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miércoles, 15 de febrero de 2017

UNA BREVE MIRADA A LA INMIGRACION JUDIA EN CUBA


El aumento o disminución de la comunidad judía cubana siempre estuvo poderosamente influida por el régimen migratorio norteamericano. Veían a la isla como la sala de espera en su viaje hacia los Estados Unidos.

Caridad Fernández Valderrama | La Habana


La etapa colonial


La presencia judía en Cuba, se constata desde la propia llegada del Almirante Cristóbal Colón, pues le acompañaron en la conquista del Nuevo Mundo, ya fuese reconocidos o encubiertos. Ortiz hace referencia a que entre los múltiples comentarios que suscitaba el descubridor, se encontraban aquellos que lo señalaban como perteneciente a este grupo social, aunque consideraba que no existían pruebas contundentes para realizar semejante afirmación, (Ortiz; 1975, 422). Claro que, no faltan autores como S. Madarriaga (1950, 576) y P. Link (1974, 8), quienes aseguran que la familia del descubridor emigró de España a Italia, tratando de eludir la fuerza del Santo Oficio, cuyo poder excedía a menudo al de los reyes y los papas mismos. Durante varias generaciones la Inquisición exigió el total abandono del judaísmo y la práctica absoluta de la religión cristiana, o la muerte

Don Fernando Ortiz estimaba que no existían pruebas contundentes para realizar semejante afirmación, sin embargo, a su aguzado espíritu investigativo no escaparon las circunstancias que pudieran haber posibilitado la aparición de tamaña idea, pues a la sazón no eran pocos los judíos que vivían en Italia y demás países del Mediterráneo, fieles a la sinagoga o conversos, o criptojudíos , aislados en juderías o aljamas o casa-dos con cristianas, (Ortiz; 1975, 422).

Estas razones muy bien pudieran haber generado este tipo de habladurías, entre personas que deseaban alcanzar un poco de la gloria de Colón, aunque fuese tan sólo por pertenecer al mismo pedazo de tierra.

Lo cierto es, que aún cuando el descubridor de América no se proclamaba converso, mantuvo relaciones con diferentes cristianos nuevos o marranos, muchos de ellos se encontraban asociados a la corte de Aragón y ayudaron a financiar el primer viaje del Almirante. Entre los personajes más importantes que se involucraron en tan peligrosa empresa, se encontraba Luis Santangel (canciller real), Gabriel Sánchez (tesorero real), el superintendente del descubridor, Rodrigo Sánchez (pariente del tesorero). En la tri-pulación tenía a Mestre Bernal el médico, a los marineros Rodrigo Sánchez, Alonso de la Calle, Rodrigo de Triana, Juan Cabrera, y al políglota Luis de Torres , todos eran cristianos nuevos. Sólo quedaron huellas de este último - señala P. Link -, pues se le concedieron tierras en Cuba y se radicó en ellas. (Link; 1974, 9)

En 1512, Diego Colón enviaría una carta a su rey, en la cual expresaba que en las Anti-llas había "muchas doncellas de Castilla conversas", así como también esclavas blancas judaicas ya bautizadas; éstas habían sido traídas a las islas para que se casaran con po-bladores cristianos; una de ellas fue Catalina Suárez que contrajo matrimonio en Cuba con su raptor, el célebre Hernán Cortés. (Ortiz; 1975, 422) De este modo se aprecia que ya desde el siglo XVI, no sólo vivían hombres sino además mujeres judías. Entre las más ilustres que eran de estirpe de conversos, y desarrollaron su vida social en la isla, se encontraba Doña Isabel de Bobadilla, la que fue por un tiempo gobernadora insular, cuan-do su esposo marchó hacia la conquista de la Florida.

A la altura de 1580, arribaron al Archipiélago cubano, muchos profesantes de la fe mosaica, provenientes de Portugal, por esta razón al calificar de portugués a un individuo se le anteponía el nombre de judío, pues en el lenguaje popular eran considerados como si-nónimos. Con independencia de su país de procedencia desempeñaron un importante papel en el desarrollo económico durante los siglos XVI y XVII, lo que se patentizó en los principales renglones comerciales en los cuales se desarrollaron, como el azúcar, el tabaco y las maderas preciosas, entre otros.

La vida de estas personas no estuvo exenta de persecuciones en América Latina, pero el tratamiento que se le dispensó, por lo general, fue más tolerante que en el Viejo Mundo. En el caso de Cuba desde las etapas iniciales de la época colonial, se aprecia una población subyacente, no declarada como judía, por temor a los juicios inquisidores a los que se exponían los vecinos de La Habana, pues las riquezas, más que las creencias religiosas de los individuos acusados, constituía el principal motivo de preocupación de la audiencia inquisidora. A modo de ejemplo se puede citar la sentencia dictada contra Francisco Gómez de León, vecino de La Habana, por mantenerse heroicamente en su fe mosaica. Este fallo lo condenó a cadena perpetua, a remar en galeras y a la confiscación de todos sus bienes (Ortiz; 1975, 427)

La etapa neocolonial.

Las numerosas interdicciones dictadas por los monarcas españoles al establecimiento de los judíos y los cristianos nuevos en sus colonias, no tuvieron la efectividad esperada, pues aquellos que decidieron probar suerte en el Nuevo Mundo, idearon profusas artimañas para evadirlas, como el soborno de las autoridades cubanas, o cualquier otro tipo de subterfugio, como cambiarse los apellidos. Posteriormente estas circunstancias conllevaron a que la tarea de identificar a los colonos judíos en la isla se convirtiera en un empeño harto difícil. Por primera vez España autorizó la entrada de judíos a su colonia cubana en 1881, aunque ello no significó que les permitiese profesar su fe, pues España había declarado como única religión oficial a la católica.

Los judíos se involucraron en el conflicto bélico al lado de los mambises, también participaron como soldados de las tropas interventoras norteamericanos y otros muchos prestaron su ayuda material y moral como Horacio Rubens, abogado judío y miembro de la Junta Revolucionaria Cubana de New York. (Weinfeld; 151 a 165)

Como es conocido, la soberanía no se pudo alcanzar plenamente, pues la intervención estadounidense, le arrebató el triunfo revolucionario a las huestes insurgentes cubanas. Con el propósito de apoderarse totalmente del Archipiélago, el Imperio norteamericano estableció su primer modelo neocolonial, cuya estructura llevó implícita entre otros elementos, la separación Iglesia-Estado, estableciéndose decretos y órdenes militares que pautaban aspectos como el matrimonio civil y la legalización de expresiones religiosas no católicas, principalmente protestantes. (Ramírez; 1990, 45)

La mayoría de los emigrantes judíos - asegura R. Levine - especialmente de los Estados Unidos y Europa Oriental, que llegaron a Cuba a finales del siglo XIX y principios del XX aspiraban a alcanzar los ingresos monetarios que no encontraron en sus países originarios, y les permitiese ascender en la escala social. Eran años de crisis y los judíos sufrían doblemente porque las leyes antisemíticas restringían las posibilidades de empleo para ellos. (Levine; 1991, 29)

Indudablemente este factor económico, al cual se le unió el decreto sobre la libertad de culto, que favorecía a los judíos practicantes (puesto que solamente podían profesar sus creencias al abrigo de su hogar) constituyeron elementos decisivos para el fomento de la comunidad judaica contemporánea, al término de la Guerra de Independencia Cubana de la Metrópolis Colonial Española.

En las etapas iniciales estuvo representada por un espectro de pequeñas agrupaciones separados por diferencias culturales, idiomáticas y religiosas. A pesar de ello se puede plantear que estaría constituida básicamente por tres grupos:

Los Judíos Americanos.

Los Sefarditas.

Los Judíos americanos

Los Ashkenazis.

Los Judíos Americanos.

En el año 1904 se efectúan los primeros servicios religiosos judíos. Dos años más tarde en agosto de 1906, once de los judíos procedentes de los Estados Unidos que llegaron a Cuba establecieron la primera sinagoga: la United Hebrew Congregation , la cual sobrevivió hasta mediados de 1960. Los servicios religiosos se efectuaban en idioma inglés, siguiendo el movimiento de reforma liberal, establecido en las instituciones norteamericanas.

Muchos de esos primeros miembros habían nacido en Rumania, antes de llegar a Cuba, ya habían emigrado hacia los Estados Unidos de Norteamérica y se habían naturalizado allí. Otros descendían de alemanes, y de judíos originarios de los países Centro Europeos. Llegaban en busca de ventajas económicas que les permitiesen amasar una fortuna, y se unieron al grupo de soldados yanquis que después de la guerra con España habían permanecido en el territorio, (Corrales; 1999, 501).

Algunos de los integrantes de este grupo desempeñaron funciones públicas importantes, tal es el caso Frank Maximilian Steinhardt, nacido en Munich en 1864, se enroló en el ejército norteamericano, en 1902 llega a Cuba como sargento, posteriormente fue nombrado Cónsul General hasta 1907. A través de un préstamo facilitado por el Arzobispado de New York compró la Compañía de Electricidad de La Habana, y la de Transporte Urbano. Hasta su muerte fue presidente de las mismas, así como también de la Cervecería Polar, entre otros negocios .

Estos judíos americanos constituyeron una élite acomodada de unas 200 familias, dueñas o representantes de grandes empresas comerciales e industriales, que vivían en plena integración socio-económica con las clases altas cubanas, (Corrales; 1999, 501). Al triunfar la Revolución Socialista con las radicales medidas tomadas por el Gobierno re-volucionario al calor de las cada vez más serias confrontaciones con el Imperialismo Estadounidense, vieron afectadas sus propiedades al igual que el resto de la burguesía cubana, esta situación motivó que ingresaran en su totalidad al grupo de ciudadanos que abandonaron el país en la etapa inicial del proceso revolucionario.

