo. ¡Que diferencia!

Hoy tengo salud excelente, estoy relajado, me sobra el tiempo, mis clientes y mis acreedores me admiran y me respetan. Saben que ahora que no me importa lo que esta sucediendo, yo soy una persona seria y estoy "bregando con el asunto".

¡Que diferente seria este mundo si la frase hubiera sido conocida desde antes! No existiría la Semana Santa, porque Pilatos estaría todavía bregando con el asunto". Si las Malvinas hubieran sido puertorriqueñas, no habría ahora que lamentar ningún muerto, porque después de la invasión de Argentina nosotros no hubiéramos enviado ni barcos ni aviones y la Thatcher le hubiera dicho al Parlamento que la dejara "bregar con el asunto".

Porque si hay algo cierto en este país es que ni un solo puertorriqueño tiene derecho a sentirse molesto o defraudado. ¿Quién no sabe que asuntos como el status, los contratos públicos, la corrupción, el crimen, el tren urbano, las primarias, la reforma de salud, que si los bonos se jodieron, que si Agapito no sabe un carajo y un montón de cosas mas, están ya a punto de resolverse, sencillamente porque se está "bregando con el asunto"?

Creo que la mejor demostración de la fuerza pacificadora de esta frase me la dió mi amigo Anselmo, que durante años peleó con su vecino tratando de que el mismo desistiera de criar gallos en el patio de su casa. Anselmo nunca recibió una mala contestación de su vecino, al contrario, siempre lo encontró en la mejor disposición de resolver el problema. Lo único que el vecino le pedía siempre a mi amigo Anselmo era que lo dejara "bregar con el asunto."

Hoy es un día triste, pues tenemos que enterrar a Anselmo. Falleció ayer victima de una cruel apoplejia. Sin embargo, sus familiares no saben si enterrarlo en Lares, donde nació, en Caguas, donde se crió, o en San Juan, donde vivía. Tampoco se sabe la hora del entierro. Pero no me preocupo, porque se "esta bregando con el asunto". Palabras con luz!

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NOTA APARTE:

En cuanto a mi se refiere, a todas las amistades que se preocupan genuinamente por mi, que me aprecian, me respaldan, se preocupan por mi salud, física y financiera, y particularmente a aquellos que siempre buscan la manera de entorpecer mis gestiones y desear mi fracaso, les digo con el corazón hinchado de confianza, NO SE PREOCUPEN, QUE "ESTOY BREGANDO CON EL ASUNTO!

It's the Puerto Rican way!

Patillas Puerto Rico
Tomado de Wikipedia

La trágica historia del Valbanera

Tomado de: Lecturas CiberCuba

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La historia de la emigración canaria contiene un episodio maldito, el protagonizado por el Valbanera, el barco de pasajeros que en una fatídica noche de septiembre de 1919 fue sepultado junto a su pasaje en aguas caribeñas. cientos de canarios fueron dados por muertos, a pesar de que nunca se hallaron sus cadáveres. como en tantas ocasiones, el trágico destino dio sus avisos.

El Valbanera fue construido en el año 1906 en los astilleros C Connell & Co, en Glasgow, con unas dimensiones sin duda importantes: 119,85 metros de eslora por 14,6 metros de manga. Su tonelaje bruto era de 5.099, con una maquinaría capaz de desarrollar una fuerza de 447 caballos.

Fue a finales de 1916 cuando una vez matriculado en Cádiz comienza su ruta transatlántica americana, llevando a miles de emigrantes de la Península y de las Islas Canarias al Nuevo Continente en busca de una esperanza para sus familias.

Su servicio comenzaba en el puerto de Barcelona y desde allí partía hacia América con escalas en Cádiz, Las Palmas, Santa Cruz de Tenerife, Santa Cruz de La Palma, San Juan de Puerto Rico, La Habana, Galveston y Nueva Orleans. Se trataba sin duda de uno de los barcos predilectos de la Naviera Pinillos, Izquierdo y Compañía, bendecido con el nombre de la riojana Virgen de Valvanera, a la que la familia Martínez de Pinillos tenía especial devoción. Una bendición que según la leyenda popular nada pudo contra un destino trágico que ya algunos presagiaron al comprobar que el nombre de la virgen aparecía mal escrito: el error, cambiar la segunda “v” por una “b” al grabar el nombre en su casco.

