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domingo, 15 de marzo de 2015

El Mercado Único de La Habana, hito arquitectónico y cultural


El Mercado Único llegó a ser una de las plazas comerciales más importantes de la ciudad, por su centralidad, su rango de precios asequible a todos los sectores de la población y porque ofertaba los más variados productos que se pudieran necesitar para cualquier momento, desde el día a día, hasta celebraciones especiales, ya fuese la Navidad, el Año Nuevo o las referidas actividades religiosas.
Mercado Único
Mercado Único
¿Quiénes vendían en el Mercado? En la década de 1920, los Directorios Comerciales revelan que había una fuerte presencia china y española, los primeros dominaban el ramo de la venta de frutas y verduras, en tanto los emigrantes peninsulares manejaban los cárnicos y la sedería. En los años cincuenta, algunas casillas también pertenecían a judíos. La población negra se veía representada, por lo general, como carretilleros o vendedores ambulantes en el entorno de esta instalación
También ocupaban espacios en el Mercado determinadas compañías comerciales, como la Asociación Nacional de la Industria y Comercio de la Pesca de Cuba, la Cooperativa de Armadores de Barcos, la norteamericana Chomer Fruit Company, o la propia Compañía de Mercados Públicos, dueña de la concesión del Mercado.

Mercado Único
Mercado Único
No solo se vendían alimentos crudos, también preparados, por eso había una fonda, varios cafés, como El Paradero y El Moderno, y bares que se mantenían abiertos casi todo el día, como el Sucu-Sucu. El Mercado de Cuatro Caminos, como se le llamaba popularmente, era reconocido como una verdadera colmena por su intenso uso comercial y social.
El ambiente que llegó a crearse en el Mercado lo convirtió en uno de los sitios más pintorescos de La Habana, lugares llenos de color y vida, como dijera Alejo Carpentier al referirse a los mercados de abasto habaneros. Sobre este sitio en particular, escribió: “Y en el Mercado Único, este maravilloso contraste: sobre una construcción de rejas, en que se hacinan las aves como los habitantes de un rascacielos neoyorkino, un letrero que sirve de muestra al establecimiento: “El Escorial”. ¿Se habrá elegido este título metafóricamente, pensándose que el monasterio desde el cual rigió Felipe II el más vasto imperio del mundo…ha sido construido en forma de parrilla?…”

Mercado Único
Mercado Único
Otra característica del Mercado ha sido siempre el bullicio, la mezcla de sonidos asociados al acto de compra y venta, al trasiego de mercancías y vehículos, así como la música, inherente a esta actividad en Cuba.
Precisamente, antes de que su música se escuchara en estos predios, fue Benny Moré trabajador del Mercado. A mediados de 1936 vendía frutas y hierbas medicinales, junto a su tío Tomás Armenteros, en los portales de la edificación. También en este lugar laboró como carretillero el líder revolucionario Ñico López, hecho recordado en una tarja ubicada en el interior del inmueble.
El Mercado igualmente ha sido testigo de importantes hechos históricos como  los encuentros de Fidel Castro con los revolucionarios del Movimiento 26 de julio, en la fonda ubicada en la segunda planta. Asimismo visitó la instalación el expresidente norteamericano Jimmy Carter, en dos ocasiones, una de estas antes de asumir la presidencia y la otra en una de sus últimas visitas a Cuba. También Albert Einstein, en diciembre de 1930, en su breve estancia en el país insistió en recorrer los barrios más pobres de la ciudad, después de haber conocido los parques, los clubes y las residencias de la gente acomodada. De esta manera, junto al grupo que le acompañaba, pudo visitar hogares humildes, solares y cuarterías, así como el Mercado Único y las tiendas más modestas de la calle Monte.

Mercado Único
Mercado Único
En los años cincuenta se convirtió en punto de encuentro de la bohemia habanera, que después de cerrados la mayoría de los servicios de la ciudad, acudía a esta plaza para disfrutar los económicos, pero deliciosos platos, que se ofertaban.
En las últimas décadas, aún sin la animación de antaño, la presencia de numerosos establecimientos privados ha contribuido a mantener en diferentes horas el intenso movimiento y la actividad comercial que siempre caracterizó el lugar, amén de que el deterioro de la zona ha secundado la marginalidad.
El patio central era el eje regulador de la actividad del Mercado, pues en él descargaban los camiones que llegaban por las calles Cristina y Arroyo. La venta de productos se hacía en puestos o tarimas llamados casillas, reconocidas por los vendedores actuales como “islas”. Hasta 1960 en las casillas establecidas en la planta baja se despachaban las viandas, hortalizas y frutas; en la planta alta se ubicaban las bodegas, puestos de carne, de pescado y pequeños establecimientos para la venta de productos elaborados.
Además de los productos del agro, el Mercado brindaba otros servicios: gastronómicos, de barbería, venta de ropas y zapatos, tanto en casillas como en los portales. En estos últimos también se arreglaban y limpiaban zapatos. Todas estas actividades extendieron el horario del Mercado, que llegó a mantenerse abierto 24 horas, aunque las de mayor movimiento eran las comprendidas entre las 4:00 am y la 1:00 pm. La mercancía entraba al caer la tarde o ya de noche, se distribuía por las casillas y se vendía de madrugada. Avanzada la mañana prácticamente no había productos en oferta y si quedaban, estos eran vendidos a precios muy bajos a los carretilleros, porque era preferible salir de ellos que guardarlos en las cámaras refrigeradas del Mercado o perder la ganancia. Sobre las 11 de la mañana cesaba todo tipo de negociación y comenzaba la hora de la limpieza.

