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martes, 15 de noviembre de 2016

La habanera María Eugenia Caseiro

Foto tomado de: Arte Poetica
Por:  Roberto Soto Santana

La habanera María Eugenia Caseiro, residente en los EE.UU. y Colaboradora de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, es una autora de contrastado brillo, y consagrada y prolífica rendición de la poetización, la narración y la recensión literaria en español. Su obra ya cuenta con traducciones a varios idiomas, y ha sido galardonada en prestigiosos certámenes discernidos en la Argentina, México, Francia, Israel y el Reino Unido.
Destaca por el reiterado acierto su cultivo del verso libre, aunque no tan desnudo como el de Juan Ramón Jiménez, sino más bien evocadores de un Federico García Lorca en “Grito hacia Roma” o de un César Vallejo en “Heraldos Negros”, y todavía más de una Alfonsina Storni en “Historia Natural”.  
            La dedicatoria postrema a la pintora mexicana Frida Kahlo –musa del muralista Diego Rivera- que hace la autora en su más reciente poemario, “A Contraluz” (Miami, 2016), acaso ofrezca la clave al estilo expositivo de su versificación, ya que la vate coyoacanense en una ocasión escribió sobre sus representaciones pictóricas que “Como mis temas han sido siempre mis sensaciones, mis estados de ánimo y las reacciones profundas que la vida ha producido en mí, yo lo he llevado objetivamente y plasmado en las figuras que hago de mi misma, que es lo más sincero y real que he podido hacer para expresar lo que yo he sentido dentro y fuera de mí misma.”.
            Así, si se lee sosegadamente cada una de las tres secciones de este volumen, se verifica que el primer apartado agrupa poemas inspirados en las canciones cuya letra más sugestiva se transcribe en el título de cada uno, que en el segundo apartado la estrofa tomada del cancionero popular que encabeza cada declamación casa con los sentimientos expresados en los versos que le siguen, que en el tercer apartado los versos están anunciados por exergos, y que el conjunto del poemario exhibe un ritmo que trasunta el despliegue del itinerario de un libreto de trama romántica, cuyas letra y música avanzan perfectamente engarzados, sobre el desgarro entre dolora y soleá de un corazón de mujer (así lo delata el género de la dicente en la página 38) acá arrobado, allá rebosante, acullá penante. Las imágenes de la tierra natal lejana también afloran, con todo su tipismo (véase la página 16).
            Pero en todo momento se siente la fuerza emotiva de la escritora, que burila el efluvio de su sensibilidad gracias a su dominio de un vocabulario plasticísimo, rico en matices, que encandila y admira hasta cuando el pasaje resulta oscuro –como lo es la estrofa en la página 15, excepto si se entiende la mención de un destierro como una referencia al éxodo padecido por los cubanos que han marchado al exterior de la Isla-.
              Enhorabuena merece por el nuevo fruto de su inspiración esta creadora cuya vis poética recuerda el simbolismo característico de la obra de Mariano Brull (por ejemplo, el de su poema “Epitafio de la Rosa”).



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