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sábado, 1 de abril de 2017

BIOKO, LA CUBA AFRICANA

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Bioko, situada en el Golfo de Guinea en las proximidades de la Biokodesembocadura del rio Níger, es la mayor de un pequeño archipiélago de cuatro islas pertenecientes a Guinea Ecuatorial. Con una extensión de poco más de dos mil kilómetros cuadrados, fue conocida hasta el final de la época colonial, en 1968, como Fernando Poo, en memoria del explorador portugués que arribó a sus costas a finales del siglo XV.
Desde el último tercio del siglo XVIII, el interés colonial español por Bioko y sus territorios adyacentes estuvo íntimamente vinculado a las necesidades de las colonias españolas en América, fundamentalmente de Cuba.
Hasta la independencia de las últimas colonias americanas, en 1898, la dependencia de Puerto Rico y, sobre todo, de Cuba de la mano de obra africana convirtió a esta región en centro de interés de distintos planes fallidos de colonización española. Un denominador común de todos los proyectos fue la vinculación de la colonización de Bioko a las necesidades económicas y políticas de Cuba, de la que dependió financiera y administrativamente hasta la década de 1880.
Aprovisionamiento de esclavos
Durante el reinado de Carlos III, la administración española del marqués de Floridablanca trató de acceder directamente al suministro de esclavos, estableciendo factorías en la isla. El Golfo de Guinea se había convertido, en la segunda mitad del siglo XVIII, en una de las regiones más importantes en el aprovisionamiento de mano de obra africana para las plantaciones americanas, pero el mercado estaba controlado por compañías británicas, francesas, portuguesas y holandesas.
Bioko-historia-cuba-1La expansión de monocultivos, como el tabaco y el azúcar, en las colonias del Caribe dependía de la mano de obra africana. Los españoles, que habían quedado excluidos del comercio directo de esclavos desde el Tratado de Utrecht (1713), tantearon a finales de siglo las posibilidades de establecer sus propias factorías en el continente africano. Con esta finalidad, Madrid entabló negociaciones con Lisboa para adquirir territorios en el Golfo de Guinea. Las negociaciones concluyeron con el Tratado de El Pardo (1778), según el cual Portugal intercambió con España las islas de Bioko, Annobón, Corisco, Elobey Grande, Elobey Chico y la zona continental inmediata frente a estas islas en el Golfo de Guinea, por las colonias de Sacramento y Santa Catalina, en la zona fronteriza entre Uruguay y Brasil.
El complejo contexto socio-político en España desvaneció el interés por la colonización de Bioko, hasta que los británicos presentaron una oferta de compra de esta isla y la de Annobón al Gobierno de Madrid, por una cantidad de 60.000 libras esterlinas. Aunque la venta fue aprobada por el ejecutivo español, no llegó a efectuarse, como consecuencia de la oposición de la prensa, de muchos diputados y de los administradores y hacendados en Cuba. Para estos últimos, el traspaso de la isla a los británicos dificultaría aún más la adquisición de esclavos para sus ingenios, en pleno auge de la exportación de azúcar. Hasta el momento, los esfuerzos británicos en la persecución del comercio de esclavos no habían sido suficientes para frenar un mercado todavía activo hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XIX. De hecho, la importación de esclavos africanos se había mantenido en Estados Unidos y se había intensificado en Brasil y Cuba. Se estima que en el siglo XIX, cerca de dos millones de africanos llegaron a América; de ellos, alrededor de medio millón desembarcó en Cuba.
Colonia de emancipados cubanos
Tras los fallidos intentos británicos por la adquisición de las islas, los Bioko-historia-cuba-2españoles retornaron su interés colonial por estos territorios. Esta vez, teniendo en cuenta no sólo la necesidad de mano de obra en las colonias de las Antillas, sino, además, como una posible solución para prevenir revueltas de esclavos y emancipados que habían comenzado a extenderse en Cuba durante la década de 1840. Las autoridades españolas iniciaron una dura política represiva contra los insurgentes por medio del general O’Donnell, al tiempo que comenzaron a idear una nueva política de colonización en Bioko basada en el asentamiento de emancipados cubanos.
