jueves, 22 de noviembre de 2018
jueves, 15 de noviembre de 2018
MUJERES DE LA PATRIA
Les recomendamos este artículo del escritor Willian Navarrete publicado en El Nuevo Herald. Este segundo tomo de MUJERES DE LA PATRIA de Teresa Fernández Soneira es una extraordinaria contribución a los estudios históricos cubanos y sobre un tema muy poco investigado a pesar de la importante contribución de las mujeres cubanas en la luchas por la independencia de Cuba.
Este libro será presentado en el Salón Felix Varela de la Ermita de la Caridad (3609 South Miami Avenue) el sábado 1 de diciembre de 2018 a las 11 de la mañana. Todos están invitados.
NEW BOOK INFORMATION:
INFORMACIÓN SOBRE NUEVO LIBRO:
HERMANA RAFAELA
18 años |
Como naciste hembra hubo que utilizar la variante femenina del gran ninja del cosmos San Rafael. Émula de ese gran rival para ayudar a los seres humanos acometías tus obras sin aspavientos, con bondad, sonriente, con dulzura, en silencio, “a la silencio ha tenido que ser”, como dijera el Apóstol José Martí.
Hija del Mar, ya que naciste en un puerto marino, llevabas en ti la fiereza de su poder y la mansedumbre de sus caricias.
Huérfana. Ya a los seis años frente al cadáver de tu madre, de tez blanca, cabellera negra y ondeada, te sentiste sola y desamparada. Su ausencia definitiva marcó en ti la senda a seguir: si perdías el gran amor de madre, tú te convertirías en lo adelante en cuerpo y alma en todo amor para derramarlo en tus semejantes.
Tenías la bondad y cariño de tu progenitor, pero la ausencia de la que te dio el ser, pesaba más que la dulzura de tu padre. Sabías o lo presentías que eran las manos femeninas las que moldeaban –cuál vasija de barro- la nobleza y cariño en la niñez.
Tu familia se traslada para la ciudad de La Habana. Comenzaste a estudiar en el colegio la Inmaculada Concepción, en Belascoaín y San Lázaro. Las monjas que impartían la enseñanza te dieron a conocer la vida de Jesús y la de su madre la Divina Misericordia. Y, ella fue en lo adelante, además de tu guía, la alcancía de todas tus peticiones para el socorro de los demás.
Cumplías con tu deber de católica practicante, rezabas a diario.
Con tus hermanos en cautiverio en las ergástulas comunistas, tuviste la imperiosa necesidad de exiliarse con tu esposo e hijos.
Toda carta que recibíamos de ti, finalizaba: “…Que la Divina Misericordia los proteja…”
Desde joven fuiste en Cuba funcionaria del Seguro de Salud y Maternidad Obrera de La Habana. Lo que te dio libertad económica para ayudar a los gastos de tu hogar.
Pero, algo inesperado, extraño, radical, duro con un idioma extraño, se interpuso en tu camino de cubana criolla. Un nuevo Modus Vivendi se imponía para subsistir y superar variantes dificultades. Viviste con tus familiares en un cuartucho “donde había que pedir permiso para poder caminar”. Pero nada te amilanaba…un día, tan parejo como los otros, descubriste la iglesia y para tu sorpresa en el altar mayor se encontraba La Divina Misericordia: para tu alegría te diste cuenta que la Madre de Dios, era el amor para todos sin importar raza o país. Su presencia te confortó, acrecentó tu fe.
Disímiles fueron tus labores en el exilio. Los emolumentos sólo alcanzaban para hacerle frente a los gastos básicos. Tu monedero, por lo general vacío, siempre aguardaba alguna moneda para el socorro de instituciones de caridad, darle de comer a los necesitados, para atender a un leproso. Más que tu bolsa era su corazón el que se hallaba abierto a todas las misericordias. Decías: “…Hay otros más necesitados que yo…”
El 26 de marzo de este año, te encontró tu hijo Ramoncito desmadejada sobre el piso de la sala del pequeño apartamento. El reloj marcaba la una y media de la tarde.
A una llamada telefónica de él, hicieron acto de presencia oficiales de policía. No encontraron nada anormal. No había golpes en su cuerpo. La autopsia determinó un ataque masivo al corazón.
En la Funeral Service se congregaron cientos de personas. Las mismas que a través de los años recibieron de ti toda clase de servicios desinteresados. Cuidar a una anciana norteamericana. Por hallarse enferma; a un cubano, un Vietnamita, un colombiano, o un negro.
La comunidad de la iglesia a la que pertenecías valoraba admirada tu gran disposición para realizar todo tipo de labor.
La caravana de autos que te acompañaban como transitoria morada al Sharon Memorial Park, les resultó a los norteamericanos del lugar un caso sorprendente. La masiva concurrencia al cementerio daba fe del amor que sentían por la desaparecida.
Dos sacerdotes, uno norteamericano y otro colombiano, despidieron tu duelo. No fueron sólo alabanzas para ti, sino para tu obra. Tu humanismo, tu infinita misericordia para tus iguales los seres humanos. Dijeron más: “…Hermana Rafaela…”
Para que dos sacerdotes de idiosincrasias no iguales consideren a un lego como hermana, es porque dice mucho de la labor desplegada en favor de los demás, por la reciente ausencia de Rafaela.
Quizá, no desaparecemos del todo.
Te saludo, hermana Fela, peldaño a peldaño, fabricaste la escalera que te ha llevado a la morada de la luz. No te fue fácil, pero al parecer la Virgen de la Misericordia, te ayudó mucho. Ya alcanzaste tu libertad espiritual, quizás otros, vestido con sayón o de color púrpura o haber recibido un Premio Nobel, no podrán hallarse en su oportunidad a la diestra del Señor o Jesús como lo estás tú ahora.
Tu hermano, Emilio
Nota: Fela como la llamábamos a ella cuando nos escribía a mí y mis otros dos hermanos Julio (†) y René, que nos encontrábamos en distintas prisiones sus cartas comenzaban: “…Que la Virgen de la Misericordia los proteja…’’
Nota: El único que queda vivo de mi familia es René.
La muerte en el exilio
Luis Israel AbreuVillarreal. Foto Internet |
Por: Pedro Corzo
El número de exiliados que exhala su último suspiro lejos de Cuba, entiéndase los que no hacen concesiones a la dictadura y se niegan volver al país en que nacieron si las condiciones en la isla son las mismas que determinaron su destierro, cada día se acrecienta. La biología es un severo juez que cuando ordena parar, no existe apelación posible que revierta esa decisión.Sin dudas que habrá a quienes este contar y otros parecidos les son indiferentes, sin embargo, es de esperar que todos los que respetan el sacrificio de un ciudadano que honra sus convicciones y cumple con el país en el que nació, se sientan identificados con este escrito y otros similares que reflejan una mezcla de sentimientos de pesar y orgullo por esa gigantesca pléyade de mujeres y hombres que como dijera el recién fallecido Israel Abreu a Paco Talavera, días antes de morir, "puedes estar seguro que mi último pensamiento será para Cuba".Israel ha pasado a formar parte de una especie de Panteón Nacional Cubano que disperso por el mundo está albergado en la memoria colectiva de los que se sienten comprometidos a continuar la lucha contra el totalitarismo castrista."Rojillo", como le decían amigos y compañeros siempre asumió, sin temer las consecuencias, sus obligaciones. A su retorno a Cuba del exilio, recibió numerosas ofertas entre ellas incorporarse al ejército con el grado de capitán propuesta que rechazó, regresó a Las Villas, a trabajar con el M26J en la sección estudiantil.Retomó sus estudios y ayudó a formar la Federación Estudiantil Universitaria en la provincia, pero en breve tiempo, le contó al autor de esta columna en una entrevista, "pasó de la convicción de que se había logrado el añorado sueño democrático para Cuba a un brutal choque con la realidad, cuando vio que estaban desplazando a los que habían combatido la dictadura por comunistas que no habían luchado".La actitud de Israel lo alejó radicalmente de lo que se llaman las mieles del poder. Pudo haber llegado lejos en el castrismo, tenía juventud y talento y una historia de lucha que habría sido un pasaporte para las posiciones más encumbradas tal y como hicieron muchos jóvenes de su generación, pero no lo hizo, escogió el camino del deber que es siempre el más difícil y enfrentó sin dudarlo todos los retos que su decoro le impuso.Su carácter, la entereza moral que le caracterizó hasta el final de sus días, determinó que junto a Richard Heredia y Pedro Luis Boitel enfrentara durante el Primer Congreso Estudiantil, 1959, las maniobras de los sicarios de la naciente dictadura para controlar el movimiento estudiantil.Junto a su inseparable amigo y compañero de lucha, Ricardo Vázquez, elaboró un plan para divulgar los manejos del régimen y continuar trabajando a favor de la Revolución pero no por la Revolución. Se cuenta entre los pocos dirigentes estudiantiles de la época que apoyó a Porfirio Ramírez, presidente de la FEU de Las Villas para evitar que fuera fusilado, aun más, organizó un plan para rescatarlo que fracasó.Israel, siempre, consecuente con sus principios, cuenta el embajador Armando Valladares, era un hombre de clara militancia revolucionaria pero abiertamente anticomunista, recuerda que expresaba sus ideas contra el comunismo de forma firme y clara.Su compromiso con la democracia lo llevó a estar entre los fundadores del Movimiento 30 de Noviembre, Frank País. En la lucha clandestina recuerda Ismael Hernández, siempre estaba dispuesto a correr el mayor de los riesgos y en Presidio su actitud descollaba por su disposición a confrontar a los esbirros de la dictadura.Fue de los pocos que “plantó” al criminal Plan de Trabajo Forzado Camilo Cienfuegos. Fue golpeado innumerables veces, todavía sus compañeros recuerdan el sadismo de un sicario que después que le clavó una bayoneta la retorcía entre sus carnes y huesos sin que Israel emitiera un quejido.Su entereza lo llevó a un segundo exilio. Jamás dejó de luchar participando en la reestructuración del M30N, enfocando gran parte de su actividad a estrechar lazos con quienes participaban en la lucha por la democracia en la Isla.
