Washington
Irving, primer escritor estadounidense que alcanzó renombre internacional. Nació
el 30 de abril de 1783 en Nueva York. Sus padres le pusieron el nombre de
Washington en honor del que iba a ser el
primer presidente de los Estados Unidos. Sus padres William Irving,
descendiente de escoceses y comerciante acomodado. La madre Sarah Saunders, de
origen inglés. Irving contó siempre con el cariño de su familia. Era el menor
de once hermanos.
Se formó
en un hogar de costumbres escocesas e inglesas. En su niñez recibe una
educación fragmentaria en diferentes escuelas privadas, donde aprende
geografía, historia, latín y francés. No era muy aplicado en sus estudios, pero
si era un gran lector y observador del mundo que lo rodeaba. Las charlas
literarias de sus hermanos William y Peter, influyeron en su vida cultural, así
como la vida cultural de Nueva York.
A la edad
de once años escribe versos, y a los trece escribe una obra de teatro. Se
escapaba de su casa para ir a las
funciones del teatro en la calle John. Deja la escuela y empieza a estudiar los
cursos de derecho. Sus hermanos mayores lo alientan en sus incursiones
literarias que despuntan desde su mocedad.
Gustaba
vagabundear por los alrededores de Manhattan, y en 1800 hace un viaje por el “glorioso
río Hudson”, título éste que él le daba, para visitar a familiares y a sus
hermanas. En 1802, a la edad de diecinueve años su hermano Peter le da la
oportunidad de escribir como colaborador en The
Morning Chronicle, del que era editor una serie de ensayos, “Las cartas del
caballero Jonathan Oldstyle (The Letters of Jonathan Oldstyle, Gent., (1802), pseudónimo
que usa Irving. Estos ensayos eran de un fondo satírico, pero interesante sobre
la vida de Nueva York de esa época. Salieron publicados del 15 de noviembre de
1802 al 23 de abril de 1803. Que fueron acogidos por los lectores, por el
ingenio y la descripción de personajes. Con estos ensayos da comienzo su
carrera de escritor. Irving tenía la costumbre
de anotar cuanto dato importante podía encontrar sobre los personajes,
que más tarde aparecían en sus ensayos. Conversar con ellos, sus historias,
bocetos, comentarios, escenas de cuadros de costumbre del acontecer de la
ciudad, que en ese momento contaba ya con 60,000 habitantes.
En su
juventud en sus ratos libres se ponía a leer los libros de moda de la época: Robinson Crusoe, Las Mil y una Noche, La
Historia de las Guerras Civiles en Granada, siempre sintió interés por las
historias de España, y su libro preferido El
Quijote de la Mancha, el caballero de la triste figura y de su fiel
escudero Sancho. Así va adquiriendo conocimientos de la cultura europea.
En 1798,
empieza a trabajar en el bufete de Henry Masterton en la ciudad de Nueva York.
Pero no tenía amor por dicha carrera, ni le interesaba Su verdadero interés
era andar siempre por la ciudad o sus
alrededores buscando historias interesantes para sus futuros ensayos.
Francis
Donahue, dice sobre Irving: “Quizá sea la palabra ‘afable’ la que mejor
describa a Irving como hombre y como escritor. En su obra Irving se refleja
como hombre afectuoso, amigable y simpático. Atraía a toda clase de personas y
de todas las edades porque era, principalmente, una persona sociable, de
intereses gregarios que a menudo le motivaban abandonar la pluma y emprender
largos viajes en compañía de amigos” (1)
El mismo
autor nos dice su manera de escribir, y de tomar notas de lo que rodeaba en su Libro de Esbozos (Sketch Book) :
“Siempre gusté de visitar nuevos lugares y de observar la gente y las
costumbres que fueran desconocidas para mí. Cuando era aún muy pequeño comencé
mis recorridos, y a veces hacía excursiones para investigar aquellos
lugares extraños y desconocidos dentro
de mi propia ciudad natal, cosa que alarmaba frecuentemente a mi familia…Al
crecer extendí el radio de mis observaciones…Los días de fiesta pasaba las tardes recorriendo
los campos aledaños a la ciudad. Llegué a conocer todos los lugares famosos de
que se habla en la historia y en las leyendas… Visitaba los pueblos cercanos y
aumenté considerablemente mis conocimientos observando cuidadosamente los hábitos
y las costumbres de los distintos lugares conversando con los filósofos y
hombres grandes de cada pueblo.”