Con los asentamientos se pretendía alcanzar distintos objetivos: la maximización de recursos en el proceso de colonización -ya que los emancipados cubanos supondrían un ahorro económico y de personal para el Estado- y la reducción de población de origen africano en las Antillas.
El 13 de septiembre de 1845, a los tres años de esta expedición, el Gobierno español autorizó el asentamiento de emancipados “negros y mulatos” de Cuba y Puerto Rico en las islas de Bioko y Annobón.
La colonización por medio de emancipados no comenzó hasta varios años después. En 1858, durante el reinado de Isabel II, se nombró a Francisco Chacón como primer gobernador español de los territorios y, en 1862, llegaron 200 emancipados cubanos reclutados como braceros, capataces y artesanos. Fueron ellos quienes introdujeron en la isla la caña de azúcar y el tabaco, productos que alcanzaron reputación internacional en la Exposición de Amsterdam de 1878. A pesar que muchos de los colonos cubanos murieron de fiebre amarilla en el proceso, las autoridades españolas continuaron esta política con nuevas convocatorias en Cuba y Puerto Rico. Sin embargo, para entonces, la población emancipada de estas islas no estaba interesada en emigrar a Bioko por la reputación de insalubridad que había alcanzado.
Colonia de deportados políticos
Las primeras décadas de colonización de Bioko coincidieron con el comienzo de insurrecciones independentistas en Cuba. Como mambisesconsecuencia de estas primeras actividades, los generales Lersundi y Dulce vieron en los territorios guineanos una solución para apartar de las Antillas a los cabecillas independentistas. Así que, durante la década de 1860, comenzaron una política de traslado forzoso a Bioko, deportando a más de cuatrocientos presos políticos. De la experiencia de estas primeras deportaciones contamos con el testimonio de Francisco Javier Balmaseda, quien, tras lograr escapar de la isla, escribió Los confinados a Fernando Poo. Impresiones de un viaje a Guinea (1869). En su autobiografía, Balmaseda denuncia el destino a muerte al que los deportados cubanos fueron condenados por las autoridades españolas: “La confinación a Fernando Póo es una pena idéntica a la muerte, tal vez peor…”.
Con estas deportaciones se iniciaba un nuevo plan colonial que pretendía convertir los territorios en un presidio, siguiendo el modelo británico en la colonia australiana de Botany Bay. Esta nueva política suscitó graves críticas dentro y fuera de la metrópolis. Entre sus oponentes, se encontraba josé Muñoz y Gaviria, antiguo administrador general de las colonias guineanas y juez de primera instancia en Barcelona. En su libro Crónica general de España. África, islas de Fernando Póo, Corisco y Annobón, publicado en 1871, Muñoz y Gaviria ponía en tela de juicio la eficacia de esta política penitenciaria tanto para los deportados como para el desarrollo de la colonia, considerando que, debido al clima mortífero de Bioko, estas deportaciones eran una condena a muerte: “Unos cuantos años de presidio en Fernando Póo serían de seguro una pena de muerte a cortísimo plazo, y la ley se opone y repugna la imposición de las penas que ella no ha determinado”.
Con todo, y a pesar de esta oposición, las deportaciones a Bioko continuaron hasta un año antes de la independencia de Cuba, como confirma Emilio Valdés Ynfante en su libro Cubanos en Fernando Póo. Horrores de la dominación española (1898). Según Valdés, en 1897 fueron trasladados a Malabo los últimos deportados procedentes de Cuba y Filipinas. Valdés y sus compañeros fueron enviados por el general Valeriano Weyler, destituido por el Gobierno de Sagasta por los métodos represivos que empleaba.

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