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lunes, 15 de octubre de 2018

Diego Velázquez y Hernán Cortés: Enfrentados por la desconfianza y la traición.

Diego Velasquez



Por:  René León

  La mayor virtud del buen historiador, es contar sus vivencias, impresiones y recuerdos con la mayor exactitud, sin mistificaciones, alejado de los embustes que se encuentran hoy en día. Sin estas cualidades primordiales el historiador se pierde en vericuetos oscuro y son capaces de sembrar la duda y el desinterés sobre los personajes en este caso históricos que se van a analizar o estudiar. Desviando su objetivo y hacerlos parecer  como entes raros carentes de toda realidad: como seres humanos que fueron, poseen vida y alma dotada de razones terribles, exteriorizadas o recónditas, pero en este caso, explicables.
  Don Diego Velázquez es uno de esos personajes históricos con resplandor extraordinario que los cronistas de Indias poco o nada han sabido o han querido resaltar. Se le considera como el verdadero fundador de la civilización española en la isla de Cuba. Es muy cierto que no se puede estudiar su vida desvinculada de la estrecha relación que adquirió con la de Hernán Cortés, desde el momento en que se relacionaron hasta su muerte; pero no es menos cierto que la gloria adquirida por el conquistador de México opacó la suya, en gran parte por el poco interés de los cronistas en reconocer y resaltar la importancia que tuvo la actuación de don Diego Velázquez en la conquista y colonización de Cuba y en parte de la llamada Tierra Firme. Entre 1465 (la fecha no es segura), nació en Cuellar, pueblo de la provincia de Segovia, un gentilhombre nombrado Diego Velázquez, “de buen cuerpo, -anota el cronista- y de bella figura blanca y rosa, vivo y amable en la conversación, prudente y hábil; tanto que más tarde cuando sus cualidades se desarrollaron nadie como él supo conquistar la autoridad y conservarla”.
  Apenas Colón despertó y alentó el entusiasmo español por el anhelo de aventuras que atormentaba a estas almas caballerescas, se vio al joven Velázquez precipitarse por ese camino. Formó parte de la última expedición de Colón destinada a poblar lo que es hoy Haití. Acogido con gran beneplácito por el gobernador Bartolomé Colón, se le encomendó varias expediciones importantes dentro de la isla. Fundó las villas y poblados de Vera Paz, Salva Tierra, Jacomeló y San Juan. En todo este período de su vida mostró tanta prudencia como valentía. Sometió a varios caciques y fue elegido por Don Diego Colón para colonizar a la isla de Cuba.
  A finales de noviembre de 1511 con trecientos hombres; caballeros, soldados, prisioneros liberados que esperaban redimir sus faltas por medio de alguna aventura, acompañaban a Diego  Velázquez al desembarcar en la parte oriental de Cuba. La villa Salvatierra de la Cabana “que estaba en el cabo desta isla (Española) en la punta del cabo de Tiburón”. Informa Las Casas –será el lugar donde Diego Velázquez integra su expedición. Poco antes que los colonizadores había llegado a Cuba un cacique que Velázquez nombraba Yacagüey y los cronistas Hatuey, para oponerse a su desembarco. Cuando Hatuey y los indios sublevados vieron llegar las velas españolas, tiraron a la mar los metales preciosos que tenían con ellos, creyendo que su posesión del oro y la plata era la única ambición y avidez de los españoles; ellos se equivocaron. Los indios fueron perseguidos por los bosques y montañas por los hombres de Velázquez, terminando con el aprisionamiento de Hatuey. Y he aquí la mancha más odiosa de esta vida llena de empresas y de valor. Quemar vivo al infeliz indio sin conseguir su conversión al cristianismo, en nombre del cual actuaban los invasores.
  Pero el resto de su conducta dirigida o aconsejada por el célebre Fray Bartolomé de las Casas, su amigo íntimo, nos asombra por la rapidez del éxito tanto como por la paz bienhechora de sus actos. Nada de violencias, asesinatos ni de iniquidades. En menos de cuatro años, desde 1514 fueron fundadas siete villas, Baracoa, Santiago de Cuba, Bayamo, Puerto Príncipe, Sancti Spíritus, Trinidad y La Habana. Se establecieron las relaciones mercantiles con La Española, Jamaica y Tierra Firme. Comenzó la explotación de las minas de cobre y el desmonte de las tierras, esto era suficiente para subsistir. Se acometió al reparto de lotes de tierra o encomiendas donde se le entregaba a parte de lotes de tierra a los expedicionarios, cierta cantidad de indios para trabajar la tierra o  en las minas. En esto se cometieron muchos abusos contra los indios. Estos o se fugaban a las montañas y se unían otros y formaban  un pequeño “kilombo”. Otros optaron por el suicidio de familias enteras tirándose de los precipicios de las montañas.  