Mercado Único
Mercado Único
Estos vendedores ambulantes colmaban los alrededores de la plaza. Devenidos entonces compradores más humildes, adquirían esos productos deteriorados, para luego venderlos, por las calles, a menor precio que en el Mercado. Los productos de mayor calidad, que sí se vendían en el interior del edificio, eran pasados por grandes lavaderos situados en las calles Omoa y Cristina,  lo que garantizaba la higiene de los mismos. Esta labor generalmente era realizada por los chinos de puestos de frutas.
Paralelo al negocio oficial, siempre existió el clandestino, de la más diversa tipología de artículos. Su ubicación y la concurrencia de público se prestaban al trueque de todo género.
El edificio poseía una especie de puente o paso a nivel sobre Arroyo que lo unía con un inmueble de la misma calle propiedad de la Compañía Urbana de Hielo y Refrigeración de La Habana, la cual le prestaba servicio. Igualmente en el sótano se ubicaban las cámaras frías, almacenes y depósitos.
El Mercado se construyó cumpliendo las condiciones de la concesión, es decir, con una estructura de hormigón armado y cubierta ligera de láminas acanaladas de asbesto cemento, a cuatro aguas, soportada por una armazón de cerchas metálicas con perfiles de acero. Consta de dos niveles y sótano, abarcando una superficie de 11 200m². Estilísticamente responde a los códigos del eclecticismo, un poco tardío y mesurado, pero muy acorde con la tipología industrial de la época.
Tiene acceso por sus cuatro fachadas, caracterizadas por una secuencia ininterrumpida de gruesos pilares que soportan una amplia cornisa apoyada sobre ménsulas estriadas y pareadas; fachadas simétricas donde coinciden todos los vanos de planta baja y alta, resueltos los primeros con arcos carpaneles con clave y jambas resaltadas, y los del segundo nivel son rectangulares excepto los que señalan las entradas principales, donde el arco es también carpanel y está coronado por dos cuernos de la abundancia que aluden a la actividad comercial. Para jerarquizar los accesos, la cornisa se interrumpe dando lugar a un frontón rematado por una moldura de cemento, y al centro de este, se colocó un reloj, conservado solo el de la calle Cristina.
Posee portales públicos a lo largo de los ejes Cristina y Monte, y por las otras dos arterias, la entrada al interior se producía directamente desde la calle, antes de que los vanos fueran tapiados. Cuenta, además, con cuatro escaleras de mármol y seis elevadores para facilitar la comunicación vertical de los productos y de los usuarios.
Grandes áreas interiores definen su distribución espacial, donde la estructura vertical está compuesta por un sistema de columnas que en planta baja se presentan de sección cuadrada ochavadas en las esquinas, rematadas con un capitel en forma de hongo, mientras que en el segundo nivel mantienen la sección cuadrada sin ninguna variación; y por muros soportantes de mampostería en sus fachadas principales. La presencia de esta peculiar columna asume el protagonismo ornamental, otorgándole ritmo y belleza al interior del Mercado.
La carpintería exterior se componía originalmente de dos secciones: la inferior de persianería de madera y la superior, basculante, de hierro y cristal. En planta baja, para reducir los efectos del asoleamiento, se colocaban toldos por las cuatro fachadas.
Por otra parte, al apelativo de Mercado Único, dado por la propia concesión que lo motivó, se sumó otro nacido de la  historia cotidiana y el significado que adquirió ante sus habitantes: Cuatro Caminos, nombre relacionado con la encrucijada en que se erigió, al abarcar toda una manzana, donde convergen las cuatro calles fundamentales que lo enmarcan.
Desde su construcción, y con más fuerza en los últimos años, el Mercado ha propiciado la actividad religiosa. La variedad y riqueza de los productos que vendía desde entonces, lo colocaron en un lugar privilegiado para la adquisición de las mercancías que se requieren para los trabajos religiosos de origen afrocubano, como la santería, o el espiritismo. Frutas, flores, hierbas y animales vivos, componían una suerte de bazar dispuesto a todo tipo de culto. Asimismo, la venta de artículos religiosos ha rebasado los límites de la plaza. La propia vida del Mercado, desarrollada en torno a la religión,  ha favorecido el surgimiento y  difusión de comercios en sus alrededores afines a estas manifestaciones. Gracias a su enclave, estos sitios han ganado importancia en el imaginario popular, y el antiguo Mercado Único deviene punto de referencia para su localización.
En consecuencia, el Mercado Único o de Cuatro Caminos no solo fue una plaza de gran importancia económica y comercial, sino también, un espacio que ha contribuido a la conservación y enriquecimiento de la cultura popular y las tradiciones cubanas. Por su monumental proporción y elegante apariencia, el edificio constituye un hito arquitectónico, urbanístico y ambiental de la ciudad. A pesar de su alto grado de deterioro, forma parte de los inmuebles con Grado de Protección II.


*Estos artículos forman parte de una investigación realizada por la autora en conjunto con la Lic. Patricia Andino Díaz.

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