El Napoleón de las Guerrillas General Máximo Gómez
Foto tomada de: Trabajadores |
Comentario de René León
El ex presidente de la Republica Dominicana Juan Bosch en el año de 1986
escribió un pequeño libro sobre el general dominicano que peleo en la guerra de
independencia de Cuba, Máximo Gómez, con el título de El Napoleón de las
Guerrillas.
En el número 8 del periódico Cuba
Libre que se publicaba en Buenos Aires, capital de la República Argentina,
bajo la dirección de J. B. Govin, estuvo dedicado al Jefe del Ejército
Libertador cubano, el mayor general Máximo Gómez, a quien el London News, llamaba “el Napoleón de
las guerrillas”.
Juan Bosch hace una comparación entre Napoleón Bonaparte y Máximo Gómez,
y dice: “Napoleón estaba considerado como el más extraordinario organizador y
jefe de ejércitos de todos los tiempos y los ingleses no eran dados a exagerar;
y además, a pesar de que fue el dios de las batallas, Napoleón terminó su vida
militar con la derrota que sufrió en Waterloo, de manera que no se llevó a la
tumba el laurel de general invicto, palabra que significa el que nunca fue vencido, y Máximo Gómez, en
cambio, convirtió en victorias todos sus hechos de armas, desde la primera
carga al machete dada en Cuba bajo su mando en Tienda (o Venta) del Pino el 4
de noviembre de 1868 hasta de la Demajagua –llamada por los españoles de Las Casitas-, cumplida el 15 de marzo de
1898, que fue el último encuentro de la increíble campaña de La Reforma; de manera que al volver la
mirada hacia atrás, a lo largo de más de treinta años, el general en jefe del
Ejército Libertador cubano no podía recordar una sola derrota en su historia de
soldado…El título de “Napoleón de las
guerrillas” no le quedaba grande, pues, al jefe de los mambises de Cuba”.
En la Revista Militar de Bélgica
de 1896, decía sobre la guerra en Cuba. Bosch toma este párrafo sobre la guerra
en Cuba: “El general domínico-cubano, en su marcha triunfal del Oriente al
Centro, y de allí a Occidente, ha trastornado de manera absolutamente radical y
completa el orden natural de la guerra moderna”.
Bosch toma otra referencia de un general europeo aparecida en una de las
publicaciones de Europa: “Anoche decía un viejo general en presencia de un mapa
de Cuba: Lo que ese general cubano ha realizado con su ejército es tanto más
original porque emplea todas las maniobras que desarrollaría un ejército bien
disciplinado, pero con más buena suerte y táctica que lo harían los mejores
generales europeos”.
La campaña de la Tea que inicio Gómez contra las propiedades de los
latifundistas y propietarios españoles y cubanos que colaboraban con España.
Como Gómez decía: “Combatir a España “todas las manifestaciones de su poder”,
“en su comercio, en sus industrias” .España tenía que sufragar los gastos de la
guerra en Cuba, pero esta vez sin industrias y comercios que aportaran ingresos
a su economía maltrecha. La política dio el resultado que él esperaba. Pero
como son todas estas medidas fue criticado por los cubanos que estaban
involucrados en la revolución pero que odiaban a Gómez, y le hacían una campaña
de critica Trataban por todos los medios de guitarle poder en los asuntos de la
guerra.
En una de sus partes en el libro, Bosch hace mención del Diario de Campaña de Gómez.” Máximo
Gómez había hablado en esa forma a un grupo de franceses, ingleses, alemanes y
norteamericanos, dueños de fincas de café, que se habían reunido con él el 3 de
agosto de 1896 para protestar por la orden de destruir los cafetales, liquidar
toda la actividad comerciar y paralizar toda clase de trabajo en la región
oriental productora de café, para protestar, en fin, de que a ello se les
sometiera al mismo régimen a que habían sido sometidas Las Villas y Camagüey
cuando el general en jefe del Ejército Libertador retornó a Oriente después de
haber paseado por Las Villas, Matanzas y La Habana la tea incendiaria que dejó
convertidos en cenizas los cañaverales y los ingenios, las estaciones de
ferrocarril y los cuarteles, las fincas de ganado y numerosos caseríos”.
En el Diario de Campaña,
cuenta Benigno Souza, ayudante de Gómez: “de pie en el gran secadero de café de
aquella finca” el general Gómez, lleno de ira, después de explicar que él tenía
que “combatir a España en todas las manifestaciones de su poder, y la combato
en sus ejércitos, en su comercio, en sus industrias”, agregó:
“Y no vale alegar que son ustedes ciudadanos extranjeros, franceses o
norteamericanos, porque para nosotros, ¡óiganlo bien!, no hay más que
ciudadanos cubanos, y más cuando carecemos de esa ciudadanía ante las naciones
de ustedes…Cuando ellas nos reconozcan, cuando llenen ese deber, podrán
exigirnos derechos”…
El general Máximo Gómez tenía lo que todo
hombre debe tener Grandes Bola. Más claro “Cojones.
El Gigante de Piedra (Segunda Parte)
Emilio J. León (†) (1924-1989) es uno de los muchos prisioneros políticos cubanos que forma parte de la llamada “Literatura del Presidio de Cuba”. Fue detenido el 9 de mayo de 1962, condenado a 20 años de Prisión. Paso 17 años y 6 meses en las cárceles de Cuba. Indultado el 13 de noviembre de 1979.
***************************************************************El 1 de Enero de 1959, con la toma del poder por Fidel Castro, más que el desencadenamiento de las fuerzas de natura, se soliviantan todos los instintos primarios de la plebe al grito de ¡PAREDON!- ¡PAREDON! por una minoría diestra en la hipocresía, sagaz en la organización de las masas y astuta en la dialéctica que mostrando una falsa faz nacionalista se enmascaraba en una ideología diabólica internacional que con desaforada propaganda, a grandes titulares en la prensa mundial, pregonaba ¡MANOS FUERA DE CUBA!. ¡APRIETO EL BOTON! (refiriéndose a los proyectiles teledirigidos intercontinentales con ojivas nuclear) logran decapitar a la República conculcan los derechos a la ciudadanía, amordazan a la prensa, arrebatan las conquistas sociales de los obreros y dividen a la familia cubana.
Mientras tanto el pueblo trabajador, amodorrado por los kilométricos discursos del farsante Mesías bajado de la Sierra Maestra, alegre por los improvisados carnavales, arrollando y cantando detrás del bullicio formado por las charangas, atontado por la estridente música difundida por los altavoces y las insistentes consignas contra los norteamericanos: ¡YANKEES, GO HOME!.. se sumaba incauto e inconsciente a la fila de los verdugos de sus hijos.
La historia de la Patria daba un paso atrás y Cuba, al dejar de pertenecer al concierto de las naciones libres y civilizadas de Occidente, era obligada por los nuevos amos a volver a su status de colonia, en esta oportunidad de Moscú.
La nueva casta, descendiente en línea directa o indirecta del audaz conquistador. el aguerrido soldado o el cínico aventurero español buscador de camorra y ambicioso del oro, distinguí ase de sus antecesores por su absoluto ateísmo, el desprecio de la vida de sus semejantes y la insaciable rapacidad de los bienes ajenos.
Desde el mismo instante de la toma del poder y utilizando como propaganda demagógica y sicológica "!AHORA TODO PERTENECE AL PUEBLO" - MUERAN LOS ASESINOS!. la pequeña horda descargó todo el peso de su política de odio y terror contra los oficiales y soldados del derrotado ejército y miembros de la fuerza pública de la fenecida república, los que fueron empujados en masa al fatídico paredón, despertando de nuevo, el sanguinario apetito de El Gigante de Piedra.
Ante la orgía de sangre que inundaba el suelo patrio, las clases vivas de la nación: Ejército rebelde, profesionales, estudiantes, ex-militares, obreros, amas de casa, campesinos, clase media, periodistas y hasta los desposeídos de bienes de fortuna, con clara visión del futuro peligro que se cernía sobre la ciudadanía, comenzaron a agruparse de inmediato creando organizaciones democráticas revolucionarias con variedad de nombres en su estructura y conocidas posteriormente por sus diferentes siglas, pero persiguiendo todas un mismo fin: Derrocamiento de la tiranía comunista.
La Declaración de Principios de cada Organización fue ampliamente divulgada a través de los órganos de propaganda de cada una y distribuida entre la población a lo largo y ancho de la Isla.