Diego Velázquez cuando se enteraba del maltrato de los indios, optaba por quitarle los indios y las encomiendas. Velázquez estableció las relaciones mercantiles con La Española, Jamaica y Tierra Firme. Se comenzó la explotación de cobre y el desmonte de las tierras para utilizarla para el cultivo. Empezó a repartir la tierra con los nuevos expedicionarios que iban llegando. Las noticias de los rápidos progresos alcanzados en Cuba no tardaron en divulgarse. Las medidas de Velázquez de honradez  en el gobierno de la isla, no habían sido bien vista por los nuevos colonos, estos contrariados trataron de rebelarse e independizarse. Velázquez reprimió estas tentativas haciendo prisionero al más considerado jefe entre ellos y fue enviado al Virrey. Los otros colonos contrariados por su seguridad buscaron la forma de hacer llegar a la Autoridad Suprema sus acusaciones. Para cumplir esa difícil y arriesgada misión se ofreció un joven, el mismo Secretario del Gobernador: Hernán Cortés. Cuyo nombre más tarde sonaría fuerte en la historia de América. Velázquez  lo hizo prender. En el momento de la traición, es perdonado y decide enviarlo a España. Cortés, tan arriesgado como astuto encontró el modo de romper las cadenas que ataban sus pies en la bodega de la nave. Mientras la tripulación dormía se refugia en una iglesia. Aprovechando el derecho de asilo. Al lado de la iglesia vivía un gentil hombre de Granada, llamado Juan Suárez, con su hermana Catalina, a las que Cortés contaba sus cuitas amorosas. La audacia de su huida y el reto de sus amores hubieran irritado a un hombre vulgar, a un tirano, pero Velázquez   tenía un alma compasiva y lo perdonó. No sólo lo perdona su alta traición, sino que lo honra y distingue, asombrado tal vez por su audacia, y su coraje. Le concede el perdón, caso inaudito, le da tierras y esclavos y lo nombra Alcalde Ordinario, de la que se aprovecha Cortés para hacer fortuna. Hombre de extraordinario carácter, ofreciéndole una nueva oportunidad para ser traicionado esta vez definitiva. Cortés se casa con Catalina Suárez, y Velázquez le bautiza su primer hijo.
  Diego Velázquez reclama el derecho de gobernar la isla, sin depender para nada del Virrey de las Indias. Hizo ver a la corte que Cuba era la verdadera llave necesaria para todas las expediciones que se intentaran a Tierra Firme;  incluyo un mapa de toda la isla y obtuvo la autorización pedida.
  El error de Velázquez fue su ambición de aumentar su poder sobre tierras desconocidas. Hombres más jóvenes se lanzaron a conquistar otras tierras. Pero el más peligroso fue Hernán Cortés.   
  Ya en abril de 1518 dieron comienzo sus recelos al descubrir Yucatán, Francisco Hernández de Córdova, que pagó con su vida. Juan de Grijalva, trayendo 15,000 piastras de oro dándole la información a Hernán Cortés, antes que a Velázquez de la mejor manera de llegar. Informaciones de la población y de unos castellanos que estaban viviendo en ella desde hacía varios años al estrellarse la nave que regresaba con oro a España.
  Busco mil pretextos para censurar a Grijalva y acabo por decirle: ”Usted sirve para monje, pero no para jefe de guerreros”. Hiriendo con estas palabras a Grijalva. Temía la futura rivalidad de su subalterno y solicitó para sí del gobierno de Madrid, el título de Adelantado de todos los países que Grijalva  bajo sus órdenes pudiera descubrir.
  Velázquez pensó en varios candidatos, los analizó  uno a uno y amedrentado por sus fuerzas o por su debilidad, lo repudio a todos. Sólo dos hombres tenían su confianza, Andrés de Duero y Amador de Haris estos se habían puesto de acuerdo con Cortés y lo recomendaron a Hernán Cortés, el mismo secretario que le debía todo que por su generosidad había sido elevado  a la categoría de Alcalde. Cortés se convirtió en el orgullo de Velázquez y en su hombre de confianza. Sólo la traición le esperaba.
Hernán Cortés
  Hernán Cortés aceptó la misión a él recomendada y los preparativos de la expedición se iniciaron en el puerto de Santiago de Cuba. Una noche Velázquez acompañado de Cortés y de varios de sus hombres, fueron a visitar la nueva escuadra. Se hicieron planes y se habló de los barcos: “Ellos darán caza y harán huir al enemigo si se presenta”, dijo el Gobernador. El bufón  del Gobernador dijo: ”La caza, replico el bufón es a Cortés a quien muy pronto habrá que dársela si usted no se pone en guardia”. Las palabras del bufón fueron proféticas. Desde ese momento la duda penetró en el espíritu de Velázquez. El 18 de noviembre de 1518 en la mañana, cuando paseaba por la playa, vio una chalupa que llevaba armas, equipaje y al mismo Cortés que abordaba una de las naves. El viento hincho las velas de la escuadra: Velázquez permaneció en la orilla y Hernán Cortés partió para la conquista de México. El estandarte de la expedición llevaba una cruz y este lema, “Sigamos la Cruz, que con esta señal venceremos”. Sólo se necesitaron seiscientos veinte hombres para darle al Viejo Mundo un Nuevo Mundo.
  El 18 de febrero de 1519, a los tres meses justos de haber partido de Santiago de Cuba, salieron los expedicionarios. La armada estaba formada de once navíos. Las fuerzas estaban formadas de 518 soldados, 32 ballesteros, 13 escopeteros, 16 jinetes y 110 marineros. Llevaban 10 cañones de bronce 4 falco-netas, 200 indios, 2 negros y 16 caballos y yeguas. También iban en la expedición 8 mujeres.
  Destino grande y triste, mezcla de luz y sombra, lleno de gloria hasta el umbral de la vejez y en las angustias de los celos hasta la tumba acompaño a Diego Velázquez.
  ¡Cómo las injusticias humanas engendran nuevas injusticias! La mayoría de los historiadores de Hernán Cortés han ignorado o disminuido las grandes acciones de su jefe Diego Velázquez, como si estos dos personajes no resplandecieran aun en la rivalidad y fuese necesario opacar una vida para que brille más la otra.

1 comentario:

  1. Cómo las injusticias humanas engendran nuevas injusticias! La mayoría de los historiadores de Hernán Cortés han ignorado o disminuido las grandes acciones de su jefe Diego Velázquez https://ideandando.es/contenedor-organico-que-tirar/

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