Los Sefarditas.

Ricardo Davey al tratar las condiciones que precedieron a la Guerra de Independencia Cubano-Española afirmaba, que los judíos en Cuba escasamente sumaban unos quinientos, mayoritariamente eran de origen español y dedicados al comercio. En el período que abarcó los años 1908 hasta 1917, como consecuencia de la Revolución de los jóvenes turcos, la Guerra de los Balcanes y los prolegómenos de la primera Guerra Mundial, se produce la mayor parte de la inmigración sefaradita, (Corrales; 1999, 501)

Por lo general se vinculaban a las actividades comerciales. Marcus Matterin afirmaba que en las primeras décadas de su llegada en el siglo XX se dedicaron casi exclusivamente a ser vendedores callejeros, (Matterin; 1969; 12). A diferencia de los judíos europeo-orientales que generalmente habían sido muy pobres en sus países de origen, algunos de ellos fueron propietarios de prósperos negocios en sus respectivas naciones. Abrieron tiendas adyacentes a los centrales azucareros, así como también en los centros urbanos provinciales, por lo que muchos de ellos llegaron a acumular riquezas, (Levine; 1991, 40).

Usualmente este tipo de emigrante sefardí, no afrontaba grandes dificultades para integrarse a la vida social, pues procedía de tierras cuyo clima no difería tanto del cubano y su lengua, el Ladino , poseía una fuerte afinidad con el idioma español, lo que hacía más viable el aprendizaje de las costumbres y normas de comportamiento en el nuevo hogar.

En noviembre de 1914, un grupo de sefaradíes en la Habana estableció la Unión Israelita Chevet Ahim, (Weinfeld; 1951, 165) con el objetivo de brindar asistencia mutualista en tierra extranjera. El edificio enclavado en el municipio Habana Vieja tuvo que ser abandonado por el estado de deterioro en que se encontraba, ahora espera su futura reparación para convertirse en museo de la vida judía.

Los Ashkenazis.

Otra significativa fuente de inmigrantes judíos hacia Cuba fueron los procedentes de Europa Central, quienes "no fueron atraídos por las riquezas de la isla, ni por su belleza tropical. Vinieron porque en la época que seguía inmediatamente a las restricciones de inmigración en América (1921), había facilidad para inmigrar por la vía de Cuba. Hasta 1924, un año de residencia en Cuba bastaba para obtener el permiso de trasladarse definitivamente a los Estados Unidos". (Weinfeld; 1951 a, 165)

Los ashkenzis llegaron a Cuba en el periodo crítico de la "danza de los millones, en el peor momento para intentar imbricarse en nuestro contexto económico y social. …Como consecuencia de las restricciones inmigratorias de Estados Unidos a partir de las Leyes de Cuota de 1921 y 1924, comienza en gran escala la entrada al país de los judíos, de un grupo de hombres que carecían de vinculación política con el pasado nacional y que no repatriarían sus ahorros, de un grupo que marcaría con su sello particular el quehacer mercantil de la isla en los próximos 35 años. (Corrales, 1999, 501-502).

Por lo menos 7.000 judíos emigrantes desembarcaron entre 1921 y 1923, en Cuba y se calcula que unos 20,000 en 1924. Este grupo social consideraba a la isla como un hogar temporal en el que aguardaban hasta lograr su residencia definitiva en los Estados Unidos. (Levine; 1991, 31) Es claro que el flujo migratorio hebreo en el país se veía poderosamente influenciado por los cambios en el régimen migratorio estadounidense. De este modo se aprecia que aumentaba o disminuía el número de inmigrantes, de acuerdo a las restricciones implementadas por esta política migratoria.

A pesar de que originariamente, muchos de ellos no tenían intenciones de residir en el Archipiélago, con el pasar del tiempo decidieron permanecer, puesto que aquí encontraron oportunidades para realizar negocios, o de trabajo, (Weinfeld; 1951 a, 165) y en general resultaba un lugar placentero y amistoso. Un grupo de esos europeo-orientales fundó la Congregación Adas Israel, en Ciudad de La Habana, la cual ha permanecido siendo ortodoxa desde su surgimiento hasta la actualidad.

La mayoría de los judíos europeo-orientales desembarcaban en La Habana, pero cerca de un 10% lo hacía por otros puertos y por lo general se establecían en los pueblos y ciudades como Santiago de Cuba, Guantánamo y Camagüey. Aproximadamente el 85 por ciento de todos los ashkenazis eran varones, casi todos solteros y hablaban el idish. Sólo una quinta parte estaba constituida por trabajadores calificados, el resto eran artesanos pobremente entrenados. (Levine; 1991, 34)

Los que arribaron después de la Primera Guerra Mundial y de la Revolución de Octubre no encontraron facilidades para entrar a los Estados Unidos, por lo que tuvieron que dirigirse a diferentes países de América Latina. Fundamentalmente se asentaron en Brasil y Argentina. Siempre consideraron a la isla como un lugar de tránsito y la escogían para vivir sólo cuando otras puertas se cerraban.

Usualmente la emigración judía hacía a Cuba, debía realizar una serie de trámites engorrosos y lentos. En primer lugar debía escribir al contacto en Cuba, quienes eran las personas encargadas de tramitar una declaración jurada, o una reclamación en la que se comprometía a proteger al recién llegado. A cambio, éste estaba obligado a trabajar para su protector bajo cualquier circunstancia. Virtualmente casi todos los recién llegados a La Habana, venían directamente de Tiscornia, a través de la compañía Cuba's Ellis Island. El resto entraba por pequeños puertos. En la mayor parte de las ocasiones se vieron obligados a pagar fuertes gravámenes para acelerar el trámite migratorio pues no conocían los mecanismos del mismo, ignoraban completamente que en Cuba se permitía la estancia poco después del desembarco .

A pesar de la actitud condescendiente de los cubanos hacia los emigrantes, ya fuese judío, español, asiático o cualquier otro, y la carencia de una abierta discriminación, la vida del emigrante frecuentemente fue azarosa.

Un total de 24,000 personas aproximadamente el 5% de la población judía de Norteamérica residían en Cuba por los años 1924. Un vicecónsul norteamericano declaró que habían entrado 14,000 emigrantes a los Estados Unidos a través de Cuba durante el año 1920 y muchos de ellos de forma ilegal. Por esta razón las autoridades estadounidense consideraron que esta migración atentaba directamente a las estipulaciones establecidas al efecto.

Realmente se desconoce la cantidad exacta de judíos que se establecieron definitivamente en Cuba, pues la abrumadora mayoría solicitaba la residencia en los Estados Unidos por aquellos años y el cálculo se realizaba mediante estimaciones burdas realizadas por agencias que representaban pequeñas entidades dentro de la comunidad judía, ya fuera las instituciones Sefaradíes, Americanas o Ashkenazis, aunque las mismas permanecían completamente separadas entre sí.

El flujo migratorio judío bajó considerablemente entre los años 1925 al 1935, de este modo la colonia era de unas 5,000 personas, aproximadamente la misma cantidad que existía en el 1917. Hacia el final de los años 20, la repercusión de la crisis mundial, no se hace esperar, el precio del azúcar decayó y con ello toda la economía nacional, el nivel de desempleados crecía cada vez más.

Las leyes laborales emitidas bajo el régimen de Machado reservaba la mayoría de los trabajos para los nacidos en Cuba, forzando a los inmigrantes (quienes muchos de ellos eran trabajadores judíos manufactureros, o artesanos) a convertirse en trabajadores a destajo.

Cientos de inmigrantes perdieron sus trabajos. Entre los años 1925 y 1935 vinieron a Cuba alrededor de 4,000 judíos de Europa Oriental, la mayor parte hombres en edad laboral, pero también mujeres y niños. Venían por razones políticas, en busca de mejoras económicas y en algunos casos para reunirse con sus familiares.

En mayo de 1932 la corriente de agitación nacionalista mezclada con la oposición anti-gubernamental cada vez se hacía más fuerte, Machado decretó una ley que proscribía las actividades sociales, culturales y religiosas judías. Por supuesto esta medida provocó pavor y muchos judíos, la mayor parte obreros organizados y comunistas se escondían o escapaban hacia el exilio en los Estados Unidos.

Alrededor de 1,500 judíos refugiados de Europa Central llegaron a Cuba en 1938, mensualmente continuaron arribando unos 500. De acuerdo a Levine (1991, 83), varios recibieron visas estadounidense, y se estima que aproximadamente permanecían unos 5,000 refugiados judíos centro-europeos en Cuba durante 1939. De ellos sólo unos pocos conseguían visas de las autoridades cubanas para seguir viaje hacia los Estados Unidos (Enciclopedia Judaica, vol. 15 (1972, 1611). La élite gubernamental sentía miedo sobre todo a la posible filiación socialista o comunista de los inmigrantes, de ahí los continuos obstáculos que debían franquear los refugiados.

Se distinguieron dos flujos migratorios de refugiados judíos en Cuba durante el período de preguerra:
1938-1939 (El lapso de mayor afluencia)
1941-1942

Posiblemente entraron al país alrededor de 3,000 refugiados. Tenían que esperar por la cuota de entrada establecida por los Estados Unidos de Norteamérica y por la visa de Cuba. Muchos de ellos fueron víctimas de los Consulados extranjeros, o personas inescrupulosas.