Las acciones inherentes a toda labor clandestina no se hicieron esperar: Sabotajes con C3 y C4 a oficinas gubernamentales, a las vías férreas, a las maquinarias de los talleres, al transporte por carretera y marítimo, quema de campos sembrados de cañas y de casas para la cura de la hoja del tabaco, incendios de granjas para pollos, de almacenes de víveres y fábricas de productos químicos, interrupción del fluido eléctrico por zonas, alzamiento armado de hijos del pueblo y miembros del antiguo ejército y del rebelde en la Cordillera de los Órganos, en la Provincia de Pinar del Río, en las lomas de Jaruco, en La Habana, en los llanos de Matanzas y Camagüey, en las Cordilleras del Escambray, en Las Villas y en la propia Sierra Maestra, escenario de la anterior lucha armada, en Oriente. Trasiego de armas y medicinas, infiltraciones tipo comando de cubanos exiliados por varios puntos de la costa norte y sur de la isla incursiones de avionetas del exterior regando propaganda anticomunista sobre el territorio nacional, ajusticiamiento de chivatos. Toda la capacidad organizadora y el valor personal o colectivo fluyó contra la estabilidad económica y política del usurpador rojo. El régimen, ante el auge del descontento popular, acrecentó al terror material y psicológico contra la ciudadanía. Maltrato de obras a los detenidos, denunciados por miembros de los comités de defensa como supuestos contrarrevolucionarios, restricción de las cuotas de alimentos para el consumo del núcleo familiar y de artículos para vestir, registros por agentes de seguridad en horas avanzadas de la madrugada de los domicilios de pacíficos ciudadanos, infiltración de miembros de la Seguridad del Estado en las organizaciones clandestinas, grupos completos de patriotas son detectados... Algunos perecen en acción armada en el instante de su detención y otros son arrestados e incomunicados por largos meses en celdas tapiadas del Ministerio del Interior, intensos y sistemáticos interrogatorios son empleados contra el subversivo en el día o las altas horas de la noche. El potente haz de un reflector dirigido hacia las pupilas lo deja como ciego. Alrededor del interrogado, agentes de seguridad haciendo preguntas, a la vez que gritan, amenazan, rastrillan pistolas, golpean... El suplicio por horas indeterminadas del "cuarto frío" que congela o el extremadamente caliente que sofoca y ahoga. ¿Y las Cabañitas? Dónde se hallan ubicadas? Se desconoce. Pequeñas habitaciones para aplicar torturas donde al detenido se le mantiene encerrado sin ver el sol, por días o meses, con el piso regado de cal viva o lleno de agua, completamente desnudo.
Al final el espectáculo bufo representado por los componentes del Tribunal Revolucionario número I de La Habana, radicado en La Cabaña, y la sádica como irrespetuosa diatriba del Fiscal contra el acusado. El individuo sin tener conocimiento previo de ello ha salido automáticamente sentenciado del Ministerio del Interior por el Oficial Investigador a la pena capital o al cumplimiento de una larga condena en las catacumbas de la fortaleza de La Cabaña. Al entrar a los predios de El Gigante de Piedra el primer vislumbre que se tiene de la muerte es cuando la vista, como al descuido, se posa en el desconocido "palo"... Al cruzar el pequeño puente que salva el abismo donde se halla el foso, al mirar hacia la derecha, lo verá allí, empotrado en la tierra, enhiesto, impávido, vigoroso, astillado. Como telón de fondo para representar su macabro fin, le sirve la maciza pared de una de las galeras, a unos pasos de la número 17, desconchada por el impacto de los plomos y manchada formando como un círculo de herrumbre... es la salpicadura de la reseca sangre de los valientes patriotas arrancados con violencia de la vida ante el paredón. Arriba, perennemente encendida una bombilla de quinientas bujías protegida por una pantalla de metal pintada de verde alumbra al solitario "palo" ¿una advertencia? Es más bien el símbolo teórico llevado a la práctica por el despotismo comunista.
Debidamente fichado en el departamento de Archivo de la Dirección del Penal despojado del vestuario particular, le hacen entrega de una muda de ropa usada, mugrienta y fétida y de una colchoneta formando diminutas protuberancias distribuidas en lo interno, cuyo forro con señales de humedad despide un penetrante olor ácido a sudor. En callado coloquio, la mente fabrica justificados dicterios contra el semejante tan poco aseado de su persona, las prendas de vestir y la inmunda colchoneta. Pocos segundos después, se conocerá... experiencia propia de la poca higiene corporal y del lavado de la ropa... La escasez de agua. Vigilado por un guardia portando arma larga se recorre un corto tramo de una adoquinada vía colonial hasta llegar a un pesado portalón entrecruzado por cuadrados barrotes de hierro. Estos son cubiertos por planchas de metal con adornos geométricos compuesto de cuatro lóbulos forjados al vacío. Un custodio que desempeña las funciones de "Llave", desde el interior, abre la enorme puerta. Chirrían los goznes. Se pasa al rastrillo, resbalan sobre el piso cubierto de grasa e inmundicias las suelas de los zapatos. Las paredes de cantera y un colgadizo de madera se hallan embadurnados de hollín. Por enrejadas puertas escápese una niebla caliente y densa. Mortecinas por el vapor de agua aparece la luz de las bombillas. De las tinieblas de aquel aposento parecido a una cueva se descubren sombras de hombres portando largos tridentes. Se oye el característico entrechocar de panzudos calderos de hierro. Voces airadas gritando "!Hiérvelos... hiérvelos! ¿Es el infierno? No, es el local para la cocina que corresponde al penal.
Abren una pequeña puerta construida de igual material y con exactos adornos al portalón que da acceso al recinto destinado para residencia de los reclusos. Es la Zona o Patio No. 2. Tiene la forma de un triángulo rectángulo con un declive de varias pulgadas con dirección al oeste para el desagüe. Los muros que le aprisionan tienen una altura de doce metros. Un espesor de un metro. En lo alto de cada extremo de la figura geométrica, sendas ametralladoras calibre 30 con sus servidores, apunta hacia la población penal.
Ha habido agua. La impura, por lo sucia, de la limpieza de las galeras y la de la enjabonada del lavado de las ropas se desliza por el piso de cemento del patio entre los latones para los desperdicios donde, por millares zumban las moscas. De las improvisadas tendederas cuelgan incontadas piezas lavadas puestas a secar, interrumpiendo el paseo de los transeúntes. Por cientos deambulan los cautivos por el asqueroso patio recibiendo con regocijo las caricias del sol. Un pequeño grupo se acerca al perplejo recién llegado. Uno de ellos lo saluda con la locución. !Carne fresca! Posiblemente sea la frase sacramental del ritual para aceptar en la comunidad al iniciado en el tortuoso y aciago destino del preso político cubano en la cárcel comunista. Con las imprevistas peripecias en los largos años de cautiverio obtendrá la consagración.
Una puerta enrejada que mira hacia el noroeste sirve de entrada para las galeras números 16 y 17. En esa reciben al nuevo recluso. Un preso político funge como jefe de galera.
Toma nota de las generales del reciente inquilino... "Para el control de la correspondencia y turno de la cama" - dice y prosigue: "sólo hay quince torres de tres camas cada una. A los primeros cuarenta y cinco hombres les correspondieron las mismas, el resto tiene que dormir sobre el suelo o en un catre. Solicite uno a su familia y también un cubo con capacidad para ocho litros. Hay dificultades con el agua. Cuatro jarritas diarios para todas las necesidades. Un baño cada diez o doce días. Cada galera tiene capacidad para noventa hombres, pero están superpobladas. En ésta, con Ud., sumamos trescientos dieciséis. Venga conmigo. Mire, este es su sitio. Ahí puede poner el colchón. Ya se acostumbrará a las naturales molestias de su actual situación, al abejeo de las voces del personal y a la "tronadera."
Las galeras presentan igual aspecto en lo interno: Un pequeño cuartucho para el baño, un urinario y dos tazas para dar de cuerpo. El techo en forma de bóveda con tres grandes tragaluces. Treinta y seis metros de largo, siete de ancho y cinco metros de alto. Generalmente encaladas. Las paredes de un metro de espesor. Exteriormente, tienen el aspecto de cuevas. Empotradas bajo una capa de escombros, piedra y tierra, de seis metros de espesor.
Con relación a los puntos cardinales las mismas tienen la posición siguiente: Del número siete a la quince se orientan quince grados al norte; la dieciocho y la veinte al noroeste. La diecinueve no existe.
A doce metros del frente de la galera 13 se halla uno de los altos muros que encierran la zona dos. Pegado a este y a ras del piso parte una escalera de piedra formando un ángulo de cuarenta y cinco, que baja al entresuelo. Al centro de la tétrica y oscura habitación que existe allí levántese la imponente estructura de una jaula cuadrada de gruesos barrotes. Aquella armazón de barras de hierro para encerrar hombres sobrecoge el ánimo. La ventilación, como la escasa luz, la recibe de un tragaluz enrejado empotrado en el alto techo que no es otro que el patio superior por donde se recrean los cautivos. A diez varas de distancia del frente de la galera 9 se encuentra dicho respirador. Esa celda de castigo es conocida por "El Chinchorro".
“¿YA HABLÓ DON RAFAEL?” RADIO Y TV EN ESPAÑOL EN LOS EE.UU.
Dr. Eduardo Lolo |
“¿YA HABLÓ DON RAFAEL?” RADIO Y TV EN ESPAÑOL EN LOS EE.UU.
(Ponencia presentada por el Dr. Eduardo Lolo en el Segundo Congreso de la Academia
Norteamericana de la Lengua Española [ANLE], celebrado en la Biblioteca del Congreso de los
EE.UU. en Washington, DC, del 5 al 7 de octubre de 2018)
Como ya he señalado en otras oportunidades, si el español fue la primera lengua europea en hablarse en lo que hoy llamamos Estados Unidos de América y la de uso más extendido hasta el siglo XIX en el vasto territorio de lo que sería esta gran nación, no es de extrañar que los primeros medios de comunicación hayan reflejado esa realidad lingüística. En efecto, los primeros periódicos y revistas editados en Norteamérica fueron en castellano, como antecedentes de esa pertinaz presencia hispana en la toponimia de un país en ciernes que se extendería de un océano a otro.
La metamorfosis de las diminutas trece colonias británicas apretujadas en la costa este en el coloso independiente que hoy conocemos hizo que el inglés se convirtiera en el lenguaje de mayor uso en la nueva entidad histórica resultante. El español, sin embargo, nunca llegó a desaparecer de estos parajes. Aunque relegado a un segundo plano, publicaciones periódicas y libros se siguieron editando en castellano. Y en el siglo XX dos nuevos medios se encargarían de mantener y hasta extender esa presencia lingüística de la hispanidad en los Estados Unidos: la radio y la televisión. La inestabilidad política y/o económica endémica de la mayoría de las repúblicas latinoamericanas se ha encargado de que nunca falten nuevos hispanohablantes en estas tierras, ávidos por mantener su cultura a través de su mayor exponente: el idioma que le sirve de vehículo e identificación.