“Esta
inclinación andariega fortaleciese con los años. Me absorbía en la lectura de
viajes y, por devorarla, abandonaba las tareas de la escuela. Cuando hacía buen
tiempo, ¡con qué ansias vagaba por los muelles mirando los barcos que se
alejaban rumbo a otros climas! ¡Con qué anhelo miraban mis ojos desaparecer sus
velas mientras mi imaginación volaba hasta los lugares más recónditos de la
tierra!”(2)
Sus hermanos
preocupados por su salud deciden
enviarlo a Europa en un viaje de reposo y cura. El 19 de mayo de 1804 partió en
un velero desde el puerto de Nueva York para Burdeos, donde se encuentra por
primera vez con la cultura Europea. Nuevas costumbres y cultura. Se traslada a
París, y después de pasear, divertirse y conocer nuevas amistades, marcha para
Marsella y llega a Génova. Su vida ha dado un gran cambio, asiste a las obras
de teatro, queda encantado por la belleza de las mujeres genovesas. Visita las
bibliotecas en todas estas ciudades. Marcha de Génova a Sicilia, y es capturado
por un barco pirata, y al pasar los días lo ponen en libertad. Regresa a París
y asiste a conferencias de botánica, y sus noches la pasa visitando lugares
interesantes de la ciudad. Las autoridades francesas lo prenden pensando que es
un espía inglés, a los pocos días es
puesto en libertad. Visita Holanda, y en ella se encuentra los mismos tipos de
holandeses que se encontraban en Nueva York y sus mismas costumbres y hábitos.
Las jóvenes mujeres holandesas hermosas y joviales.
John
Francis McDermontt, dice sobre Irving: “ Hombre moderado y tolerante, que no
tenía de la humanidad una opinión demasiado elevada, aunque tampoco demasiado
baja, su propia índole lo inclinó al testimonio gráfico de lo extravagante, lo
humorístico, lo grotesco, lo absurdo y, sobre todo, a la descripción realista
de la vida…(3)
A su
regreso de Europa en enero de 1806, no ha decidido si seguir con la carrera de
Jurisprudencia, pero se sentía satisfecho de su viaje, pues contaba con
suficientes notas sobre la vida en los países visitados, que le servirían para sus futuros ensayos.
En 1807 empieza a escribir en la revista Salmagundi Papers, en colaboración con
sus hermanos William y Peter, y varios amigos. De 1807 al 1808, se publican sólo
veinte números, el objeto de la revista “instruir al joven, reformar al adulto,
purificar las costumbres de la ciudad y censurar la época”. Joven de gran
talento como era Irving, se le encarga hacer una crítica sobre la obra “Otelo”
y, escribe: “En los momentos que estaba este artículo en prensa, me han
informado que no llegó a representarse la obra; bueno ¿y qué? No soy el primero
en hacer la crítica de una obra sin haberla visto en escena”.
Irving va adquiriendo fama de escritor, y hombre de gran talento. Empieza a preparar
otro libro que le va a dar renombre
internacional. Se puede decir que fue el creador del estilo coloquial que
después fue utilizado por otros escritores estadounidenses con tanto éxito. El
libro es sobre la historia y costumbres de la ciudad de Nueva York. Donde introduce a Diedrich
Knickerbocker, Historia de Nueva York “desde el principio del mundo hasta fines de la
dinastía holandesa”, Con una campaña publicitaria, el personaje
adquiere vida propia: “El 26 de octubre de 1809 apareció en el Evening
Post una noticia dando cuenta de la desaparición de un caballero bajo,
anciano, vestido con un abrigo negro y raído, sombrero de tres picos, y que
respondía al nombre de Knickerbocker.
Tenía su vivienda habitual en el Hotel Columbia. En el anuncio se pedía a los
lectores su colaboración e información sobre el paradero de este personaje.
Noticia que iba apareciendo semana tras semana con los resultados de la
búsqueda…Tan diestramente fue manejada la información que se cuenta que uno de
los oficiales del ayuntamiento estaba dispuesto a ofrecer una recompensa por el
hallazgo del perdido Diedrich”(4)
El personaje cómico creado por Irving,
adquiere vida en el libro. La historia pretende ser durante de la ocupación de
los holandeses en Nueva York, pero como puede ver el lector es una sátira sobre
la época. Francis Donahue, dice: “Con originalidad dio Irving a conocer su Historia mediante una serie de anuncios
insertados en la prensa atribuidos al dueño del Columbian Hotel en la calle
Mulberry en Nueva York. Decíase que un misterioso huésped, un tal Diedrich
Knickerbocker según el registro del hotel, que allí vivió unos días, vestido de
negro, con tricornio y una manta raída, había dejado al partir un voluminoso
manuscrito, fruto de su erudición. En esta forma le atribuyó Irving a
Knickerbocker la paternidad de su obra, iniciando así la tradición que hoy
simboliza en Papá Knickerbocker a la ciudad de Nueva York”.(5) El éxito fue enorme,
la primera edición se agotó con rapidez. Blasina Cantizano Márquez, dice sobre
el uso de Irving de un supuesto narrador: “... La efectividad del uso no ya de
un pseudónimo literario sino más bien de todo un personaje se ve acrecentada
con las intervenciones del autor sobre la historia y peculiaridades del
narrador (“Rip Van Winkle”) (6)
Un suceso importante sucede mientra escribía
la Historia. Recibe la noticia de la
muerte de su prometida en París (26 de abril de 1809), Matilda Hoffman. La había
conocido cuando su viaje a Europa. Su muerte le afectó profundamente, como él
confesaría años más tarde. Habían pasado catorce años de su muerte, cuando
Irving escribió: “Murió en la flor de nuestra juventud pero para mí siempre ha
vivido y la he tenido presente en toda mujer. La veo a ella en los ojos de
todas las mujeres, y es el recuerdo de ella lo que ha despertado en mí un
sentimiento de ternura hacia todo lo que se llame mujer”.(7)
Cada día su técnica de descripción, y uso de
las costumbres, se van superando. Ya no es sólo un novelista, es también un
historiador, que mezcla costumbres e historia a la vez. En 1813 se compromete
con Moses Thomas de Filadelfia, en preparar una antología sobre las rutas
europeas, para ser publicadas en Anacletic Magazine (1813-1814).