Un trágico precedente
La trágica desaparición del Valbanera tuvo un preámbulo marcado por la muerte y el escándalo, a pesar de lo cual era difícil intuir su destino unos meses antes.

El 16 de julio de 1919, después de varios años en activo surcando el Atlántico, el Valbanera llegó al Puerto de la Luz, en Las Palmas de Gran Canaria procedente de Cuba, con una carga de 1600 pasajeros, 400 más de lo permitido, que viajaron durante 14 días en condiciones infrahumanas.

Varios emigrantes canarios -unas cifras hablaban de treinta y otras de siete- murieron a consecuencia de las malas condiciones del viaje y de la epidemia de gripe de la que se habían contagiado en La Habana, siendo arrojados sus cadáveres por la borda.

A su llegada a Las Palmas, fueron ingresados cerca de cien enfermos, muchos de los cuales terminaron muriendo. El paradójico destino quiso que dos meses después, el 20 de septiembre, fuera dado de alta el último de los enfermos de la epidemia de gripe, Juan Parrilla, el mismo día en que se tuvo la primera noticia de la desaparición del Valbanera.

Experiencias premonitorias
Los últimos días de la fatídica embarcación están marcadas por el misterio, e incluso existe un periodo de tiempo en el que el barco estuvo literalmente desaparecido.

El 10 de agosto de 1919 zarpó del puerto de Barcelona el “Valbanera”, haciendo escala en Valencia, Málaga y Cádiz, llegando a Las Palmas el día 17 de agosto. Un día después recogería a más pasajeros en Tenerife y el 19 saldría definitivamente hacia América desde Santa Cruz de La Palma, con 1.230 personas a bordo, entre tripulación y pasajeros.

Tras una parada en Santiago de Cuba, donde desembarcaron más de la mitad de los pasajeros, la fatídica embarcación zarpó rumbo al puerto de La Habana el 5 de septiembre siendo vistas sus luces desde la capital cubana la noche del 9 de septiembre, mientras un potente ciclón azotaba las aguas caribeñas.

El próximo y último contacto del “Valbanera” se produjo al mediodía del 12 de septiembre, cuando desde la estación de Key West se captó una llamada rutinaria del barco solicitando información meteorológica.

Nada más se supo del barco hasta que sus restos fueron encontrados en los fondos del Bajo de Rebecca, cerca de la isla Tortuga, por el cazasubmarinos US SC 203 de la marina americana el 19 de septiembre.

Ni en esta ni en la inspección efectuada dos días más tarde se encontraron cadáveres ni indicios que hicieran suponer que intentaran salvarse.

Cuenta la leyenda que a la salida del puerto de Santa Cruz de La Palma, una maniobra brusca hizo que el Valbanera perdiera una de sus anclas, lo que fue interpretado como un mal presagio por los marineros.

A su llegada a Santiago de Cuba desembarcaron 742 personas, a pesar de que la mayoría de ellas tenía su billete pagado hasta La Habana. Este “insólito” cambio de planes les salvó la vida, en un momento en el que no se tenían noticias del temporal ni nada hacia presagiar el trágico final.

Sin embargo, la historia del Valbanera es también la de varios sorprendentes presagios. Su capitán, Ramón Martín Cordero, de 34 años de edad, con 8 años de servicio en la Pinillos y procedente de una familia de marineros gaditana, envió desde La Palma una carta a su esposa Mercedes Polanco y Cano, diciéndole que en el caso “de no perder la vida en este primer viaje, a la vuelta tendría el placer de que su hija le tirase de la americana”. Tal y como su esposa declaró a la prensa de entonces, “no parece sino que mi marido tenía el presentimiento de una desgracia”.