Después de 1937, llegaron a la isla unos 8,000 (Levine; 1991, 150) sin documentación que les permitiese seguir su camino hacia los Estados Unidos de Norteamérica, o a cualesquiera de los países latinoamericanos, la mayor parte de ellos pasaron la guerra aquí casi como en un presidio pues no se les permitía trabajar.

Por esa época el Departamento de Trabajo prohibió el establecimiento de cualquier tipo de negocio a los refugiados judíos para evitar la competencia a las firmas cubanas. Incluso la Constitución del cuarenta introdujo una cláusula privando a los judíos a ejercer la medicina o la carrera de abogado, también regulaba la entrada de refugiados políticos o religiosos.

El 80 % de los judíos que arribaron a la isla llegaron entre 1922 y 1939, precedían de diferentes países, por lo que la composición del grupo fue muy diversa. La fragmentación entre ellos, era el resultado lógico de orígenes, lenguas e intereses diferentes, nunca constituyeron un grupo único. En este período los gobiernos de turno tomarían dos medidas que tendrían una incidencia especial en el despegue económico judío: la primera de ellas fue la reforma arancelaria de 1927, pues a pesar de no efectuar cambios radicales en la estructura económica, sí ejerció un efecto estimulante sobre ciertas industrias locales (zapatos, textiles, perfumes, pinturas, etc.) hasta la crisis de 1929-1934, año en que fue neutralizada por el nuevo Tratado de Reciprocidad firmado con Estado Unidos... Y la segunda fue la Ley del 50% o de Nacionalización del Trabajo de 1933, que estipuló que la mitad de todo el personal laboral debía ser cubano nativo, y que según cálculos de la Comisión de Asuntos Cubanos desplazó a no menos de 25 a 30 mil trabajadores... Como la ley no limitaba la actividad económica de los extranjeros en tanto dueños o empleados de "industrias caseras", les permitió ocupar los trabajos abandonados por los españoles que presionados por la baja demanda , se vieron obligados a cerrar. Los judíos conocedores de los métodos modernos norteamericanos, descubrieron como salir adelante trabajando con sus familias u aprovechando la variante de la sub-contratación, (Corrales; 1999, 508).

En 1938 vivían alrededor de 13,000 judíos unos 10,000 se hallaban asentados y el resto se encontraba de tránsito. La mayoría. - asegura Levine - vivían en La Habana, y calcula que unos 300 se encontraban en Pinar del Río, 600 en Matanzas, 900 en Santa Clara, 800 en Camagüey y 900 en Oriente. El propio aislamiento de estas comunidades favorecía los matrimonios mixtos y la asimilación cultural, aunque muchas familias hacían el viaje hacia las capitales de provincia, para participar en las festividades y conmemoraciones más importantes.

Los primeros años de la Revolución.


Al triunfo de la Revolución Socialista alrededor del 80% de los judíos residentes - la inmensa mayoría naturalizados cubanos - formaron parte del éxodo de la clase alta y mediana, hacia los Estados Unidos. Se veían afectados por las radicales transformaciones efectuadas por el proceso socialista. Una pequeña parte se dirigió hacia Latino-américa, sobre todo a México y Venezuela. También emigraron hacia Israel, donde recibieron ayuda de la Agencia Judía.

Las propiedades de los que permanecieron en Cuba fueron expropiadas por las autoridades revolucionarias, del mismo modo que a otros nacionales, se les pagó indemnización.

Sin embargo los judeo-cubanos que marcharon hacia Israel, en sus pasaportes se les estampaba con la palabra repatriado, lo cual reflejaba la actitud desprejuiciada del Estado cubano hacia los miembros de la colonia y al mismo tiempo de reconocimiento al trabajo realizado por algunos de sus miembros como fundadores del Partido Comunista en 1920. A los que abandonaban el país solamente se les permitía llevar consigo una pequeña maleta con objetos personales, pero los judíos que decidieron fijar su nueva residencia en Israel se les autorizaba a trasladar muchas más cosas, además eran favorecidos por el Departamento Judío.

En el censo (basado en el registro requerido para comprar la matzá utilizada en la Pascua judía) efectuado por la Congregación Adas Israel y la Federación Sionista Cubana durante 1963, se estimó que quedaban 2,586 judíos representantes de 1,022 familias. La mayoría radicaba en La Habana, dos de cada tres familias eran Ashkenaszis. La Enciclopedia Judaica en 1965, estimaba que permanecían alrededor de 2,000 y cinco años más tarde en 1970, se habían reducido a unos 1,500.

Durante 1980, menos de un centenar abandonó la Isla, fundamentalmente las motivaciones económicas los llevaban a tomar esta decisión, (Sánchez; 1993, 143). Nueve años más tarde, el Dr. José Miller, Presidente en ejercicio de la Casa Patronato de la Comunidad Hebrea de Cuba, al ser entrevistado por la Agencia IPS declaró que la colectividad estaba constituida por 1,200 personas. Posteriormente al conversar con el historiador Sánchez Porro, señalaba que le era difícil precisar el número de hebreos en el país pero los estimaba en un millar, aunque eso dependía del criterio que se asuma para definirlos. Su patronato considera potencialmente judío a quien cuente con un abuelo de ese origen. (Sánchez; 1993,143-144).

Actualmente la comunidad sigue mostrando una tendencia decreciente, motivado como señalara Sánchez Porro: la emigración y la asimilación.

Ahora bien, es la función económica que han desempeñado casi siempre esas colectividades la que aumenta el peso de la primera razón en nuestro medio, marcando un contraste en general con las otras comunidades americanas imbricadas a esas estructuras capitalistas, (Sánchez; 1993, 147).

A modo de conclusiones:

El aumento o disminución de la comunidad judía cubana siempre estuvo poderosamente influida por el régimen migratorio norteamericano. Veían a la isla como la sala de espera en su viaje hacia los Estados Unidos.

El comercio ambulante como forma de acceso a la esfera económica nacional modificó el sistema mercantil cubano introduciendo las ideas del capitalismo moderno y sirvió de base para el posterior desarrollo de esta comunidad.

El despegue económico judío tuvo como factores determinantes a la reforma arancelaria y la Ley del 50%.

En la actualidad la comunidad manifiesta una tendencia hacia la disminución, debido fundamentalmente a los procesos migratorios que experimenta, así como la asimilación y la integración a la sociedad.

Bibliografía

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El Cementerio Espada: Primer cementerio de Latinoamérica fuera de una iglesia


Las tradiciones funerarias han distinguido a las distintas civilizaciones a lo largo de la historia de la humanidad. Desde los tiempos remotos, este tipo de rituales, incluido el enterramiento, se llevaban a cabo en templos religiosos. Todo ser humano encontraba allí sitio para el descanso final, solo que dentro del recinto, el lugar que se le diera dependía del nivel que socialmente ocupara en vida el occiso. Claro, este tipo de hábito iba en detrimento de la salud pública y el feliz desarrollo de la ceremonia religiosa. Pero a este serio problema se le dio solución definitiva con la real cédula otorgada en el siglo dieciocho, que ponía fin a esta costumbre.

Según recoge la historia, en Cuba se construyó el primer cementerio fuera de una iglesia. Esto ocurrió bajo el gobierno de Don Salvador De Muro y Salazar, Marqués de Someruelos, quien mandara a cimentar tal sitio entre las actuales calles de San Lázaro, Vapor, Aramburu y Espada. Después de llamarse de modo oficial Cementerio General de la Habana, sería rebautizado como Cementerio de Espada, en honor al Obispo de Espada y Landa, cuya mano fuera decisiva para su culminación. Este prelado financió con su propio caudal la realización total de la obra, así como los tres negros esclavos con igual número de carretones tirados por caballos para el traslado de los cuerpos.

La edificación fue dirigida por un arquitecto apellidado Aulet. Las pinturas que lo engalanaban llevaron la firma del veneciano José Perovani. Quedó oficialmente inaugurado, con toda la solemnidad debida, el 2 de febrero de 1806.

Los primeros restos llevados al nuevo cementerio fueron los del ex Capitán General Don Diego Manrique, que fueran exhumados de la iglesia de San Francisco de Asís; así como los del Obispo de Milaza, José González Cándamo, quien fuera gobernador de la mitra de la Habana, y que habían sido exhumados de la Catedral. Aquellos cortejos partieron de la capilla de la Casa de Beneficencia, situada donde hoy se levanta el Hospital Hermanos Ameijeiras. Los cadáveres fueron trasladados en cajas de terciopelo negro distinguidas con oro.

CUANDO EL PRESENTE NOS ASFIXIA


Por Lola Benítez Molina
Málaga (España)


La Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1.946 define la salud como “el estado completo de bienestar físico, psíquico y social y no sólo la ausencia de afecciones o enfermedad”. En 1.992 un investigador agregó a dicha definición de la OMS: “y en armonía con el medio ambiente”.

Esto no deja de ser una utopía. No hay nadie que llegue a alcanzar tal grado de bienestar. Para Séneca “es feliz el que se complace en las circunstancias presentes, sean las que sean”.

