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lunes, 15 de enero de 2018

MARÍA MANTILLA, ¿la HIJA EXTRAMATRIMONIAL del Apóstol JOSÉ MARTÍ?

Jose Marti y Maria Mantilla 1890
Foto Tomada de:Cartas desde Cuba


Por:  Roberto Soto Santana

            En 1871, Carmen Zayas-Bazán era una joven camagüeyana de 18 años de edad que había emigrado con su familia a la ciudad de México, donde vivía con su padre y sus hermanas Isabel y Rosa. En febrero de 1875, Martí –desterrado de Cuba- pasó a ser inquilino en esa ciudad de una vivienda propiedad de un cuñado de Carmen, cuyo trato comenzó a cultivar. El 20 de diciembre de 1877, Martí y Carmen contraen matrimonio religioso en la parroquia del Sagrario Metropolitano de México, y el civil en la casa de Manuel Mercado. Los esposos se trasladan a Guatemala, donde residen hasta el 27 de julio de 1878, cuando –tras la firma de la Paz del Zanjón- viajan a La Habana, donde nace su hijo José –el futuro protagonista de Ismaelillo- el 22 de noviembre de 1878.
            Martí es deportado de la Isla, hacia España, el 25 de septiembre de 1879. Su esposa y su hijo permanecen en Camagüey. El periplo de la vida de casados sigue siendo accidentado: su mujer y su hijo se reúnen con él en New York el 3 de mayo de 1880, y regresan juntos a La Habana el 21 de octubre. Tras el fracaso de la Guerra Chiquita (enero a julio de 1881), Martí pide a Carmen que viaje con su hijo a Caracas, donde él tenía perspectivas de estabilidad económica. Pero ella se niega y regresa sola, con el niño, a Puerto Príncipe. No obstante, Carmen y el niño vuelven al lado de Martí en New York, conviviendo de nuevo entre diciembre de 1882 y marzo de 1885, y una vez más –la última- desde el 30 de junio hasta el 27 de agosto de 1891. En esta última fecha, Carmen obtiene, a espaldas de Martí, pasaporte del consulado español en New York, y regresa con su hijo a Cuba. No vuelven a verse más.
            Retrocedamos al 3 de enero 1880, cuando Martí llega a New York. Se aloja en la casa de Miguel Fernánez Ledesma, compañero de presidio político, en el 337 W. 31st St. Algunas semanas después, se muda a la vivienda del matrimonio formado por Manuel Mantilla (de 37 años de edad) y Carmen Miyares (de 29 años de edad), en el 49 E. 29th St., a seis cuadras. Éstos ya tenían tres hijos: Manuel, de 9 años; Carmen, de 6; y Ernesto, de 2. Aproximadamente un año antes de fallecer –lo que acaeció el 12 de febrero de1885- a Manuel Mantilla se le diagnosticó un padecimiento del corazón, una condición que a cinco meses de su muerte fue ampliada a la de “congestión de los pulmones, riñón e hígado”.
            María Mantilla nació el 28 de noviembre de 1880, casi a los once meses de la llegada de Martí a la vivienda del matrimonio Mantilla-Miyares. Martí dejó de residir en el hogar de éstos por lo menos a partir del Censo federal de población tomado en New York el 8 de junio de 1880, puesto que en esa fecha el Apóstol de la Independencia de Cuba figura alojado en la casa de huéspedes de Henry C. Beers, en el 345 4th Avenue de Manhattan.
La madre viuda de María falleció y fue inhumada en New York el 17 de abril de 1925. María se había casado en 1905 con César Romero, un comandante del Ejército Libertador, con quien procreó al conocido actor cinematográfico César Romero. En una carta dirigida por María Mantilla a su hijo actor,  con fecha 9 de febrero de 1935, le manifestó lo siguiente: “Yo quiero que sepas, querido, que él [se refiere a Martí] era mi padre, y yo quiero que tú te sientas orgulloso de eso. Algún día hablaremos mucho sobre esto, pero claro, esto es solamente para tu conocimiento, y no para publicidad. Esto es mi secreto, y Papá lo sabe…”. María continuó residiendo en los EE.UU. hasta su muerte, en Hollywood, en 1962 y sus cenizas se encuentran el panteón familiar en el cementerio de Inglewood (California).
El 23 de enero de 2004, dos nietas de María Mantilla viajaron a La Habana y entregaron el original de la citada carta a la Fragua Martiana.
Como recuerda y señala el investigador martiano Carlos Ripoll en relación con los Actos del Centenario de la proclamación de la República, “A pesar de que algunos escritores cubanos se negaron a participar en los actos de 1953, por el golpe de Estado de Batista, y de que trataron de impedir que asistieran sus colegas del extranjero, muchos de éstos aceptaron la invitación oficial. Pero el gran acontecimiento fue la visita de María Mantilla. A algunos les pareció que con su presencia Martí aprobaba la dictadura, y el aprecio popular no era solamente para la persona que tanto quiso él: en la mente de todos aquella mujer de 73 años era "la hija del Apóstol". Batista la recibió en el Palacio Presidencial y ella le entregó el grillete que tuvo Martí en el presidio. A María Mantilla, que fue acompañada de la hermana mayor de César Romero, se la disputaron los políticos, las organizaciones cívicas y los escritores. Tanto acaparó la atención nacional que muy pocos se acordaron de María Teresa Bances, la viuda de José Martí y Zayas Bazán, quien protestó en una carta al Diario de la Marina por el olvido; decía allí: [algunas personas] "han manifestado extrañeza por el hecho de que siendo yo la viuda del general Martí y Zayas Bazán, que con tanta dignidad supo llevar siempre el nombre glorioso de su padre, y de cuya devoción tengo más hondo recuerdo que nadie, que no haya ido yo a ciertos actos oficiales con motivo del Centenario...", y la razón fue, agregaba, que no la invitaron... Había rivalidad entre ellas, y, a todas luces, la prefrida era "la hija", no la nuera del Apóstol; por eso "Teté" Bances, que siempre sintió desprecio por ella, cada vez que se le presentaba la oportunidad destacaba, y no para hacerle un favor, el gran parecido entre la Mantilla y Martí, porque así la desacreditaba, resaltando su origen bastardo”.