Otro de los episodios premonitorios más sorprendentes y comentados de la época lo protagonizó la niña de cinco años Ana Pérez Zumalave, vecina de la calle del Terrero de Las Palmas de Gran Canaria. “Próximo el viaje a La Habana -declaró un vecino al diario La Provincia- rogamos a la criatura nos recordara en el país para ella desconocido, a donde no quería ir. Llorosa, a nuestras palabras protestaba diciendo: <Yo no quiero ir. Yo no me embarco en ese barco. Ese vapor de va a pique>. Era tal la insistencia de la niña, que la madre llegó a amonestarla, y ya en el muelle repitió sin dejar de llorar: <Mamá va contenta, pero yo no, porque el barco se hunde>“.

El Valbanera zarpó del puerto de Santiago de Cuba con rumbo a La Habana el 5 de septiembre y hasta el día 19 no es observado nuevamente, aunque está vez reposando en los fondos arenosos caribeños tras haber naufragado.

En todo este intervalo de tiempo existen dos fechas claves: la noche del 9 y el mediodía del 12 de septiembre. Durante la primera, los pasajeros del Montevideo, atracado en el puerto de La Habana, oyeron la sirena de un barco y creyeron distinguir sus luces, deduciéndose que no podía ser otro barco que el “Valbanera” puesto que no se esperaba la llegada de ningún otro. Tal y como escribe el investigador palmero Juan Carlos Díaz Lorenzo en su obra “Valbanera: viaje a la eternidad”, “Los vigías del Morro descifraron las señales que el barco emitía insistentemente: la letra G del Código Internacional de Señales, dos destellos largos de luz seguido de uno corto: <necesito práctico>.

Y aunque desde el atardecer estaba encendida la señal que indicaba que la bocana estaba cerrada, por morse se le comunicó la novedad y, al mismo tiempo, se le recomendaba corriera mar afuera el temporal hasta que éste amainase”. ¿Se trató realmente del Valbanera?.

El día 12 de septiembre, a las 13,15, la estación de Key West captó su señal. Según quedó plasmado en el diario de navegación del cazasubmarinos norteamericano US SC 203, “los registros de radio indican que a las 13,15 AM del día 12 el Valbanera telegrafió y preguntó si había algo para él.

Nuestra estación fue incapaz de captar su señal diez minutos después. No hubo respuesta. El comandante de un cazasubmarinos declaró que vio el naufragio aproximadamente a las 23:00 pm del mismo día. Parece probable que el buque naufragase durante el huracán de la noche del nueve al diez por lo que los registros de radio son contradictorios y todo rastro del buque desapareció antes del día 12”. ¿A que es debida ésta incongruencia en los datos?. Y lo que es más sorprendente ¿por qué la llamada del Valbanera no reflejó ninguna señal de alarma?

Curiosamente, las inspecciones de los cazasubmarinos sólo lograron descubrir una cabeza, de los casi seiscientos pasajeros que se calculan viajaban en el barco. “Los pescantes indican que no se hizo ningún esfuerzo para arriar los botes salvavidas”, señalaba el diario del US SC 203.

“LA DAMA DE HONOR Y OTROS CUENTOS” Obra de Leonora Acuña de Marmolejo

Leonora Acuña de Marmolejo
Comentario por Roberto Soto Santana, 
de la Academia de la Historia de Cuba (Exilio)