Abraham Maslow en su obra: “Una teoría sobre la motivación humana” (1.943), crea la “teoría de las necesidades humanas” y establece toda una jerarquía sobre ellas, partiendo de aquellas que son básicas para cualquier ser humano. Una vez cubiertas éstas, se puede aspirar a cubrir otros deseos más elevados y llegar a la completa realización, mediante el cultivo del intelecto (imprescindible para poder desarrollar la creatividad…). Pero ¿qué ocurre cuando se coarta a una persona de su derecho a la libertad, de la libre expresión y demás derechos elementales? Ese bienestar del que habla la OMS se aniquila, se amalgama y sólo el recuerdo y la añoranza de lo bello que hubo en nuestras vidas se apodera de nuestra razón y sed de vivir. Uno se ancla al pasado como modo de subsistencia. Si no fuese así, la mirada se volvería incandescente, la escasa luz de la noche golpearía cada poro de nuestra piel, y aquellos hechos hirientes, que una vez fueron esparcidos con auténtica ignominia, retumbarían en nuestra memoria, creando un ambiente abrumador y mordaz en ese latir asfixiante. Nos queda, pues, el recuerdo de lo bello, pero también el deseo y esperanza de que en un futuro no muy lejano los sueños, que dan sentido a nuestras vidas, se hagan realidad.

Yo añadiría que la fusión con la naturaleza, la embriaguez que ésta produce, es otra de las necesidades vitales básicas cuando el alma llora y los surcos que desgrana horadan la profundidad del océano.

Para Aristóteles “sólo hay una fuerza motriz: el deseo” y “la virtud resplandece en las desgracias”. “La esperanza, que es lo último que se debe perder, refiere también el filósofo griego, es el sueño del hombre despierto”. Soñemos, pues, porque como dijo Florence Nightingale: “Lo importante no es lo que nos hace el destino, sino lo que nosotros hacemos de él”.

Referencias: “Teoría de la Motivación”. Campus virtual. Licenciatura en Administración. Universidad de Oriente. Puebla (México).

¿EXISTIERON LOS TRES REYES MAGOS? SEGÚN LA TRADICIÓN, EN LA CATEDRAL DE COLONIA SE CONSERVAN, EN UN PRECIOSO RELICARIO, SUS RESTOS MORTALES.




 Dr. Salvador Larrúa-Guedes 

Un poco de historia 

El Relicario de los Tres Reyes Magos, en alemán Dreikönigsschrein, es una gran caja primorosamente decorada donde reposan los huesos de los famosos personajes. Es un gran sarcófago triple, dorado y ricamente decorado, colocado encima y detrás del altar mayor de Catedral de Colonia, y se ilumina con preciosos candeleros de bronce. Se considera el punto culminante del arte Mosano1 y es el relicario más grande del mundo occidental. 

Santa Elena y las primeras reliquias del cristianismo 

Fue largo el camino de las reliquias antes de llegar a su actual hogar. Todo comenzó en el año 300 D.C. cuando la emperatriz Elena, madre del emperador romano Constantino, quiso rescatar las reliquias de la cristiandad y viajó a Tierra Santa para buscar la Cruz de Cristo, la llamada Vera Cruz, y los restos de los Reyes Magos. Buscando la cruz, demolió el templo que los romanos habían erigido a Venus en el monte Calvario y ordenó excavar en el sitio de la crucifixión, hasta que se encontraron los maderos de tres cruces, y se identificó la del medio como la de Cristo, crucificado entre dos ladrones. Para recordar el trascendental acontecimiento, Elena mandó construir allí la Iglesia del Santo Sepulcro, y otra en el monte de los Olivos. 

Elena regresó de Jerusalén en el año 327 llevándose la Vera-Cruz y numerosas reliquias de los primeros años del cristianismo que se guardaron en la capilla privada del palacio y que se conservan en la Basílica Romana de la Santa Cruz en Jerusalén, donde fueron llevadas las reliquias mucho después. Los clavos de la Cruz, que también fueron encontrados, fueron agregados por disposición de Elena al casco de su hijo, el emperador Constantino, y el otro en la brida de su caballo, para que lo protegieran durante las batallas. 

Los restos mortales de los Reyes Magos 

Mientras se realizaban excavaciones buscando la Vera – Cruz, Elena envió comisionados a las regiones de Oriente donde supuestamente vivieron los Santos Reyes. Comparando testimonios y tradiciones de Persia, Arabia, Saba y Armenia, y la profecía de Isaías, se concluyó que los reyes venían todos de Sabá, o sea, de Arabia: Te inundará una multitud de camellos, de dromedarios de Medián y de Efá. Vienen todos de Sabá, trayendo incienso y oro y proclamando las alabanzas del Señor (Is 60, 6), como predijo el profeta. 

No se conocen los hechos de los Magos después de su visita al Niño Jesús, y se supone que vivieron en paz en sus tierras. Según la tradición de los Padres de la Iglesia, los Reyes reaparecen en escena con la muerte y resurrección de Jesucristo. Después de la Resurrección, Santo Tomás Apóstol se encontró con ellos en Sabá, donde fueron bautizados y consagrados como obispos. Veintiún años después, en el 54 d.C., con pocos días de diferencia, murieron los Tres Reyes, después de celebrar juntos la Navidad según su costumbre, recordando la llegada del Hijo de Dios al mundo. 

En el santoral de Colonia se encuentra una nota necrológica que concuerda con este relato mostrando que la religiosidad popular los conoció a través de las tradiciones, aunque el Evangelio deja de mencionarlos después de su adoración al Niño de Belén: Habiendo sufrido muchos juicios y fatigas por el evangelio, los tres sabios se encontraron en Sevá (Sebaste, en Armenia) el año 54 d. C. para celebrar la fiesta de Navidad. Poco después de la celebración de la misa, murieron: San Melchor, el 1 de enero, a la edad de ciento (1 El arte mosano es un arte cristiano medieval que floreció en el valle del río Mouse en vigor durante los siglos XI, XII y XIII. La región mosana corresponde a las fronteras de la antigua diócesis de Lieja, que se situaría en la actual Bélgica, más concretamente en una gran parte de Valonia, no es sin embargo todo este espacio y rebosa por otros lugares (en Flandes, Francia y Holanda). dieciséis años; San Baltasar, el 6 de enero, a la edad de ciento doce años, y san Gaspar, el 11 de enero, a la edad de ciento nueve años2) Se sabe que los agentes enviados por la emperatriz Elena localizaron en Sabá los cadáveres de los Reyes. 

Saba era el territorio de Makeda3 , la famosa reina que visitó al rey Salomón. La situación geográfica exacta y la extensión real del reino se desconocen, y se cree que abarcaba parte del Cuerno de África y parte de la península Arábiga. Estudios posteriores de los que dio cuenta Su Santidad Benedicto XVI nos dicen que los Reyes, o Magos, representaban a todos los hombres buscadores de Dios en todos los tiempos y de todos los lugares del mundo hasta entonces conocido, y cuyo límite occidental era Tartessos, en la península ibérica. Benedicto XVI se refiere a este límite del mundo en el siglo I a. C, “los Magos son de Oriente pero que en esa inquietud por buscar a Dios están representados los hombres buscadores de Dios de todos los lugares y de todos los tiempos”. 

Sobre los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar, las referencias nos llevan al siglo V a través de dos textos, Excerpta latina bárbari, en el que son llamados Melichior, Gathaspa y Bithisarea. y en un evangelio apócrifo, el Evangelio armenio de la infancia, donde los llaman Balthazar, Melkon y Gaspard, con una fonética parecida y semejante a la de los nombres de los tres personajes en la tradición siria. 

Las reliquias de los Tres Reyes: de Roma a Milán, a Constantinopla, Milán y Colonia 

Los restos de los Reyes fueron conservados en Roma por la familia imperial. En el año 344 se entregaron a San Eustorgio4 , obispo de Milán, y a la caída del Imperio de Occidente se trasladaron a Constantinopla. Los cruzados que tomaron Constantinopla en 1200, las devolvieron a Milán por ser peligroso que siguieran en la ciudad, que estaba en peligro constante. 

Con el tiempo, las reliquias de los Magos fueron traídas de Italia por el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Federico Barbarroja, quien en 1164 asaltó y tomó Milán, se apropió de los sarcófagos con los restos de los Reyes Magos, que entregó al Arzobispo de Colonia, Reinaldo de Dassel. Desde entonces las reliquias atrajeron una corriente constante de peregrinos a Colonia: En los días de Felipe de Heinsberg fue construido el relicario de los tres magos. Esto me fue confirmado por algunos testigos oculares que estaban presentes cuando los tres magos fueron puestos en el relicario 5. 

La Catedral de Colonia y el Relicario de los Santos Reyes 

En 1248, cuando Federico Barbarroja gobernaba el Sacro Imperio Romano, comenzó la construcción de una catedral para albergar los restos, la Catedral de Colonia, construida sobre ruinas de templos más antiguos, que datan de la época romana. Hoy, dicha catedral, cuya construcción duró más de seis siglos, es uno de los monumentos góticos más impresionantes de Europa. Un detalle particular y original es que su torre no está rematada por una cruz, sino por una estrella, la Estrella de Belén que iluminó la ruta y guió a los Santos Reyes, y es la única Iglesia del Mundo coronada por una Estrella... tanto los peregrinos (2 Nota necrológica en la Santa Iglesia Catedral de Colonia. 3 Makeda, según el nombre etíope, gobernaba el reino de Saba, que se extendía en los actuales territorios de Etiopía y Yemen. En la tradición árabe se la denomina Bilki, o Balki. 4 San Eustorgio I fue un prelado italiano del siglo IV (344 - 349). Fue obispo de Milán y uno de los más ilustres por su ciencia y virtudes que han ocupado dicha diócesis. Acérrimo partidario dela inmunidad e inviolabilidad de la Iglesia, defendió tenazmente sus derechos, aumentó considerablemente sus bienes y dotó y enriqueció a su catedral con ricas dádivas. Difundió con ardiente celo la doctrina de Cristo, celo que no pudieron mitigar sus padecimientos por causa de enfermedades ni el peso de sus años. Tomó parte en varios concilios y publicó varios tratados contra los herejes de su época. La Iglesia lo conmemora el 18 de septiembre. 5 Cf. Vita Estorgii (Estorgius). latin original: "Temporibus domini Philippi episcopi, qui successit Reinoldo, fabricata est eis capsa... sicut nobis narraverunt qui presentes erant eorum translatoni... " Floss, Dreikoenigenbuch, 1864, page 116-122) medievales, como los turistas en la actualidad, se asombraban ante las dimensiones y los decorados de la iglesia. Las torres se elevan 157 metros por encima de la ciudad, sus puertas de bronce son colosales, y su longitud es de 144 metros por 45 de ancho y 43 de altura, y es una de las iglesias más grandes del Mundo. 

