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lunes, 15 de diciembre de 2014

Entrevista a la escritora cubana Mireya Robles POR LUIS DE LA PAZ



Segunda Parte
"No sé cuál será el alcance de mi obra 
en este espacio de tiempo en el que me ha tocado vivir"


Usted ha dicho: “El tiempo es el formador de nuestra existencia”. ¿Cómo es su existencia ahora tras el paso del tiempo?
MireyaRobles-foto-TaniaSpencer-Entrevista-OtroLunes34Así es, por eso un poemario mío lleva el título de Tiempo artesano. Somos un lapso de tiempo materializado en el espacio que nos toca vivir. A través del tiempo se dan las experiencias que nos forman. Hoy mi actitud ha cambiado. Me siento más mía, menos sujeta a presiones de trabajo, no sujeta a presiones de una familia que lamentablemente, ya no está. En mi adolescencia y juventud me sentía más dependiente del amor de otra persona. Pero a pesar de una actitud cambiante que se va adaptando a las distintas circunstancias que nos toca vivir,  quiero pensar que aun existe una corriente interior que vertebra y me conecta con aquella niña que fui en el pueblo de Caimanera.
 Su obra tiene una gran vigencia, posee valores que la sitúan a usted como una de las escritoras cubanas más importantes.  Sin embargo es usted en general poco mencionada y de pocas presentaciones públicas. ¿A qué le atribuye usted esa incongruencia?
Pues no lo sé. Por mi parte, soy una persona a quien no le interesan ni la notoriedad ni la fama. Jamás he añorado una popularidad superficial. Sin embargo, lo más importante para el ser humano es la aceptación y siento un profundo agradecimiento cuando alguien me dice: “Me acompaña tu obra”.  Me alegro por los personajes creados por mí, que de alguna forma entren en la vida de otros seres que los acepten, porque sería como si aceptaran esa parte de mí que fue capaz de darles vida y que desde lejos, casi escondida tal vez, los vea vivir en un mundo que si ya bien no me pertenece, por otra parte, no deja de ser un poco mío.
Podría decirte también, que si bien quisiera que mi obra tuviera un núcleo grande de seres que la compartan, lo esencial es que la obra está creada, que el número de lectores no aumenta ni disminuye su valor y que las obras de arte y los libros, como las personas, tienen su destino y su momento. El ejemplo más evidente es el de Van Gogh. Vendió solamente un cuadro en su vida y eso fue gracias a que su hermano Theo tenía una galería de arte. Tal vez este “fracaso” lo llevó al suicidio, en un momento en que ni siquiera se le ocurriría pensar que por sus obras llegarían a pagar millones de dólares. Cuando estuve en Francia visité los hospitales donde sufrió sus crisis: el Hôtel Dieu en Arles y el Asilo Saint Paul de Mausole, en Saint Rémy de Provence, así, como otros lugares que recogió en sus obras. Quiero pensar que aun en sus momentos de mayor desesperación, supiera, piel adentro, que esas obras eran las mismas, cuando salieron de sus manos que en el instante en que algún millonario las quiso comprar.
No sé cuál será el alcance de mi obra en este espacio de tiempo en el que me ha tocado vivir. Sí puedo decirte que agradezco que se hayan interesado en ella incluyéndola en tesis de Master y de Doctorado en la Universidad de Bergen,  Noruega; en la Universidad de Tennessee, Knoxville; en la Universidad de Natal, Durban, Sudáfrica. Mi agradecimiento a las revistas literarias que me han acogido en unos 20 países; estudios sobre mi obra y entrevistas que se han publicado en Polonia, Sudáfrica, España, Estados Unidos, Venezuela, Israel.  Agradezco especialmente las entrevistas que me hizo Tania Spencer, periodista y escritora sudafricana, publicadas en UN Focus, revista de la Universidad de Natal en Pietermaritzburg, South Africa. Agradezco que las portadas de mis libros se hayan visto acompañadas por los collages de Maya Islas (La muerte definitiva de Pedro el Largo, publicada en México y Una mujer y otras cuatro, publicada en Puerto Rico); una pintura de Fernando Botero (Hagiography of Narcisa the Beautiful, traducida por Anna Diegel, publicada en Londres); una obra del pintor mexicano Julio Galán (Hagiografía de Narcisa la bella, primera edición, New Hampshire).  Agradezco el libro titulado Las pinturas de Mireya Robles/The Paintings of Mireya Robles, editado en Nueva Zelanda por Anna y Olaf Diegel, impreso en Sudáfrica. Agradezco las excelentes traducciones que Susan Griffin ha hecho de mis novelas, publicadas en inglés en Estados Unidos: Combinado del EsteOne Woman and Four OthersThe Definitive Death of Peter the Long y de mis libros de narraciones cortas: Eastern Freezer y Trisagion of Death. Conocí a Sue en Sudáfrica y ahora vive en Estados Unidos. Agradezco al destino que me haya permitido publicar en español, en los dos últimos años, nuevas ediciones de las cuatro novelas, los dos libros de narraciones cortas (Trisagio de la muerte y Frigorífico del Este), un libro de ensayos titulado Artículos  y el Diario de Sudáfrica.  En la portada de todos estos libros, aparecen mis pinturas.
 Qué aportó a su vida los años que vivió en Sudáfrica.