Acaba de llegar a nuestras manos un ejemplar dedicado de la colección de relatos de la autoría de Doña Leonora Acuña de Marmolejo intitulado “La Dama de Honor y otros Cuentos”, recién dada a la luz precisamente en el presente mes de junio de 2014.
Cuenta con un prólogo de J.A. Albertini, nacido en la ciudad de Santa Clara, provincia de Las Villas (Cuba) en 1944 y que actualmente reside en los EE.UU., junto a su familia. Es un escritor del Exilio cubano, natural de la ciudad de Santa Clara, en el centro geográfico de la Isla, y autor, en su propio derecho, de novelas publicadas bajo los títulos de “Tierra de extraños”, “A orillas del paraíso”, “Cuando la sangre mancha” y “El entierro del enterrador”. Baste decir que es un autor comprometido con la causa de la Libertad para todos los pueblos que han sido privados de ella, sin limitarse a reclamarla para su propia Patria natal; y que además plantea el desarraigo que produce el transterramiento que asola el ánimo tanto del emigrante económico como el del exiliado político.
Siendo como es el contenido de este libro un engarzamiento de estampas costumbristas, su íter argumental podría encajar en cualquiera de las sociedades de los países hispanoamericanos, pero más específicamente en aquéllas cuyo entramado es heredero directo de las estructuras de convivencia establecidas entre las familias descendientes del ‘potpourri’ o mestizaje de peninsulares y criollos que pobló las comunidades pequeñas y medias del ‘hinterland’ o esfera de irradiación de cada asentamiento, situado generalmente tras un puerto, un valle y un río –todos éstos, abiertos y dedicados a la labranza y al intercambio comercial-, en un escenario de naturaleza feraz y próvida.
Es el escenario característico y común de la práctica totalidad no de las capitales ni de otras grandes urbes sino de los núcleos urbanos provincianos de menor orden demográfico, en los que aún al día de hoy predominan las convenciones en el trato social y sus reglas de moralidad correlativas, así como una cierta estratificación e inmovilidad en la escala social, donde la tradición sigue teniendo un gran peso en la actuación individual y, además, en la del conjunto de cada grupo social.
Es en este mundo donde se mueven todos los personajes pueblerinos, cruzándose constantemente en el desarrollo de sus cometidos asumidos como esposas, mujeres, madres, hombres generalmente machistas, partícipes todos en una u otra forma en los festejos locales asociados casi siempre a fechas del calendario religioso y asimismo en las celebraciones de aniversarios –incluidos los tradicionales de “quince años” para proclamar pero a la vez disimular con embozo e interponiendo un mínimo de pudor la llegada de la pubertad a las jóvenes que van teniendo ya “edad de merecer” (otro circunloquio para referirse a que pueden comenzar a ser pretendidas por los aspirantes a galanes y futuros maridos)-, además de las vigilias, verbenas, paseos por las calles y parques de parejas de “enamorados” y de grupos de vecinos.
En los relatos desarrollados en este libro, con vocación tan realista que a veces los episodios y los sentimientos referidos parecen las Memorias de sus personajes, más que el producto de la ficción noveladora, hay un matrimonio que viaja a New York y se interesa por un curso que se ofrece sobre la procreación planificada e incluso por el uso del DIU (dispositivo intrauterino) y apenas al lado queda dibujado, en toda su crudeza y crueldad, la conducta vengativa de Rosendo el Castigador respecto de sus amancebadas Lucía y Rosita.
Así, es un mundo cerrado, del que en la práctica no hay escapatoria, lleno de apariencias. En el texto, como en otras obras de la autora Leonora Acuña de Marmolejo, escoge como marco de un episodio, en esta ocasión, el siempre recurrente valle del Cauca –a mediados de la página 44, cuando habla de la ciudad de Cartago-.
Lo crucial y significativo, naturalmente, es el dominio que Doña Leonora –lógica candidata a la nominación para ocupar un sillón en la Academia Norteamericana de la Lengua Española- demuestra del idioma español –de su gramática, de su sintaxis, del habla popular vallecaucana, de los giros que han llegado a constituir técnicas expresivas comunes de los escritores en español a ambos lados del Atlántico-.

Y, desde luego, resulta adorno apropiado al contenido argumental de la obra la reproducción en la portada del óleo sobre lienzo de la paleta de la propia autora, en el que personifica a la protagonista de su primer cuento, “La Dama de Honor”, con unos magníficos, rutilantes y alegres trazos que conforman un semblante lleno de frescor y juventud, y una figura estilizada sobre la que cae vaporosamente un vestido de tul de seda, llevando un sombrero primaveral a juego, y una rosa del mismo color en la mano derecha.


Nacido en la habanera Quinta Covadonga, y criado en Mariano. En La Habana, fue sucesivamente alumno de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Católica de Santo Tomás de Villanueva, Oficial del Banco Continental Cubano, Traductor e Intérprete de la Embajada de la República Arabe de Egipto, Asesor del Consulado y de la Embajada de España, y Secretario, Presidente o Tesorero –simultáneamente- de catorce diferentes Asociaciones de la Colonia Española de Cuba. Exiliado en España a partir de 1979, donde se licenció en Derecho y es Abogado en ejercicio. Es Colegiado de Honor del Colegio de Abogados de La Habana en el Exilio, y lleva más de veinte años en las respectivas Juntas Directivas del Centro Cubano de España –del que es Secretario- y del “American Club of Madrid” –del que es Asesor-. Le ha sido discernido el Premio Herminio Portell Vilá, convocado por la Academia de la Historia de Cuba (Exilio), en 2010 y 2012.