En 1815 tiene que viajar a Liverpool para
tratar de salvar de la quiebra el negocio de ferretería de la familia. En sus
ratos libres, se dedica a viajar por la campiña inglesa y por Gales. En sus
libros de notas escribe las costumbres del pueblo, historias, visita los
castillos ingleses llenos de historia románticas. En 1817 muere su madre.
Visita a Sir Walter Scott, notable novelista inglés en su casa de Abbotsford,
Escocia. En esos momentos Scott escribía su novela Rob Roy. Estaba encantado
con el joven Irving, y más al saber que estaba familiarizado con las
tradiciones escocesas. Hablaban de las costumbres del país, y se hicieron
buenos amigos. Scott le recomienda a Irving sobre el abundante material de la
literatura alemana. Irving empieza a estudiar el alemán.
En 1818 la casa comercial de Liverpool es
declarada en quiebra. Se va a Londres y empieza a escribir una colección de
historias y cuentos del mundo anglosajón. En 1819-20 publica Libro de esbozos, primer libro de un
escritor estadounidense que llama la atención en Europa. En el libro aparecen
historias de la vida rural inglesa y sus costumbres, él añade dos relatos que
según él se le habían olvidado…”encontrados entre los papeles del difunto Diedrich
Knickerbocker. “Rip Van Winkle” y “La Leyenda de Sleepy Hollow”. John Francis
McDermott, dice: “…fijó un molde admirablemente adecuado a su talento y a su
temperamento. Es una miscelánea de las descripciones, los ensayos, los cuentos
humorísticos y de fantasmas que lo habían hecho famoso. Junto con paisajes y
escenas de costumbres de la vida rural inglesa…(8) Francis Donahue, cuenta. “Años más tarde
cuando un niño le preguntó al Irving si “Rip Van Winkle” era un cuento
verdadero, el autor vaciló en contestarle. Sincero en demasía pero incapaz de
romper la ilusión infantil, le contestó, recalcando las palabras, “Es un
verdadero cuento”.(9)
Francis Donahue, dice: “El Libro
de esbozos contiene 34 esbozos, cuentos, ensayos y descripciones en los
cuales se mezclan trozos de la vida real…La unidad del libro no consiste en un
objetivo central sino en la unidad de tono; conlleva un ambiente de tierna
amistad que le da un encanto universal y duradero”.(9) El libro se vende por
entregas en Nueva York. Llega a un acuerdo con el editor inglés John Murray,
para ser vendido en Europa, y la de sus futuros libros. Es elogiado por los
escritores más famosos de Inglaterra, Sir Walter Scott, Lord Byron, y Thomas Moore.
Acostumbrado en todos sus ensayos y libros a usar un pseudónimo, utiliza el de
Geoffrey Crayon, como anteriormente lo hizo con el de Diedrich Knickerbocker.
Sobre esto dice J. Villoria: “…la reputación de que Irving gozó durante toda su
vida descansaba en las dos voces que manejaba con maestría: la de Diedrich
Knickerbrocker, el nativo de las laderas del Hudson, de áspero vigor y un tanto
mal educado, y la de Geoffrey Crayon, con un registro elegante y pulido” (10).
“Rip Van Winkle” y “Sleepy Hollow”, con un ambiente de los días de Nueva York
de Irving, se han convertido en clásicos de la Literatura estadounidense.
En 1821 se va a París, deseaba descansar de
la vida agitada que había llevado. Colabora en obras teatrales con el
estadounidense John Howard Payne. Comienza a preparar otro libro, con los
apuntes que no había utilizado en el Libro de esbozos, su título La casa de Bracebridge en 1822, con el
mismo estilo del anterior, donde incluye historias sobre casas embrujadas, muy
de moda en esa época, y utiliza el pseudónimo de Geofrey Crayon.
Decide viajar por Europa. Sus conocimientos
se van ampliando, va concibiendo nuevas ideas y planes para futuras
publicaciones. Historiador perpicaz que no olvida los más insignificantes
detalles. Visita Alemania, de la que queda muy impresionado. Va reuniendo sus
informaciones tomadas en sus viajes, para utilizarlas en un nuevo libro.