Las primeras emisiones radiales en español en nuestro país aparecieron en la tercera década del siglo XX poco después de sus homólogas en inglés. Y no era de esperarse otra cosa, pues en definitiva los inicios de la transmisión inalámbrica están íntimamente ligados a la hispanidad, ya que los mensajes de radio en España comenzaron, de la mano de Julio Cervera Baviera, tan temprano como en 1902; o sea, mucho antes que en los EE.UU.
Sin embargo, la radio en castellano al norte del Río Bravo no está directamente relacionada con España, sino con México. Comunicadores mexicanos residentes en los estados americanos fronterizos con la nación azteca, conscientes del mercado potencial que representaba la audiencia formada por sus coterráneos viviendo de este lado de la frontera, comenzaron a comprar bloques habituales de transmisión a estaciones de radio anglosajonas en horarios de poca recepción para emitir programas en nuestra habla. También desde ciudades mexicanas próximas al territorio estadounidense tales como Tijuana, algunas emisoras comenzaron a dirigir parte de su programación a los ‘paisanos’, convirtiéndose con toda probabilidad en los primeros ejemplos de transmisiones radiales binacionales en América.
Desafortunadamente, entre 1928 y 1929 se dio un paso hacia atrás en el desarrollo de la radio hispana en los EE.UU. como consecuencia de la puesta en práctica de una política gubernamental anti-inmigrante conocida como “Operation Wetback” (Operación Espaldas Mojadas) que implementara la deportación de miles de mexicanos. Consecuentemente, muchas estaciones comenzaron a reducir la programación en castellano debido a las presiones de los gobiernos locales así como por la promulgación de nuevas y más severas regulaciones federales para la radiodifusión.
Habría que esperar hasta los años cuarenta para que la radio en español en la Unión Americana reiniciara su truncado ascenso. A mediados de la década ya emitían programas en nuestra lengua 58 emisoras y salió al aire la primera estación en transmitir todo el tiempo en castellano, establecida en San Antonio (TX) por Raúl Cortés en 1946.
Los siguientes decenios presentan un desarrollo vertiginoso de la radio hispanounidense. De unas docenas de estaciones en la década del 50 se asciende a centenares a finales de siglo y a casi mil (contando las retransmisoras) en los inicios del actual. El control financiero y cultural mexicano sigue siendo preponderante, como corresponde a la proporción demográfica de dicha nacionalidad en la población hispana general de los EE.UU. Pero otros conglomerados han logrado abrirse paso en la industria, como los cubanos exiliados, quienes extendieron a este país la popularidad de las novelas radiofónicas y televisivas que previamente la radiodifusión habanera pre-castrista había exportado con gran éxito a toda Latinoamérica, convertidas en su desarrollo en un componente de suma importancia de la cultura hispanoamericana.
Estas célebres dramatizaciones tienen sus más remotas raíces en las ediciones de novelas impresas por entregas (denominadas “folletines”) tan populares en el siglo XIX, de ahí que las radionovelas ofrecieran en sus inicios adaptaciones radiales de obras famosas de la literatura universal. Pero al poco tiempo, como consecuencia de la inesperada popularidad de dichas transmisiones, se empezarían a escribir historias directamente para la radio, con libretos que no estaban fundados en narraciones publicadas con anterioridad en forma de libros o folletos. Se considera que la primera radionovela original de gran éxito fue El derecho de nacer (1948), de Félix B. Caignet (1892-1976). La obra estuvo en el aire en la radio cubana por un año (tiene 314 capítulos, originalmente transmitidos en vivo de lunes a sábado) y fue llevada posteriormente a otras zonas de la hispanidad con igual acogida del público, habiendo sido adaptada hasta el momento dos veces al cine y en múltiples ocasiones a la TV, al menos en un caso con hasta 600 capítulos.
Dicha novela narra las vicisitudes de una madre soltera de la alta clase social que, a pesar de todas las presiones, se resiste a abortar a su hijo, a quien no quiere le violen el derecho de nacer. El abuelo de la criatura (Don Rafael del Junco) hasta orquesta el asesinato del recién nacido, pero el encargado del infanticidio no se atreve a ejecutarlo y permite que una nana negra huya con la criatura, informando al malvado abuelo que los había matado a los dos. Con el tiempo, el niño se convierte en un galeno que salva la vida de su abuelo sin que ninguno de los dos supiera del parentesco. Contarles cómo se llega al final feliz luego de una tan escabrosa como complicada trama nos llevaría casi tanto tiempo como estuvo la obra en el aire.
Pero hay una anécdota de la novela que parece algo así como un elemento precursor del realismo mágico: el actor que hacía el papel del cruel abuelo pidió aumento de sueldo y amenazó con abandonar la transmisión si no se le otorgaba. El dueño de la emisora se resistió a su demanda y ordenó al autor eliminar el personaje de la historia. Como esto era imposible desde el punto de vista dramatúrgico, Caignet ideó el subterfugio de que Don Rafael sufriera un derrame cerebral que le impidiera el habla. De vez en cuando se oían ininteligibles sonidos guturales como si éste intentara decir algo, balbuceos que hacía cualquiera de los otros actores presentes en el estudio. De ahí que aquellos expectantes oyentes que se perdían alguno de los capítulos lo primero que preguntasen a quien lo hubiera oído era: “¿Ya habló Don Rafael?”, pues el desenlace de la trama dependía de una información que solamente él (y los millones de radioescuchas) conocían. La importancia de El derecho de nacer ha sido tal que el libreto original (o sus variantes tanto radiales como televisivas), se continúa emitiendo exitosamente con asombrosa periodicidad en diferentes naciones a pesar del tiempo transcurrido desde su estreno. De ahí que no sea una sorpresa que en una encuesta hecha entre los televidentes por la agencia Associated Press en el año 2008 El derecho de nacer quedara catalogada como la novela más influyente en la audiencia hispanoparlante.
Las especializaciones temáticas de las emisoras radiales hispanas en los EE.UU. son tan disímiles como las potencias de sus transmisores: de una programación eminentemente musical de carácter étnico o general, a otras de puro texto de opinión, educativo o adoctrinador. En la mayoría de los casos comunicadores carismáticos se encargan de mantener un contacto directo con la comunidad que los hace parte o voceros de la misma. Puede decirse que un oscuro gueto se convierte en pujante comunidad sólo cuando tiene su propia emisora de radio que lo extienda cabalgando Hertzios más allá de sus fronteras, aun cuando el dueño sea un ‘gringo’ que no habla una palabra en español o pertenezca a una corporación asentada en una lejana ciudad desconocida por los escuchas: el coterráneo hablando su idioma, con su acento y los modismos traídos del distante terruño añorado, es la única personalidad reconocida por los radioyentes; él ‘es’ la estación. Hasta exitosos consorcios anglosajones, conscientes de la creciente importancia demográfica de los hispanos en los Estados Unidos, han entrado en el mercado de la radiodifusión en español: CNN y ESPN sirven de ejemplos.
Un hecho curioso resulta ser la extensión del nombre de algunas emisoras más allá de las frías identificaciones oficiales. Supongo que dicha añadidura tenga su origen en un lema que sirviera originalmente para anunciar el contenido general de la programación diseñada o la radioaudiencia en especial a la que estaba dirigida. Algunas de dichas adiciones resultan del todo lógicas; por ejemplo: “Amor” y “Recuerdo”, seleccionadas para nombrar una estación especializada en música romántica y otra en éxitos del ayer, respectivamente. O “La Campesina” y “Radio Fe de Excelencia”, la primera para identificar una emisora dedicada a oyentes rurales y la segunda a radioescuchas religiosos. Otras hacen un extravagante uso de la letra k con que se inician la mayoría de las denominaciones oficiales al oeste del río Mississippi: “La Kalle” y “La Konsentida” ilustran este grupo. Algunos de esos nombres nuevos resultan algo crípticos: “La Gran D” y “La Super Z” sirven de muestras. Y hasta los hay que parecen ser sugestivamente polivalentes: “La Qué Buena”, “La Bronca”, “La Caliente”, “La Mega”. El tema bien que podría servir para la confección de un artículo costumbrista que, como ya ofrecí en otra ocasión, dejo en las manos de cualquier interesado.
A la radio hispana en nuestra república le siguió la televisión. A principios de su desarrollo comercial a finales de la quinta década del siglo XX no se le prestó mucha atención al público hispanounidense en los EE.UU., posiblemente por considerarse que, en general, sus integrantes no contaban con los recursos financieros necesarios para la adquisición de un televisor, tenido como poco menos que un costoso artículo de lujo en los primeros años del medio. Luego, con la disminución del precio de los receptores y el sustancial aumento de la colonia hispana en múltiples estados, se comenzó a tomar en cuenta, paulatinamente, a ese preterido segmento de la población estadounidense.
En un inicio, como sucedió con la radio, se trataba de espacios alquilados a canales anglosajones durante horarios de poca teleaudiencia. Pero no pasó mucho tiempo para que se fundaran estaciones televisivas hispanas en los EE.UU. San Antonio, que fuera la primera ciudad en tener una emisora de radio completamente en español, repetiría su condición de primada de los medios de difusión hispanos en los Estados Unidos al inaugurar el primer de canal de televisión de programación total en castellano en 1961. Un año después le seguiría Los Ángeles, a la que se unirían con posterioridad Nueva York y Miami.