YARINI: El chulo de San Isidro

 René León

            Recuerdo que cuando era niño en la casa de mis padres, le decían a mi hermano Emilio (Yito), que era peor que Yarini, por lo mujeriego que era. Lo único que él no era "chulo" ni "guayabito" (hombre que vive de explotar a las mujeres públicas). Era muy enamorado. Y allí en la vieja casona oía los cuentos de los trabajadores del puerto de La Habana, y los "abacuás" del puerto que venían a pedirle un favor a mi padre, que era el presidente de la Federación Marítima de Cuba. Siempre me llamaron la atención las historias, y prestaba oídos a todas las que se hablaban, pero la de Yarini siempre me interesó.
            El barrio de San Isidro, en La Habana, fue desde 1902 (por una disposición del último gobernador americano Leonardo Wood) convertido en el centro de la prostitución. Fue creado un Servicio Especial de Higiene y   un Reglamento General, por el que los médicos debían vigilar la salud de las mujeres registradas. Como era natural, las prostitutas venían todos los meses a pasar un chequeo, y cuando tenían una enfermedad venérea eran enviadas a un hospital, otras veces le daban al médico una suma de dinero y todo se olvidaba. En el año de 1902 fueron detenidas 447 mujeres, entre las que había 190 negras, 172 mestizas y 85 blancas.
            Pero hay que ver la situación de las mujeres en aquellos años después de terminada la guerra de Independencia. No había medios de trabajos, los únicos lugares eran las fábricas de tabaco, de lavanderas y de servicio en las casas. La falta de dinero hizo que muchas de ellas, engañadas por los chulos, fueran llevadas a trabajar de prostitutas en las accesorias de altos quicios y ventanas con barrotes, y en las puertas ofrecían el cuerpo para beneficio de los chulos cubanos y los "souteneurs" franceses.             Según Dulcila Cañizares en su libro San Isidro, 1910. Alberto Yarini y su época, basado en investigaciones realizadas a través de los años y testimonios de vecinos de San Isidro en aquellos años y otros que lo conocieron personalmente, Yarini nace el 5 de febrero de 1882. Le pusieron por nombre Alberto Manuel Francisco en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de Monserrate, en La Habana. Los padres eran don Cirilo José Aniceto, cirujano dentista, y Juana Emilia Ponce de León Ponce de León. Familia de nombre y alcurnia. En muchas familias siempre hay uno que es diferente a los otros, (la oveja negra). Fue el mimado de la madre, complacido en todo, y perdonado en las majaderías. Según Dulcila Cañizares:"Apasionado con las mujeres, bien vestido, elegante, derrochador del dinero, era lo que se puede decir un dandy, y algo muy importante era guapo, no rechazaba una pelea." "Y fue el Conquistador mientras ganaba el otro calificativo, el que más le gustaba y convenía. Hasta que él fue el rufián, el guayabito, el gigoló, el proxeneta, el "souteneur", el Chulo. El Rey de San Isidro".
  En el barrio de San Isidro, había bastantes chulos cubanos y otros franceses, que se disputaban sus territorios, pero siempre evitaban las peleas por las mujeres y por el territorio. Al momento de la muerte de Yarini había registradas 529 prostitutas. Había en la zona un cine de películas pornográficas, teatro, salones de baile, bares y fondas. La policía trataba de mantener el orden. Muchas mujeres utilizaban otros nombres o apelativos. Se tatuaban, costumbre que vino de los chinos y de Francia. Así como flores tatuadas en los muslos y senos, corazones, y en el vientre, algunas mujeres del barrio llevaban las iniciales de MAY en alguna parte de su cuerpo.
  Pero empecemos a detallar la muerte de Yarini. Louis Lotot era uno de los "souteneurs" franceses, y todos los años iba a su país a buscar carne nueva o "fresca" como se le llamaba. En 1909 trae de París a una mujer preciosa y escultural, Bertha Fontaine, de 21 años.