Además de los datos arquitectónicos de la colosal catedral, segunda de Europa en tamaño y que sólo cede en dimensiones a la Catedral de Sevilla, el Relicario de los Reyes Magos es muy importante. Situado detrás del altar mayor, es una pieza de orfebrería medieval en oro macizo decorada con personajes bíblicos. El relicario o urna en forma de basílica tiene grandes proporciones: 2.20 por 1.10 metros, de oro fino, incrustado con esmaltes y joyas de inmenso valor. Fue realizado por el mejor artista francés de la época, Nicolás Verdún, hace 800 años. Tiene esculturas de oro de los profetas y apóstoles, y escenas de la vida de Cristo. La confección se prolongó hasta el año 1225. Dentro reposan los cráneos de Melchor, Gaspar y Baltasar, en tres cajas forradas de terciopelo y brocado, y los huesos están al lado de los cráneos: alrededor de 1199, el emperador Otón IV entregó tres coronas áureas para los reyes magos como donación a la iglesia de Colonia: Otto rex coloniensis curiam celebrans tres coronam auro capitibus trium magorum imposuit; MGSS 17, 292. 

Por la importancia del relicario y la catedral para el desarrollo de la ciudad, el escudo de Colonia ostenta las tres coronas que simbolizan a los Reyes. El 20 de julio de 1864, el relicario se abrió para examinar los restos. El informe de un testigo ocular nos cuenta: En un compartimiento especial del relicario que ahora se ve –junto con lo que queda de antiguas, viejas y podridas vendas, probablemente de biso6 , y con restos de resinas aromáticas y sustancias semejantes – numerosos huesos de tres personas, que bajo la guía de varios expertos presentes se podrían reunir en cuerpos casi completos: el uno en su juventud temprana, el segundo en su virilidad temprana, el tercero se envejeció más bien. Dos monedas, bracteates7 argentinos sólo acuñados por una cara, acompañaban lo anterior; uno, probablemente de los días de Philipps Von Heinsberg, demostró una iglesia8 , el otro mostró una cruz, acompañado de la espada de la jurisdicción, y del báculo (la cuerva del obispo), a ambos lados 9 

Los huesos se envolvieron en seda blanca y fueron colocados de nuevo en el relicario. 

Descripción del Relicario 

Dentro del relicario los sarcófagos están superpuestos, tomando la forma de una basílica: dos sarcófagos descansan pegados el uno al otro, y el tercero descansa sobre los otros dos. Los laterales están completamente cubiertos, y no hay espacio visible entre los sarcófagos. La estructura básica es de madera, recubierta de oro y decorada con filigranas, esmalte, y unas 1000 piedras preciosas. Estas últimas incluyen muchos camafeos y piezas grabadas, algunas de la época pre-cristiana. En total, se pueden admirar en su (6 Biso o byssus, deriva del hebreo būṣ 'lino fino,' arameo bus, griego βίσσος – 'un lino amarillento muy fino y el tejido obtendio de él', latín byssus – algodón. El biso es un tipo de seda natural marina obtenida de un filamento que segregan ciertos moluscos cuya elaboración se desarrollaba en el área mediterránea. Del biso se obtenían preciados y costosísimos tejidos con los que se confeccionan las ropas de los personajes importantes. Asimismo el biso tenía propiedades terapéuticas bien conocidas por los pescadores, gracias a sus potentes propiedades hemostáticas era usado para la curación de las heridas que los pescadores frecuentemente sufrían con los aparejos para la pesca. 7 Un bracteato (del latín bractea, pieza fina de metal) es un tipo de medalla generalmente de oro que se llevaba como ornamento en la Europa del Norte en la edad del hierro germánica, principalmente durante la época de las invasiones bárbaras (incluida la era de Vendel en Suecia). El término se usó también posteriormente para denominar a unas monedas de plata que se fabricaron en Europa central en la primera mitad de la edad media. 8 Así como la moneda de Philipp en Hartzheim, coloniensis de nummariae de rei de historia Pospone 3 No. 14, 16, (1754) 3 , todavía sin su circunscripción; el otro (la moneda) está en la forma cuadrada, mostrado en el centro una cruz, acompañado de la espada de la jurisdicción, y del báculo (la cuerva de obispo) a ambos lados, también sin trascripción, la mayoría del ciertamente no es más joven y puede ser asumido para resultar quizás ser una moneda por Rainald [de Dassel]." 9 Hartzheim, Josephus, Historia Rei Nummariæ Coloniensis, Et Dissertationes De Eadem: Pars prima, De Nummis Archiepiscoporum Coloniensium, Pars Secunda, De Nummis Ducum Juliacensium & Montensium, & Agnatorum Genti Juliacensi, Pars Tertia. De Nummis Civitatis Coloniensis, 1754) superficie 74 figuras en bajorrelieve, sin contar figuras más pequeñas, en los relieves del fondo. En los costados, imágenes de profetas decoran la parte inferior, y las de los apóstoles y evangelistas, la superior. Al fondo, de izquierda a derecha, se ven las imágenes de la Adoración de los Magos, María entronizada con el niño Jesús, el Bautismo de Cristo, y arriba, la de Cristo en el Juicio Final. El otro extremo muestra escenas de la Pasión: El Martirio de Cristo y la Crucifixión aparecen abajo a la izquierda, con Cristo resucitado arriba. Este extremo tiene asimismo un busto de Rainald de Dassel10 en el centro. 

Un suceso extraordinario el 30 de Mayo de 1942

 En la noche del 30 de mayo de 1942, por instrucciones de Sir Winston Churchill, 1064 bombarderos ingleses11 dejaron caer dos millones de kilogramos de explosivos y fósforo incendiario sobre la ciudad de Colonia. Según el relato del general Arthur Harris, a cargo de la expedición, y del jefe de la RAF, Mariscal Sir Charles Portal, el objetivo era destruir la Catedral de Colonia, la más grande y hermosa Iglesia gótica de Europa, para anonadar a los alemanes al propinarles un golpe tan duro, y darles a entender que los aliados estaban dispuestos a borrarlos del mapa. Se conserva el diálogo del general antes del bombardeo: 

-El objetivo central que nos ha sido asignado es el punto más sobresaliente de Colonia: una iglesia. Esta iglesia está muy cerca de la estación principal y tiene dos agujas apuntando al cielo. Será muy fácil reconocerla. 
-¿Es sobre esa iglesia donde hay que soltar las bombas? –pregunta alguien que sabe perfectamente que dicha iglesia no es otra que la mundialmente famosa catedral de Colonia. -Sí. La iglesia es el objetivo que hay que alcanzar. ¡Tenemos la misión de que el fuego de nuestras bombas destruya y prenda en el mismo centro de la parte vieja de la ciudad está justamente en torno de esa iglesia ¡Si los alemanes pretenden proteger su iglesia, que no hubieran declarado la guerra! 

Esa noche espantosa se desataron cientos de incendios, hubo miles de muertos y heridos, desaparecieron 3,000 locales comerciales, y en la espantosa pira ardieron 41 mil viviendas. El humo alcanzó 7 kilómetros de alto, pero la estructura de la Catedral de Colonia, en el centro de la ciudad, no sufrió daños, aunque las vibraciones de la explosión de las bombas destruyeron parte de los magníficos vitrales, pues la mayoría habían sido retirados previendo un ataque aéreo. De todas formas, nunca nadie imaginó un ataque tan violento, el mayor de toda la II Guerra Mundial con explosivos convencionales. El famoso Relicario de los Reyes Magos, que guarda la reliquia de los primeros personajes que se presentaron ante el Niño Jesús para venerar al Rey del Universo que según las antiguas profecías había acababa de nacer, quedó ileso... poco después se realizó la procesión del Corpus Christi, y los católicos de todos los rincones de la ciudad se juntaron en el centro, con el Cardenal Michael von Faulhaber, ante la Catedral inmensa que seguía en pie, arrogante en la plenitud de su belleza mientras que la antiquísima “Campana de los Tres Reyes”, inmensa pieza de bronce de 38 toneladas de peso, la mayor de Europa, doblaba sin cesar anunciando que la Catedral, y en ella el Relicario de los Santos Reyes, seguían existiendo, intactos, para la mayor gloria de Dios. 

Dr. Salvador Larrúa-Guedes Miami, 21 de enero, 2013 

(10 Arzobispo de Colonia (1159-1167). En 1167, llevó de Milán a Colonia los restos mortales de los Reyes magos 11 1064 aviones: 708 Wellington, Whitley y Hampden y 356 Stirling, Halifax, Manchester y Lancaster.Casi todas eran bombas incendiarias de termita de 100 kg., y 1012 tripulaciones declararon haber bombardeado Colonia. Al amanecer, cuatro Mosquitos B.Mk IV fueron mandados en misión de reconocimiento fotográfico, hallando que el humo subía hasta los 7000m.La ciudad ardía.)