De canales individuales se pasaría a corporaciones nacionales como las cadenas Univisión y Telemundo, las que prácticamente controlan en la actualidad la industria televisiva estadounidense en nuestro lenguaje. Conglomerados como Azteca América y Estrella TV, han logrado sobrevivir en el aire, aunque muy lejos de poder competir con las dos cadenas punteras citadas. Completan la nómina pequeñas estaciones locales como América TV en Miami que, aunque no pueden pugnar con los grandes consorcios mencionados, tratan de cubrir necesidades específicas de sus comunidades con programaciones contentivas de un sabor local que no logran brindar las cadenas nacionales por la propia vasta extensión de sus objetivos.
Univisión basa sus ofertas fundamentales en programas grabados en México gracias a sus nexos con Televisa, mientras que Telemundo se inclina más a la programación de factura nacional y suramericana. Por consiguiente, Univisión está dirigida, esencialmente, a la teleaudiencia mexicana, al tiempo que Telemundo pone sus miras, básicamente, en el público puertorriqueño, cubano y centro y suramericano. Telemundo fue adquirida por el gigante de la televisión anglosajona National Broadcasting Company (NBC) en el 2001 y Univisión ampliaría su imperio a la radio con la adquisición en el 2003 de la Hispanic Broadcasting Corporation (HBC), la más significativa corporación de emisoras de radio en castellano de ese tiempo. Finalmente, Univisión Communications, Inc. sería vendida a Broadcasting Media Partners en el 2007.
Todas ellas tienen como productos básicos las ya mencionadas telenovelas. La nueva versión del lejano “folletín” tendría un gran desarrollo en México, Venezuela y ‒aunque en menor medida‒ en Colombia, desde donde sus producciones se importan a las demás naciones hispanoamericanas y a los Estados Unidos. Dicha modalidad dramática ha logrado imponerse tan marcadamente en la preferencia del público televidente hispanounidense que ha dado pie a importantes obras realizadas en nuestra nación. También ha trascendido las fronteras lingüísticas, con doblajes a más de una docena de idiomas y una destacada elaboración brasileña y turca (que a su vez se doblan al español), así como un reciente proceso de expansión a la TV anglosajona, con piezas grabadas directamente en inglés.
Las telenovelas actuales se componen, fundamentalmente, de tramas simples que tienen como tema primario una historia de amor que debe vencer un sinnúmero de obstáculos (con especial hincapié en las diferencias entre clases sociales) para llegar al final feliz que todos esperan y conocen de antemano. El nivel artístico-literario, en sentido general, es mediocre; tal parece que se producen en serie, como en una fábrica: todas casi iguales. Esa pobre factura, sin embargo, no les hace perder teleaudiencia; de ahí la necesidad de un análisis profesional que trate de dilucidar el fenómeno.
El arribo de la televisión por cable hizo que el ciclo se repitiera: la compra de espacios en horarios de poca teleaudiencia, o la adquisición gratuita de segmentos dentro de canales de propiedad municipal, han permitido una pluralidad de ofertas en español en la nueva era televisiva que van del deporte a la religión, pasando por variantes culturales disímiles, la política, intereses gremiales o comunales, etc. Coincidentemente, algunos canales y empresas anglosajonas de temáticas específicas están intentando llegar al televidente hispano con ediciones de sus programas dobladas al castellano o personal hablando nuestro idioma. Entre ellos cabe destacar CNN, ESPN, History Channel, Discovery Channel y el conglomerado cultural no comercial Public Broadcasting System (PBS), el cual ya tiene su versión en español: VeMe. Todos están tratando de repetir con el público hispanounidense los éxitos alcanzados con el de habla inglesa; tendencia que es de suponer se incremente en el futuro a medida que nuestro peso demográfico sea mayor.
Muchas de las emisoras de TV son repetidoras de la programación general de las cadenas nacionales, aunque aquellas asentadas en zonas de mayor población hispana tienen sus propios estudios de producción encargados de la realización de programas locales (básicamente noticiosos) que alternan con los de carácter nacional. Otras carecen de estudios particulares, como por ejemplo UniMás, cuya programación esencial se basa en la transmisión de películas anglosajonas dobladas al español, antiguas series humorísticas, viejas telenovelas, así como eventos deportivos.
Las emisoras de radio, por el contrario, tienen sus propios estudios aun cuando formen parte de cadenas nacionales tales como Univisión Radio y la Spanish Broadcasting System. Ello se debe al hecho de que la radio sigue manteniendo su condición prístina de medio de comunicación local, respondiendo a las necesidades y preocupaciones concretas de las comunidades en que están ubicadas las emisoras. Los radioyentes se identifican con las personalidades de los comunicadores que ‘sienten’ cercanos, en una repetición (o continuación) del antiguo caso de Pedro González. La televisión, a pesar de su popularidad, no ha podido alcanzar nunca esa relación tan íntima con el público que la radio logró hace casi un siglo y ha sabido mantener hasta el presente.
El siglo XXI abriría con nuevos retos tales como la pujante presencia ambivalente de las redes cibernéticas, así como el deterioro de las formas tradicionales del español por efecto de la influencia del inglés o la lejanía de las nuevas comunidades de inmigrantes hispanos de sus zonas de origen. A ellas se uniría la marcada pérdida lingüística de la segunda y tercera generación de hispanos nacidos en los EE.UU. y, en el último decenio, la disminución del flujo migratorio como resultado de las deportaciones masivas y las trabas a la inmigración.
En un intento por paliar los mencionados efectos negativos y estar a la altura de los tiempos, tanto las grandes cadenas nacionales de radio y televisión como las compañías de menor importancia han creado cibersitios que promocionan o complementan sus ofertas. En algunos de ellos es posible escuchar y/o ver la programación en vivo original o los programas ya emitidos. Sus secciones de noticias, por sus periódicas actualizaciones diarias, hasta compiten con las publicaciones noticiosas de difusión tradicional en la Internet. Sin embargo, todavía está por ver si tal extensión cibernética resulte, a la postre, beneficiosa o inconveniente, asfixia o aliento.
No obstante los aspectos perjudiciales o irresolutos señalados, no vislumbro una crisis en la radio y la TV en español como la que sufrió la primera a finales de los años veinte del siglo pasado. Teniendo en cuenta el constante ‒aunque actualmente disminuido‒ aumento de la población hispana en los EE.UU., es de esperarse que los medios no impresos de difusión en castellano continúen su ascenso cuantitativo en este país. Estados donde los hispanos eran casi inexistentes hace 20 años, en la actualidad presentan pujantes colonias de nuevos inmigrantes, cuyos miembros están ansiosos por oír su idioma en el radio o ver en el televisor los rostros de sus actores y actrices preferidos con quienes llorar o reír luego de la casi siempre fatigante jornada laboral. Pues es el caso que gracias a la magia de la radio y la televisión en español, el sol enceguecedor de México, Puerto Rico o los llanos venezolanos, bien que puede caldear las montañas nevadas de Utah.
Y sí, finalmente Don Rafael habló. Incluso en los Estados Unidos gracias al derecho de nacer de la radio y la televisión hispanounidenses.
BIBLIOGRAFÍA
Albarran, Alan B. & Brian Hutton. A History of Spanish Language Radio in the United States. Denton, TX: The Center of Spanish Language Media. The University of North Texas, 2009. Castañeda Paredes, Mari. “The Transformation of Spanish-Language Radio in the U.S.”. Journal of Radio Studies 10(1) 2003: 5-16. Connor, Olga. “La televisión.” Enciclopedia del español en los Estados Unidos. Humberto López Morales, coordinador. España: Santillana, 2009. Págs. 497-504. González Tosat, Clara. “Cibermedios hispanos en los Estados Unidos”. Informes del Observatorio/Observatorio Reports. Cambridge, MA: Instituto Cervantes at Harvard University, 2015. ---. “La radio en español en los Estados Unidos”. Informes del Observatorio / Observatorio Reports. Cambridge, MA: Instituto Cervantes at FAS - Harvard University, 2017. Gutiérrez, Félix. “The Increase in Spanish-language Media in California from 1970 to 1975: An Index of the Growing Use of Spanish.” International Journal of the Sociology of Language 53 (1985): 115-125. --- & J.R. Schement. Spanish-language Radio in the Southwestern United States. Austin, TX: Center for Mexican American Studies. University of Texas, 1979. Lolo, Eduardo, editor y compilador. Para leerte mejor: publicaciones en español en los Estados Unidos (2000-2012). New York: Academia Norteamericana de la Lengua Española, 2013. Merayo-Pérez, Arturo, coordinador. La radio en Iberoamérica. Evolución, diagnóstico y prospectiva. Sevilla y Zamora: Comunicación Social Ediciones y Publicaciones, 2007. Miranda, Marcos, y Elinet Medina. “La radio hispana en los Estados Unidos.” Enciclopedia del español en los Estados Unidos. Humberto López Morales, coordinador. España: Santillana, 2009. Págs. 482-496. Retis, Jessica y Ángel Badillo. ‘Los latinos y las industrias culturales en español en los Estados Unido”. Documento de trabajo 1 (2015). Madrid: Real Instituto Elcano, 2015. Rodríguez, América. “Creating and Audience and Remapping a Nation: A Brief History of US Spanish Language Broadcasting 1930-1980.” Quarterly Review of Film and Video 16.3 (1997): 357-374.
Como ya he señalado en otras oportunidades, si el español fue la primera lengua europea en hablarse en lo que hoy llamamos Estados Unidos de América y la de uso más extendido hasta el siglo XIX en el vasto territorio de lo que sería esta gran nación, no es de extrañar que los primeros medios de comunicación hayan reflejado esa realidad lingüística. En efecto, los primeros periódicos y revistas editados en Norteamérica fueron en castellano, como antecedentes de esa pertinaz presencia hispana en la toponimia de un país en ciernes que se extendería de un océano a otro.