            Lotot viaja a California en viaje de negocios y al regresar se entera que "Petite" Bertha, como era llamada, se le había ido con Yarini. Lotot toma aquello con tranquilidad, pero sus amigos lo empiezan a incitar de que hay que darle un tiro a Yarini, porque si no el negocio de ellos se vería afectado. Lotot siempre decía:"Vivir de las mujeres y no morirse de ellas".
            El 19 de noviembre Yarini con dos de sus amigos va a la casa de Lotot en la calle de Desamparados y le pide la ropa de "Petite", y le entrega las pertenencias de ella. Según vecinos de la época, Yarini se despide riendo. Aquello llenó la copa de amargura de Lotot. Los otros "souteneurs" franceses empezaron a criticarlo por la calma con que había tomado aquello, y le decían que los otros chulos cubanos de baja categoría se burlaban de ellos.
            A Lotot no le quedó más remedio que participar en el ataque a Yarini, con sus compañeros. Los amigos le advirtieron de las amenazas de los franceses que había contra él, pero él no se preocupaba por ello. Como todas las noches, El Rey de San Isidro, con su amigo José Basterrechea, hombre de confianza, salió a visitar las casas. Ambos iban armados. Dos de los amigos de Lotot se habían subido a la azotea de San Isidro 61. Lotot vestido con un traje carmelita y bombín iba acompañado de su amigo Petijean. Al salir Yarini y Basterrechea de la casa, frente a ella se encontraban los franceses. Lotot le grito a Yarini: "Te voy a rajar" y empezaron a disparar desde la azotea y en la calle. Lotot recibió un tiro mortal en la frente y otras dos heridas, su compañero escapó herido. Yarini fue herido de bala tres veces, pero una era mortal. Basterrechea fue detenido en la calle cuando huía.
            En el Hospital de Emergencias, el doctor Freyre de Andrade pudo comprobar que no había salvación para Yarini. Como hombre que era y deseando que no le pasara nada a su amigo Basterrechea, en el Hospital le pide un papel al doctor Andrade y escribe: "De las tres heridas recibidas por el francés el único responsable soy yo. Se las di al sentirme herido". Firmaba, Alberto Yarini y Ponce de León. Había muerto El Rey de San Isidro.
            Se puede decir que el duelo fue general en la ciudad de La Habana, miles de personas participaron en el entierro. Desde la casa familiar en Galiano entre Ánimas y Lagunas, el cortejo partía  el 24 para el cementerio de Colón. Iban por las calles las personas en silencio, sus amigos llevaban el féretro. Algunos dicen que fue el presidente de la República, pero esto no es verdad. Fue enviado, en nombre de José Miguel Gómez, un representante. Por la calle de Carlos III fue llevado en hombros hasta el cementerio.
            Al llegar, un numeroso grupo de "abacuás" despidieron a Yarini al compás de sus tambores y cantos de dolor; bailaron un "enyoro" y le dijeron adiós. La Policía Nacional mantuvo el orden. Antes de llegar al cementerio los "souteneurs" franceses en la calle de Zapata atacaron a los chulos cubanos en el entierro, y se batieron, saliendo varios heridos. La prostituta responsable de todo lo ocurrido que iba acompañando el entierro, "Petite" Bertha, fue herida en un seno de una puñalada. Así y todo llegó al cementerio. Su chulo había muerto.
            Los chulos cubanos atacaron a los franceses en el entierro de Lotot, dejando un muerto y otros heridos. El juicio fue demorado por meses. Nunca apareció culpa ninguna para Basterrechea, quien se alejó de este tipo de vida y vino a vivir a Estados Unidos. Nunca más apareció un chulo que pudiera controlar San Isidro. Todos los años el 22 de noviembre grupos de mujeres, muchas de ellas casadas y de buenas familias, iban a depositar flores en la tumba de Yarini.
            El 23 de octubre de 1913, por una orden presidencial, fue oficialmente suprimida la zona de tolerancia de San Isidro. Desde lo acaecido, había quien decía que veía la figura elegante de Alberto Yarini caminar por San Isidro acompañado de sus dos perros.
Minerva, noviembre de 2003