MireyaRobles-4-Entrevista-OtroLunes34Llegué a Sudáfrica el 13 de julio de 1985, cuando el país, bajo la presidencia de P. W. Botha, estaba en pleno apartheid. En los mapas se marcaban las secciones de las playas para usuarios de cada color de piel: blancos, indios, mulatos, negros.  Los autobuses de línea azul cielo eran para los blancos. Los autobuses verdes, popularmente llamados “mambas”, como las serpientes sudafricanas, transportaban a todos los que no eran blancos. Con frecuencia temíamos que estallara una revolución.
Enseñé durante diez años en la entonces llamada Natal University, en Durban,  conocida hoy bajo el nombre africanizado de University of KwaZulu-Natal. Allí viví este período de apartheid,  la transición hacia la democracia multipartidista y multirracial propuesta por el presidente F. W. de Klerk, y parte del gobierno de Nelson Mandela. Puedo decir que esos diez años constituyen el período más querido de mi vida, porque, como digo en el Diario de Sudáfrica, allí, encontré mi lugar.  En cuanto llegué quise ir a Phoenix, donde Gandhi fundó el asentamiento en el que vivió su sueño de paz. Cuando pude ir ya había sido arrasado por oleadas de negros que incendiaron el sitio dejando solamente los cimientos de su casa, la imprenta que él fundó y algún edificio más. Nunca  supe el porqué de esta destrucción.  Se comentaba que era por rebeldía de los negros, porque a los indios (mal llamados “hindúes”), el gobierno les dejaba ejercer derechos que a ellos les eran negados.
En la Universidad de Natal conocí a Anna Diegel, a quien dedico el Diario de Sudáfrica. Con ella recorrí el país. Uno de los lugares inolvidables fue Nieu Bethesda, donde fui en busca de la huella de Helen Martins, una huraña escultora que dejó, en el llamado Patio de los camellos, en la Casa de los Búhos en la que vivía, todo un mundo de personajes hechos de cemento, en peregrinaje, dirigiéndose a la Meca. Pude entrevistar a personas que la conocieron y que aparecen en la obra de teatro de Athol Fugard, Road to Mecca. El suicidio de Helen Martins, que logró ingiriendo salfumán, permanece en el misterio.
En una segunda visita a Nieu Bethesda, con Anna Diegel y Maya Islas,  entrevisté a Kool Malgas, un mulato que durante algunos años la ayudó en la creación de las esculturas. Cito lo que escribí en elDiario: “Llegamos a la casa de Koos, a las afueras del pueblo. Nos recibieron él y su familia hablando afrikaans, invitándonos a pasar, amistosos y regocijados, al oírnos mencionar el nombre de Helen Martins. A pesar de sus ojos vivaces, había en Koos una tranquilidad provocada tal vez por el cigarrillo de marihuana que estaba fumando. Su hijo Johannes se dispuso a servirnos de intérprete, a explicarnos en inglés lo que Koos le decía en afrikaans mientras que nos rodeaban la mujer de Johannes y varios niños. La mujer de Johannes, de pie, tenía en la mano derecha un cigarrillo de marihuana y con la izquierda abrazaba a un niño como de un año de edad, pegado a su cuerpo en posición vertical, que sujetaba un pecho de su madre empuñándolo con las dos manos para llevarlo a la altura de su boca y chupárselo como si fuera un mango”.
Un par de veces entrevisté a brujas africanas llamadas “sangomas”, experiencias que anoté en elDiario.
Volví a Estados Unidos en 1995, no solamente porque mi madre, entrada en años me necesitaba aquí, sino también porque todo tiene un ciclo y el de mi estancia allí, se había cumplido. Antes de irme a Sudáfrica, vivía yo en Sunnyside, Queens.  Un día vi en el New York Times el anuncio de una vacante para enseñar en la Universidad de Natal. Me atrajo la idea de irme a África. Solicité el puesto y después de varios intercambios de conferencias telefónicas y trámites en el consulado sudafricano en New York, me vi en el aeropuerto Kennedy. Cuando caminaba en la rampa hacia el avión, me di cuenta de que me iba a un mundo totalmente desconocido para  mí pero también supe que era ése el lugar donde yo tenía que estar.  Ya en el vuelo de Johannesburg a Durban, la música de “La guantanamera” invadió el avión. Lo tomé como una bienvenida que me daba este país. Y así fue.
Usted también se desempeña como pintora, ¿qué puede expresar con la pintura que no consigue con las palabras?
MireyaRobles-7-Entrevista-OtroLunes34En la pintura se crean personajes en movimientos estáticos, es decir, en movimientos que, solamente se sugieren para transmitir la idea de una acción. Pueden hacernos sentir que estamos ante personalidades profundas que guardan una historia insondable, pero permanecen fijos en el mismo gesto. Por eso, Pedro el Largo, atrapado en un dibujo de Van Gogh, en el instante exacto del llanto, desobedece al pintor, dándose él mismo, el movimiento necesario para salir del cuadro y convertirse en el personaje literario que ya libre, puede irse al río Guaso para ver pasar su propia vida. En la pintura se capta un instante. En la novela se cuenta toda una historia.
Son medios distintos de creación. Lo que encontré en la pintura fue el éxtasis ante la explosión de colores que dominaban con su fuerza, hasta  los personajes más sombríos.

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