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sábado, 15 de marzo de 2014

LA CRUZ DE COLÓN.

…se dice es la única cruz que queda de las veintinueve que plantó Colón en sus viajes al Nuevo Mundo, lo que le confiere un carácter histórico de valor incalculable.

Josefina Ortega| La Habana

Uno de los tesoros guardados con más orgullo por quienes viven en la ciudad de Baracoa es la cruz de Cristóbal Colón. La cruz, con su carga de historia, tiene además una aureola de leyenda, alimentada continuamente de entonces acá.

Comencemos por recordar que la ciudad de Baracoa, situada en el extremo oriental de Cuba, es conocida como Ciudad Primada por haber sido la primera villa fundada el 27 de noviembre de 1492 por Cristóbal Colón, quien debió quedar impresionado por la pequeña pero acogedora bahía y la bien cubierta entrada del río Macaguanigua.

Entonces Colón escribió en su diario: “La más hermosa cosa del mundo”, y que allí era “el propio lugar para hacer la villa o ciudad y fortaleza por el buen puerto, buenas aguas, buenas comarcas y muchas leñas”

Y allí colocó una cruz, símbolo de la cristiandad y de paso también de la colonización.

Tres días, después el Almirante de la Mar Océana agregaba otros detalles no menos importantes: “…muchas poblaciones, tierra fertilísima y toda labrada”.

Un escribano dejaba registrado en lo libros: “Asentó una cruz grande a la entrada de aquel puerto que no creo que llamó Puerto Santo, sobre una peñas vivas”.

Según se dice es la única cruz que queda de las veintinueve que plantó Colón en sus viajes al Nuevo Mundo, lo que le confiere un carácter histórico de valor incalculable.

En la época en que fuera plantada - también “según se dice”- tenía algo más de siete pies de alto, y es de dura madera que no se pudre y proviene de un árbol desconocido en la flora cubana, pero nadie se explica como desapareció un día para reaparecer al cabo de muchos años en los terrenos de un rancho cercano al pueblo, y envuelta entre los sarmientos de una parra. De ahí que se le llame también la cruz de la parra.

Hoy permanece a un costado de la nave principal de la Iglesia Parroquial Mayor Nuestra Señora Asunción de Baracoa, con menos de un metro de altura, por las acciones inescrupulosas de unos cuantos, quienes le fueron cortando pedazos para llevárselo como souvenir, hasta que una beata donó resguardos de metal que hoy cubren los cuatro extremos.

Su autenticidad ha sido validada en los laboratorios de la Universidad de Lovaina La Nueva, de la ciudad de Bruselas, Bélgica, pero justo es decirlo, el pedacito arrancado para el análisis, fue mínimo.

De ello de encargó un equipo multidisciplinario integrado por el Dr. Roger Deschamps, del Museo de Tervuren, en Bruselas, Bélgica; la Dra. Raquel Carrera, del Instituto de Investigaciones Forestales de Cuba y el investigador Baracoense Alejandro Hartman, director del Museo Fuerte-Matachín e Historiador de la Ciudad Primada.

A la Cruz de Colón se le atribuyen varios milagros que pertenecen a la imaginería popular baracoense, y la ciudad, que hoy es uno de los lugares más pintorescos del país, es fuente de misterios que merece le dediquemos unos párrafos adicionales.

Aunque el 15 de agosto se le atribuyó el nombre de Nuestra Señora de la Asunción, desde siempre sus habitantes –nativos y los llegados- la llamaron Baracoa. Obtuvo su escudo en 1838 concedido por la Reina María Cristina de Hamburgo y Lorena. El escudo posee en su parte superior la Corona de Castilla; en su cuartel superior izquierdo aparece el famoso perro mudo – se dice que era aborigen y con él los indios cazaban- con la antorcha de la civilización en la boca; en el superior derecho un cocotero, como árbol más abundante en la naturaleza local.

En la parte inferior en cuartel central aparece la Bahía de Baracoa, el poblado y la no menos famosa montaña conocida como el Yunque de Baracoa, por su forma que asemeja el recio instrumento de un herrero.

Según cuentan los historiadores la cruz sirvió a Fray Bartolomé de las Casas para oficiar en sus misas; otros señalan que en ocasión de un terremoto (1528) fue sacada en procesión para detener la furia de la naturaleza, o ante peligro de ataque pirata, los pobladores la llevaban tierra adentro junto con sus pertenencias para protegerla. Se ha llegado a asegurar que cuando el Adelantado Diego Velásquez decidió mudar la capital hacia Santiago de Cuba, un grupo de notables la sustrajo en secreto y no apareció sino cuando ya la mudanza era un hecho consumado. El símbolo de la ciudad para suerte de todos quedaría siendo, para siempre, patrimonio del lugar.

© La Jiribilla. La Habana. 2003
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