Regresa a Londres y le entrega el manuscrito a John Murray, su título Relatos
de un viajero (1824). Por primera vez sus relatos no gustan a los
lectores. El libro es objeto de una crítica mordaz. Murray lo convence que se
tome un buen descanso, por creer que Irving se va alejando de los lectores o
empieza a decaer como escritor.
Washington Irving da comienzo un nuevo
proyecto, y son los escritores españoles del Siglo de Oro, y en especial
Calderón de la Barca. Lleva cierto tiempo aprendiendo español, para que le sea
más facíl sus investigaciones. Al mismo tiempo su familia le urge que vuelva a
Nueva York. En el transcurso de estos estudios el embajador de los Estados Unidos
en Madrid, Alexander H. Everett, que era un hispanófilo, tiene la idea de
traducir al inglés la obra del marino e historiador español don Martín
Fernández Navarrete, Colección de los Viajes y Descubrimientos
que hicieron por mar los españoles desde el siglo XV. Irving recibe una
carta del embajador el 30 de enero de 1826, donde lo nombraba miembro del
personal de la Legación de los Estados Unidos en Madrid. Acepta el trabajo y
parte para Madrid, cruzando la frontera por Irún. Queda encantado del viaje, y
diría: “Los españoles parecen sobrepasar aún a los italianos en colorido; hasta
el más insignificante es tema para el artista”. Stanley T. Williams, biógrafo
de Irving, dice: “No ha habido norteamericano alguno, ni Ticknor ni John Hay,
ni aún el dilecto Lowell, ni ningún otro de cualquier carrera, que haya sido
tan bien recibido en España como Irving, ni que se haya compenetrado tan
íntimamente con el pensamiento español…”(11)
Al llegar le es presentado el bibliófilo
norteamericano Obadiah Rich, que poseía una de las más grandes colecciones de
obras acerca de la América hispana de la época. Se hospeda en la casa de Rich,
mientras se encuentra en Madrid. Llega hacerse muy buen amigo de Navarrete.
Durante el tiempo que se encuentra en Madrid, se relaciona con escritores,
pintores e historiadores.
Al empezar a traducir Irving el libro de
Fernández Navarrete, decide que es mejor para él, con sus conocimientos de
historiador, el escribir un libro sobre Cristóbal Colón y sus viajes, sin
ofender a Navarrete. Le informa la idea
al embajador Everett. Muchos fueron los días que pasó en los archivos del
Colegio de San Isidro, escudriñando. Aparecen muchas informaciones, que le hace
imposible dar fin a su libro. Le manda una carta al editor en Londres, donde le
decía: “Continuamente surgen nuevos puntos que concretar, lo que me origina
nuevas dilaciones’, escribe a mediados de enero de 1827 “…He descubierto –le
escribe a su editor-que el dar fin aun trabajo de esta naturaleza tan distinto
en muchos aspectos a lo que solía hacer, requiere un cuidado y dedicación particulares”.(12)
…”Jamás tuve idea -le escribe Irving al editor- del lío en que me metí cuando
empecé este libro”. El editor tiene que esperar a fines de julio para recibir
la obra. Irving le pide adelantado a Murray 3.000 guineas, cantidad fabulosa
para esos años. El título fue Vida y viajes de Cristóbal Colón.
Manuel Romera Navarro en su libro El
Hispanismo en Norte América, Madrid (1917), dice sobre Irving: “Podrá
tener mucho o poco que enseñarnos pero lo que dice no podría haberse dicho
mejor”.(13). Antonio Garnica, dice:”…la figura de Irving es trascendental tanto
para la historia de su país como para la de España porque popularizó en todo el
mundo la leyenda de la Alhambra y la importancia de La Rábida en el
Descubrimiento de América, abriendo la vera a otros historiadores sobre el
personaje de Cristóbal Colón”.(14)
Al terminar el libro sobre Colón, Irving
decide dar un viaje por España, compenetrarse con ella, y seguir con la idea de
escribir sobre la Conquista de Granada. Consigo lleva mucho material acumulado
de sus investigaciones en Madrid. Su idea era presentar la obra como si fuera
tomada “de un manuscrito de Fray Antonio Agapita” otro pseudónimo que iba a
utilizar; monje piadoso pero hablador y agregarle sus propios comentarios.
En 1828 parte de Madrid, con rumbo a Córdoba,
Granada y a las montañas de Málaga, como diría en su diario “plagada de
bandidos”. Viaja acompañado de su amigo el pintor escocés David Wilkie. Viajan
en diligencias y postas; es un nuevo mundo el que se le va presentando a
Irving. En su libro sobre La Alhambra,
en el capítulo del “Viaje”, dice sobre España: “Muchos hay propensos a
figurarse a España como un apacible región meridional engalanada con los
lozanos encantos de la voluptuosa Italia. Antes al contrario; si se exceptúan
algunas de las provincias marítimas, es, en su mayor parte, un áspero y
melancólico país, de montes escabrosos y amplias llanuras, desprovistas de
árboles; y un silencio y soledad indescriptibles”. (15) El paisaje lo deleita,
caminos imposibles de pasar; el peligro de los bandidos, la vida en las
posadas. Todo lo iba anotando en su diario, y más tarde lo lleva a su libro.