La metamorfosis de las diminutas trece colonias británicas apretujadas en la costa este en el coloso independiente que hoy conocemos hizo que el inglés se convirtiera en el lenguaje de mayor uso en la nueva entidad histórica resultante. El español, sin embargo, nunca llegó a desaparecer de estos parajes. Aunque relegado a un segundo plano, publicaciones periódicas y libros se siguieron editando en castellano. Y en el siglo XX dos nuevos medios se encargarían de mantener y hasta extender esa presencia lingüística de la hispanidad en los Estados Unidos: la radio y la televisión. La inestabilidad política y/o económica endémica de la mayoría de las repúblicas latinoamericanas se ha encargado de que nunca falten nuevos hispanohablantes en estas tierras, ávidos por mantener su cultura a través de su mayor exponente: el idioma que le sirve de vehículo e identificación.
Las primeras emisiones radiales en español en nuestro país aparecieron en la tercera década del siglo XX poco después de sus homólogas en inglés. Y no era de esperarse otra cosa, pues en definitiva los inicios de la transmisión inalámbrica están íntimamente ligados a la hispanidad, ya que los mensajes de radio en España comenzaron, de la mano de Julio Cervera Baviera, tan temprano como en 1902; o sea, mucho antes que en los EE.UU.
Sin embargo, la radio en castellano al norte del Río Bravo no está directamente relacionada con España, sino con México. Comunicadores mexicanos residentes en los estados americanos fronterizos con la nación azteca, conscientes del mercado potencial que representaba la audiencia formada por sus coterráneos viviendo de este lado de la frontera, comenzaron a comprar bloques habituales de transmisión a estaciones de radio anglosajonas en horarios de poca recepción para emitir programas en nuestra habla. También desde ciudades mexicanas próximas al territorio estadounidense tales como Tijuana, algunas emisoras comenzaron a dirigir parte de su programación a los ‘paisanos’, convirtiéndose con toda probabilidad en los primeros ejemplos de transmisiones radiales binacionales en América.
Desafortunadamente, entre 1928 y 1929 se dio un paso hacia atrás en el desarrollo de la radio hispana en los EE.UU. como consecuencia de la puesta en práctica de una política gubernamental anti-inmigrante conocida como “Operation Wetback” (Operación Espaldas Mojadas) que implementara la deportación de miles de mexicanos. Consecuentemente, muchas estaciones comenzaron a reducir la programación en castellano debido a las presiones de los gobiernos locales así como por la promulgación de nuevas y más severas regulaciones federales para la radiodifusión.
Habría que esperar hasta los años cuarenta para que la radio en español en la Unión Americana reiniciara su truncado ascenso. A mediados de la década ya emitían programas en nuestra lengua 58 emisoras y salió al aire la primera estación en transmitir todo el tiempo en castellano, establecida en San Antonio (TX) por Raúl Cortés en 1946.
Los siguientes decenios presentan un desarrollo vertiginoso de la radio hispanounidense. De unas docenas de estaciones en la década del 50 se asciende a centenares a finales de siglo y a casi mil (contando las retransmisoras) en los inicios del actual. El control financiero y cultural mexicano sigue siendo preponderante, como corresponde a la proporción demográfica de dicha nacionalidad en la población hispana general de los EE.UU. Pero otros conglomerados han logrado abrirse paso en la industria, como los cubanos exiliados, quienes extendieron a este país la popularidad de las novelas radiofónicas y televisivas que previamente la radiodifusión habanera pre-castrista había exportado con gran éxito a toda Latinoamérica, convertidas en su desarrollo en un componente de suma importancia de la cultura hispanoamericana.
Estas célebres dramatizaciones tienen sus más remotas raíces en las ediciones de novelas impresas por entregas (denominadas “folletines”) tan populares en el siglo XIX, de ahí que las radionovelas ofrecieran en sus inicios adaptaciones radiales de obras famosas de la literatura universal. Pero al poco tiempo, como consecuencia de la inesperada popularidad de dichas transmisiones, se empezarían a escribir historias directamente para la radio, con libretos que no estaban fundados en narraciones publicadas con anterioridad en forma de libros o folletos. Se considera que la primera radionovela original de gran éxito fue El derecho de nacer (1948), de Félix B. Caignet (1892-1976). La obra estuvo en el aire en la radio cubana por un año (tiene 314 capítulos, originalmente transmitidos en vivo de lunes a sábado) y fue llevada posteriormente a otras zonas de la hispanidad con igual acogida del público, habiendo sido adaptada hasta el momento dos veces al cine y en múltiples ocasiones a la TV, al menos en un caso con hasta 600 capítulos.
Dicha novela narra las vicisitudes de una madre soltera de la alta clase social que, a pesar de todas las presiones, se resiste a abortar a su hijo, a quien no quiere le violen el derecho de nacer. El abuelo de la criatura (Don Rafael del Junco) hasta orquesta el asesinato del recién nacido, pero el encargado del infanticidio no se atreve a ejecutarlo y permite que una nana negra huya con la criatura, informando al malvado abuelo que los había matado a los dos. Con el tiempo, el niño se convierte en un galeno que salva la vida de su abuelo sin que ninguno de los dos supiera del parentesco. Contarles cómo se llega al final feliz luego de una tan escabrosa como complicada trama nos llevaría casi tanto tiempo como estuvo la obra en el aire.
Pero hay una anécdota de la novela que parece algo así como un elemento precursor del realismo mágico: el actor que hacía el papel del cruel abuelo pidió aumento de sueldo y amenazó con abandonar la transmisión si no se le otorgaba. El dueño de la emisora se resistió a su demanda y ordenó al autor eliminar el personaje de la historia. Como esto era imposible desde el punto de vista dramatúrgico, Caignet ideó el subterfugio de que Don Rafael sufriera un derrame cerebral que le impidiera el habla. De vez en cuando se oían ininteligibles sonidos guturales como si éste intentara decir algo, balbuceos que hacía cualquiera de los otros actores presentes en el estudio. De ahí que aquellos expectantes oyentes que se perdían alguno de los capítulos lo primero que preguntasen a quien lo hubiera oído era: “¿Ya habló Don Rafael?”, pues el desenlace de la trama dependía de una información que solamente él (y los millones de radioescuchas) conocían. La importancia de El derecho de nacer ha sido tal que el libreto original (o sus variantes tanto radiales como televisivas), se continúa emitiendo exitosamente con asombrosa periodicidad en diferentes naciones a pesar del tiempo transcurrido desde su estreno. De ahí que no sea una sorpresa que en una encuesta hecha entre los televidentes por la agencia Associated Press en el año 2008 El derecho de nacer quedara catalogada como la novela más influyente en la audiencia hispanoparlante.
Las especializaciones temáticas de las emisoras radiales hispanas en los EE.UU. son tan disímiles como las potencias de sus transmisores: de una programación eminentemente musical de carácter étnico o general, a otras de puro texto de opinión, educativo o adoctrinador. En la mayoría de los casos comunicadores carismáticos se encargan de mantener un contacto directo con la comunidad que los hace parte o voceros de la misma. Puede decirse que un oscuro gueto se convierte en pujante comunidad sólo cuando tiene su propia emisora de radio que lo extienda cabalgando Hertzios más allá de sus fronteras, aun cuando el dueño sea un ‘gringo’ que no habla una palabra en español o pertenezca a una corporación asentada en una lejana ciudad desconocida por los escuchas: el coterráneo hablando su idioma, con su acento y los modismos traídos del distante terruño añorado, es la única personalidad reconocida por los radioyentes; él ‘es’ la estación. Hasta exitosos consorcios anglosajones, conscientes de la creciente importancia demográfica de los hispanos en los Estados Unidos, han entrado en el mercado de la radiodifusión en español: CNN y ESPN sirven de ejemplos.
Un hecho curioso resulta ser la extensión del nombre de algunas emisoras más allá de las frías identificaciones oficiales. Supongo que dicha añadidura tenga su origen en un lema que sirviera originalmente para anunciar el contenido general de la programación diseñada o la radioaudiencia en especial a la que estaba dirigida. Algunas de dichas adiciones resultan del todo lógicas; por ejemplo: “Amor” y “Recuerdo”, seleccionadas para nombrar una estación especializada en música romántica y otra en éxitos del ayer, respectivamente. O “La Campesina” y “Radio Fe de Excelencia”, la primera para identificar una emisora dedicada a oyentes rurales y la segunda a radioescuchas religiosos. Otras hacen un extravagante uso de la letra k con que se inician la mayoría de las denominaciones oficiales al oeste del río Mississippi: “La Kalle” y “La Konsentida” ilustran este grupo. Algunos de esos nombres nuevos resultan algo crípticos: “La Gran D” y “La Super Z” sirven de muestras. Y hasta los hay que parecen ser sugestivamente polivalentes: “La Qué Buena”, “La Bronca”, “La Caliente”, “La Mega”. El tema bien que podría servir para la confección de un artículo costumbrista que, como ya ofrecí en otra ocasión, dejo en las manos de cualquier interesado.
A la radio hispana en nuestra república le siguió la televisión. A principios de su desarrollo comercial a finales de la quinta década del siglo XX no se le prestó mucha atención al público hispanounidense en los EE.UU., posiblemente por considerarse que, en general, sus integrantes no contaban con los recursos financieros necesarios para la adquisición de un televisor, tenido como poco menos que un costoso artículo de lujo en los primeros años del medio. Luego, con la disminución del precio de los receptores y el sustancial aumento de la colonia hispana en múltiples estados, se comenzó a tomar en cuenta, paulatinamente, a ese preterido segmento de la población estadounidense.