            María Mantilla reivindicó abiertamente la condición de hija de Martí en una carta de fecha 12 de febrero de 1959, dirigida a Gonzalo de Quesada y Miranda, en cuyo segundo párrafo afirmaba lo siguiente: “Yo, como usted sabe, soy la hija de Martí, y mis cuatro hijos María Teresa, César, Graciela y Eduardo Romero son los únicos nietos de José Martí. Desde el año 1880, año en que yo nací, Martí vivió en mi casa, rodeándome de infinito amor y protección espiritual, con una devoción entrañable, hasta el día en el año 1895 que salió para Santo Domingo para juntarse con Máximo Gómez y luego el famoso desembarque en Cuba. Usted me preguntará ¿por qué este relato mío? Porque tengo [que] defender el nombre de mi padre, ante los cubanos que veneran la memoria y el nombre de José Martí…Le aseguro que este asunto me ha causado mucho pesar; y realizando que no me quedan muchos años más de vida, quiero dar a conocer al mundo este secreto que guardo en el corazón con tanto orgullo y satisfacción”.
            La versión del propio José Martí la ha proporcionado la Cátedra Martiana de la Universidad de La Habana, al dar a conocer en el cuaderno “Patria”, editado el 2 de enero de 1989, el borrador de una carta inédita del Apóstol, sin fecha pero presumiblemente posterior al fallecimiento de Manuel Mantilla, y dirigida a Victoria Smith, prima hermana de Carmen Miyares.
            En ella, Martí dice: “Victoria: Carmita me ha dado conocimiento de la carta que le escribe a V., y en que se refiere a mí. Es difícil, Victoria, que una persona de su tacto y bondad, haya sabido prescindir por completo de uno y de otra…Tengo un sentido tan exaltado e intransigente de mi propio honor, un hábito tan arraigado de posponer todo interés y todo goce mío al beneficio ajeno, una costumbre tan profunda de la justicia, y una seguridad tan de mí mismo, que le ruego me perdone si soy necesariamente duro…Yo sé padecer por todo, Victoria, y consideraría en llano español, una vileza quitar por ofuscaciones amorosas el respeto público a una mujer buena y a unos pobres niños. Puedo afirmar a V., ya que su perspicacia no le ha bastado esta vez a entender mi alma, que Carmita no tiene, sean cualesquiera mis sucesos y aficiones, un amigo más seguro, y más cuidadoso de su buen parecer que yo. Además, debe V. estar cierta de que ella sabría, en caso necesario, reprimir al corazón indelicado que por satisfacer deseos o vanidades tuviese en poco el porvenir de sus hijos…De Carmita, pues, no le digo nada, porque ella sabe cuidarse…Una observación, sí he de permitir hacerle. Leída por un extraño, como yo, la carta de V. a Carmita no parece hecha de mano amorosa; sino muy cargada de encono: ¿cómo, Victoria, si V. no es así, sin duda? No sólo tiene V. el derecho, sino el deber, de procurar que no sea Carmita desventurada; y si sospecha V. que quiere a un hombre casado, y poco preparado para sacar de la vida grandes ganancias, haría V. una obra recomendable urgiéndola a salir de esta afición desventajosa…Ahora, de murmuraciones, ¿qué le he de decir? Ni Carmita ni yo hemos dado un solo paso, que no hubiera dado ella por su parte, naturalmente, a no haber vivido yo, o que en el grado de responsabilidad moral, de piedad, si V. quiere, que su situación debe inspirar a todo hombre bueno, no hubiere debido hacer un amigo íntimo de la casa, que no es hoy más de lo que fue cuando vivía el esposo de Carmita.
            “Yo le repito que de esto sé cuidar yo: si alguna mala persona, que a juzgar por la estimación creciente de que ella por su parte y yo por la mía vivimos rodeados, sospecha sin justificación posible y contra toda apariencia que ella recibe de mí un favor que la manche, esa, Victoria, será una de tantas maldades, mucho menos imputables y propaladas que otras, que hieren sin compasión años enteros a personas indudablemente buenas, que las soportan en calma…Con toda el alma, y no la tengo pequeña, aplaudo que si sospecha que Carmita intenta consagrarme la vida, desee V. apartarla de un camino donde no recogerá deshonor, porque a mi lado no es posible que lo haya, pero sí todo género de angustias y desdichas…Pero no tiene V. el derecho de suponer que lo que mi cariño me obligue a hacer por la mujer de un hombre que me estimó y sus hijos huérfanos es la paga indecorosa de un favor de amor.”
            Frente a esta defensa a ultranza del honor de Carmen Miyares y del suyo propio por parte de Martí, está el testimonio revelado a la escritora Nydia Sarabia “por Teté Bances Vda. de Martí, años antes de su fallecimiento. Ella entonces nos pidió que no se publicara mientras viviera. Así lo cumplimos”. La viuda del hijo de Martí relató lo siguiente: “Yo no conocía personalmente a María Mantilla. Con mi esposo este tema era delicado y nunca se habló de la existencia de María. Pero llegó el Centenario de Martí en 1953. Como única hija política de Martí fui invitada a un banquete donde asistiría Batista que era entonces el presidente de turno…Al fin me convencieron y fui al banquete…Cuál no sería mi sorpresa al anunciar la llegada de María Mantilla. Cuando la vi por primera vez en persona y bastante cerca, me impresionó el parecido que tenía con Pepe Martí, mi esposo, ya fallecido.
            “…A medida que la veía conversar con los que la rodeaban, me percataba que en sus ademanes, su sonrisa, su forma hasta de sentarse, aparte del parecido físico como la cara, las manos, eran tan iguales a las de Pepe Martí, que no pude por menos de convencerme que existía un parentesco entre ambos.”
            Teté Bances y Fernández Criado nació en La Habana el 8 de febrero de 1890. Contrajo matrimonio el 21 de febrero de 1916 con el hijo único de Martí. No tuvieron hijos. Su esposo falleció en La Habana el 22 de octubre de 1945. Y ella falleció también en la capital, en su residencia de la calle Calzada, en el Vedado, adonde vivía completamente sola, el 12 de octubre de 1980. Evidentemente, sin los resultados de un examen del ADN –prueba científica disponible sólo desde hace pocos años-, sigue siendo imposible corroborar la relación paternofilial entre José Martí y María Mantilla. Pero los indicios en tal sentido permanecen tan sugerentes como los que a simple vista apreció Teté Bances viuda de Pepe Martí.