Ricardo Villa-Real, dice sobre las descripciones de Irving: “Sobresale el autor
en las bellas páginas descriptivas, de pintoresco sabor local, y en aquellas
otras en que da rienda suelta a su fogoso temperamento romántico de la mejor
ley”.(16)
Irving se encuentra admirado de aquel paisaje
que se le presenta. La simpleza y naturalidad del pueblo, sus costumbres
enraizadas en las tradiciones de generación en generación, muy diferentes a las
vistas en otros países. Leyendas que va recogiendo contadas por el pueblo, unas
creadas por ellos, otras tomadas de la realidad. En una de las páginas del
libro sobre La Alhambra, dice: “Hay algo
también en los sencillos austeros rasgos del paisaje español, que imprime en el
alma un sentimiento de sublimidad. Las inmensas llanuras de las dos Castillas y
de la Mancha, que se extienden hasta donde alcanza la vista”. (17)
Llega a Sevilla en abril de 1828 y busca
alojamiento en el corazón de la ciudad del barrio castizo de Santa Cruz, en la
“Fonda del Sol”. Su fama de escritor es conocida en la ciudad, es invitado a
casas particulares y reuniones. Se cambia de pensión y con su amigo David
Wilkie van a residir a la “Casa Cera”, y junto a John Nader Hall, se van
adaptando a la vida de la ciudad. Irving vivía cerca de la Giralda y del
Archivo de Indias. Iba a visitar las iglesias, conventos y bibliotecas. Gustaba
de caminar por los puentes viejos de madera y
oir las campanas de la Giralda.
En Sevilla había conocido Irving a la
conocida escritora Cecilia Bohl de Faber (1796-1877) conocida literariamente
como Fernán Caballero. El padre de ella el erudito Johann Nikolaus Bohl von
Faber. Llegando Cecilia y Irving a tener
una amistad no sólo personal, sino también literaria. En julio de 1828, es
invitado Irving a vivir en la casa de
Puerto de Santa María, dando comienzo una sincera amistad basada en las preferencias literarias de
ambos. Que Irving nunca olvidaría a través de los años. Sus conversaciones y
consejos que recibe de la folklorista española que le serviría en su libro sobre
La Alhambra. Sobre Fernán
Caballero, diría Irving: “…tuvo la bondad de darme por escrito algunas de las
anécdotas de los aldeanos españoles que me había contado, retratando hasta la
manera de pensar y modo de vivir de aquellos”. (18) Irving la había conocido a
ella en las navidades de 1828, en la representación de la ópera Crociato, siendo invitado luego a la
finca familiar en Sevilla. Blasina Cantizano, dice: “…ambos parecen congeniar
de inmediato puesto que tanto el estilo como la temática de su producción
literaria son similares. Sin duda, ambos sienten predilección por el folklore,
las leyendas y tradiciones que subyacen en la cultura popular”. (18)
Irving regresa a Sevilla con
su amigo John Nader, que muere a los pocos meses. Al enterarse Irving de que en
Estados Unidos van a publicar una edición pirata de su libro sobre Colón,
entabla una demanda contra los editores. Sale de Sevilla hacia Granada (1829),
poco después de su llegada acepta la invitación del gobernador general español,
O’Lawler, de instalarse en la Alhambra. Que acepta fascinado de estar allí,
compenetrado con sus personajes y su ambiente misterioso romántico. El crítico
literario estadounidense Van Wyck Brooks relata una anécdota sobre él: “Cuando volvía
sus ojos hacia esta temporada de ensueño sentíase como si hubiera sido
transportado a un cuento de Las mil y una noches; era tal el
perfume de las flores, el murmullo de las fuentes, la suavidad del aire, la
tranquilidad y el silencio que al principio apenas si podía trabajar entre las
ruinas del antiguo palacio…Había una viejecita que vivía en un zaquizamí bajo
la escalera y que se sentaba al fresco, en el pasillo, dándole a la aguja y
cantando desde la mañana hasta la noche. Podía contar tantos cuentos como Scheherezada y, para ella, cada salón,
torre o cúpula tenía una historia maravillosa que contar…” (19)
Blasina Cantizano, dice: “Cecilia Bohl de
Faber, a quien Irving conoció y trato en Sevilla y más tarde en casa de su
padre donde mantuvieron largas conversaciones, fue otra de las personas que
posiblemente auspiciaran los contenidos del
El Alhambra. Para algunos críticos, la influencia de Cecilia
está presente en el tono de los relatos, en ese poetizar la realidad sin
alterarla”. (20)
En la primera leyenda de Irving, dice: “La
Alhambra es la fortaleza de la cristiandad –donde se duerme. Pudiera haber
añadido: y donde más se sueña. Porque los habitantes del recinto, los “hijos de
la Alhambra”, pobres huéspedes de salones suntuosos, no contentos con lo que
ven y poseen todos los días, amontonan los tesoros de su imaginación”.(21)
Irving vive allí desde mayo a julio de 1829.