En un inicio, como sucedió con la radio, se trataba de espacios alquilados a canales anglosajones durante horarios de poca teleaudiencia. Pero no pasó mucho tiempo para que se fundaran estaciones televisivas hispanas en los EE.UU. San Antonio, que fuera la primera ciudad en tener una emisora de radio completamente en español, repetiría su condición de primada de los medios de difusión hispanos en los Estados Unidos al inaugurar el primer de canal de televisión de programación total en castellano en 1961. Un año después le seguiría Los Ángeles, a la que se unirían con posterioridad Nueva York y Miami.
De canales individuales se pasaría a corporaciones nacionales como las cadenas Univisión y Telemundo, las que prácticamente controlan en la actualidad la industria televisiva estadounidense en nuestro lenguaje. Conglomerados como Azteca América y Estrella TV, han logrado sobrevivir en el aire, aunque muy lejos de poder competir con las dos cadenas punteras citadas. Completan la nómina pequeñas estaciones locales como América TV en Miami que, aunque no pueden pugnar con los grandes consorcios mencionados, tratan de cubrir necesidades específicas de sus comunidades con programaciones contentivas de un sabor local que no logran brindar las cadenas nacionales por la propia vasta extensión de sus objetivos.
Univisión basa sus ofertas fundamentales en programas grabados en México gracias a sus nexos con Televisa, mientras que Telemundo se inclina más a la programación de factura nacional y suramericana. Por consiguiente, Univisión está dirigida, esencialmente, a la teleaudiencia mexicana, al tiempo que Telemundo pone sus miras, básicamente, en el público puertorriqueño, cubano y centro y suramericano. Telemundo fue adquirida por el gigante de la televisión anglosajona National Broadcasting Company (NBC) en el 2001 y Univisión ampliaría su imperio a la radio con la adquisición en el 2003 de la Hispanic Broadcasting Corporation (HBC), la más significativa corporación de emisoras de radio en castellano de ese tiempo. Finalmente, Univisión Communications, Inc. sería vendida a Broadcasting Media Partners en el 2007.
Todas ellas tienen como productos básicos las ya mencionadas telenovelas. La nueva versión del lejano “folletín” tendría un gran desarrollo en México, Venezuela y ‒aunque en menor medida‒ en Colombia, desde donde sus producciones se importan a las demás naciones hispanoamericanas y a los Estados Unidos. Dicha modalidad dramática ha logrado imponerse tan marcadamente en la preferencia del público televidente hispanounidense que ha dado pie a importantes obras realizadas en nuestra nación. También ha trascendido las fronteras lingüísticas, con doblajes a más de una docena de idiomas y una destacada elaboración brasileña y turca (que a su vez se doblan al español), así como un reciente proceso de expansión a la TV anglosajona, con piezas grabadas directamente en inglés.
Las telenovelas actuales se componen, fundamentalmente, de tramas simples que tienen como tema primario una historia de amor que debe vencer un sinnúmero de obstáculos (con especial hincapié en las diferencias entre clases sociales) para llegar al final feliz que todos esperan y conocen de antemano. El nivel artístico-literario, en sentido general, es mediocre; tal parece que se producen en serie, como en una fábrica: todas casi iguales. Esa pobre factura, sin embargo, no les hace perder teleaudiencia; de ahí la necesidad de un análisis profesional que trate de dilucidar el fenómeno.
El arribo de la televisión por cable hizo que el ciclo se repitiera: la compra de espacios en horarios de poca teleaudiencia, o la adquisición gratuita de segmentos dentro de canales de propiedad municipal, han permitido una pluralidad de ofertas en español en la nueva era televisiva que van del deporte a la religión, pasando por variantes culturales disímiles, la política, intereses gremiales o comunales, etc. Coincidentemente, algunos canales y empresas anglosajonas de temáticas específicas están intentando llegar al televidente hispano con ediciones de sus programas dobladas al castellano o personal hablando nuestro idioma. Entre ellos cabe destacar CNN, ESPN, History Channel, Discovery Channel y el conglomerado cultural no comercial Public Broadcasting System (PBS), el cual ya tiene su versión en español: VeMe. Todos están tratando de repetir con el público hispanounidense los éxitos alcanzados con el de habla inglesa; tendencia que es de suponer se incremente en el futuro a medida que nuestro peso demográfico sea mayor.
Muchas de las emisoras de TV son repetidoras de la programación general de las cadenas nacionales, aunque aquellas asentadas en zonas de mayor población hispana tienen sus propios estudios de producción encargados de la realización de programas locales (básicamente noticiosos) que alternan con los de carácter nacional. Otras carecen de estudios particulares, como por ejemplo UniMás, cuya programación esencial se basa en la transmisión de películas anglosajonas dobladas al español, antiguas series humorísticas, viejas telenovelas, así como eventos deportivos.
Las emisoras de radio, por el contrario, tienen sus propios estudios aun cuando formen parte de cadenas nacionales tales como Univisión Radio y la Spanish Broadcasting System. Ello se debe al hecho de que la radio sigue manteniendo su condición prístina de medio de comunicación local, respondiendo a las necesidades y preocupaciones concretas de las comunidades en que están ubicadas las emisoras. Los radioyentes se identifican con las personalidades de los comunicadores que ‘sienten’ cercanos, en una repetición (o continuación) del antiguo caso de Pedro González. La televisión, a pesar de su popularidad, no ha podido alcanzar nunca esa relación tan íntima con el público que la radio logró hace casi un siglo y ha sabido mantener hasta el presente.
El siglo XXI abriría con nuevos retos tales como la pujante presencia ambivalente de las redes cibernéticas, así como el deterioro de las formas tradicionales del español por efecto de la influencia del inglés o la lejanía de las nuevas comunidades de inmigrantes hispanos de sus zonas de origen. A ellas se uniría la marcada pérdida lingüística de la segunda y tercera generación de hispanos nacidos en los EE.UU. y, en el último decenio, la disminución del flujo migratorio como resultado de las deportaciones masivas y las trabas a la inmigración.
En un intento por paliar los mencionados efectos negativos y estar a la altura de los tiempos, tanto las grandes cadenas nacionales de radio y televisión como las compañías de menor importancia han creado cibersitios que promocionan o complementan sus ofertas. En algunos de ellos es posible escuchar y/o ver la programación en vivo original o los programas ya emitidos. Sus secciones de noticias, por sus periódicas actualizaciones diarias, hasta compiten con las publicaciones noticiosas de difusión tradicional en la Internet. Sin embargo, todavía está por ver si tal extensión cibernética resulte, a la postre, beneficiosa o inconveniente, asfixia o aliento.
No obstante los aspectos perjudiciales o irresolutos señalados, no vislumbro una crisis en la radio y la TV en español como la que sufrió la primera a finales de los años veinte del siglo pasado. Teniendo en cuenta el constante ‒aunque actualmente disminuido‒ aumento de la población hispana en los EE.UU., es de esperarse que los medios no impresos de difusión en castellano continúen su ascenso cuantitativo en este país. Estados donde los hispanos eran casi inexistentes hace 20 años, en la actualidad presentan pujantes colonias de nuevos inmigrantes, cuyos miembros están ansiosos por oír su idioma en el radio o ver en el televisor los rostros de sus actores y actrices preferidos con quienes llorar o reír luego de la casi siempre fatigante jornada laboral. Pues es el caso que gracias a la magia de la radio y la televisión en español, el sol enceguecedor de México, Puerto Rico o los llanos venezolanos, bien que puede caldear las montañas nevadas de Utah.
Y sí, finalmente Don Rafael habló. Incluso en los Estados Unidos gracias al derecho de nacer de la radio y la televisión hispanounidenses.
BIBLIOGRAFÍA
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Importancia del ayer en el mañana
Hugo J. Byrne. |
Discurso de investidura ante la Academia de la Historia de Cuba en el exilio. Hugo J. Byrne.
Distinguidos Académicos, dedicados estudiosos de la historia de nuestra tierra natal, amigos y colegas:
El presente es un concepto intangible, una entelequia, pues cada instante transcurrido pertenece al pasado. El tiempo se compone sólo de dos realidades: futuro y pasado. El primero es la incógnita que tratamos de despejar. El pasado es todo lo contrario: el estudio imprescindible de la existencia humana que llamamos historia. Aprenderla, investigarla, escudriñarla profundamente, siempre nos ayudará a enfrentar el porvenir con relativo éxito.
La historia es la única fuente de información verificando cómo las libertades individuales generaran un progreso real para la especie humana. Mientras que las utopías totalitarias no solo detuvieron ese progreso, sino cometieron genocidio y provocaron guerras para detenerlo. La gran virtud de la historia es que hace esa realidad evidente para los futuros estudiosos. Avanzo un ejemplo.
A través de la historia sabemos que las personas pobres en la actualidad disfrutan de un nivel de vida muy superior al de los multimillonarios del siglo XIX en las sociedades que se rigen por derecho. Por supuesto, no me refiero a indigentes sino a personas de moderados recursos y bajos niveles de ingreso en naciones que son libres en el orden social y económico.
Durante la segunda mitad del siglo XIX para los "todopoderosos" magnates de antaño, era imprescindible emplear mucho tiempo en toda actividad. Recordemos que el tiempo es nuestro más preciado tesoro, por ser limitado y por tanto, insustituible. Se ha dicho con sobrada razón que dedicar tiempo a otra persona o personas, es la máxima expresión de amor.
Visitando a un amigo en Nueva Jersey, John D. Rockefeller, desde el vecino Nueva York, tenía que enviar un sirviente a su cochera para traer el vehículo que lo transportara a Nueva Jersey. No tengo la menor idea del tiempo que usaba ese arcaico transporte para llegar a su destino. Sin embargo, estoy seguro de que si viviera hoy llegaría en una fracción de ese tiempo en su limusina. Aún más importante es que cualquier pobretón lo haría hoy con igual presteza, a bordo del "subway" o de un autobús.