LOS LATIDOS DE LA INOCENCIA

Foto tomada de: En el Amanecer de la Luna

 (novela inédita del mismo nombre)
Lola Benítez Molina

Aquel día el sol brillaba de manera especial, o… ¿era yo la que lo hacía? Era un día apacible, de esos que la memoria guarda, con esmero, en lo más recóndito, del mismo modo que un niño esconde en un lugar secreto aquello que él cree que es un tesoro. ¿Habría algo que viniese a perturbar aquellos momentos? Presentía que sí, que no era un día de tantos.
Salí, como de costumbre, sobre las siete de la mañana. La temperatura, a esa hora, todavía era agradable. El sol emergía, pero una luna llena se negaba a irse. Aún permanecía suspendida, dando lugar a una hermosa conjunción. Uno de esos instantes que sabes que, aunque se repitan, ya no serán igual.
Pasó por mi lado. Su presencia la percibí en el ambiente, igual que se capta la sutil fragancia de un perfume. Unos y otros iban inmersos en sus prisas y pensamientos. Pero, él se detuvo y tan solo me habló con la mirada. Eran sus ojos. Había cambiado bastante, pero su mirada mantenía esa edad y esa inocencia que nunca se olvidan, cuando uno se deja llevar por sus pasiones.
En más de una ocasión saqué el billete de avión al lugar donde se quedó anclada mi felicidad. Y, sí, fui, me embriagué de dulces amaneceres.
Corría el mes de Junio, con su febril aroma dormitando en el ambiente. Mes de San Juan, de júbilo, de nuevos despertares, de deseos fervientes que durante el invierno parecían aletargarse.
De nuevo, con su marcha repentina, esos días de hiriente agonía.
Es curioso, pero siempre busco algo que me conecte con el pasado: un gesto, una cara, una sonrisa… Las casas abandonadas, deterioradas, me parecen un nexo de unión. Algo me dice que si traspaso esa puerta prohibida resurgirá lo inerte, parte de lo que hubo, de lo que un día, ya lejano, existió, porque, aunque el tiempo todo lo menoscaba, hay ciertas cosas que perduran: los latidos de la inocencia. Sí, aquellas pulsaciones que persisten en nosotros con una viveza inaudita y firme.

Después de la inocencia perdida me aferro a las sabias palabras de Cervantes: “Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a las innumerables dificultades”. 

LA DEMOCRACIA ATENIENSE

por Roberto Soto Santana, de la Academia de la Historia de Cuba (Exilio)