Se siente embrujado por el viejo alcázar. Los reyes nazaritas Ismael, Yusuf I y
Mohamed V, en el siglo XIV; Mohamed VII en el XV, hicieron construir los
pabellones más elegantes y suntuosos, en la parte occidental del mismo. En una
de sus puertas reza la divisa de los nazaritas “No hay vencedor, sino Allah”.
Andrés Soria, dice: “La
Alhambra es un reducto oriental entre edificios góticos: escenario romántico,
capaz de producir el más pintoresco de los ambientes. Ha sido construida por un
pueblo que recorrió la historia con deslumbrante rapidez. El historiador
Washington Irving hace su pequeña filosofía: la milagrosa habitación donde vive
y se pasea es monumento de unos hombres que pasaron fugazmente, que fueron y
que, sin embargo, supieron dejar como rastro este “recuerdo elegante”. (22)
En la dedicatoria del autor a su amigo, David
Wilkie, pintor inglés, aparecida en la primera edición inglesa con el título The
Alhambra or the New Sketch Book, Colburn and Bentley, 1832.
“Mi querido amigo:
Recordará usted que,
en las andanzas que realizamos juntos una vez por algunas de las viejas
ciudades de España –singularmente Toledo y Sevilla-, advertimos una fuerte
mezcla de lo sarraceno con lo gótico, reliquias conservadas desde el tiempo de
los moros; y que fuimos sorprendidos con frecuencia por escenas e incidentes
callejeros que nos recordaban pasajes de Las mil y una noches. Entonces me
estimuló usted a que escribiese algo que pudiera ilustrar estas peculiaridades,
“algo al estilo de Harum al Raschid” que tuviese regusto de este perfume árabe
que todo lo impregna en España. Traigo esto a su memoria para hacerle ver cómo,
en cierto modo, es usted el responsable de la presente obra, en la que he
recogido algunos “arabescos” de la vida y de las leyendas, basados en
tradiciones populares, pergeñadas principalmente durante mi estancia en uno de
los lugares más morisco-españoles de la Península.
Le dedico estas páginas en recuerdo de las
gratas escenas que presenciamos juntos en el país de la aventura, y como
testimonio de consideración por sus prendas personales, a la cual tan sólo
excede la admiración por su talento.
Su amigo y compañero
de viaje,
El
Autor
Mayo, 1832”(23)
Washington Irving en la primera página de la
historia de La Alhambra, dice: “Para el viajero imbuido de sentimiento por lo
histórico y lo poético, tan inseparablemente en los anales de la romántica
España, es la Alhambra objeto de devoción como lo es la Caaba para todos los
creyentes musulmanes. ¡Cuántas leyendas y tradiciones, ciertas o fabulosas;
cuantas canciones y baladas, árabes y españolas, de amor, de guerra y de lides
caballerescas, van unidas a este palacio oriental”. (24)
Ricardo Villa-Real, dice sobre los Cuentos
de la Alhambra, en la edición de 1974: “Ha sido preocupación mía, desde
un principio; captar el ambiente y circunstancia en que Washington Irving
viviera durante su estancia en el palacio nazarita que cautivó su espíritu y
donde se sumió en uno de los más deliciosos sueños de su vida”. (25)
Andrés Soria, dice sobre Irving: “Irving se
complace en repetir que los hombres y las mujeres entre los que vive son
extraordinariamente felices. Lo son por esto, por gozar sin límites de las
noches estrelladas o del canto de los pájaros, al alba. Y por sumar a estos
regalos tan inocentes las fábulas mentidas, las fantásticas evocaciones de los
días gloriosos del Alcázar”. (26)
Los Cuentos de la Alhambra cuenta
con 32 capítulos, todos ellos de belleza, en la narración del autor. Irving
escribe el libro inspirado por el amor que sentía por lo español y morisco,
como él mismo dice: “…hacer revivir los vestigios de la gracia y belleza que
rápidamente se desvanecían de sus muros; e inscribir las tradiciones de realeza
y caballería, así como el capricho y la superstición de las leyendas de la raza
abigarrada que ahora se aposenta entre sus obscuras ruinas”.(27)
La obra alcanza un éxito instantáneo en los
Estados Unidos e Inglaterra, por haber sido publicada en inglés. Al pasar los
años fue acusado de haber tomado muchas de sus historias de la obra de José
Antonio Conde, Historia de la dominación de los árabes en España, publicada en
Madrid en 1820-21, donde aparecían crónicas de los musulmanes.
Antes de terminar el libro, el gobierno de
los Estados Unidos, le pide que acepte la secretaría de la Legación
Norteamericana en Londres, era a fines del verano de 1829. Se va con tristeza
de España. En Londres, la Royal Society of Literature le otorga una medalla de
oro en “Reconocimiento de su aporte a la Historia y a la Literatura”. La
Universidad de Oxford le confiere el grado de Doctor en Leyes.