Fuentes consultadas
Sobre la vida matrimonial de José Martí con Carmen Zayas-Bazán: http://www.jose-marti.org/jose_marti/biografia/minibiografias/cz-b/cz-b02.htm .

Sobre la visión de un José Martí deificado, incapaz de pasiones, y rayano en la gazmoñería: “Relaciones transparentes entre Martí y la familia Mantilla-Millares” (sic, si bien este apellido Miyares procede escribirlo con “y”),  por  José Raúl Casañola González: http://www.monografias.com/trabajos90/relaciones-transparentes-marti-y-familia-mantilla-millares.html .

Sobre la visita a La Habana de las nietas de María Mantilla (de nombre, respectivamente, Victoria y Martí), el artículo en Granma International
del 29 de enero de 2004, por el periodista Boris Leonardo Caro: http://www.latinamericanstudies.org/marti/maria-mantilla.htm .

Sobre las afirmaciones de Carlos Ripoll en su trabajo “La Vida Íntima y Secreta de José Martí”: http://eddosrios.org/marti/Vida_Intima/Intima_mantilla.htm .

Sobre la estancia de José Martí como huésped de los Mantilla-Miyares: artículo del Dr, Antonio de la Cova, del 21 de mayo de 2010, en www.baracuteycubano.com .

Sobre las cartas cruzadas entre María Mantilla y Gonzalo de Quesada y Miranda en 1959: http://www.cubadebate.cu/noticias/2012/01/27 .

Sobre los testimonios de contemporáneos en torno a la filiación de María Mantilla: el opúsculo “Carmen Miyares: La patriota del silencio”, por Nydia Sarabia. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1990 (especialmente, pp. 42 a 45 y 94 a 97).



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