Para ver ópera, John Pierport Morgan estaba forzado a ir a un teatro y llegar antes de la hora programada para sentarse en un palco. No existían entonces televisión ni ordenadores electrónicos, hoy al alcance de quienes disfruten de libertad económica, corolario del capitalismo, ya sean pobres o acaudalados.
Los coches de lujo y los carretones rústicos de antaño no tenían refrigeración y durante el verano, tanto pobres como ricachones sudaban de lo lindo. El frío era harina de otro costal, pero el adinerado tenía que cubrirse del gélido viento con tanto trapo que hasta le dificultaba el movimiento.
A mediados del siglo XIX la única calefacción disponible era producto de quemar carbón o leña, único combustible al alcance de todos, pobres o encumbrados. Pero visitar Europa desde Nueva York a mediados del siglo XIX, tomaba un mínimo de dos meses y a veces hasta ochenta días de navegación a vela.
En contraste, la primera vez que abordé un vuelo transcontinental y transatlántico (desde LAX en Los Ángeles hasta Heathrow en Londres) en 1986, el trayecto tomó menos de catorce horas. No creo necesario agregar que no soy rico. Por supuesto, todo el progreso obtenido por el hombre a pesar de los desastres naturales y las guerras, se resume en una frase: "los avances de la ciencia". Es muy difícil ignorar que la historia no es otra cosa que "la ciencia que estudia el pasado". No dudo que algunos estén en desacuerdo porque en todo currículo formal esta disciplina está incluida en el capítulo de "Humanidades". También afirmo algo que ya empieza a aceptarse universalmente: cuanto más tiempo transcurre desde los acontecimientos del pasado, se aprende más sobre ellos.
Para demostrar lo afirmado, terminar mi largo preámbulo y entrar por fin en la Historia de Cuba, voy a referirme a la explosión del barco de Guerra USS Maine, en la Bahía de La Habana, el 15 de febrero de 1898. Aunque cuando fue lanzado al agua en 1890, era clasificado como un "Crucero-Acorazado", el Maine no era una cosa ni la otra. Algunos destructores contemporáneos desplazan el triple de toneladas de agua.
Por supuesto, esa comparación no es justa y la uso solamente como referencia. De acuerdo a su arbitraria clasificación sería plausible comparar al Maine con el Olympia, Buque Insignia del Comodoro Dewey en la batalla de la Bahía de Manila. Está demás decir que el Olympia era un verdadero acorazado, durante años el navío más grande con casco de acero. También fue el mayor acorazado construido en la costa oeste de Estados Unidos desde junio de 1891 hasta el lanzamiento del USS Oregon en noviembre del año siguiente. Ambos navíos vieron acción durante la guerra con España.
La controversia histórica sobre la explosión del Maine en la Bahía de La Habana, a pesar de todas las evidencias e investigaciones y, contradictoriamente, como resultado de ellas, todavía perdura. En ese desastre perecieron más de doscientos marinos de Estados Unidos. Por lo menos hubo cuatro investigaciones de la tragedia y lo más interesante de eso es que todas alcanzaron resultados diferentes.
La primera de las pesquisas fue realizada justamente después de la fatal explosión. El equipo investigador comisionado por La Habana se concretó a una breve entrevista con el Capitán del Maine, Charles D. Sigsbee, más una inspección ocular en el sitio preciso del siniestro, pero desde la superficie. Sus resultados indicaban que la explosión se había generado desde el interior del navío. La segunda fue realizada por la "Corte de Investigación" que convocara Washington en el Fuerte "Zachary Taylor" de Cayo Hueso, el dos de marzo del mismo año, inmediatamente después de un estudio de los restos del Maine. Usando personal, técnica y equipos sumergibles, los americanos concluyeron justamente lo contrario que los peninsulares. ¿Quién puede sorprenderse?
Después de terminada la contienda con España los hierros retorcidos del Maine fueron conducidos por el antiguo "filibustero", John ("Dinamita") O'Brien, veterano de una docena de expediciones a Cuba insurrecta durante los años 1896 y 1897. O'Brien, entonces Jefe de los Prácticos de la Bahía de La Habana, encabezó un grupo de remolcadores oceánicos para depositar la corroída nave en el sitio de su descanso final, fuera de las aguas territoriales de Cuba.
En el año 1976, el Almirante Hyman Rickover, conocido como "Padre del submarino nuclear", encabezó una nueva investigación de la explosión del Maine, utilizando recursos no conocidos antes. Su examen confirmó el veredicto de que la explosión se había originado en las entrañas del navío y que probablemente era el resultado fatal de la combustión espontánea del carbón bituminoso que entonces usaban como combustible. Accidentes como ese eran bastante comunes por esa época. Me inclino a dar crédito a esa versión.
Una vez más en 1998, en el centenario de la explosión del Maine, la Asociación Nacional Geográfica, con sede en Washington y de la que fui socio durante muchos años, comisionó una firma de ingeniería naval muy prestigiosa para investigar la explosión del barco de guerra. Ésta se desarrolló utilizando los instrumentos más sofisticados de la época, que ya incluían modelos de computación. Los resultados de este cuarto análisis fueron muy sorprendentes: ¡La explosión pudo originarse tanto desde dentro como desde fuera! Sobre ese tema escribí un ensayo en el mismo año, el que se publicara junto a una gran foto del "Maine" en la primera plana del desaparecido semanario cubano "20 de Mayo" del sur de California.
A pesar de que se han originado muchas teorías alrededor del hundimiento del Maine, señalado por muchos como motivo fundamental del desate bélico de 1898 entre Estados Unidos y España, mi opinión es muy diferente y baso mis convicciones en mis investigaciones de los intereses permanentes y antagónicos de ambas partes en conflicto. Estos sobrepasaban en importancia a incidentes fortuitos, aunque resultaran tan sangrientos como la explosión del Maine.
La Guerra Hispanoamericana era una realidad tan inmediata como inevitable desde la severa destrucción de muchos legítimos intereses económicos norteamericanos durante la campaña insurrecta de 1895. En ese año la zafra azucarera fue impedida y muy obstaculizada para el futuro cercano. Los campos de caña fueron reducidos a cenizas. La destrucción con explosivos dañó ingenios y ferrocarriles en el mismo corazón de las provincias occidentales. Desde ese momento la pregunta no era si la guerra con Washington se desataría, sino cuándo. En esta conclusión no estoy solo. Un historiador de la talla de George O'Toole en su obra "The Spanish War", afirma que la guerra fue si acaso muy ligeramente estimulada por la llamada prensa "amarilla" y el desastre del Maine. Es básico investigar bien los hechos para separar la realidad de la fantasía y del mito.
En el resumen final de un artículo titulado, "Los noventa y dos días", publicado primero por la Revista "Herencia Cubana" hace ya más de diez años, expliqué usando los mejores argumentos de que soy capaz, cómo el conflicto entre Washington y Madrid de 1898 tiene sus verdaderas raíces en la victoria económico-militar de la insurrección cubana de fines de 1895.
No es necesario consolidar terreno conquistado para ganar guerras. La historia está repleta de incidentes bélicos que demuestran todo lo contrario. Cuando el Imperio del Japón se rindiera a los Aliados en ceremonia solemne a bordo de un Acorazado norteamericano en la Bahía de Tokio en 1945, ni un solo soldado occidental había invadido por tierra las cuatro islas principales de ese Imperio. Como MacArthur en su campaña del Pacífico, en la Cuba de 1895 el objetivo del General Máximo Gómez no era ocupar terreno, sino arruinarlo. Para ello usó tea y explosivos, no cargas al machete.
Algunos erróneamente atribuyen al Presidente William McKinley la responsabilidad en la guerra contra España. Nada más lejos de la verdad histórica. McKinley hizo cuanto pudo por evitarla. Al reconocer que legítimos intereses norteamericanos eran muy negativamente afectados por la guerra, empezó a cambiar su impráctica actitud pacifista. Concluyó que el conflicto con Madrid era propicio a grandes posibilidades de victoria rápida y con ella empezar a reunir a la nación en una misma causa, reduciendo antagonismos creados por la herencia nefasta de la Guerra Civil.
El congreso de Estados Unidos estaba listo para afrontar el desafío colonial español, con o sin McKinley. Para demostrarlo cito aquí parte de un discurso pronunciado por el más importante legislador republicano de su tiempo: el influyente Senador por Massachusetts Henry Cabot Lodge, quien en sesión del Senado norteamericano declarara: "…legítimos intereses financieros de Estados Unidos están siendo destruidos… Cuba libre significaría grandes oportunidades de inversión a nuestro capital… deberíamos ofrecer nuestros buenos oficios para mediar… restaurar la paz… otorgándole independencia a una colonia que España ya no puede sostener".Esas declaraciones datan de antes del hundimiento del Maine y de la llamada "Resolución Conjunta."
El devenir histórico de la humanidad es una cadena infinita de acontecimientos diversos en apariencia, pero cuyos eslabones están íntima y estrechamente relacionados entre sí. Nada ocurre por casualidad. La historia de Cuba no es excepción de esa regla. El futuro es una incógnita que sólo podremos despejar estudiando y aprendiendo del pasado. Nadie sabe a dónde va sin saber de dónde viene.
Solamente conociendo ese pasado se puede aspirar a rescatar a Cuba, no sólo de la presente infame tiranía totalitaria. También y eminentemente, a rescatar a los cubanos de la corrupción social y del envilecimiento colectivo al que esa tiranía los ha forzado a vivir durante sesenta largos años, para perpetuar la explotación de su desalmado y totalitario poder.
Gracias por su amable atención.
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