            Hace cuarenta siglos, la península que hoy constituye los confines del Estado griego comenzó a ser poblada por inmigrantes indoeuropeos (procedentes de las orillas del Mar Negro), cuyos descendientes al cabo de los próximos cinco siglos se habían asentado en poblados y aldeas agrupados en pequeños reinos, cada uno con su dialecto.
            En la región costera del Ática se asentó un pueblo llamado jonio (procedente del Asia Menor), que constituyó una población rural –pastoral y agrícola- dispersa, sin ningún gran centro urbano. Era Atenas, cuyo nombre había sido escogido en honor de la diosa Atenea, la mayor aglomeración permanente de pobladores que se acercaba a  merecer el calificativo de ciudad.
El crecimiento de Atenas como polis (ciudad) y sede de la clase gobernante (aristocracia hereditaria) que dominaba toda la región del Ática comienza hace treinta siglos, favorecida por su propio acuífero (en la Acrópolis), sus defensas naturales contra incursiones exteriores (cuatro cadenas de montañas) y su salida propia al mar a través del Pireo.
Se partía de la situación de que el Ática tenía una extensión (2,650 kilómetros cuadrados) superior a la de sus vecinas y competidoras ciudades-estado de Corinto y Megara; y un gobierno centralizado en Atenas, lo que la hacía por ello igualmente más fuerte que su también estado vecino de Beocia (capital, Tebas), con similar superficie pero con una estructuración federal. La mitad de la superficie del Ática era montañosa y de suelos poco profundos: por ello, prácticamente de nula productividad agrícola. Aquella parte de su tierra apta para el cultivo era apropiada para el olivo, la cebada y la vid, pero producía escasísimo trigo, que era necesario ir a buscar al extranjero. Para el comercio exterior, se necesitaba construir buques (tanto para el comercio estrictamente como de la clase de guerra, con el objeto de defenderse a la vez de las incursiones piratas y de las expediciones marítimas persas) pero no había madera suficiente en el país, por lo que se imponía traerla de lugares como Sicilia, Italia y la más cercana Macedonia. La plata de sus minas (en el Ática oriental) y el mármol de sus canteras eran buena moneda de cambio, pero por sí mismas no proporcionaban sustento a la población regida por Atenas.
En la superficie geográfica habitable del Ática, que era de unos 1,300 km2, el crecimiento demográfico había llegado a la cifra de unos 30 mil ciudadanos con plenos derechos civiles y políticos. Como de ese cómputo estaban excluídos los niños, las mujeres, los extranjeros y los esclavos –estos últimos deben haber llegado a representar un múltiplo, entre 2 y 3, del número de ciudadanos-, la población total a sustentar podía haber estado, hace veintiséis siglos, en torno a las cuatrocientas mil personas.
Considerando las necesidades de abastecimiento, particularmente de cereales, que tenía Atenas, el comercio y la expansión territorial eran las vías expeditivas para la supervivencia y, de ser posible, el logro de la hegemonía en esa región terráquea (que  entonces, en términos de lo efectiva y realmente conocido, se tenía por todo el mundo civilizado).
La incipiente aristocracia comercial se encontró en situación de ejercer una influencia creciente en el manejo de los asuntos públicos (en una palabra, del gobierno de Atenas) gracias a los recursos que podía dedicar a adquirir clientela política, a expensas de los pingües beneficios del comercio intrahelénico (con otras ciudades-estado), con Anatolia, y ciertamente con la importación de cereales desde las costas del Mar Negro. La hegemonía de los Eupátridas (el privilegiado de los clanes privilegiados de Atenas) en el gobierno del Ática tuvo que ceder al gobierno de la timocracia, en la que el linaje del dinero daba entrada a los mercaderes, agiotistas y prestamistas a la gruesa, y simples usureros que necesitaban que se protegiera desde el Poder sus particulares intereses, junto con los de la vieja nobleza guerrera o de la sangre.
Pero el nuevo estamento comprendía que, para prevenirse de una reacción de la aristocracia tradicional (la de los clanes que siempre habían ejercido en solitario el Poder), necesitaba apoyarse en la clase media de pequeños comerciantes, artesanos, servidores del aparato del Estado (lo que hoy llamaríamos funcionarios) e incluso labradores liberados de sus cargas ancestrales, cuya formación y desarrollo había que fomentar y auxiliar,  procurando a la vez  interesar la cooperación activa de la inmensa mayoría de la población formada por el proletariado –los trabajadores del campo y los dependientes y encargados de oficios y tareas serviles en la ciudad-.
La solución de la enorme tensión social y los consiguientes enfrentamientos cuyo cenit se alcanzó en Atenas seis siglos antes de la era cristiana –entre la aristocracia pudiente y hereditaria de un lado y el resto de la población del otro- tuvo lugar mediante la suavización de las cargas (económicas y de prestaciones personales) que recaían sobre los menesterosos y la atribución del derecho de participación en la toma de decisiones sobre los asuntos públicos a todos los ciudadanos, fuesen o no nobles. Un noble de modestos recursos económicos, Solón –cuyo nombre ha pasado a la Historia como antonomástico de legislador-, fue el político [hombre de la polis o ciudad] escogido entonces precisamente por la aristocracia de la sangre (la de los clanes gobernantes) para arbitrar la paz social.
 Las medidas que promulgó, aceptadas prudente y astutamente por esa nobleza, aunque entrañaron una reducción en apariencia de su poder, en la realidad cooptaron  a las clases pudientes de origen no noble para compartir el gobierno de Atenas y de los 140 núcleos de población (deme)  de diverso tamaño e importancia agrupadas bajo  la égida ateniense en el Ática. Aparte de sustituir el linaje de sangre por un sistema censatario como rasero para el acceso a las más altas magistraturas públicas, también le dio acceso al resto de la población, sin otro requisito que la ciudadanía, a la pertenencia con voz y voto en la Asamblea (Ecclesia)[1] de la ciudad, y a asientos por  elección en los cargos públicos.
            Solón también acometió una profunda modificación de las leyes que regulaban la herencia, que hizo posible el trasvase de la propiedad de la tierra a otras clases sociales distintas del clan al que perteneciera el causante, al quedar autorizado el cabeza de familia sin herederos legítimos a testar a favor de cualquiera.
Solón fue, en suma, un gran reformador, que intentó equilibrar los privilegios aristocráticos -sin amenazar a esta clase en su integridad física y patrimonial- mediante la extensión de los derechos de participación en el gobierno (es decir, la dirección de los asuntos públicos) a todos los ciudadanos –si bien procurando establecer preferencias a favor de los más pudientes- así como el levantamiento de la opresiva carga del tributo en especie a favor de la nobleza y a cargo de los labradores. La riqueza adquirida quedó equiparada con la riqueza heredada;  todos los atenienses, hasta los más humildes, quedaron investidos al menos del derecho de participación en la discusión asamblearia de los asuntos de la comunidad; y quedó establecida una suerte de “igualdad de oportunidades” para el escalamiento de peldaños en la escala social, al prohibirse la esclavización de unos atenienses por otros e instaurarse la electividad de gran número de los cargos públicos.
Como se ha dicho, el sistema político resultante de las reformas de Solón, a los ojos de la actualidad, ciertamente no puede ser calificado como democrático, sino más bien timocrático (hizo hegemónica a la aristocracia de la riqueza, en vez de la del linaje, que era la que hasta entonces había ostentado el poder político en solitario). Pero, en su época, entrañó que a todos los ciudadanos de un estado, incluso a los desprovistos de todo recurso o patrimonio excepto la disposición de su propia persona, se les reconoció por igual un mínimo común denominador de derechos y libertades.
Tras una dinastía de tiranos, la de los Pisístratas, que dura medio siglo, entra en escena un segundo gran reformador del sistema ateniense de gobierno: Clístenes, a quien Herodoto calificó como “el hombre que trajo las tribus y la democracia”. En verdad, Clístenes llevó a vías de hecho una amplia serie de reformas en apenas dos años de gobierno. Instauró un Consejo de los Quinientos (en lugar del antiguo Consejo de los Cuatrocientos) encargado de preparar los trabajos de la Asamblea, y se eligió a sus miembros sobre la base de la representación de cada uno de los 140 demes  o núcleos de población –según su tamaño, cada uno tenía derecho a nombrar desde 1 ó 2 hasta 22 consejeros-. Los pobladores de los 140 demes quedaban  repartidos, en número lo más paritario posible, entre las diez tribus, cada una de las cuales designaba por elección a un estratega o comandante militar (terrestre y naval a la vez). Demos ya significaba “el pueblo”, de donde demes significaba “donde vive el pueblo” o simplemente “población”. Que todos los demes tuvieran representación en el Consejo de los 500 implicaba que los núcleos rurales podían equilibrar la influencia de los núcleos urbanos –éstos, donde tradicionalmente se tenían las riendas del gobierno- y que toda la población del Ática estaba interesada –se le había dado ese aliciente- en defender el bienestar de Atenas como condición concurrente para el bienestar de todas las comunidades sujetas a su gobierno-. Poco más de tres lustros después de la muerte de Clístenes, Atenas aplasta la invasión persa en la legendaria batalla de Maratón, librada contra las huestes del emperador Darío I. .
Con ocasión de la victoria de Maratón, quedó demostrado –en un momento de suprema crisis- el funcionamiento de la regla de la mayoría incluso en el terreno militar: aunque mandados por Milciades, los hoplitas (la infantería con peto, coraza y escudo de bronce, que peleaba brazo con brazo en formación compacta) fueron lanzados en carga a campo traviesa contra la caballería persa en virtud de la opinión mayoritaria de los diez estrategas (uno por cada una de las diez tribus impuestas por Clístenes, como mandaba la ley).
En la misma década de la victoria de Atenas en Maratón sobre los persas, accede al gobierno del Ática un plebeyo: Temístocles, hijo de un miembro de una prominente familia noble ateniense y de una concubina no ateniense y posiblemente ni siquiera griega. Se daba cuenta de que los persas, bajo Xerxes –el sucesor de Darío, el emperador derrotado en Maratón-, querían convertir a Grecia en una satrapía y que para ello volverían a intentar otra invasión del Ática, con una fuerza naval más fuerte y una caballería y cuerpo de arqueros mucho más numerosos, contra los que los atenienses sólo podrían oponer 70 trirremes y su sacrificada infantería (formada por clases medias, que eran las que podían sufragarse la panoplia de bronce que constituía su ajuar guerrero). Esta vez los persas podrían vencer, por la sola fuerza del número. Temístocles comprendió que, para no perder sus libertades, los ciudadanos libres de Atenas, a través de su Asamblea, deberían decidir la inmediata construcción de una flota.
Sucedió que súbitamente aumentó la producción de las minas de plata del Laurio, propiedad del Estado, o tal vez se constató una acumulación de sus existencias, y Temístocles logró que la Asamblea aprobara la asignación de ese producto a la ampliación de la flota con carácter inmediato, de manera que cuando Xerxes I acometió la esperada segunda invasión persa, justamente diez años después de Maratón y apenas tres años tras la decisión de la Asamblea respecto a la construcción de nuevos barcos, los trirremes atenienses ya eran 200 en vez de 70. Al final las fuerzas convocadas por Atenas derrotaron a los persas en Salamina por mar y por tierra en Platea. Aparte del precio pagado en vidas por la victoria, la propia Atenas fue tomada, saqueada y destruída por los persas, antes de que éstos fueran derrotados y expulsados.
Se abre entonces, a mediados del quinto siglo antes del comienzo de la era cristiana, un período de profundas reformas políticas en el interior de Atenas seguido en paralelo por una agresiva y exitosa política exterior imperialista. En un período de treinta años, el predominio de Esparta entre las potencias griegas fue reemplazado por la hegemonía ateniense (que incorporó a una gran cantidad de ciudades-estado a una alianza encabezada por ella, la Liga de Delos, a la vez que fundó colonias propias en ambas márgenes –la europea y la asiática- del mar Egeo, sometiendo a tributo a aliados y a cleruquías –grupos de ciudadanos atenienses a los que se les asignaban tierras en suelo extranjero conquistado-).
Pericles entra aquí en escena, para conducir a Atenas a su Edad de Oro, antonomásticamente llamada el Siglo de Pericles. Durante los treinta años en que dirigió la política interior y exterior y las campañas militares de Atenas (hasta su muerte en el año 429 antes de Cristo), amplió el número de las ciudades confederadas en la Liga de Delos hasta por lo menos ciento cincuenta o acaso doscientos. Confundió deliberadamente la caja de los tributos procedentes de los estados confederados con el tesoro ateniense, rehusando dar cuenta detallada de la disposición de tales fondos a sus aportantes (con el argumento de que Atenas los defendía a todos). Bajo su  gobierno alcanzó su máxima extensión el imperio ateniense, que llegó a abarcar prácticamente todas las islas del mar Egeo, desde los Dardanelos hasta el Mediterráneo, el litoral anatólico en su virtual totalidad, y buena parte de la margen noroccidental del Egeo –fundamentalmente, la Calcidia-. Esparta mantuvo su carácter de primera potencia terrestre, pero Atenas consolidó sin duda la primacía en el mar, tanto en poderío comercial como en fuerzas navales de combate. Pericles favoreció y protegió a pensadores y artistas, que pudieron madurar sus grandes obras precisamente gracias al mecenazgo del Estado ateniense: así, el filósofo Anaxágoras, el dramaturgo Sófocles, el historiador Herodoto, el escultor y pintor Fidias.
A su muerte, ya se habían cumplido casi dos años del estallido de la Guerra del Peloponeso, causada por la sempiterna prevención de Esparta contra el expansionismo ateniense.
 La guerra concluyó con el desmembramiento del imperio ateniense, tras la derrota militar del año 405 a. de C. en Egospótamos, la rendición formal ante el rey espartano Lisandro al año siguiente, la subsiguiente demolición de las murallas de la ciudad, la reducción de la flota a doce navíos, y la imposición abierta por Esparta de una oligarquía (la llamada de los Treinta Tiranos) como forma de gobierno para Atenas, si bien el régimen democrático se restablece formalmente con la expulsión física de los Treinta Tiranos al cabo de unos pocos meses.
A partir de ese momento Atenas sobrevive como ciudad estado con algunas posesiones coloniales en Anatolia y en islas del Egeo durante siete décadas más, a la sombra de una Esparta que tuvo ocasión para humillar a Atenas con una segunda rendición impuesta como desenlace de una guerra iniciada dos lustros más tarde contra varios estados griegos a la vez. La independencia política de Atenas se desvanece definitivamente en el 338 a. de C., cuando el helenizado rey Filipo II de Macedonia derrota a una fuerza griega conjunta en la llanura de Quersoneso, en la Beocia, e impone a los vencidos –al año siguiente- la afiliación a la llamada Liga de Corinto, bajo la férula absoluta de Macedonia.
¿A qué se debieron la decadencia y hundimiento de la civilización ateniense y de su forma de gobierno –tan singular en la Antigüedad-? Fundamentalmente, a la desaparición o debilitamiento hasta extremos inusitados de las clases sociales que la habían propiciado, querido y desarrollado. En primer lugar, las filas de la nobleza propietaria del campo y de la aristocracia del dinero –comerciantes enriquecidos con sus negocios, a la sombra o independientemente del Poder-, que habían terminado entremezcladas en una sola clase, quedaron numéricamente disminuídas por su ruina personal a causa de la prolongada situación de guerra civil y exterior que propició el asolamiento de las propiedades, hizo reinar la inseguridad en el resultado de las expediciones comerciales marítimas y enmarcó los campos de batalla donde cayeron para siempre muchos de sus vástagos.
En segundo lugar, las clases medias se proletarizaron debido al empobrecimiento irremediable de sus negocios, perdiendo todo interés en el sostenimiento del régimen asambleario. Paralelamente, los trabajadores manuales, calificados o no, padecieron los trastornos de la paralización, una y otra vez, de las obras de construcción de obras públicas o de barcos o de utensilios y aperos para las colonias y para las ciudades confederadas, sumiéndolos en una penuria cada vez más acusada.
Y, finalmente, los labradores y trabajadores del campo fueron víctimas constantes de las pérdidas de cosechas por los avatares de las contiendas con persas y con griegos, particularmente en época de Pericles cuando se evacuó la campiña ática con el fin de dificultar el avituallamiento de quienesquiera que fueran los contrincantes que amenazaban los centros de gobierno en los núcleos urbanos, especialmente en la capital, Atenas.
Lo cierto es que la organización político-social ateniense debería calificarse como democracia limitada (a los ciudadanos, puesto que los esclavos, los metecos –es decir, los extranjeros residentes- y las mujeres estaban excluídos de los derechos cívicos), sujeta a un flexible control por parte de la oligarquía de propietarios rurales y negociantes urbanos. Lo que no cabe hacer es identificar esa democracia con el constitucionalismo moderno, ya que aquélla no conocía ni entendía la división de Poderes, la intangibilidad de los derechos fundamentales de todos los seres humanos –independientemente de su origen étnico, etc.- (no hablemos del Derecho Internacional humanitario), el concepto de asistencia social a los menesterosos, y lo mismo puede predicarse de la igualdad de oportunidades en el acceso a la educación,  a la asistencia sanitaria, a las facilidades de ocio, etc.  La democracia de hoy tiene sus orígenes remotos en los Concejos, las Cortes y los Estados Generales de las monarquías europeas del medioevo, que surgieron expeditivamente como cuerpos asesores del monarca y se transformaron, con el tiempo, en los Parlamentos donde hoy elaboran normas válidas para todas las clases sociales, por mandato representativo, quienes ostentan el ejercicio de la soberanía popular, que la teoría política reconoce que radica en el pueblo y surge únicamente de él.
No obstante, no puede menospreciarse tampoco el adelanto que en su tiempo significó la democracia ateniense –con todas sus limitaciones-, como sería mezquino sacar la conclusión de que la democracia de corte jeffersoniano de los EE.UU. no fue un inmenso paso de avance porque estaba viciada en origen por el mantenimiento de la esclavitud y la constatación de las enormes desigualdades sociales entrañadas por las diferencias en la capacidad de acumulación de riqueza de las diversas clases o estamentos de la sociedad. Pero la democracia ateniense y la democracia jeffersoniana instauraron en sus respectivas épocas, salvadas todas las distancias y diferencias que se quieran, un conjunto de principios tales como el de igualdad de oportunidades para sus ciudadanos, el de la responsabilidad exigible a los órganos de gobierno y al ejercicio de los cargos públicos por delegación temporal y no por designación vitalicia, el de la realización de tareas ejecutivas, legislativas y judiciales por cuerpos colegiados y con una separación –entonces tenue, actualmente mucho más concretada- de competencias  y atribuciones según el asunto y el nivel de decisión, con la posibilidad de apelación o recurso (el derecho a una segunda instancia). Sobre todo, ambas versiones del régimen democrático, con todas sus imperfecciones innegables, han acudido al criterio de que se aplique la regla de la mayoría en la constatación y decisión de cualquier situación sometida a la consideración de los órganos de estructuración de la sociedad.
Sin la aparición y la intervención activa de Solón, Clístenes, Temístocles, Efialtes y Pericles, entre otros, la democracia ateniense (por muy esclavista y oligárquica que haya sido) no se hubiera desarrollado hasta alcanzar y  mantener durante mucho tiempo, bien que con altibajos, la primacía entre los estados griegos, y no hubiera podido extender su cultura –como corolario de su expansión territorial- sin una voluntad de proselitismo civilizador más allá de un simple afán expoliador en sus expediciones, ya que no debe olvidarse que sus conquistas iban seguidas del establecimiento de colonias de ciudadanos. Nada sucede en la Historia de los pueblos porque un día las “masas” (como diría el trasnochado marxismo) un buen día se alcen en bloque como resultado de una deliberación masiva que fructifica milagrosamente en una única e idéntica decisión colectiva: son unas pocas personalidades las que se ponen al frente de los movimientos, y empujan a los pueblos (espoleándolos, halagándolos o excitando su vergüenza o sentido del deber, y llegado el caso también sus bajas pasiones) a que colaboren activamente o en ocasiones acepten pasivamente los hechos y acciones que tales personalidades propugnan o las ideas que impulsan o rechazan. Sin que tales ideas, hechos o acciones tengan que coincidir o converger necesariamente con el mejor interés de las sociedades a las que se plantean. Basta con que las personalidades conductoras lo hagan creer así a la clara mayoría de los individuos, que a partir de ese momento se convertirán en ciegos o conscientes agentes cooperadores.
La importancia de la contribución ateniense al progreso político de la humanidad radica en la percepción que ellos tenían del contenido democrático de su forma de gobierno y a la difusión que le dieron dondequiera que se extendió su dominio político o la influencia de sus pensadores. Un contenido que a nosotros nos puede parecer limitado pero que en su época (una época que duró varios siglos) era el polo opuesto respecto de la forma habitual de régimen, que era la monarquía absoluta o la tiranía. Espiguemos estos conceptos señeros de la arenga de Demóstenes: constitución (es decir, la primacía de la Ley), libertad e igualdad. ¿No son acaso los elementos definidores del ideal democrático? Entonces, sumemos nuestro reconocimiento y admiración hacia la sociedad que fue la cuna de nuestra civilización y, junto con el aporte posterior de Roma, de nuestra cultura; y hacia aquellos atenienses en particular (Solón, Clístenes, Temístocles, Efialtes, Pericles, Demóstenes y otros) sin cuya voluntad de acción política las ideas democráticas nunca hubieran sido puestas en práctica.