En 1831 termina el segundo libro sobre Colón
y sus compañeros, Los viajes de los compañeros de Cristóbal Colón. Sus Cuentos
de la Alhambra, aparecieron tres años después de haber salido de
España. Después de tres años en Londres, regresa a su ciudad natal Nueva York,
el 26 de mayo de 1832. Había estado ausente de su país diez y siete años. En el
banquete ofrecido a él por más de trescientas personalidades neoyorquinas,
habían pancartas con la figura y el nombre de sus personajes más principales
“Diedrich Knickerboker”, “Geofrey Crayon” y “Boabdil”. En los discursos de las
personalidades , elogiaban al “Heródoto holandés Diedrich Knickerbocker y al
mundialmente amado Geofrey Crayon”.
John Francis McDermontt, dice sobre el estilo
de Irving: “Artesano magistral, su logro más alto no reside en el tono y el
ritmo de su prosa, ni en el refinamiento y la chispa de su ingenio, por
notorios y gratos que sean, sino en su eximia destreza de pintor. Los cuadros
que trazó obtienen perenne respuesta porque dan una visión lúcida y
desapasionada de la realidad, en la que se adentró con agudo interés, pero sin
comprometerse personalmente”.(28)
Washington Irving, al regresar a Nueva York,
publica Las aventuras del Capitán Bonneville (1838) Basadas en historias reales de un oficial del ejército
norteamericano en 1832, que dirigió una expedición de cazadores de pieles en
las Montañas Rocosas. Vida de Oliver Goldsmith (1849). Vida de Mahoma (1850). Washington,
tomo I (1855), tomo II y III (1856), tomo IV (1857), tomo V (1859)
En 1836 establece su residencia con sus sobrinas en Sunnyside, casa que
había comprado en Tarrytown, a orillas del Hudson, en 1835. Sigue viajando por
los Estados Unidos, preparando futuras historias de personajes de la historia. Uno
de los proyectos que no pudo empezar fue el de la Conquista de México, por
enterarse que William H. Prescott, había empezado a escribirla.
Padecía del corazón y de asma, pero esto no le impedía
mantener su ritmo de vida. Su único deseo terminar la obra sobre Washington, y
decía: “!Si me alcanzara la vida para terminarla”. La término. Según su doctor
escribió Dr. Harold Dean Cater: “Se pasaba los días calurosos de verano sentado
en un banco bajo los árboles…Era un tónico para él, pues casi siempre se sentía
una fresca brisa que venía del río… Se sentaba allí con su sombrero de alas
anchas, vistiendo un traje negro y
anticuado, zapatos de corte bajo y calcetines blancos, con una bufanda gris a
cuadros sobre los hombros y mirando hacia el Hudson, quizá en espera de que
apareciera el fantasma de Rumbout Van Dam…”
El 28 de noviembre de 1859, muere en su
mansión a la edad de 76 años. Ese día en la mañana se había paseado por el
camino que bordeaba el riachuelo. Por la noche ceno con ocho personas, y
conversaron. Después de una partida de naipes, se retiró a sus habitaciones y
murió de repente.
Había
muerto un hombre que le dio una visión muy diferente a la historia sobre el
descubrimiento de América: creador de la literatura nacional en los Estados Unidos.
Romántico que en sus descripciones sobre las costumbres y personajes, le da un
toque muy especial de belleza y sensibilidad, y nos suministra una idea o luz
de la época en que vivió.
A la
entrada de su casa solariega, Sunnyside, desde donde se domina el río Hudson se
levanta un monumento con tres figuras: la de “Diedrich Knickerboker”, el Rey
Boabdil de Granada” y la de “Rip Van Winkle”. Al momento de despedirse del
paisaje español y de Granada, escribe:”Como siempre el sol poniente derramaba
un melancólico fulgor sobre las rubicundas torres de la Alhambra…la purpúrea
bruma de la noche estival se cernía sobre la vega; todo era hermoso, pero
igualmente tierno y triste”.
El poeta,
escritor y revolucionario cubano José Martí, escribe en Nueva York, 1 de mayo
de 1883, una crónica dedicada a Washington Irving en el centenario de su
nacimiento que sale publicada en el periódico La Nación, Buenos Aires:
(extractada)
“De un
hombre primaveral celebraron a los comienzos del mes el centenario. Algunos
viven como aquel Koboldt travieso y diabólico de la fabula alemana, con un
cuchillo clavado en el costado; otros viven, como Washington Irving, sentados
en divanes. Para unos, el genio es diente que clava, ahonda y desgarra –diente
famélico: para otros, el genio es el beso de una perpetua Margarita, que no ha
matado nunca a su hijo.
Washington
Irving nació de casa hidalga, que ilustró con la señorial llaneza, patriarcal
majestad y fecunda y amena imaginación
que hermosean su vida. Tuvo pesares como hormigas, y gozos como montes.