[1] La Ecclesia en funciones de tribunal recibía el nombre de Helia. En calidad de asamblea deliberativa con funciones a la vez legislativas, ejecutivas y judiciales, podía dictar leyes y decretos, elegir a los ocupantes de los cargos públicos y resolver los recursos contra las decisiones de los tribunales de inferior rango jerárquico.

The Cultural Journal. Ramapo College de Nueva Jersey,

Volume XXVI, Issue I, Spring 2016


La publicación de esta revista se hace con los esfuerzos y la coordinación de Niza Fabre, Giuseppe Sorrentino, Karl Jonson y otros. La profesora Niza Fabre ha podido lograr a través de los años, con un grupo de profesores, una publicación de gran calidad. Se trata de una publicación bilingüe que contiene una variedad de temas culturales tanto de nuestra época como de la Historia de nuestra cultura. Contiene temas como la poesía, viajes, semblanzas de figuras del mundo hispanohablante, visitas internacionales, premios para representantes de nuestras Artes, inmigración, un Club Cultural, economía internacional, un registro de revistas alusivas, recetas, murales y no pueden faltar hasta animales. Contiene treinta y ocho páginas de información bien balanceada y de interés común acerca de nuestra herencia cultural. Le deseamos a esta valiosa publicación un futuro eterno.

El cofre de los Recuerdos

Foto de: www.hermex


René  León

  El mes de junio (1993) mi esposa falleció el día de mi cumpleaños. Después de pasado tres meses, me puse a revisar todo lo que ella tenía guardado en su cuarto. Lo había dejado arreglado tal cual ella lo dejó. No había tocado nada. Empecé por botar cosas que no hacían falta, y guardar otras que ella le tenía aprecio. Guardado en la Biblia de ella tenía una estampa bella que le había comprado en Madrid de la Virgen Milagrosa. Dentro de la biblia me encontré entre sus páginas unas poesías que yo le había mandado cuando estaba preso en Isla de Pinos, y se habían podido sacar clandestinamente de Cuba. Una de ellas es la que hoy voy a dar a la publicidad.
  La hoja ya estaba vieja, amarilla y medio borrosa. Eran muchos los años que la había escrito. Mi amigo el ingeniero Rafael Torres (†), me ayudó en los párrafos un poco dudosos, a esclarecer lo escrito, pues mi vista en ese tiempo no andaba muy bien. (Ahora está peor).
  Los presos, el sostén que teníamos eran las pocas cartas que nos dejaban llegar. Pasaban los meses, y meses, y las cartas enviadas no llegaban. En la dirección del penal las botaban, sin revisar, como otro castigo mental más para aquellos que estábamos presos allí. Las cartas eran una ayuda más para nosotros para soportar la prisión. Mi señora, por consejo de otras esposas de  presos, le dio el consejo de escribir tres veces por semana, para que alguna carta llegara. En el tiempo que estuve allí recibí ocho cartas. Las leía y releía, porque eran toda mi ilusión, y sostén. Una carta valía más que cualquier riqueza, eran aquellas que los presos recibíamos en aquella isla. Fue una prisión dura. Como todas las cárceles que el gobierno comunista tenía en nuestra bella Isla.

El Cofre de los Recuerdos
                    Isla de Pinos, mayo 1964……a mi esposa

En estos años de soledad
en esta isla
te hice un pequeño cofre
con pedacitos de madera,
donde guardaba en él,
mis ilusiones,
mis sueños,
mis recuerdos.
En él guardaba
tus cartas después de leerlas,
y soñaba contigo.
Soñaba que era nuevamente libre,
y las olas del mar me llevaban hacia ti,
y el viento aullaba,
y juntos los dos caminábamos
hacia la eternidad,
lejos de esta isla de peregrinos,
y nos besábamos,
mientras el viento nos acariciaba.
Pero al despertar de aquel sueño,
la puerta de mi celda seguía cerrada.
El tiempo nos mantenía separados,
y miro hacía la lejanía
y siento tu mirada,
Hoy es domingo,
 estoy sólo, y buscó mi pequeño cofre,
y no sé si algún día
te lo podré llevar,
para que tu sepas que siempre
pensé en ti.
En él guardaba muy pocas cosas,
sólo los sueños de un condenado
en esta isla.
Cuando un día llegue a tu lado
olvidaremos todos estos años,
ya pasados,

y las lágrimas que derramaste por mí.