De abogado, perdió pleitos; de mercader, perdió onzas; pero aquéllos y éstas
ganó en caudales con los hijos risueños y bien nacidos de un ingenio, ya el
retozón Salmagundi, famoso periódico
de reír en que sacó a burlas, y mantuvo en risas, la que era en aquellos
edades, -aldea de gente buena y avisada, más que ciudad de Nueva York, -ya la
vida de Washington, que se lee por todos los ámbitos en que resuenan palabras
humanas, -y que resplandece como el héroe que pinta. Algunos hombres dejan tras
de sí caudas de fuego, y rota la tierra, y hecatombes hirviendo: de otros brota
luz de luna.
Este
centenario de Washington Irving, que han celebrado con amor las gentes de
letras y las de las cercanías de la histórica casa en que palidecieron las
flores de su fantasía y las de su vida, ha sido el centenario de la
independencia de la Literatura Americana.
Y
Washington Irving sacudió con mano robusta el árbol patrio, cuajado de frutas,
y en bandeja de labor de Europa, recamada de esmaltes de Persia y embutidos
arábigos, ofreció al paladar cansado de Inglaterra y al ansioso de América, las
frutas nuevas. Por lo que tiene color homérico y tono primaveral, como quien ve
con ojos claros lo no visto, o huella con pie desnudo de calzados de ciudad la
selva virgen, o aparta bravamente los cristales de varios colores que para
mirar la naturaleza le ofrecen los hombres, y los echa a todos en tierra de un
revés, como un amor dichoso.
Nació
Washington Irving en tiempos buenos: -cuando nacía la libertad. Sus pañales
fueron los de la República, y en la frente del niño recién nacido dieron los
aires frescos de aquel pueblo nuevo.
Por eso se
celebrarán a poca distancia, el centenario de Washington Irving en “Sunnyside”
–del lado del sol- como él llamó a la
vasta casa que le dio techo en sus postrimerías, -y el centenario de aquel día
de gozos, en que todos los menestrales vistieron su mejor calzón de cuero y su
chupilla roja…Todavía se levanta, testigo recio y venerado de aquellas
pláticas, usos y emociones de hace cien años, la casa legendaria, asiento un
día de aquel hombre magnánimo…”(29)
BIBLIOGRAFIA
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Estados Unidos de América, La Habana, Cuba, 1958.
2.- Irving, Washington: Libro de los Esbozos (Sketch Book), Londres, 1819-1820.
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Argentina, 1978.
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Irving y Fernán Caballero: influencias y coincidencias literarias, Universidad
de Almería, España, 2003.
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2 vol., Oxford University Press, Nueva York, 1935.
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14.- Romera Navarro, Manuel : El Hispanismo en Norte América, Madrid, 1917.
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La Alhambra, Miguel Sánchez, Editor, Granada, España, 1974.
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28.- Soria,
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29.-
Irving. W.
30.-
McDermontt, J.F.
31.- Martí,
José : “La Nación”, Buenos Aires,
Argentina, 1883.
Deseo dar las gracias a mi gran amigo el Dr. Filiberto Henderson, por los
momentos agradables que pasamos en su casa en Charlotte, hablando de Washington
Irving. Tiene un libro que el autor
Francis Donahue le regalo cuando era el Encargado Cultural de la
Embajada de Estados Unidos en La Habana. Hablar con Filiberto es transportarse
a aquellos años de una Cuba, que ya nunca más va a volver.
Al gran amigo y hermano el Dr.
Rowland J. Bosch, gran poeta y escritor cubano, que me ayuda siempre en la
busca de material en mis publicaciones.
Al Dr. Roberto Soto, gran
investigador que en España, siempre encuentra informaciones interesantes sobre
la historia de Cuba, y reviso el trabajo sobre Washington Irving.
Y no puedo de mencionar el nombre
del gran “Rambo” que me acompaña en mis lecturas y escritos. Cuando llegamos a
viejo, lo mejor que podemos hacer, es tener ocupada la mente en cosas valiosas,
y olvidarnos de la basura que se ve en TV, y se lee en las publicaciones.
El autor
“…lugar donde el infortunado Boabdil lanzó su
última mirada a Granada. Ostenta hoy un nombre que expresa sus pesares, la
‘Cuesta de las Lágrimas’, y la cima de una roca, donde Boabdil lanzó su última
exclamación de dolor…llámase aún ‘El Ultimo Suspiro del Moro’ ”.
“Fue aquí
también donde se hizo más amarga su aflicción con el reproche de su madre,
Ayza, que tantas veces le ayudara en horas de peligro, y que en vano trató de
infundirle su esforzado ánimo. “Llora como mujer –le dijo- lo que no supiste
defender como hombre’, palabras que tenían más sabor a orgullo de princesa que
a ternura de madre”.
(Cuentos del Alhambra)
“Aun hoy en día cuando oyen en las montañas
Kaatskill tronar en verano, dicen que Hendrick Hudson y su tripulación están
jugando a los bolos, y todos los maridos gurruminos de la comarca cuando se
sienten aburridos de la vida, tienen el deseo de beber un trago tranquilizador
en la redoma de Rip Van Winkle”.
(Libros de los esbozos)